Del libro "Abecedario poético"
Publicado en Jun 30, 2010
O
Te miro con respeto y simpatía como símbolo químicamente oxigenado en esta Tierra maltratada y fértil, porque sabes despertar cada mañana en las cavernas de la oscuridad, bajo los rayos de un sol gratificante. Denotas diferencias y alternativas al situarte en un lugar privilegiado entre muchas oraciones idiomáticas, que te observan alegres y curiosas desde sus bandos contrarios. Como partícula inicial de los nombres propios irlandeses afirmas con certeza lo generacional, algo de lo que carecemos en estos trópicos ardientes y feraces para indicar filiaciones ancestrales. La obscenidad ("ese lenguaje crítico que algunos utilizan contra uno") también está presente en tu carácter, pues varios orificios corporales tienen tu forma, al comienzo o al final. Inicias igualmente los observatorios donde los astrónomos conjeturan, o refutan, la supuesta comprensión de sus antecesores, a veces obsoleta y obstinada por el óxido galopante de los siglos. Viajas tranquila y despejada hasta el fondo irreductible de las supersticiones, como signo primordial de lo imperecedero, cuando utilizas el sonido ¡Ooommm! En mi gran ignorancia no figuras como letra en el alfabeto hebreo, aunque tienes grandísima importancia en las artes medievales de alquimia. Eres demonio en Siria de la poesía con una extraña facultad de ventriloquia que permite pronunciar oráculos para simples y parcos ciudadanos o reyes demasiado poderosos, cuando estás acompañada de la B. Finalmente, te siento indispensable en numerosas situaciones; por ejemplo, como círculo grandioso que nos brinda con plena sencillez la primitiva visión del universo.
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Elvira Domnguez Saavedra