No invento formatos. Alquilo viviendas, perfumo cadáveres; ando solitario por el mundo siguiendo tus pasos para ver adónde me lleva la suerte. Y me deshago en pequeñas hilachas ajustadas, sobre las calles erectas. El sol proyecta sombras como conos sobre las carpas y la arena. Darse un baño con todos los sueños que uno lleva para moler a palos la tristeza; violencia de los cardúmenes, la sinfonía que va en crescendo , los matices de  un trombón, el arco de los violines y tu manera de despertar a pesar de las cosas que ocurren. Toda esta gratuidad para desvanecerse en un furtivo anonimato, como los cascos o las casacas de los generales, como las batallas perdidas, las estocadas de la lengua en la ocurrencia de toda escritura desprolija. 
Nacimiento profundo de un corazón en sangre abierta. Marea que penetra en los opuestos con sus codos anudados y azules, para llevar sus perfumes a los naranjales , la simiente que espera crecer a pasos inquietos, dentro de  la cárcel, por sus manos batalladoras, los escudos replegados, la moneda fuera de uso para los espías. Y ver cantar la tierra en un patio de malvones. Ver cantar las manos del pan, el vientre de la paloma para tantos atardeceres como suaves planicies o llanuras, de orgasmos de maíz y compañía.