Ya mordí la manzana 
y probé su sabor
en tu cuerpo bronceado
y rompí los esquemas
que encontré en el decálogo...
 
Ya esculpí mis deseos
en tu cuerpo de barro
y no temo al infierno;
ni al castigo de ellos;
pues disfruto en tu sexo
el sabor del pecado...
 
Y no temo al fusil
del que me llama extraño...
 
Ni a los hombres con cruces
que se llaman cristianos;
pues en su rezos tan falsos
me señalan airados...
 
Mientras hablan de Cristo.
llevan entre sus manos
el arma que  nos mata
y lacera al hermano...
 
Ya comí la manzana
y voy  gritando con fuerza
este amor que ha nacido
en la claridad de este cuarto...