Se eterniza la nada
El silencio se pierde en la inmensidad
Solo llanto, aullido y alarido
El miedo se hace perenne y el dolor su gran amigo
Mientras la soledad llena de escarcha el corazón herido.
Y nos arrancamos los ojos para no ver
Para no recordar las angustias y aflicciones del pasado.
Y nos despojamos de los labios para no hablar
Para no gritar como niños perdidos.
Y nos tapamos los oídos para no escuchar
Las melodías vagas de los sueños
Y no quedarnos sordos
Como las palomas de los tristes y helados campanarios.
Pero todo es inútil, banal
Porque el cielo azul se nos ha ido
La espuma del mar ya no brota, se hunde
Como la gaviota muerta, convertida en sal
Que requema la herida abierta.
Entonces deseamos morir
Porque la perdida nos deja como equivocado profeta
Como golondrina atrapada en la amarga zarza
Mientras ve a sus compañeras volar.
Queremos marchar sin medir las consecuencias
Y buscamos como orates
Respirar del aliento del diablo
Para no sentir
Para no percibir
Para no sufrir
Para no notar
La muerte del ser querido.