Curazao
Publicado en Jan 26, 2009
Prev
Next
 Curazao
Cuento
 
 
 
Desde que zarpamos del puerto de Río de Janeiro tuvimos buen tiempo y la navegación fue apacible, a no ser por la indisposición física de Bethis, nuestro capitán, a quien unas fiebres intermitentes lo mantuvieron en reposo absoluto. Tal situación nos obligó a Brooks, el segundo oficial, y a mí, a redoblar las tareas a bordo.
Nuestro barco, el Resistencia, era un carguero de 4000 toneladas de porte, un poco viejo, al punto que los motores lo tenían a maltraer al jefe de máquinas, quien no sé como lograba hacerlos funcionar y avanzar con nuestra carga de carne y cereales con precisa singladura.
Nuestro destino era Curazao, la mayor de las islas que conforman las Antillas Holandesas, donde entregaríamos nuestra carga, para luego cruzar hasta el puerto de La Guaira, en Venezuela, con la orden de embarcar varias toneladas de maquinaria y herramientas para la industria petrolera.
En las proximidades de la desembocadura del Orinoco, una violenta tempestad se abatió sobre nosotros, sacudiendo el casco del Resistencia como si fuera un corcho. Para colmo de males uno de los motores se detuvo y me impuso la decisión de modificar el rumbo, poniendo proa hacia el Golfo de Paria, donde al socaire de la isla de Trinidad la mar se calmó bastante.
A la mañana siguiente el temporal amainó, abandonamos el golfo y nos adentramos en el Caribe para arribar trabajosamente al puerto de Schottegat, en Willemstad, dos días más tarde, en una cálida mañana del martes 22 de enero de 1989. Tenía por delante algunas tareas impostergables, desembarcar la carga, trasladar al Capitán al hospital y reparar los motores en tiempo y forma para zarpar cuanto antes.  
El viernes por la tarde el capitán había mejorado lo suficiente para ser trasladado por avión a Caracas y de allí a Buenos Aires. El sábado temprano lo acompañé en la ambulancia hasta el aeropuerto y lo despedí, no sin antes escuchar todas las recomendaciones que me hizo. Era un buen tipo, pero un poco obsesivo. Yo, en mi calidad de piloto, quedaba al mando, con la consigna de zarpar a más tardar la semana entrante.
Esa noche, durante la cena, el jefe de máquinas aseguró que el lunes 28 de enero los motores arrancarían con precisión de relojes y el viaje de regreso se haría sin dificultades. La noticia me alegró y luego de un par de copas, me fui a dormir.
Brooks, como de costumbre, una vez cumplidas sus tareas, desembarcó para irse de jarana por los bares de Punda y Otrabanda, en compañía de una linda mulata, que de acuerdo a los comentarios que hiciera el radio operador, a veces lo acompañaba en sus correrías.    
El domingo por la mañana, luego de un copioso desayuno, le di algunas instrucciones a Brooks y desembarqué. Me encaminé de paseo hacia el Willemstad histórico. Crucé el canal de Sint Annabaai por el puente flotante y a paso lento enfilé hacia los muelles de Handelskade, la antigua sede de la Compañía Holandesa de las Indias. Estaba de buen humor y me pareció interesante echarle un vistazo a Scharlooweg, flanqueada por casas holandesas del siglo XVII, de coloridas y adornadas fachadas, cuyos medallones y relieves de estuco representan cestas de frutas y flores.
Un poco más adelante, en el callejón sin salida de Waaigat, vagué por el Mercado Flotante, donde las goletas venezolanas bordean el muelle de Sha Caprileskade y descargan sus productos en los puestos del mercado.
            Por las callejas de Punda anduve mirando vidrieras y compré algunas chucherías para regalar a mi regreso. A eso de las dos de la tarde, mientras tomaba una cerveza advertí que Brooks, uniformado, ingresaba a la Casa Amarilla, distante unos treinta metros de donde yo me encontraba. Supuse que habría terminado con el papeleo de la Autoridad del Puerto y andaría en busca de su mulata.
            Al atardecer regresé al barco y me interioricé de los aprestos finales para zarpar a la mañana siguiente. Pregunté por Brooks y nadie supo decirme donde estaba. El radio operador me comunicó que el segundo oficial había concluido con los trámites de puerto y se había ido de paseo.
Tras la cena, la prolongada ausencia de Brooks me mandó bajar a tierra con el radio operador para buscarlo por bares y cantinas. Al cabo de un par de horas nada sabíamos de él. Por el muelle del Handelskade me pareció ver a un tipo con la gorra de Brooks que ingresaba a la Casa Amarilla. Nos apresuramos a seguirlo pero en ese laberinto lo perdimos. Un mal presagio me ganó el espíritu.
Hacia la medianoche nos dirigimos a la Autoridad del Puerto y denunciamos la desaparición. La policía se hizo cargo del asunto y nos retuvieron durante las siguientes 48 horas. Las gestiones del armador facilitaron las cosas y el miércoles zarpamos de la isla, dejando atrás al segundo oficial envuelto en el misterio de su ausencia. Las investigaciones policiales no aportaron ni un rayo de luz al asunto y nunca más supimos nada de él.
Cualquier conjetura acerca de su destino es posible.
En lo que a mi respecta, cada vez que recalo en Curazao, indago en la Autoridad del Puerto acerca del paradero de Brooks, y obtengo siempre la misma respuesta. Es casi una rutina. A veces creo que todo lo ocurrido fue un mal sueño, de esos que en las noches bravas acosan a los marineros. Tan es así, que cuando camino por Punda, me parece que entre los paseantes veo a Brooks, uniformado, ingresar a la Casa Amarilla.
Tengo que contenerme para no ir corriendo tras sus pasos.
       
                   
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                             
Página 1 / 1
Foto del autor eduardo protto
Textos Publicados: 5
Miembro desde: Jan 26, 2009
0 Comentarios 672 Lecturas Favorito 0 veces
Descripción

Una historia de ambicin y crimen

Palabras Clave: Curazao eduardo protto ficcin espacios imaginarios barco

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



Comentarios (0)add comment
menos espacio | mas espacio

Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.

busy