Crónica del Señor Emilonio y el Defensor de las Damas. (Cuento)
Publicado en Sep 22, 2010
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Cuentan que en la época en que los dioses se hacían humanos, Diana, que era la mujer más bella de la Tierra, hasta el punto de que las gentes del pueblo la adoraban como si fuese una verdadera diosa, era siempre perseguida por el insaciable Apolo, quien había pactado con las Tres Harpías (unos monstruos horrendos con rostros de viejas y cuerpos de buitres) que se encargaran de llevarla hasta la Cueva de Polifemo, el temible cíclope devorador de seres humanos, con el engaño de hacerse pasar como sus amigas para él aprovecharse de ella y poseerla durante toda la noche. Pero Diana, hecha mujer, ya estaba comprometida con el Defensor de las Damas; así que no iba a ser ninguna tarea fácil que ella cayera en la trampa.
Sin embargo, las Harpías Quininia, Concepcionia y Anania, que tenían una enfermiza envidia de la belleza de ella, idearon un plan estratégico para dársela en bandeja al Señor Apolonio (traicionando así a su amo Apolo) que era un donjuan venido a menos que, cada vez se hacía más viejo y más ansioso por poseeerla.
Un día del mes de diciembre, cuando el frío calaba hasta los huesos, la jovencísima y bellísima Diana se encontraba totalmente perdida y aterida. Y su prometido estaba ocupado en trabajos forzados más allá de la provincia de Quitruria. Así que era la ocasión esperada.
- Diana, ¿tienes frío? -le preguntó la pérfida Quininia.
- ¡Sí!. ¡Tienes frío y hambre! -intervino la no menos pérfida Concepcionia.
- ¡Nosotras sabemos de un lugar donde podrás calentarte al fuego de una hoguera y comerás todo lo que te apetezca! -argumentó la más pérfida de todas, la llamada Anania, que echaba las cartas para leer el futuro.
Diana estaba asustada. Tenía, en verdad, frío y hambre, pero aquellas Tres Harpías le producían pavor pues eran horripilantes mirarles a la cara. ¿Qué hacer?. ¿Cómo poder lograr que su Defensor de las Damas la volviera a rescatar una vez más y salvarla del acoso que estaba soportando?. ¡Cuánto deseaba estar en los brazos de su amado en vez de estar perdida en aquel lóbrego bosque de las montañas de Quitruria!.
- No, gracias. Esperaré a que llegue el Defensor de las Damas. Él me dará calor y me traerá todas las frutas que le he pedido. Sobre todo la Manzana Roja.
- ¿La Manzana Roja? -inquirió la malvada Quininia .¿dónde está ese hermoso Manzano Verde que produce las Manzanas Rojas?. ¿No te das cuenta de que las Manzanas Rojas sólo sirven para tenerte prisionera del Defensor de las Damas?. En la Cueva de Polifemo te encontrarás con un verdadero galán.
- ¿Qué galán es ese que puede superar a mi prometido Defensor de las Damas?.
- ¿Es que te has comprometido ya con él? -gritó guturalmente la malvada Concepcionia -¡No puede ser!. No conoces la verdadera belleza del Señor Emilonio. ¡Te vas a enamorar de él nada más verle!. ¡Es el donjuán más famoso de la Tierra y te desea con más vehemencia que ese pobre bohemio trotamundos llamado el Defensor de las Damas!. Además... ¿no ves cómo alterna con las mujeres de la mala vida?.
- Pero sé que es honesto y me es fiel hasta la muerte. Sólo las visita para regalarles un poco de sonrisas nada más.
- ¿Y quién te dice a tí que no te engaña con ninguna de ellas?. ¡No seas tan tonta!. El Señor Emilonio es un verdadero encantador de mujeres.
- Yo no necesito que nadie me encante. Mi Defensor de las Damas no tiene ningún otro amor y yo quiero seguir soñando con él. ¿Qué es lo que tiene el tal Señor Emilonio?.
- Te ofrece sexo sin límites.
- No me interesa para nada el sexo sin limites. Sólo me interesa el amor sin límites de mi Defensor de las Damas. El sexo, una vez cumplido, se acaba. Luego estás mintiendo...
- Pero escucha -intervino entonces la más maquiavélica Quininia -si te vas con el Señor Emilonio tendrás todas las riquezas que desees.
- ¿Y el amor?. ¿Cuánto amor hay en las riquezas del Señor Emilonio?.
- No importa. Lo puedes comprar a cualquiera. El Señor Emilonio es así de libertario. Te dejará ir con cualquiera a cambio de fuertes sumas de dinero -intervino Anania -Yo he leído en las cartas que el Señor Emilonio es tu hombre soñado porque ha aparecido en el centro del círculo el naipe del Sol y es verdaderamente un Sol este tal Emilonio. Sin embargo, en las cartas, cuando he querido saber el futuro de tu tan amado Defensor de las Damas ha aparecido, en el centro del círculo, el naipe de El Ahorcado. Eso quiere decir que morirá esta misma nche ahorcado por alguna de esas damas de la mala vida.
- Imposible. En las cartas nunca se ve el futuro. El futuro lo presiento en mis sueños y creo que estás diciendo todo al revés, vieja bruja.
- Hagamos entonces una apuesta. Cojamos unos naipes ibéricos. Barajea tú misma las cartas y hagamos un corte por la mitad. Si la carta que aparece es el As de Oros seguida del Caballo de Espadas será verdad que te ama el Defensor de las Damas y puedes casarte con total confianza con él.
- Un momento. Tampoco creo en los naipes ibéricos pues hay mucha variedad de pueblos allí y cada uno de ellos tienen sus propios naipes. ¿A qué pueblo ibérico te estás refiriendo?.
- ¿Que te parece si lo hacemos con los naipes de los lusos?.
- Demasiados ilusos. No creo que en ellos esté la verdad.
- Entonces elijamos a los vettones.
- ¿A cual de los cuatro pueblos vettones?.
- Descartemos a los caluri y a los calotienses. Sólo quedan los coerenses y los lanciences oppidani.
Diana no sabía qué elegir...
- Elije a coerenses -le dijo al oído la pérfida Quininia
- ¿Sabes lo que te digo, vieja bruja? -le respondió en voz alta Diana que, cuando se molestaba se molestaba de verdad -basta que me estés induciendo para que elija a los coereneses para que prefiera elegir a sus rivales los lanciences oppidani que me parecen mucho más civilizados como su nombre indica.
- ¡Dejemos de discutir! -intervino, muy nerviosa, la maligna Anania -lo importnate son los naipes y no los pueblos ni las gentes de los pueblos.
Entonces Diana se armó de valor.
- !A mi no me vas a engañar harpía de las harpías. En tus naipes no está nunca el futuro. Pero estoy segura de que mi Defensor de las Damas sí tiene que ver algo con los lanciences oppidani aunque me parece que tiene mucho más que ver con los sekotias.
- ¡Hagamos otra cosa mejor! -siguió la bruja echadora de cartas -Elijamos definitivamente los naipes de los leitasamas. Barajeas tú, doy el corte yo y si sale el As de Bastos seguida del Rey de Oros te entregas a los deseos del Señor Emilonio.
- ¿A qué viene ese cambio de naipes y ese cambio de cartas?. ¿Es que el futuro es distinto según los naipes que tú desees elegir?.
- Por supuesto. Si salen las cartas que te cito estarás atada aun hombre duro, como deben ser los hombres, y además uno de los más ricos del mundo o quizás el más rico del mundo. Hazme caso. Juguemos a leer tu futuro en los naipes de los leisatamas.
- No me gustan para nada los leisatamas. Me parecen mucho más graciosos los sekotias, sobre todo si son emigrantes llegados de fuera, y además te repito que no creo para nada en esto de los futuros escritos en las cartas de las feas brujas como tú. Sólo sirven para jugar pero no para cosas serias. Además me apuesto 40 dracmas a que si estuviésemos todo el día consultándolas no saldrían las mismas cartas siempre, a no ser que hicieses magia negra, por lo tanto no creo en eso. Como juego infantil sirve para pasar el tiempo... pero el amor carnal no es un juego infantil...
- ¡¡No nos conoces bien!! -chilló la ahora rabiosa Anania. ¡¡No sabes de lo que somos capaces de hacer las tres juntas!!.
- Salvo el ridículo no acierto a pensar qué podéis hacer contra el poder de las Manzanas Rojas.
- De acuerdo. Es cierto. No tenemos ningún poder contra las Manzanas Rojas... pero, como amiga sincera que soy -intervino ladinamente Quinonia- te aconsejo que te vayas con el Señor Emilonio. Sí. De acuerdo. Es bravo y fiero. Pero te dará toda la libertad que desees.
- ¿Qué clase de libertad?.
- La libertad de estar con quien quieras siempre que estés de vez en cuando con él. ¿Te parece poco dadivoso?.
- Me parece bastante estúpida esa clase de libertad. Yo he visto a los ciervos correr por los campos, a los gamos pastar en las hierbas y a los corzos saltar de roca en roca. Y me parece que hacer lo que hacen ello que, al fin y al cabo sólo son animales irracionales nada más, es precisamente algo irracional. No es varonil esa maner de ser. Y yo deseo otro tipo de libertad.
- ¡¡Y se puede saber qué tipo de libertad deseas!! -explotó, de repente, la taimada Concepcionia.
- La libertad basada en la noble libertad.
- Eso es sólo un juego de palabras -habló la más serena de las Tres Viejas y Feas Harpías.
- No, Quininia. Estás totalmente equivocada.
- Está bien. Seamos amigas. Y como deseo ser amiga de verdad, prométeme que cuando llegue el Defensor de las Damas para ofrecerte su Manzana Roja me darás la mitad a mí.
- ¿Para qué quieres tú probar la mitad de mi Manzana Roja?.
- Porque la unión hace la fuerza. Tú y yo unidas venceremos al mundo de los hombres.
- ¿Qué se esconde detrás de esa propuesta?.
- ¡Guerra!. ¡Guerra sin cuartel contra los hombres!.
- Yo jamás estaré de acuerdo que dos mujeres se liguen entre sí. Yo sólo doy la mitad de mis Manzanas Rojas a un hombre. Y ese hombre ya ha sido elegido por mí hace mucho tiempo. Es el Defensor de las Damas. No estoy de acuerdo en guerrear contra los hombres.
- Estamos olvidando una cosa... -intervino Concepcionia rompiendo el debate -Estamos olvidando la Cueva de Polifemo y a Don Apolonio.
- Eso demuestra vuestro carácter cambiante, feas brujas, eso demuestra que tracionáis continuamente hasta a quienes os pagan.
Quininia se arrepentía de haber dejado que la acompañasen sus otras dos tontas Harpías. Pensó que ella sola, que se las daba de mucho más lista que sus dos amigas, podría haberlo conseguido e ideó otro plan mas maquiavélico.
- !Concepcionia!. !Anania!. ¡Id vosotras dos delante hasta la Cueva de Polifemo!. ¡Yo guiaré después a Diana hasta allí!. ¡Rápido!. ¡Es mejor que cumpláis mis órdenes y estéis por fin calladas pues no acertáis ni a derechas ni a izquerdas!.
- ¿Y tú hacia dónde apuntas? -le preguntó sonriendo Diana
- Yo... esto... no importa ahora -y se puso roja de rabia pero disimuló tanto que fue captado por Diana quien, mucho más inteligente que ella, optó por guardar silencio.
Concepcionia y Anania cogieron sus bultos de objetos de magia negra y se marcharon murmurando por lo bajo.
- Se cree mejor que nosotras -dijo Concepcionia.
- Y la verdad es que no vale ni un pimiento -le respondió Anionia
Pero se fueron rápidamente de allí y, una vez a solas con Diana, cuando ya la noche estaba apareciendo en el cielo, Quininia comenzó a desarrollar su plan.
- ¿Qué es lo que más te gusta después de las Manzanas Rojas del Defensor de las Damas?.
- Eso es muy fácil de adivinar. Si te digo Pegaso... ¿sabes a qué me estoy refiriendo?.
- Por supuesto que sí. Los caballos. Te gustan los caballos.
- Eso es. Pero no un caballo cualquiera. He citado a Pegaso pero el caballo que prefiero tienes que adivinarlo sin que yo te lo diga.
- Es muy fácil. Si te refieres a un caballo no mitológico está claro que me quieres decir que Bucéfalo, el caballo del Gran Alejandro Magno... ¡el general más grande de la Historia!.
- Equivocada. Estás totalmente equivocada. Ni me gustan los militares, salvo por el valor que le echan para ir a los combates, ni me gustan las batallas ni las guerras.
El primer intento había sido un fracaso.
- Entonces, como eres tan selectiva, te estás refiriendo a un caballo como Strategos, el de Aníbal que llegó a cruzar los Alpes con él.
- Sigues tropezando en la misma piedra una vez más y eso demuestra que no eres tan inteligente como crees serlo. Te dije que no me gustan los militares salvo por el valor que le echan en las batallas. Pero compartir mi vida con un general no entra en mis planes. Parece que o tienes mala memoria, o eres un poco sorda, o no eres tan inteligente como crees.
- Te demuestro que soy sumamente inteligente. Tú deseas un caballo como Incitatur que también se le llamó Impetuoso. ¡Ahora he acertado definitivamente!.
- Hay locos que son locos y locos que no lo son. Así que yo no estoy pensando en ningún caballo de un loco como Calígula. Yo también sé de Historia. No. No me interesa un caballo así.
Quininia volvió a ponerse roja de vergüenza intentando disimular.
- No es necesario que disimules. Cada una valemos lo que valemos y no lo que pensamos que valemos. Valemos lo que los demás dicen que valemos... sea justo o sea injusto... aunque por supuesto yo no estoy de acuerdo con esa realidad y lucho contra ella con el apoyo de mi Defensor de las Damas. Por eso no aciertas cual es mi caballo preferido.
- Estoy segura que no te refieres a Génitor, el caballo de Julio César, pues volvería a cometer otra vez la misma equivocación.
- Es verdad. No deseo ningún caballo que sea como el Génitor de Julio César.
- ¿Babieca acaso?.
- Otra vez te equivocas. Y te apuesto lo que desees apostar a que no aciertas qué clase de caballo me gustaría que me regalasen.
- No creas que es imposible acertarlo. Me diste la clave hace un momento... pero soy muy lenta en esto del pensar... mas ahora caigo... por fin caigo en la cuenta que hablaste de locos que no lo son. Así que tu sueño sería un caballo como Rocinante el de Don Quijote.
- ¡Y volviste a fallar!.
- Me rindo... no sé qué caballo te gustaría tener...
- Mi pregunta es... ¿para qué quieres saberlo?.
Quininia no estaba dispuesta a que se descubriera su secreto así que guardó silencio justo en el mismo momento en que sonaron unas trompetas de cazadores que regresaban del bosque. Era el grupo de fieros cazadores que siempre acompañaban al feroz Emilonio y, por supuesto, en cabeza venía él mismo. En esos instantes, Diana desapareció de escena escondiéndos tras un grueso árbol.
- ¡Hola, Quininia!. ¿Qué haces aquí sola y sin la compañía de Concepcionia y de Anania?.
- No me maltrates ni me pegues por lo que te voy a confesar. Hasta hace unos segundos estaba aquí con Diana haciéndola perder el tiempo hasta que la pudieses descubrir... pero... ¡no sé cómo ha podido desaparecer!. Si la vieses... ¡¡Es mucho más hermosa de lo que tú te has imaginado siempre!!.
- ¡¡Y así es cómo tú cumples con mis mandatos!!. ¡Ya ajustaremos cuentas en canto lleguemos al castillo!. ¡Ahora sube en mi Lazlos!.
La escena había sido atentamente observada por la extrordinaria visión nocturna de Diana. Efectivamente. Era lo que suponía ella. Aquel vejestorio machista era un admirador de Mahoma y maltrataba a las mujeres como si de Mahoma se tratara. ¿Y pensar que la Harpías creían que caería ipso facto en sus brazos cuando ella amaba a un hombre mucho más joven, atractivo y verdaderamente amante de la Libertad?. Sólo sonreía porque si Quininia hubiese acertado con el caballo que más le gustaba podría haber tenido algún tipo de hechizo preparado para dominar su voluntad. ¡Pero era imposible para todas las brujas Harpías del mundo descubrir cuál era el caballo que más amaba ella y que era precisamente el caballo del Defensor de las Damas!.
- ¿Sería Plata quizás? -murmuró Quinina una vez obligada a montar en el mismo caballo por el dominante Señor Emilonio. Aquel mostrenco caballo al que había puesto el nombre de Lazlos.
- ¿Que estás diciendo?.
- Que ya sé cual es el caballo predilecto de Diana.
- ¡Dímelo o cállate para siempre, víbora! -le insultó su amo.
- Plata.
- Pero ¿qué necia eres?. ¿No sabes que Plata no existió nunca ya que fue la creación de la imaginación de George Trendle?. Si esa joven mujer es tan bella como dices no puede ser ya una niña. Será todo lo joven que sea, pero ya no lee tebeos. Ahora estoy segura de que lee cosas de personas adultas. Así que su caballo preferido quizás fuese en alguna ocasión Plata de El Llanero Solitario pero ahora estoy seguro de que le gustan los caballos de verdad. ¿Cómo no conseguiste entretenrla más tiempo, inútil?.
- ¡Se me escapó!. ¿No sé por qué intuyó que eras tú el que venías de cacería y no su amado Defensor de las Damas?.
- ¿El Defensor de las Damas es su enamorado?. ¡Vámonos!. ¡¡Vámonos de aquí inmediatamente y no me vuelvas a hablar de la tremenda belleza de esa joven!!.
- ¿Es que tienes miedo al Defensor de las Damas?.
- ¡Miedo no!. ¡¡Temor!!. ¡¡¡Le tengo temor!!!.
El mito se vino abajo. Un mito que corría a todo galope hacia su castillo para no tener que enfrentarse al hombre de las Manzanas Rojas.
- ¡Es mucho más certero que Guillermo Tell!. ¿Me comprendes ahora?.
- Si... pero... yo creía...
- ¿Tú que creías, necia?. ¿Creías que yo se la podría arrebatar con mis artes de donjuan maltratador de las mujeres?. ¡No!. ¡¡Prefiero huir antes de que se entere de lo que estaba buscando yo persiguiendo a Diana!!. De verdad que no sabía que el amor de ella es el Defensor de las Damas. ¡De un simple tortazo me tiraría de Lazlos como a un pelele!. ¡No!. ¡Yo me imagino ahora cuál es el caballo que sueña Diana!. ¡Claro que lo sé!. Un caballo verdadero. Un caballo sobre el cuál él escribe sus verídicas Crónicas!. ¡No puede ser otro!. Por eso huyo de aquí como de la peste... y ojalá no se entere de que he intentado poseerla... aunque en realidad no sé ni cómo es físicamente...
- Una belleza extraordianria Emilonio.
- De todas formas sabiendo el caballo donde escribe el Defensor de las Damas prefiero no caer en sus manos. Así que decido huir lo más lejos posible. Mejor para mí es no conocerla porque si se me ocurriese intentar algo sería hombre muerto... ¿me entiendes o no me entiendes?.
- Pero...
- Nada de peros. Contra las Manzanas Rojas de él y ella no podré nunca luchar. Y el caballo al que se estaba refiriendo, que es donde él escribe sus Crónicas, es nada más y nada menos que Cerros Verdes. No es ninguna broma. No es un caballo de ficción. Es un caballo real y existe.
- ¿Cerros Verdes?. Jamás me citaste la existencia de ese caballo...
- Porque era conveniente ocultarlo para no saberse la verdad.
- La verdad de qué...
- De que él ganó la Copa y así enamoró a Diana.
- ¿De qué Copa hablas?. ¿Ya estás otra vez borracho?.
- Piensa en Constantino Fiocchi y en el año de 1964 y acertarás. Sí. Esta noche me toca de nuevo emborracharme para poder olvidar.
- ¿Olvidar qué?.
- Olvidar muchas cosas de Cerros Verdes.
- Pero... ¿si sólo es un caballo?.
- Es mucho más que un caballo. Es donde el Defensor de las Damas escribe sus Crónicas de la Realidad. Allí está la verdad de todo lo que sólo era mentira... ¿comprendes ya?.
- No comprendo ni entiendo nada.
- Pues sólo puedo decirte lo siguiente y te callas para siempre y jamás vuelva a cruzarte en el camino de Diana. Cerros Verdes. Imaginación Ociosa (Idle Fancy). Caballo de la Cuadra X. Conde de Villapadierna. Obstáculos. 3.000 metros. Alum y Manchú vencidos. 40.000 pesetas. Luis Alonso. Copa Fiocchi. Año de 1964. Pizarra. Anotaciones. Estadística. Madrid. Periodista publicando verdades en un periódico llamado precisamente Cerros Verdes fundado en 1963. ¡Nunca podrás comprenderlo!. Prefiero no enfrentarme más con él. Prefiero no verla nunca a ella. Prefiero olvidar. Así que en cuanto lleguemos al castillo prepara una buena botella de ron.
- Pues sigo sin comprender ni entender nada. ¿Qué galmatías es todo eso?.
- Nada que te interese a ti. Así que ni tú ni tus dos otras amigas harpías os volvéis a meter en asuntos ajenos y que no os importan. ¿Entendido?.
- Ahroa si que lo he entendido por completo. No volverá a suceder.
- Ya es demasiado tarde. Ya ha sucedido. Ahora habrá que enfrentarse a la cruda realidad nuestra. El Gran Sueño de él sólo es para él. La culpa es nuestra por dar rienda suelta a la envidia.
- ¿Y qué debemos hacer entonces?.
- ¡Jamás volver a interponernos en sus camino y jamás volver a contar mentiras sobre él!. En realidad es el único que está más lúcido de toda la familia. Por eso, a pesar de lo que le hicimos y lo que le dijimos, es feliz. Sabe que todo lo que montamos es pura mentira. Estuvo callado por muchos años. Pero ahora dice, en estos asuntos, sólo la verdad. Claro que es capaz de combinar las verdades con las imaginaciones pero es así desde que nació. No es cierto lo que dijimos. Sabe lo de las mentiras y trampas que le pusimos. Sabe que habéis estado acosándola para separarlos. Ella misma se lo estará contando ahora. Es el fin. Ellos son pareja cristina e indestructible. Ya sólo queda guardar silencio para siempre...
Mientras tanto Diana escucha. Oye. Distingue la voz de su amado. ¡Sí!. Es el joven y simpático Defensor de las Damas que llega montando a Cerros Verdes y, como siempre, le trae un `puñado de frutas del bosque entre las que destaca una Manzana Roja. Viene escribiendo sus verídicas crónicas de principios de los años 60. Así que ella sale de su escondrijo. Él la levanta como si de una pluma se tratara y la monta delante. Y se pìerden por entre la espesura porque ya la luna está en lo alto y las estrellas brillan más refulgentes que nunca.
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Foto del autor José Orero De Julián
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Descripción

Cuento de Ficción basado en ciertas realidades verídicas.

Palabras Clave: Literatura Cuento Ficcíón Fantasía Realidad.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Fanfictions



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