¡TODO INÚTIL!

He denunciado los vicios de los hombres,
protestado y sentido repugnancia
cuando no resentimiento ante sus crímenes,
sus robos y la fría indiferencia
de los que pueden mejorar las cosas.
 ¡Todo inútil!
 
Nada he cambiado con mis denuncias,
mis protestas y mi repugnancia;
menos con mi resentimiento.
Mis tontos amagos de rebeldía y desesperación
han caído en el vacío
y a nadie interesan o conmueven,
porque la humanidad
es la misma en todas partes, siempre,
desde que inició su periplo por la tierra.
 
Por eso digo ahora:
¡Bienvenidos el vino y los placeres,
junto al azar y sus dados imprevistos!
En mi vejez sólo estoy para el amor,
fugaz como todo lo terreno.
 
Deseo en mi lecho bellas jóvenes
que revivan mis cenizas apagadas
con sus risas alegres y expansivas,
sus miradas de sol resplandecientes,
sus besos encendidos y sus inquietas manos,
sus cuerpos cálidos y prontos al deleite,
donde siento el jadeo de los dioses
que apasionados se mezclan y copulan
frente a Venus y Adonis complacientes.