¿Y qué es el amor sino el sentido dado al silencio infinito en el que van montados nuestros días? ¿Ese silencio el en que nuestras miradas confluían, repletas de lágrimas en ojos ciegos de fe?
El apretón de manos no fue nada amistoso y duró unos instantes demás. Isabel me presentó al mastodonte, que no era otro que el baterista de los Rockanlovers, y primo suyo por parte materna.
Nos medimos con la mirada: la suya hacia abajo y la mía a lo alto, como dos perros a punto de trenzarse en un combate.
No quise achicarme.
Y cuando me aconsejó que cuidara a su prima, y le contesté que no se preocupara porque ella sí sabía cuidarse sola, que tampoco la subestimara; y con la misma mirada de Mastroianni le dí a entender que, después de todo, el que se la cogía era yo.
El matungo bufó algo y se dirigió al escenario para al fin sentarse en el banquillo de la batería.
Sorpresas me deparaba aquella noche: Los  Rockanlovers iniciaron su show versionando a  los mexicanos Zoe, y entonces entendí que el nombre de la banda no era una mera casualidad, sino que esos chicos de Apóstoles no desconocían la existencia del segundo disco, ignoto en aquellos días, de la mejor banda de pop en castellano desde Soda Stereo.
 "Microscopio bermellón..."
Movido por la sinuosidad del bajo, me acerqué a Galatea para abrazarla por detrás.
"... de aquella estrella vegetal detrás del mórbido cristal".
Enterré mi hocico en la nuca primorosa. Isabel pareció incomodarse entrado el estribillo.
 "Microscopio.
Has de pensar que todo es un estado normal..."
Se soltó de mí, disimuladamente.
"... arrepentido de haberte soñado otra vez"...
 Rápido, Rebeca le dijo algo al oído y ambas rieron.
...
 
Cuando vinieron las madrugadas del zapping, con s...altos aleatorios por masacres atemperadas por las estadísticas, o por las felices y vanas promesas de la publicidad, por lo que no tiene precio según Master Card, allí, en ese mute de refucilos de rayos gamma, viajé encerrado en las bodegas de mi propio B52 kamikaze hasta estallar y rociando mi propio napalm en un pañuelo descartable con la cara de Jenna Jameson.
Es en la soledad donde aparece la consciencia del tiempo, y es ahí cuando más necesitamos a ese maldito dios.  
Pero éste sigue en mute, clavado en el cielorraso.