R

Ese R.I.P. que indolente se pronuncia
o se escribe con fingida santidad,
es el más soso papel que desempeñas
en el rígido proscenio del difunto.
 
Representas, seguida de la a,
el símbolo químico del radio,
y por no ser coja ni manca ni cretina,
te pusieron como nota dos del pentagrama
en compañía de la letra e,
que tanto sabe prodigar sonidos.
 
Tienes rabo elegante, no de paja,
y te pienso como dama en los salones
de afectada etiqueta y larga cola,
que pende de tu traje rebuscado
como signo decadente, aunque moderno.
 
Inicias la razón en los humanos,
escaso producto del entendimiento
que no alcanza a borrar las ilusiones
y el engaño que vivimos cada día
como topos rabiosos y castrados
por las navajas del embrutecimiento.
 
No escapas a la rapacidad
de aquellos que intentan sin escrúpulo
llevar hasta las cavas de sus bancos
los sufridos ahorros de los clientes.
 
Te duplicas como varias compañeras
con un sonido fuerte, cuando lo necesitas,
imponiendo frente a dicha decisión
fonemas perdurables en el tiempo
como barras de hierro en los carriles.
 
Los cabalistas y los musulmanes
te atribuyen cualidades muy extrañas
en el conjunto de sus especulaciones.
Yo en cambio puedo darte con mi canto
un escaño decoroso en el poema,
repleto de cariño por tu forma
elegante y nombradora de las Runas.