La Mariposa Encantada (Cuento) por Jos Orero y Leslie Orero
Publicado en Nov 04, 2010
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Érase una vez un Reino que no tenía color porque en él no había alegría y no cantaban los pájaros. Éstos sólo piaban en las ramas de los árboles grises. Siempre quietos, nunca volaban bajo las nubes grises. Las casas eran grises, las flores y las gentes eran grises y las mariposas no existían. El Sol no podía penetrar debido a que todo el cielo estaba cubierto con feas nubes de color gris parduzco. El Reino se llamaba Gris. 
En un pueblo fronterizo, perteneciente al Reino vecino llamado Color, una niña supo de la eterna tristeza en la que vivían los habitantes de Gris. Todos los días iba a la catedral a pedir que Dios tuviese misericordia e hiciese volver todos los colores al Reino Gris... porque pensaba que esa sería la única forma de que allí volviese a reinar la alegría. Aquella niña se llamaba Carolina y era hija de María (hermosa princesa india de la región de los Andes) y José (noble español que había unido su amor y su destino con el de la hermosa princesa andina). El lindo pelo de Carolina era de color negro azabache, su hermosa piel era de color trigueño, tenía unos grandes y profundos ojos de color marrón oscuro y su corazón era tan bello como el de su madre india y tan noble como el de su padre español. 
Un dia, mientras la niña paseaba por el atrio de la catedral pensando en qué podría ella hacer para ayudar a que la alegría volviese a reinar en Gris, se encontró con un gusano que tomaba el sol sobre la hierba del jardín.
- Gusanito, gusanito...
- ¿Quién me llama de esa manera tan triste?.
- Soy yo, gusanito. 
- ¡Hola Lina!. ¡No sabía que te gustase paear por lo atrios!.
- Es que...
- ¿Qué sucede, Lina?.
- Es que estoy muy preocupada...
- ¡Vamos a ver!. ¡Vamos a ver!. ¿Tú crees que una niña tan linda como tú puedes vivir preocupada?.
- No es por mí, gusanito...
- ¡Ajá!. 
- ¿Ajá?.
- Bueno... ejem... ejem... ejem...
- ¿Ejem?. 
- De acuerdo, Lina... ¡dejaré de decir palabras mágicas!. 
Carolina comenzó a reír como ella siempre reía. Con ganas. Con felicidad. Con color. 
- ¡Ja, ja, ja, ja, ja!. ¡Qué simpático eres, gusanito!. ¡Palabras mágicas son "abracadabra para de cabra", "ábrete Sésamo" y "pim pam pum". O también "alabí alabá alabimbombán". Pero... ¡aja´!... ¡ejem, ejem, ejem!... ¿qué clase de magia tienen esas palabras?.
- No creas que no la tienen, Lina. !Ajá fue lo primero que dijo "Peter Pan" antes de convertirse en niño volador! y "ejem ejem ejem eran las palabras que empleaba Aladino antes de frotar su lámpara maravillosa!. 
- ¡Ja, ja, ja, ja, ja!. 
- Escucha... ¿no son maravillosas las palabras que hacen reír?. 
- ¡Ahora que me lo recuerdas, gusanito!. No puedo seguir riendo. Se supone que debo estar triste y, además, estoy triste de verdad. 
La niña volvió a quedarse seriamente pensativa. El gusanito avanzó unos pasos hacia ella y desde allí, desde el verde césped del jardín del patio de la catedral, puso gesto de preocupación. 
- ¡Bien, bien, bien!. Dejemos a un lado las risas!. Parece que tienes un serio problema. 
- Sí...
- Entonces cuéntamelo, Lina... ¡Los problemas sólo pueden solucionarse cuando se sabe cuáles son!. Si ocultas un problema nunca sabrás cómo salir de él y el problema seguirá en tu mente siempre... hasta que crezca tanto que entrará en tu corazón y entonces y ano podrá ser jamás solucionado y perderás todos los colores de tu felicidad. Antes de que un problema entre en el corazón hay que resolverlo cuando habita en la mente para poder eliminarlo.
- Gusanito... no es un problema mío...
- Los problemas son siempre nuestros.
- Lo que quiero decir es que no me afecta a mí...
- Los problemas siempre nos afectan a todos.
- ¡¡Gusanito!!. 
- No te ofendas, Lina. Es cierto cuanto digo. El problema puede haber nacido en otra persona o en otro lugar, pero ha entrado en tu mente y te afecta a ti. Y si no lo resuelves pronto entonces dejarás de se la niña feliz que eres ahora. ¡Cuéntame el problema y veamos si puedo ayudarte con la solución!. 
Carolina dudó por unos segundos. ¿Sería prudente informar a aquel gusanito de la tragedia del los habitantes del Reino Gris?.
- ¡Vamos, Lina!. NO debo perder mi tiempo en dudas que no conducen a nada. O me cuentas o ¡adiós, niña, que tengas un feliz día!. 
Ya el gusanito daba media vuelta cuando Carolina se atrevió. 
- Lo que sucede es que en el Reino Gris nadie ríe...
El gusanito, sorprendido, volvió a dar media vuelta sobre sus patas.
- ¿Te preocupa el hecho de que nadie sea feliz en Reino Gris?. 
- Pues... ¡ejem ejem ejem!. 
- ¡Ja, ja, ja, ja, ja!. ¿Tienes vergüenza de confesar que te preocupa la tristeza de los demás?. 
- ¿Quién... yoooo...?. ¡Oh, no, gusanito!. ¡Cada uno es cada uno!. La verdad, y llevas razón, es que debemos ser felices nosotros mismos. Cada un o debe resolver sus propios problemas. 
Ahora fue Carolina quien dio media vuelta...
- ¡Ajá!. 
Carolina se volvió inmediatamente. 
- ¡Ja, ja, ja, ja, ja!. ¡Pues sí!. ¿Me interesa mucho la tristeza de los demás!. ¿Pasa algo?. 
- ¡Eso es, Lina!. ¡Muy bien!. ¡Eres una niña con buen corazón!. ¡No dejes que nadie te quite esa linda cualidad!. ¡La gente ya no se quiere preocupar por lo que les ocurre a los demás!. Pero tú no eres gente, Lina, tú eres tú.. y yo me alegro de ello!. 
- Está bien, gusanito... gracias por tus palabras.. pero nada de eso que dices va a ayudar a la gente de Reino Gris...
- ¡Veamos que podemos hacer!. Buscas la ayuda de un amigo... ¿cierto?. 
- Sí. 
- Entonces... acude a casa de la Coneja Maya y ella te dirá algo muy importante para que puedas ayudar a los habitantes del Reino Gris, el reino sin colores...
- Gracias, gusanito...
Carolina salió rápidamente de la catedral y comenzó a caminar hacia la casa de Coneja Maya, quien vivía en el bosque que servía de frontera entre los dos reinos. 
Una vez ante la puerta de la casa de Coneja Maya, la niña golpeó con la aldaba y un numeroso grupo de pájaros que se encontraban sobre el tejado emprendió el vuelo, asustados todos ellos por el ruido. 
- ¿Quién golpea de esa manera? -protestó Coneja Maya, que estaba preparando un guisado de zanahorias con perejil...
- ¡Soy Carolina, la niña que vive en la última casita de la ciudad!.
- ¡Está bien!. ¡Está bien, Lina!. ¡Deja de golpear la puerta que ya salgo a recibirte!. ¡Si sigues haciendo tanto ruido vas a molestar a todos los vecinos!. 
Instantes después Coneja Maya abría la puerta de su domicilio. 
- ¡Ajá... qué niña más linda!. 
- !Ja, ja, ja, ja, ja!. 
- ¿Cómo que ja, ja, ja, ja y ja?.
- Perdón es que...
- ¡Ya comprendo!. ¡Has estado hablando con ese loco gusanito de la catedral y te ha contado lo de sus palabras mágicas!. ¿Cierto?. 
- Cierto. 
- Entonces... ¿qué haces ahí parada?. ¡Pasa!. ¡Pasa dentro de la casa y cuéntame que es eso que te preocupa tanto!. Por cierto... ¿te gustan las zanahorias con perejil?. 
- !Ejem, ejem, ejem!. 
- !Ja, ja, ja, ja, ja!. No te preocupes. Seguro que no las has probado nunca pero cunado lo hagas... ¡verás qué sabor más delicioso!. 
Coneja Maya y Carolina entraron en el interior de la vivienda y pasaron dos interesantes horas. En aquel tiempo comieron zanahorias con perejil y la niña le contó todo el problema.
- La única forma que existe para ayudar a los habitantes del Reino Gris es que una persona limpia de corazón, de esas que ya casi no existen, vuelva a recuperar a las mariposas. Cuando éstas habiten de nuevo en aquel reino... ¡entonces volverán todos los colores a él y sus habitantes volverán a reír y ser felices!. 
- Muy bien... ¿puedo ser yo esa persona??. 
- Por la larga conversación que hemos mantenido... ¡tú eres una de las poquísimas personas que existen en este mundo con corazón limpio!. Así que... sí... pudiera ser que tú fueses capaz de lograrlo... ¡Pero tendrás que hacerlo y eso va a ser muy difícil de conseguir!. 
- ¿Qué tendré que hacer?. 
- !Desencantar a la Mariposa Encantada!.
- ¿Cómo dice usted, Coneja Maya?.
- Escucha, Lina... no tengo ni idea de qué es todo eso de la Mariposa Encantada. Sólo sé que ese extraño asunto existe y es verdad. 
- De poco me sirve el saberlo. 
- A mí me ocurre igual al contarlo... pero si quieres que te ayude en lo poco que yo pueda, quédate a descansar esta noche en mi casa y mañana por la mañana te diré lo que mis sueños me indiquen. 
Aquella noche durmieron inquietas Lina y Coneja Maya. La niña preocupada y Maya soñando con poder ayudarla.
A la mañana siguiente...
- Tienes que ir siempre, siempre, siempre... hacia el Norte...
- ¿Cuál es el motivo?.
- ¡Escucha y no interrumpas!. Siguiendo hacia el Norte te encontrarás con un laberinto cuyo piso está lleno de piedras. ¡Ten mucho cuidado!.¡Esas piedras te hablarán continuamente y te dirán por dónde deberás seguir!. 
- ¡Qué bien!. 
- ¡Te dije que no me interrumpieses, Lina!. ¡Si lo vuelves a hacer por tercera vez... se acabará la posibilidad!. ¡Escucha!. ¡Sólo escucha!. ¡Debemos saber escuchar a los demás para aprender lo que nos dicen y para recordar lo que nos han dicho!. ¡No vuelvas a interrumpirme porque si lo haces se borrará de tu memoria todo lo que te estoy contando!. ¡Escucha!. ¡Tendrás que tener mucho cuidado en no caer en la trampa!. 
Coneja Maya guardó silencio para comprobar si Carolina interrumpía su conversación o permanecía callada. Pero la niña sólo escuchaba...
- ¡Bien, bien, bien!. ¡Debes de saber que esas piedras son las Piedras Mentirosas y te mentirán en todo lo que te digan!. ¡No les hagas caso nunca!. ¡No sigas sus indicaciones!. ¡A la mentira nunca hay que escucharla ni mucho menos obedecerla!. 
Carolina seguía sólo escuchando...
- ¡Ten cuidado con las Piedras Mentirosas!. ¡Si te indican que vayas hacia la derecha ve a la izquierda!. ¡Si te dicen ve a la izquierda marcha hacia la derecha!. ¡Si te dicen que te detengas, sigue adelante... y si te dicen que sigas adelante, detente!. ¡No hables con ellas jamás!. ¡No mantengas nunca el diálogo con ellas!. ¡Si te piden que les hables, cállate!. ¡Si hablas con las Piedras Mentirosas sus mentiras te engañarán!. ¡Escucha sólo lo que te digan y, sin llevarles la contra, haz en silencio todo lo contrario de lo que te digan!. ¡Es importante que te concentres en dos cosas: primero, que no dialogues con ellas... y segundo, que hagas siempre lo contrario de lo que te digan!. ¡No hables con las Piedras Mentirosas y nunca hagas lo que te digan las Piedras Mentirosas!. Y ahora... ¡adiós, Lina!. ¡No me digas nada!. ¡Si deseas ayudar a los habitantes del Reino Gris... ve hacia el Norte!. ¡Ya tendremos tiempo de hablar si es que consigues lo que te propones!. ¡Adiós y buen viaje, Carolina!. 
La niña caminó y caminó y caminó... y siguió caminando, caminando y caminando... siempre hacia el Norte... siempre hacia el Norte... siempre hacia el Norte... ¡Hasta que por fin se encontró con el laberinto!. Todo el suelo estaba lleno de Piedras Mentirosas que comenzaron a hablar cuando Carolina entró allí.
- ¡A la derecha, Lina, a la derecha!. 
Y ella, sin decir nada, caminó hacia la izquierda...
- ¡A la izquierda, Lina, a la izquierda!. 
Y ella, sin decir nada, caminó hacia la derecha...
- ¿Detente, Lina, detente!.
Y ella, sin decir nada, siguió caminando...
- !Sigue adelante, Lina, sigue adelante!. 
- Y ella, sin decir nada, se detuvo...
- ¡Escucha, niña maleducada!. ¿Es que no te han dicho que hay que hacer caso a lo digan los demás?.
Pero Carolina no decía nada. Sólo descansaba...
- ¡Qué niña más malcriada!. ¡En qué colegio te has educado, preciosa Lina?. 
Pero Carolina no decía nada. Sólo descansaba..
- Escucha, Lina... ¡Somos tus amigas!. ¡Te decimos todo lo que te decimos sólo por tu bien!.¡Queremos ayudarte!. ¡¡Somos tus amigas!!. !Cuando hablamos contigo es sólo por eso!. ¡Todo lo que te contamos es la única verdad!. ¡Si no nos haces caso te perderás!. ¿Qué ganamos nosotras con decirte mentiras?. ¿Acaso nos beneficia a nosotras contarte mentiras?. ¡¡Las verdaderas amigas estamos para hablar las unas con las otras y contarnos la verdad!!. ¡Si te decimos "esto" pues es que "esto" es la verdad. Si te decimos "lo otro" pues es que "lo otro" es la verdad... ¿No lo crees así, Lina?.
Mas la niña sólo escuchaba y no decía nada...
- ¡Qué linda eres, Lina!. ¡Qué linda, qué buena y que bien educada estás, Lina!. ¿Qué opinas de todo lo que te decimos como buenas amigas que somos?. 
Mas la niña, cansada de escuchar, se había dormido...
Carolina no supo nunca cuánto tiempo estuvo dormida... mas al despertar se encontrño frente a la iglesia del Reino Gris. Estaba rodeada de muchas casas grises. La iglesia también era gria. Y tenía una gran torre con un reloj gris. 
Pasó un señor muy viejo, vestido de gris...
- ¡Señor!. ¡Señor!. ¿Cómo puedo encontrar el Castillo del Rey?. 
- ¡Buscando!. 
- ¿Podría indicarme por dónde puedo buscar?.
- ¡Por donde quieras!. 
- ¡Gracias, señor!. ¡Ha sido usted muy amable!. ¡Que Dios le bendiga!. 
En esos momentos el reloj de la torre de la iglesia movió sus agujas y el campanario comenzó a sonar...
- ¡Niña entrometida!. 
El Viejo Gris comenzó a correr y todas las personas -hombres, mujeres, niños y anciaNos- también comenzaron a correr y a esconderse en el interior de sus casas. 
- ¡Niña entrometida!. ¡¡Niña entrometida!!. ¡¡¡Te ajustaré las cuentas cuando volvamos a encontrarnos!!!. 
El viejo se escondió en un callejón muy gris dentro de aquel laberinto de calles grises.
Carolina contempló las agujas del reloj de la iglesia. La pequeña y la grande estaban juntas y señalaban hacia la derecha. Eran, por lo tanto, las tres y quince minutos de la tarde. Comenzó a meditar. ¡Hacía sólo unos segundos que eran las nueve menos quince minutos de la mañana!. ¿Cómo poder explicarse aquello?. ¡Ambas agujas habían cambiado completamente de dirección en el mismo momento en que había nombrado a Dios tras preguntar por el Castillo del Rey!. Entonces volvió a contemplar las agujas del reloj... ¡y comprendió!... ¡Le estaban indicando que buscase en aquella dirección!. Dios le había respondido de aquella manera milagrosa.
Así hizo. Comenzó a caminar por numerosas calles grises, siguiendo siempre la dirección de las tres y quince minutos de la tarde... Y sonaron las once de la noche... ¡cuando encontró el Castillo del Rey!. 
Un Castillo majestuoso. Con altas torres y almenas. Un magnífico puente levadizo. Preciosas ventanas. Innumerables adornos y blasones. Pero gris... Todo gris...
Cuando llegó ante le puente levadizo éste se bajó y apareció en el dintel de la puerta del castillo un señor muy anciano. Carolina,sin ninguna clase de temo, caminó por el puente y llegó a él. 
- ¿Quién eres, niña?.
- Carolina.
- ¿Y qué buscas en un lugar tan triste como éste?.
- La Mariposa Encantada. 
El anciano comenzó a temblar terriblemente. 
- ¿Le ocurre algo malo, señor?. ¿Puedo ayudarle?.
- ¡Oh, no es nada, niña, no es nada!. 
- ¿Por qué tiembla usted tanto?.
- No te preocupes, Lina, no te preocupes, pero... ¿de verdad deseas encontrar a la Mariposa Encantada?.
- Me gusta siempre decir la verdad...
El anciano miró a la niña. En sus ojos pareció lucir una escondida luz azul. Pero no... sólo fue un reflejo muy tenue, muy tenue... algo así como un deseo solamente. 
- ¿De verdad que no le sucede nada malo, señor?.
- ¿Oh, no!. ¡No me sucede nada malo!. 
- ¡Qué raro!. ¡Me pareció ver un color azul en sus ojos!. 
- ¡Mentira!. ¡¡Mentira!!. 
- ¡Bien, señor, no se ofenda!. ¡Hubiese sido hermoso que fuese verdad!. 
El anciano se acercó todo lo que pudo a ella y le habló al oído.
- Escucha, Lina... no puedo seguir hablando contigo. ¡Traes unos vestidos llenos de colores!. ¡¡Eso está terminantemente prohibido en Reino Gris!!. ¡¡Pasa rápidamente al interior del Castillo del Rey antes de que vengan y te detengan!!. ¡¡Corre!!. ¡Mira... ya te han descubierto!. 
El señor muy viejo y todo vestido de gris, con una gran tropa de soldados grises que portaban arcos y flechas, se hallaban al otro lado del puente. 
- ¡Disparad!. ¡Disparad flechas a esa niña que viste con tantos colores y matadla, soldados!. ¡¡Matadla... porque si queda viva nos destruirá el Reino Gris!!.
Comenzaron a salir flechas envenenadas que rozaban a Carolina y se clavaban en la madera gris de la puerta gris del Castillo del Rey. Hasta que una de las flechas fue directa hacia el corazón de la niña... pero en esos momentos el anciano cubrió el cuerpo de ella con su propio cuerpo... ¡y la flecha se clavó en el corazón del anciano!. 
Carolina sujetó a éste nantes de que cayera al suelo...
- ¡Dios mío, le han herido!. 
- ¡Corre!. ¡Corre,Lina!. ¡Entra en el Castillo del Rey!. ¡El puente se elevará y ellos no podrán entrar !. ¡Corre y sálvate!. ¡Si no entras te matarán!. 
- ¡No puedo dejarle aquí!. 
- ¡Me ha herido mortalmente!. ¡De todas formas moriré!. ¡Déjame y entra tú en el Castillo!. Mas Carolina no abandonó al anciano. Con un gran esfuerzo, mientras las felchas sibaban a su alrededor, arrastró el cuerpo del moribundo y pudo entrar, por fin, en el interior del Castillo del Rey. El puente levadizo se levantó. Y quedó el viejo vestido de gris despotricando palabras de amenazas.
- !No lo conseguirás!. ¡¡Jamás podrás salir de ahí, niña necia!!. 
Mientras tanto, ya en el interior del Castillo, el anciano moría en los brazos de Carolina...
- ¡No se muera, por favor!. 
- ¡Lina, linda Lina!, ¡Tu corazón es tan hermoso...!. ¡Quiera Dios que puedas encontrar a la Mariposa Encantada!. ¡Cuánto tiempo esperé a alguien como tú!. ¡Inténtalo, Lina, inténtalo!, ¡Sólo tú puedes ayudar a nuestro pueblo!. ¡Guíate siempre por lo que te diga el corazón... sólo... por... lo... que te diga... el..- corazón!...
- ¡No se muera, por favor!. 
- !No llores, Lina!. ¡Guarda tus lágrimas para otro momento y... ten cuidado, Lina... ten... cuidado... con... los... charlatanes!. 
El anciano expiró...
en ese mismo instante todo su cuerpo se volvió azul. Un azul intenso.Un azul esmeralda. Un azul resplandeciente y brillante. Y a la altura de su corazón, una flecha gris clavada en aquel hermoso cuerpo azul que se transformó en estatua. ¡Un joven príncipe azul con una flecha gris clavada en su corazón!. 
Carolina, maravillada por aquél intenso color azul, quedó sin poder decir palabra alguna... mientras las ropas de ella se tornaban de color gris... 
Inmediatamente, un tropel de hombres y damas cortesanas rodearon a la niña hablando todos a la vez.
- ¡Esmeralda!. ¡Qué bien que regresaste, Esmeralda!. 
- ¡Justo en el mismo día en que se celebrará el Baile de las Mariposas!.
- ¡Cuánto tiempo te esperé, Esmeralda!.
- ¡No hagas caso a Filisberto... quien te esperé siempre fui yo!. 
- ¡Eres un falso, Gundisalvo!. 
- ¡No creas a ninguno de los dos!. ¡Yo, Edismundo de Trastaria, fui quien siempre te esperó!. 
-¡Esmeralda!. ¡Ven con nosotras y nosotras te diremos quién es el que más te amó durante tu larga ausencia!.
- ¡No las creas, Esmeralda!. ¡Dirán lo que más les convenga!.
- ¡Esperen!. ¡Esperen un momento!. ¡No sé nada de lo que me están contando!. ¡¡Son todos ustedes unos charlatanes y unas charlatanas!!. 
Un inmenso silencio reinó entre toda aquella pandilla de cortesanos y cortesanas. Al mismo tiempo todos pudieron descubrir aquella hermosa estatua azul que representaba a un joven príncipe con una flecha clavada en su corazón.
- ¿Qué es eso?.
- ¿De dónde ha venido esa estatua de color?.
- ¡Yo soy el que debe recibir la mano de Esmeralda!.¡Esa estatua lo dice!. 
- ¡Esa estatua dice que soy yo!. 
- ¡Esa estatua dice que es mi hijo quien debe casarse con ella!. 
- ¡Mis méritos han sido mayores!.
- ¿Yo, Edismundo de Trastaria, soy el más guapo, el más valiente, el más honrado!. 
- ¡De eso nada, monada!.
- ¡De eso todo, Tarodo!. 
- ¡Fernando de Tarodo es quien se merece el amor de Esmeralda!.
- ¡Soy yo, el conde Filisberto, quien se la merece!. 
- ¡No es así!. ¡Soy yo, Gundiberto, marqués de la Patallana, vizconde de Salustia, barón de los Concertales y no sé cuántas cosas más!. 
- ¡Naranjas de la China mandarina!. ¡Es mi hijo quien posee los derechos de sucesión!. 
- ¡De eso nada monada!. 
- ¡De eso todo, Tarodo!. 
- ¡¡Silencio!!. ¿Es que nadie va a dejar de hablar de sí mismo?. ¡¡Charlatanes!!. 
y entonces fue cuando Carolina recordó el aviso del anciano: ¡Ten cuidado con los charlatanes... y guíate sólo por lo que te diga el corazón!. 
- Mi corazón... lo que diga mi corazón...
- ¡Ven a mis habitaciones, princesa!. ¡Te daré de comer lo que desees!. 
- ¡No, no, no... no hagas caso a la malvada Rufiniala!. ¡Te quiere convencer de que te cases con su hijo!. ¡Ven, sin temor a las mías, y podrás beber cuanto quieras!. 
- ¡Hacerle caso a Tristaniola sería un grave error, mi reina!. ¡Ella es la querida de Fernando de Tarodo!. 
- ¡De eso nada, monada!. 
- ¡De eso todo, Tarodo!. 
- ¡¡Silencio!!.
- ¡¡Silencio todo el mundo!!. ¡¡Lo ha dicho la Reina!!.
- ¿Qué Reinas?.
- ¡Vos, mi bella y linda Esmeralda!. 
- ¡No hagáis caso a las zalamerías de Gundisalvo el Calvo!.
- ¡Estoy harto de vos, Edimundo de Trastaria!. ¡Mañana nos batiremos en duelo y quien venza se casará con la linda Esmeralda!. 
- ¡De acuerdo, Gundisalvo... y si después de mataros algún otro bellaco desea otro reto le mataré también!.
- ¡¡Silencio!! ¡¡Fuera de mi vista todos y todas, charlatanes!!. ¡¡Cuando hayan aprendido educación hablaremos tranquilamente!!. ¡Hay aquí muchas cosas que aclarar!. 
Carolina había utilizado el poder de Reina que aquella pandilla de charlatanes y charlatanas le ha´bia otorgado... para hacer callar a todos.
Al instante se quedó sola en la amplia sala...
Triste, la niña tenía ganas de llorar. Cuando las primeras lágrimas ya iban a brotar de sus lindos ojos azules, oyó una voz a sus espaldas. 
- ¡Lina, eh Lina!. 
La niña miraba y miraba pero a nadie encontraba...
- ¡Aquí, Lina, estoy aquí!.
- ¿Dónde?.
- ¡Ejem... ejem... ejem...!. 
- ¡Ja, ja, ja, ja, ja!. ¿Dónde estás?. ¡Ja, ja, ja ja, ja!. 
- ¡Aquñi!. ¡Debajo de la silla que está junto a la puerta que tienes detrás de ti!. 
Carolina miró hacia el lugar que le señalaba la voz. ¡Allí se encontraba un pequeño y lindo Conejo Gris!. Movía su hociquito. 
- ¡Hola, Lina!. 
- ¡Hola, Conejo Gris!. 
- ¡NO soy un Conejo Gris!. ¡Soy un Conejo Blanco!. 
- ¿Blanco?. ¡Yo te veo gris1. 
- ¡Es un tinte!. ¡Para poder entrar en el Reino Gris, tuve que pintar mi pelo de este color.. pero soy el Conejo Blanco que guió a Alicia por el País de las Maravillas!. 
Carolina no sabía qué decir. Se restregó los ojos para convencerse de que aquello no era un sueño. 
- ¡No estás soñando, Lina!. Te contaré todo. Siéntate en la silla y te lo contaré todo. 
Carolina se sentó en el silla y el Conejo Blanco Teñido de Gris siguió hablando...
- Primero debes de saber que estoy enamorado de Coneja Maya. Pero tengo que hacer alguna hazaña maravillosa para que ella se case conmigo. Por eso guié a Alicia en el País de las Maravillas. Mas aquella aventura no le hizo mucha gracia a Coneja Maya y no valió para nada el esfuerzo. Como la amo tanto no he renunciado a casarme con ella y, sabiendo lo que deseas hacer, te he seguido por los caminos y estoy dispuesto a que ahora la aventura sea lo suficientemente heroica para ganarme el corazón de Maya. Así que... ¡no perdamos más tiempo y sígueme... sígueme, Lina, y yo te conduciré al Salón de los Retratos!. 
Diciendo esto el Conejo Blanco Teñido de Gris salió rápido de la sala y comenzó a caminar por el Pasillo de las Encrucijadas. 
- ¡Espera, espera, Conejo Blanco!.
- ¡Corre, Lina... no pierdas tiempo!. ¡Sígueme y no te extraviarás por ninguna de estas muchas encrucijadas. ¡Ah... por favor, Lina... no me llames Conejo Blanco. Si te oyen me cazarán y serviré de comida guisado con patatas!. 
Carolina ya no dijo nada. Corriendo cuanto podía, siguió al Conejo Blanco Teñido de Gris para no perderle de vista en todo aquel laberinto de encrucijadas sin final. Hasta que, por último, llegaron a una puerta con un letrero que decía: "Salón de los Retratos". 
- ¡Bien, Lina, ahora serás tú quien tendrás que hacer lo que falta! ¡Mi misión ha terminado!. ¡Si todo sale bien, el Reino Gris se llenará de todos los colores y su habitantes volverán a ser felices!. Si todo sale mal... aquí seguirá eternamente reinando la tristeza... ¡y yo nunca podré casarme con Coneja Maya!.
- ¡Ven conmigo!.
- ¡No puedo ni debo y, además, no sabría en qué ayudar. ¡Desconozco lo que pueda ocurrir a partir de éste momento!. ¡Sólo me queda orar a Dios para que encuentres a la Mariposa Encantada y puedas solucionar este problema!. ¡¡Eres la única persona en este mundo que podrías conseguir la hazaña!!. ¡Pero nadie sabe qué podrá suceder... excepto Dios!. 
Y el Conejo Blanco Teñido de Gris se perdió por el Pasillo de las Encrucijadas. 
Carolina quedó pensativa... !pero se decidió!. Empujó la puerta. Gimieron los goznes. Entró en una sala con muy escasa luz. ¡Las cuatro paredes estaban llenas de retratos!. ¡Una galería completa de retratos!. ¡Reyes vestidos con sus mejores galas... pero todos de color gris, con los ropajes grises y las caras y el cabello grises!. Aunque lo más extraordinario fue lo que vio en el suelo. Un pequeño bebé que , sentado allí, comenzó a llorar ruidosamente. 
- ¡¡Buaaaaa... buaaaaaa... buaaaaaaa... buaaaaaaaa...!!. 
- ¡Calla, bebé, calla por favpor!. ¡No sigas llorando!. 
- ¡¡Buaaaaa... buaaaaaa... buaaaaaaa... buaaaaaaaa...!!.
- ¡Ajá!.
Aquel bebé dejó de llorar al instante. Pero no reíz...
- !Ejem ejem ejem!. 
El pequeño bebé miraba penetrante a Carolina... más no reía...
Era hermosísimo. El bebé más lindo que ella podría imaginar... Pero tenía el pelo gris... y cuando se acercó a recogerlo en brazos, se abrió una puerta que ella no había descubierto y apareció una bellísima mujer. Muy joven. Tendría apenas veinte años de edad... más su rostro poseía una patética tristeza. Sus ojos eran grises apagados y su mirada estaba llena de dolor. Su pelo... ¡de color profundamente gris!.
- ¿Quién eres?. 
- Yo... yo... yo me llamo Carolina...
- No tengas miedo... no te haré ningún daño... pero no toques a mi bebé...
- Señora... yo no quería hacerle daño...
- Lo sé, Lina, lo sé...
- ¿Por qué llora tanto?. 
- Porque le ha asustado tu presencia. Debes de saber que mi hijo no había visto, hasta ahora, a ningún otro ser humano exceptuándome a mí... 
Un silencio profundo inundó la gris atmósfera del Salón.
- ¿Por qué no abrís esa ventana?. Entraría más luz...
- Lo tengo prohibido... y además me sentiría más triste al ver sólo una pálida coloración gris de la que, como ves, tenemos en abundancia.
- ¿Cómo os llamáis, Señora??. 
- Esmeralda. 
- No comprendo...
- Todavía no comprendes... pero ten paciencia y yo te lo explicaré. Yo sé por qué y para qué has llegado hasta aquí. ¿Deseas conocer los retratos?.
Carolina se puso en pie.
- Será muy interesante saber quiénes fueron... ¿me lo podríais indicar?. 
Ambas fueron observando, uno tras otro, todos los retratos...
- Son los antepasados de mi esposo. Ellos fueron reyes felices y hermosos. Todos tenían el cabello rubio. Este país era el Reino Felicidad. Aquí están todos los reyes que gobernaron con fe, con amor y con la verdad siempre en sus labios... siempre con la verdad... que era el Principio Absoluto del Reino Felicidad. 
- Muy interesante... pero... ¿dónde está vuestro esposo?. 
Los ojos de Esmeralda se tornaron aún más profundamente tristes y las lágrimas comenzaron a surgir...
- ¡Perdón, señora... yo no quise...!. 
- Lo sé, Lina, lo sé. Sé que no quisiste producirme dolor pero... ¡es inevitable!. 
- Si desea me marcho...
- ¡No, Lina, por favor... no te vayas ahora!. ¡Inténtalo, por favor, inténtalo!. ¡Eres mi única esperanza!. 
- Pero... ¿qué puedo hacer yo sobre un asunto tan misterioso del cual no conozco absolutamente nada?. 
- ¡Sabes quién es mi esposo?.
- ¿Alguno de estos retratos?.
- No. Mi esposo no está muerto... pero tampoco está vivo...
- Cada vez entiendo menos este asunto. 
- Mi esposo fue el último de los soberanos del Reino Felicidad... hasta el día de hoy. 
- Sigo sin entender.
- No te pongas nerviosa. Te contaré. Mi esposo Rubén Darío I, subió al trono y se casó conmigo, Todos éramos felices, muy felices... pero el Rey cometió un gravísimop pecado.
- ¿Y cuál fue ese pecado tan grave?.
- ¡Mintió!. Era la primera ocasión que un habitante del Reino Felicidad mentía. y recibimos el castigo que nos merecíamos...
- ¿Cuál fue esa mentira tan grave que no pudo ser perdonada?. 
- Todas las mentiras son graves, Lina... no hay mentira pequeña ni mentira inocetne. Todas las mentiras... absolutamente todas... son pecados graves... 
Carolina quedó callada y pensativa recordando lo que siempre le habían aconsejado tanto Mamá María como Papá José: "No mientas nunca Lina. Toda mentira es una falsedad yla falsedad es un pecado". 
- Este reino estaba lleno siempre de hermosos y brillantes colores. ¡Todos los colores que te puedas imaginar!. El Sol resplandecía diariamente. La lluvia era hermosamente limpia. La nieve de color blanco puro. Las nubes parecían de algodón. Los ríos, los lagos, los mares... de un azul celeste tan bello como el verde esmeril de las hojas y el lindo rojo de las amapolas...¡Todos los colores eran hermosos!. Los habitantes del Reino Felicidad vivían siempre alegres porque eran felices; los pájaros antaban con sus lindos trinos y existían millones de mariposas que tenían bellos colores en sus alas. Yo era inmensamente feliz hasta que nació mi pequeño bebé. Un ángel de cabellos rubios y ojos azules como su padre...
- ¿Entonces cuál fue la desgracia?.
- Aquel día Rubén Darío I quiso ofrecerle a nuestro recién nacido el más hermoso regalo que jamás pudiera brindarle a nadie más...
- ¿Y?. 
- ¡Y cometió el horrendo pecado de mentir!.
- No puedo explicarme cual sería esa mentira. ¡No tenía necesidad de mentir parqa vivir feliz!. 
- Escucha, Lina... En el Reino Felicidad estaba terminantemente prohibido mentir y cazar mariposas. Mi esposo cometió ambas imprudencias. Vio volar por los jardines del Castillo a la más hermosa de todas las mariposas que jamás hayan existido. Sus alas poseían los siete colores del Arco Iris. Cayó en el pecado de la vanidad y... no pudiendo resistir la tentación... mató a la mariposa y la trajo hasta mí...
- ¡Qué horror!. 
- Yo también me horroricé. le dije el grave pecado que había cometido y... entonces... ocurrió la Gran Desgracia...
- ¿La Gran Desgracia?.
- Viéndose culpable, no tuvo valor para reconocerlo y ¡mintió!. Dijo que él no la había matado. ¡Que se la había encontrado ya muerta!. 
- ¿Y qué pasó después?.
- Le dije que pidiese perdón a Dios y al Pueblo por ambos pecados, pero él siguió insistiendo en que no había cometido pecado alguno, clavó con un alfiler aquella mariposa en un cuadro de madera y entró en nuestra alcoba, donde dormía nuestro pequeño hijo... para regalarle aquel monstruoso presente...
Esmeralda no podía casi continuar. Carolina mantuvo silencio...
- Inmediatamente las nubes grises ocultaron el Sol, todos los pájaros dejaron de cantar, todas las mariposas huyeron del Reino Felicidad y apareció un malvado viejo de color gris con un gran ejército de soldados grises. Desaparecieron todos los colores del reino. Todos los habitantes perdieron la alegría y la risa, odas las cosas se volvieron grises. El malvado viejo entró en la alcoba y hechizó a mi esposo, convirtiéndolo en un triste anciano... y después le condenó a vivir en los calabozos del Castillo y a mí me predijo que, al cabo de dos años, él volvería a entrar en el Castillo y me tomaría por esposa. Mis cabellos se volvieron grises. A él no le importó este detalle porque es su único color. Salió a la ciudad y cambió el nombre del Reino. Desde entonces se llamaría Reino Gris y, si nadie conseguía cambiar el hechizo, él se casaría conmigo -la Reina Esmeralda- y sería el nuevo Rey con el nombre de Viejo Gris "El Gran Tristón". 
- ¿Y esa fecha es hoy acaso?.
- No, Lina, será mañana. Son las once y media de la noche. Si a las doce no se ha roto el hechizo, "El Gran Tristón" entrará en el Castillo del Rey, me tomará por esposa y la felicidad jamás volverá a este Reino. Por toda la Eternidad estaremos condenados a ser mentirosos e infelices.
- ¡Dios mío!. ¿Cómo poder evitar esta tragedia?. 
- Depende de ti... por1que tú eres la única persona de este mundo que podría evitar nuestra condenación. 
- Reina Esmeralda... ¿el Rey Rubén Darío I vive en este Castillo?.
- Escapó de los calabozos pero sólo deambula por los pisos bajos. No desea que nadie le vea, porque está convertido en muy anciano y se nota el pecado en su mirqada. Sólo se le oye gemir como alma en pena todas las noches. ¡Pero... es curioso... ésta noche es la primera vez, en estos dos años, que no se oyen sus lamentos!. 
Carolina sintió un nudo en su garganta. ¿Cómo decirle a Esmeralda que su amado esposo había muerto con una flecha envenenada clavada en el corazón y se había convertido en una estatua de intenso azul brillante que yacía en la Sala Baja Del Castillo, por culpa de ella?.
- ¡Lina, no pierdas tiempo!. ¡Entra en mi alcoba y haz lo que puedas... no sé... no sé lo que puedas hacer para evitar la Tragedia Final... Yo sólo oraré al Señor Jesucristo para ver si Él realiza algún milagro!.
- Pero...
- ¡¡No pierdas tiempo, Lina!!. ¡¡Entra, por favor!!. ¡¡Sólo quedan quince minutos para que termine el último día del plazo que dictó ese malvado brujo!!.
La Reina Esmeralda se abrazó al pequeño príncipe que permanecía en el suelo.. y comenzó a orar pidiendo el milagro a Dios...
Carolina volvió a ser valiente y decidida. Se introdujo rápidamente en la alcoba donde había residido la Reina Esmeralda durante aquellos dos largos años. Allí se encontraba un cama y un tocador sin espejo, una pequeña librería y, sobre una mesa, de trabajo, un cuadro de madera con una mariposa...¡¡toda gris!!... clavada en el centro con un alfiler. 
Se oía a la Reina Esmeralda cantar a su pequeño bebé una tierna y triste canción de amor a la Naturaleza. El bebé lloraba. La mamá seguía cantando cada vez con más fe. El bebé seguía llorando. La canción era hermosa pero muy triste. Cada vez más triste pero cada vez más hermosa. La voz de Esmeralda, bella y linda, no se podía resistir... !Daban ganas de llorar!. 
Carolina, sentada frente a la mesa, tenía entre sus manos aquel horroroso cuadro de madera. Las ganas de llorar eran tan intensas que cerró los ojos y comenzaron a surgir sus lágrimas...
El reloj de la Iglesia de la ciudad empezó a dar las doce campanadas. El puente levadizo comenzó a bajarse a una orden dada por el Viejo Gris. El "Gran Tristón" voceó al otro lado del puente. Era una voz de sonido horrible. 
- !Ja!. !!Ja!!. ¡¡¡Y jaaaaaa!!!. ¡¡¡Sonó la hora, mi bella Esmeralda!!!. ¡¡¡Voy por ti!!!. 
La canción de la Reina Esmeralda seguía siendo cada vez más linda y hermosa en honor de la Naturaleza; pero cada vez era más profundamente triste. el dolor que sentía Carolina, en la pequeña alcoba, era tan intenso que sintió latir fuertemente su corazón. 
- ¡El corazón!. ¡Dios mío, el corazón!. 
Se estaba acordando de la estatua azul en que se había convertido el Rey y se puso la mano diestra sobre el suyo. Lo sintió latir fuertemente. ¡Tictac!. ¡¡Tictac!!. ¡¡¡Tictac!!!.
- !Señor, ten piedad!. ¡¡Perdóname si yo alguna vez mentí... pero salva a este Reino, Señor!!. 
Las lágrimas ya corrían por las lindas mejillas de Carolina. Una de ellas cayó sobre la Mariposa Gris y una pequeña mancha de color amarillo intenso apareció sobre sus alas; la segunda lágrima grabó sobre ella una pequeña y luminosa mancha de color verde; la tercera produjo una mancha de color azul celeste; la cuarta se transformó en mancha de color verde esmeril; la quinta fue convertida en mancha de color rojo intenso; la sexta fue mancha de color morado pasión; la séptima inundó las alas de la Mariposa con un profundo y fulgurante color lila... La Mariposa Arco Iris movió las alas... ¡mas el alfiler impedía que pudiese salir a volar fuera del cuadro de madera!. 
Sonó entonces la décima campanada del reloj de la Iglesia. Por el puente cruzaban "El Gran Tristón" y todo su ejército. 
- ¡Ja!.¡¡Ja!!. ¡¡¡Y jaaaaaa!!!. ¡¡¡Paso al Viejo Gris!!!. 
Ya se acababa la canción de la Reina Esmeralda, Carolina, con los ojos totalmente cerrados, no podía ver a la Mariposa Arco Iris que intentaba, inútilmente, volar.
La niña se tapó bruscamente la caras y... en ese instante... al llevarse las manos al rostro... con la mano izquierda arrancó el alfiler...
La Mariposa Arco Iris comenzó a volar por el pequeño aposento mientras la canción se la Naturaleza terminaba, y se posó, de nuevo sobre la mesa y frente a Carolina. 
- ¡¡Lina, Lina!!. 
Carolina levantó la cabeza bañada en lágrimas. 
- ¿Qué?. ¿Quién?. 
- Soy yo, Lina. ¡La Mariposa Arco Iris!. ¡Has roto el hechizo!, ¿Vivo y estoy libre!
- ¿Pero... pero yo...?.
Sonó la campanada número once...
- ¡Corre Lina!. ¡¡Abre esa ventana!!. 
Carolina corrió todo cuanto pudo y de un tirón abrió la ventana. 
En la puerta de entrada al Castillo del Rey, la horrenda figura del Viego Gris contemplaba, todavía desde afuera del Castillo, la estatua azul que, arrodillada en el suelo, tenía una flecha gris clavada en el corazón. 
Sonó la campanada número doce...
- ¡Ja!. ¡¡Ja!!. ¡¡¡Y jaaaaaa!!!. ¡¡¡Ya estoy aquí, linda Esmeralda!!!. ¡¡¡Yo!!!. ¡¡¡El Gran Tristón!!!. ¡¡¡El nuevo monarca del Reino Gris que se casará contigo!!!.
De repente las nubes grises se abrieron y los rayos enormemente brillantes de un SWol espléndido entraron por la ventana. en el reloj de la torre de3 la Iglesia las agujas volvían a moverse milagrosamente y marcaban potras vez las nueve menos cuarto de la mañana. 
- ¡Hasta siempre, Lina!. ¡Mantén hasta el final ese mismo y lindo corazón que tienes!. ¡¡Que seas muy feliz!!- 
Y la Mariposa Arco Iris salió por la pequeña ventana...
Abajo, en la entrada del Castillo, surgió intempestivamente un tifón horriblemente gris parduzco que atrapó al Viejo Gris y a todo su ejército y lo arrebató hacia el cielo...
Rugió "El Gran Tristón" antes de estrellarse todos contra la cúspide de la más alta montaña del Reino.
- ¡¡¡NOOOOOOOOOO!!!.
Carolina se dirigió rápidamente hacia el Salón de los Retratos y...!se encontró con la más bella estampa que jamás ojos humanos pudieran ver en la vida!. ¡Todos los objetos resplandecían con sus más vivos colores!. ¡En el suelo... justo en el centro del suelo... se hallaba la Reina Esmeralda arrodillada y con el pequeño príncipe estrechado junto a su corazón!. Vestía un hermoso traje real de color blanco garduña, una corona de oro brillante cubría su pelo hermosamente negro mineral con reflejos brillantes y un collar de esmeraldas azul turquesa adornaba su lindo cuello. Su piel trigueña la hacía aún más hermosa. El príncipe estaba dormido e iba vestido con un precioso traje verde con ribetes blancos. Zapatos de lustroso charol negro brillante. No se movían. Permanecían con los ojos cerrados y semejaban una estatua. 
- ¡Ajá!. 
El niño abrió los ojos. 
- !Ja, ja, ja, ja, ja!. 
- ¡Ejem ejem ejem!. 
La Reina Esmeralda abrió los ojos. 
- ¿Ja, ja, ja, ja, ja!. 
- ¡¡¡Funcionó!!!. 
- ¡Gracias, Lina!. ¡¡Salvaste a mi Reino Felicidad!!. 
- ¡Por nada, Reina Esmeralda!. Pero debo irme. Mis papás estarán preocupados, buscándome por todas partes. Hace ya muchos días que salí de casa. Debo regresar con los míos. Adiós... y dale las Gracias a Dios.
La Reina Esmeralda se levantó con su hijto en brazos.
- ¡Espeera, Lina!. ¡Espera!. 
Fue hacia un pequeño cofre. Lo abrió y sacó un fino collar de oro...
- Toma, Lina. ¡Es mi regalo!. ¡Llévalo siempre en memoria de lo que hiciste!. 
- No fui yo, Reina Esmeralda!. ¡Fue Dios!. 
- ¡Sé que fue Dios!. ¡Pero tú fuiste la intermediaria!. 
- ¡El intermediario fue Jesucristo!. 
- ¡Pero fuiste la persona que empleó... gracias a tu noble corazón!. 
La Reina Esmeralda puso el collar alrededor del cuello de la niña. La besó. Besó Carolina al pequeño príncipe... y salió rauda y radiante de felicidad hacia la escalinata. Bajaba ya por ella, hacia el piso bajo, cuando se encontró con un hermoso y joven Rey de ojos azules y vestido todo de azul... ¡con una brillante flecha gris en la mano!. 
- ¡¡Gracias, Lina!!. ¡¡¡Muchas gracias!!!. ¡¡Has salvado a mi Reino!!. ¡¡Que Dios te bendiga siempre por tan bella acción!. 
Rubén Darío I besó a la niña y subió, rápido, la escalinata... mientras Carolina bajaba, igual de rápido, aquellos escalones. Atravesó la Sala Baja; llegó a la puerta del Castillo y allí... delante de ella... apareció un Ratón Gris Perla, con dos dientecitos tan blancos como el marfil. ¡Sonreía el ratoncito!. 
- ¡Muchas gracias, Lina!. ¡Me has devuelto mi hermoso color Gris Perla!. ¡Toma!. ¿Me dejas que engarce este lindo Corazón en tu collar de oro?.
Carolina se arrodilló ante el Ratoncito y éste engarzó el Corazón Gris Perla en el collar...
- ¡Siempre pensaré en ti, Lina!. 
Y mientras la niña corría por el puente levadizo, el Ratoncito Gris Perla le despedía con un pañuelo de azul organdí.. y los dos dientecitos blancos de color marfil asomando en su risueña cara...
Al llegar al otro lado del puente, una hermosa carroza de oro y plata, con dos caballos de color blanco plateado y un cochero, vestido todo él de un negro impecable, la estaban esperando. Un soldado ataviado con un uniforme azul abrió la puerta del carruaje...
- ¡Buen viaje... princesita Lina...!. 
Carolina entró, feliz, dentro de la majestuosa carroza. 
- ¡Hola, preciosa!. 
Era el Conejo Blanco. Y ahora ya no tenía el pelo teñido de gris parduzco. 
- ¡Qué haces aquí?.
- Te esperaba. ¡Sabía que no me ibas a decepcionar!. ¡Ahora sí que me casaré con Coneja Maya!. 
La carroza comenzó una rápida carrera. La ciudad era muy hermosa. Los pájaros cantaban. Miles de mariposas volaban en todas las direcciones cuando la carroza corría por los campos...
- ¡A comer!.
- ¿No me digas que trajiste comida, Conejo Blanco?.
- ¡Pues ... sí!. ¡Te lo digo!. ¡Aquí está!. 
Saco el Conejo Blanco un pañuelo rosado y lo desanudó. 
- ¡Aja! -dijo el conejo...
- !Ja, ja, ja, ja, ja!. 
Eran dos hermosas zanahorias de brillante color naranja, adobadas con lindo perejil verde. 
- !Ejem ejem ejem!. 
- !Ja, ja, ja, ja, ja!. 
La niña volvió a reír.
- Gusanito... -musitó Carolina...
Y el conejo Blanco entregó una de las dos zanahorias a la niña... y cuando la carroza aceleraba por las hermosas campiñas del Reino Felicidad en dirección al Reino Color... la mariposa Arco Iris surgió ante ellos, dio varias vueltas y, moviendo las alas en señal de saludo, se elevó hacia el Sol. 
En el jardín de la Catedral del Reino Color... un gusanito muy amarillo tomaba, plácidamente, su baño diario de luz.
FIN
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Foto del autor Jos Orero De Julin
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Miembro desde: Jun 29, 2009
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Descripción

Cuento.

Palabras Clave: Literatura Cuento Infantil Ficcin Fantasa Imaginacin.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Infantiles



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