Del libro "Abecedario poético"
Publicado en Jul 14, 2010
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T
 
Un pan bien horneado y nutritivo
te representa en los jeroglíficos egipcios,
para dicha del estómago viajero
en las sombrías regiones de ultratumba.
 
Asociada con la letra a
simbolizas en química el tantalio,
ese raro metal tan duro y denso
de número atómico 73,
que se expresa en brillante polvo negro
y no gusta separarse de sus cómplices.
 
Símbolo igualmente de la tonelada
y de esa cosa rara que es el tesla,
algo que no cuadra en mi caletre obtuso
porque habla siempre de inducción magnética,
término que mira y desconoce
mi lenguaje apocado y esquelético.
 
Atino apenas en mi escaso léxico
a decir te quiero, te pienso y te perdono
cuando me encuentro ante el amor ingrato
que nunca supo pronunciar te amo
ni en los momentos de pasión fugaz.
 
Se inicia con tu rúbrica el talento,
esa escasa condición mental
merecedora de alabanza y pedestales
para indigentes y sufridos escritores
que no pudieron conquistar la gloria
en los puertos cenagosos del recuerdo.
 
También comienzas la palabra taxi
(cajón motorizado que nos lleva
por anchurosas avenidas y callejas
hasta oscuros rincones citadinos,
con el fin de invadirnos, por razón o fuerza,
los últimos reductos de la faltriquera).
 
Finalmente, no comprendo
por qué afirman los peones de lo hermético
que perteneces al elemento aire
y al elemento fuego,
que tu perfume es el ámbar y el almizcle,
junto a otra sarta de banalidades.
 
Mi tatuada y larga T:
llegó el momento de decirte adiós,
que más que adiós es hasta luego,
porque en el ámbito real de nuestro idioma
ganaste hace mucho el natural respeto
que merecen cada una y todas
las letras de este español sonoro,
noble y leal como el mejor amigo.
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