Se te perdió aquel beso
que tanto me negaste.
Se me escapó el instante
que tanto prometí.
 
Se nos hicieron viejos
los encuentros fugaces,
y en silencio murieron,
sin nada que decir.
 
Allí quedaron tendidos
sobre fría escarcha.
Allí, la hora callada
y la lluvia de abril.
 
Allí, la cruz en la tierra
y la sal de unas lágrimas...
Pero la honda tristeza
se quedó sólo en mí.
 
Se te perdió aquel beso
que tanto reservaste.
Se me fugó el instante
que tanto prometí.
 
Se marchitó la flor
que nunca regalaste.
Y muerto, en mis brazos,
un amor que no di...
 
Allí quedaron tendidas
las mañanas de marzo.
Y en soledad lloraron
nuestras tardes de abril.
G.S.A.