U

Última vocal del abecé nativo
y primera en el umbral de lo infinito,
unificas amorosa muchas cosas
con tu signo anunciador del universo.
 
Enmudeces frente a Q sin excepción,
y frente a G cuando te sientes despojada
de tu doble sombrero marca diérisis,
pero logras resarcirte vigorosa
como símbolo químico de uranio.
 
Conjunción disyuntiva cuando empieza
la siguiente palabra con tu predecesora,
aunque se interponga la silenciosa H;
no así cuando la O antecede,
y no sucede, como debe ser.
 
Ubérrima en tus connotaciones
no te arredras por ninguna causa,
y hasta tienes sugerentes cualidades
como ese don supremo de la ubicuidad.
 
Asimismo declaras ultimatums
a políticos tartufos y cretinos,
que muy cínicos, impúdicos y arteros
responden a tu ardor con carcajadas.
 
Los mayas te utilizan todavía
en sus calendarios astrológicos
(que son a la vez los astronómicos)
con las palabras U Zaklom Katum,
tan abstrusas como muchas de su idioma.
 
Continuar enumerando tus portentos
es tarea que jamás termina;
entonces digámonos ahora
lo mucho que me aprecias y te aprecio
sobre el entorno general de todo
lo que vive y fenece cada día,
aunque no luzcas tu grafía, U.