Soy una lluvia de estrellas fugaces cayendo en tus piernas. Me levanto del cosmos y muevo mi cuerpo, me meto dentro de ti, y me sacudo todas las luces de mi ser, hasta iluminar todas tus venas. Soy la comunión. Soy la luz oscura que muerde tu médula. Soy una brizna  de sueño, entrando por tu boca, masturbándote besos, eyaculándote caballos de dulce plasma.

Estoy arriando mis espectros, para tatuarlos en tu piel, para que vivan eternamente besándote la piel. Corren mis dedos a la velocidad de mis ojos, y mis ojos son mis dedos y mis dedos mis ojos. Te miro, te toco. Estoy robando tu cuerpo del sarcófago, estoy dejando en su lugar un puñado de miedos. Ven. Vente. Abre tus piernas y quémame con tu manantial de dulces mariposas.  Estoy rodeando tu cuerpo.

Levántate, levántame mi amor. Enséñame el amor. Ya sanaste mi alma con tus palabras. Ahora déjame existir en tus manos, en tus caricias, en tus besos. Hagamos infinitos los instantes, porque es lo único que podemos hacer infinito. Bébeme y déjame beberte, elixir sagrado, mi rebelión contra el mundo, mi reconciliación con el MUNDO, mi espacio, mi tiempo, que se extiende y contrae inescrutablemente. Mi curita, mi descanso, mi aspirina, mi bálsamo, mi ansiolítico, mi barbitúrico, mi psicosomático espíritu. Mi punto de escape. Mi percepción que me percibe. Mi cielo… Simplemente me haces feliz.