Mi propio capítulo de ER
Publicado en May 05, 2009
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Buscando entre los archivos de mi viejo PC, encontré este relato que escribí hace casi 4 años, el testimonio de mi primer guardia como estudiante de medicina. No pude evitar revivir todo y la nostalgia acudió a mi mente. Decidí conservar la redacción y así preservar la esencia de aquella edad y aquel día. Y ahora, qué diferentes son las cosas, en muchos aspectos, para mejor. Comparto aquí mi experiencia con ustedes, amigos lectores. Comentarios o sugerencias, como siempre, son bienvenidos. Gracias.
 
***
Pasión por el trabajo. Es así como puedo describir parte de las jornadas de un médico. Al menos, de los que conocí la noche y madrugada del lunes pasado.

Fue genial, mi amigo Carlos y yo estábamos casi por arrepentirnos acerca de ir a hacer guardias ese día, pero al final fue una jornada llena de experiencias para dos estudiantes de primer año como nosotros. Aquí va una parte resumida de lo que sucedió en mi primer guardia... espero que disfruten tanto como yo.


Nervios

Mi amigo Carlos y yo quedamos de vernos a las 10 en la entrada de urgencias del Hospital general de Zona no. 33 del IMSS, no podía creerlo, sería la primera vez que estaría en un ER de verdad y ya no como espectadora, sino colaborando, tomando parte de los hechos que ahí sucederían.

Llegué a la hora convenida 10 de la noche. Ahí estaba mi amigo Carlos, esperando, entre muchas decenas de personas, probablemente familiares de pacientes internos o consultantes.
Nos admiramos en el uniforme de cirugía (el popularmente conocido como “pitufo”)-, fuimos a dejar mi mochila a su auto - y en el camino platicamos como estaba la situación ahí dentro, cuantos médicos había y nos preguntamos si estabamos nerviosos, en lo que los dos coincidimos, es decir... apenas estamos en 1er año, no sabemos muchas cosas y era nuestra primer guardia :D pero como pudimos nos dimos valor, eso será lo que haremos dentro de unos años, así que hay que prepararse para atender a nuestros semejantes lo mejor posible... Así que con algo de temor y todo nos encaminamos por el pasillo de consultas de urgencia, entre personas en camillas, muchas con sondas y diálisis, otros con sus batas de internos, otros médicos, familiares quejosos y otros más llorosos -¡gulp!- y llegamos.


Bienvenida

Carlos y yo ya conocíamos al Dr. Orozco, nuestro guía por estos rumbos, de una ocasión anterior en que él había invitado a Carlos a una plática del Consejo de Médicos del HGZ 33 y a su vez, Carlos me invitó a mí, el caso es que entrando a la sala de urgencias nos topamos al Dr. Salvador Orozco. Nos recibió muy amablemente "Cómo está Dra. Montalvo?" (¡Recordó mi apellido!!) y nos contó que hacía diez minutos habían pasado visita a los pacientes que estaban bajo observación... "si hubieran llegado un poco más temprano, hubieran podido darse cuenta qué tiene cada paciente, pero no importa, vamos con el de la cama 8, justo ahora estamos tratando de ponerle una sonda uretral...."
¡oh, oh! -pensé, quéee doloor!- tuve justo 5 segundos para prepararme psicológicamente antes de que corrieran la cortina de su privado y ver como manipulaban el pene del hombre... varón, 67 años, estenosis uretral (estrechamiento del conducto que lleva la orina de la vejiga hacía el exterior), vejiga llena... y como se retorcía del dolor tratando de evitar maldecir... hasta que el Doc. Orozco y el residente lo calmaron y le dijeron "digalas todas, don, aquí ya las hemos escuchado muchas veces, las doctoras también las han oído, no se preocupe..." Estabamos presentes 3 chicas: una residente, una enfermera y yo, y tres hombres; el residente, el Dr. Orozco y Carlos. Un par de minutos más tarde llegó un muchacho con pinta de Doogie Howser y me saludó muy alegre. Yo estaba muy contenta y le respondí con la misma alegría. Sonreímos y descubrí que usaba brackets transparentes, haha, motivo de creación de apodos para él a cargo de Carlos... después se convertiría en uno de nuestros camaradas... El paciente, de nombre José, no esperó mucho para soltar todas las maldiciones que su boca le permitía, antes de caer bajo los efectos de la lidocaína (anestésico local inyectable) y decir que no sentía dolor alguno (¿porqué rayos no pusieron la anestesia desde un principio?!) Sé que no les interesa mucho saber lo que le hicieron a Don José, solo concluiré escribiendo que 15 minutos después de estar intentando con sondas de .5 cm de grosor, el residente logró llegar hasta su vejiga y comenzar a drenar :) Así comenzó nuestra noche en urgencias...


Bueno y nosotros ¿qué hacemos...?

El Dr. Orozco y los residentes se fueron al área de consultorios y nos dejaron ahí abandonados a nuestra suerte, entre enfermeras que de pronto nos preguntaban “Dra. Quién va a canalizar al de la 4?” “Dr. Buscan al paciente de la 12” Pero qué demonios pasa aquí, sólo soy una estudiante... aún...! así que fuimos a buscar a alguien mayor, porque nosotros no podíamos responsabilizarnos. Recordé un capítulo de ER en que los estudiantes van de visita al hospital y los médicos les huyen por ser unos muchachos de poca utilidad.


Regresaron los médicos y nosotros seguíamos ahí parados sin saber que demonios hacer... había pocos pacientes y la mayoría estaban semi inconscientes, algunos otros estables y otros eran atendidos por las enfermeras. De pronto llega Doogie Howser y nos empieza a sacar plática, ¿de qué escuela vienen?, ¿ya están de vacaciones? En que año están? Y así empezamos una agradable plática que yo percibí como de colegas, nosotros le decíamos Doctor –a pesar de su cara de chaval que no podía con ella- y el nos dijo “cual doctor, diganme Tavo, yo aquí estoy trabajando, pero todos somos compañeros...” Eso me gustó, me demostró el espiritú de compañerismo y mutuo respeto que existe en ese ambiente –algo que noté entre cada médico o enfermera, se llevan con mucho respeto, incluso con nosotros, las enfermeras siempre hablándonos de usted y de Doctor (a)- y pues bueno, Tavo, Carlos y yo estuvimos platicando de la carrera y las diferencias entre escuelas (él estudió en otra universidad local) platicamos de las residencias, de sus guardias, de esto y aquello, se tomó un tiempo para estar con nosotros y hasta nos confesó que se estaba durmiendo y que tenía ahí desde las 4 pm, volteé a ver mi reloj y eran las 12 am! Él tenía 6 horas ahí, salía hasta las 6 am y nosotros con dos horas ya no sabíamos que hacer! Y luego Carlitos sacó mi encendedor que yo le había dado a cuidar, no sé para qué demonios lo sacó! Y Tavo le preguntó: “¿para qué un encendedor, fumas?” Carlos: “yo no” y me señala a mi como acusándome. Lo acepto, fumo, pero me apené al ser descubierta así sin más y no pude más que contestar “un poco, casi no...” Tavo: “¿tan pequeña y fumando?” Otra vez me apené (porqué!? No debería apenarme con personas que no... ¿me atreaen?), no dije nada y Carlos: si, solo fuma cuando se aburre –gracias compañero… por tu mentira piadosa y mi acusación gratuita.

En ese momento una enfermera llamó al Dr. Tavo y él se fue, momento que aproveché para reprender a Carlos por sus comentarios ‘brillantes’ acerca de mis adicciones frente a otros médicos. Y momento que él aprovechó para tirarme carro con Tavo.

Después le sugerí a mi amigo que fueramos a darle una vuelta a los pacientes que estaban despiertos, para platicar con alguno e ir teniendo contacto con los pacientes.

Así que nos dirigimos hacia donde estaba Don José, el primer paciente que vimos (el de la sonda uretral) y platicamos con él. Nos dijo que ya se sentía mejor, ya no le dolía y comprobamos que su sonda funcionaba muy bien, ya tenía la mitad de la bolsa casi llena. Nos platicó que ya le habían puesto algunas sondas anteriormente, pero esta vez le había dolido más, nos preguntó que si eramos hermanos porque nos parecíamos y nos confesó que quería ver a su esposa, porque desde la hora de su ingreso (a las 16.10, lo recuerdo bien) no la había visto, y él estaba seguro que ella lo esperaba afuera. Le pregunté el nombre de su esposa y le dije que si el Dr. Orozco lo autorizaba, tal vez la vería en un rato. Pero no aseguré nada.
Así que ahí estábamos. 



¿Quieren Trabajo, Doctores?

En el ER había dos doctoras, una ya grande que estaba en el área de consultas, la Dra. Gloria y otra joven recién graduada, la Dra. Galván. La vi y me inspiró cierto temor. Era muy fría, y me había tocado presenciar cómo regañó a la esposa de un paciente que pedía verlo, y ella no quería autorizar su entrada (creo que era la esposa de nuestro amigo Don José). Ganas me daban de llevarme a la señora y disculparme a nombre de la Dra. por el trato y asegurarle que vería a su esposo. Carlos sólo me dijo “Trámites burocráticos. No podemos hacer nada”. La Dra. estaba llenando unos historiales clínicos y unas altas y yo tenía los expedientes de todos los pacientes justo enfrente y estaba tentada a tomar algunos y hojearlos, para enterarme que padecimientos tenía cada uno. Por suerte no lo hice. El miedo que me infundió Carlitos funcionó, sino, la Dra. Galván me habría regañado, ya que más tarde una enfermera tomó un expediente y lo dejó en otro lugar y se llevó tremeda regañiza por parte de dicha doctora.

Así que Carlos y yo seguíamos recorriendo la sala de urgencias de escasos 30 mts. De longitud, ida y vuelta, hasta que la Dra. Galván nos preguntó: “Saben tomar electrocardiogramas?” –¿Qué?! ¿De pronto se volvió ‘buena onda’?- “no sabemos, pero aprendemos”, respondió Carlos. La doctora Galvan nos enseñó cómo se acomodan los bulbos (bendita anatomía, hasta ahora te comprendo) y los electrodos... 4to espacio intercostal izquierdo, igual en el derecho, otro en la punta del corazón, otro entre ese y el último, línea paraesternal media, línea media axilar. ZAS! Me faltó uno. Bueno. Es más fácil en la práctica. Y ya. Se tomó el registro electrocardiográfico y volvimos a acomodar la bata al paciente. Era uno de esos ancianitos que tienes que gritarle porque no escuchaba.

Luego llegó el dr. Octavio y estuvimos platicando de otras cosas, le conté que quería ir al área de Pediatría “te gustan los niños?- “me llama mucho la atención la pediatría”, le dije... no quería que pensara que soy muy maternal o cosas así y luego le dije que quería ir a Cuidados Intensivos y nos advirtió sobre la doctora que estaba a cargo, y dijo que si queríamos podíamos ir más tarde con él...! Este chico cada vez me cae mejor, nos dio mucha confianza. Y ya viéndolo bien... tiene lindos ojos detrás de esos lentes de niño ñoño :) 

Yo había escuchado sobre un paciente recién ingresado con probable meningitis (inflamación de las capas que recubren al cerebro, Carlos: “¿qué son meninges?”) y le pregunté a Tavo que quién era ese paciente. “El de la cama 14, más tarde le vamos a hacer una punción lumbar, ¿vienen?”

¡Claro que iríamos...! Pero Carlos estaba impaciente y hambriento, antojado de una papa asada y yo no tenía nada de hambre... Trabajo es trabajo y el trabajo no se mezcla con placer –algo que más tarde recordaría- y pues bueno, yo conocía un lugar cercano en donde vendían hamburguesas al carbón y papas asadas. Le invitamos una al Dr. Orozco. Iríamos por ellas y las comerían en el hospital. 

“Vamos por nuestra cena y pasaremos por un super 7, alguien quiere algo?” 

Mala pregunta. ¡Todos querían algo! No algo, varias cosas. El primero en pedir fue el Dr. Casillas, sacó una hojita y apuntó lo que quería –un bote gigante de agua natural, un café negro sin azúcar, un panecillo integral (“ah... cómo se llaman esos panes integrales grandes que traen relleno..?”, me preguntó; últimamente es de lo que me alimento, así que claro que sabía... Branetta? –Si, doctora, esos son!), unas galletas crackets, unas pastillas de menta.... nos dio su dinero y pasó la lista a la dra. Galván.... un café gigante mitad chocolate y mitad vainilla, un bote grande de bebida light sabor limón, un bote grande de agua natural... nos dio su dinero y le pasó la lista al Dr. Cavazos... él solo pidió un vaso grande de café moka (Yo: “en super 7 no venden moka!” Carlos: “callate, luego nos van a mandar más lejos” “ah, si bueno”) nos dio su dinero y le pasó la lista a la residente joven, creo que se llamaba Abigail, ella también pidió café, coca cola light (por dios, son médicos, no saben que lo light contiene fenilalanina?!!) y otras cosas, no recuerdo qué. Le preguntó a Tavo (pienso que a ella le gusta él): “¿Tú no quieres algo Tavo? Y él respondió, “No... estoy bien, gracias”. Y luego una enfermera se acercó y dijo “Doctora, no es mucha molestia si le encargo un bote de agua?” –Claro que no es molestia… pues ya qué, pensé, bueno, venga. Y mientras yo guardaba el dinero de todos y la gran lista y nos encaminábamos a la salida, llega Tavo y me dice “¿Mejor si puedo encargarte algo?” “Claro”. “Un bote de agua, el más grande” y me dio su dinero. Y ahí vamos Carlos y yo por el mandado..... tardamos una hora y 15 minutos, aprox. No sé porqué tanto, pero bueno, creo que pasamos la prueba.! Administramos bien el dinero de cada uno, llevamos todo lo que nos pidieron, creo que estuvo bien. De regreso todos celebraron nuestra llegada (creo que estaban hambrientos, haha, ya eran las 2.15 am) y Tavo dijo “Ya me estaban preocupando, pensé que algo les había pasado”. Su comentario me hizo gracia. Creo que nos adoptó como sus bebés. Este chico es muy lindo, pensé. Pero trabajo es trabajo, y el trabajo no se mezcla con placer.

 
Trabajo en equipo

El doctor Orozco y Carlos se fueron a un cuarto-bodega-comedor que estaba en la parte de atrás de la sala de urgencias y se pusieron a cenar. Cada quien tomó su café y yo mi bote de agua y pues me puse a dar una pequeña ronda por ahí. Luego me puse a platicar con la hija de una paciente que tenía la vejiga aumentada de tamaño, esta señora era doctora y me estuvo preguntando algunas cosas, y tuve que arreglármelas como pude cuando cuestionó si eramos estudiantes, de que grado y si la escuela nos enviaba ahí. Si, eso significa que dije un par de mentirillas. Luego me preguntó de qué era la solución que le estaban aplicando a su mamá y me sentí muy bien de poder responder correctamente “solución fisiológica y glucosa” (je, solo porque había escuchado al dr. cuando decía a la enfermera), y me sentí mejor cuando preguntó de que estaba compuesta la solución fisiológica “agua y cloruro de sodio, no hace ningún daño al organismo, es una especie de suero...” y recordé cuando en la clase de taller de discusión practicábamos a inyectarnos con esa solución.

Luego dejé a la señora y a la paciente y me fui a visitar a Don José, sólo le pregunté como se sentía y me dijo que ya mejor, solo que no había podido ver a su mujer, pero que ya lo iban a dar de alta. Le deseé que se recuperara y me fui. Me alegró realmente que estuviera bien. Me puse a reflexionar mientras caminaba al área de pediatría en cómo estando ahí uno se olvida de las tonterías que se pueden llegar a cometer, te olvidas de la música, conciertos, gente externa, me refiero a que... tienes el 100% de tu atención, todos tus sentidos están en ese trabajo, eso te absorbe completamente, yo estaba cansada, tenía ya casi 24 horas despierta y el día anterior sólo había dormido 5 horas y sentía cansancio, pero no tenía nada de ganas de abandonar. Y me di cuenta que sí me gustaría pasar el resto de mi vida haciendo eso. No importa lo que tenga que dar a cambio. Ya he dado muchas cosas, incluso sacrificado algunos sentimientos... Y luego llegué a pediatría, pero así como entré me salí, hehe, porque ese área no le corresponde al Dr. Orozco y yo estaba invadiendo el espacio de otro médico y no quería meterme en problemas y mucho menos al buen Doc. Vi unos bebés muy bonitos e indefensos y otros pequeños de entre 3 y 6 años, ahí, recostados en sus cunitas, sus madres al lado, temerosas de lo que pudiera pasarles. Y luego me puse a reflexionar sobre el dolor humano. Todos somos vulnerables. Somos casi perfectos, pero las enfermedades nos hacen imperfectos, y muchas son causadas por nosotros mismos... descuidos, falta de prevención y cosas por el estilo. Aunque los accidentes son lo peor... Regresé al ER y los residentes ya estaban listos para la punción lumbar. Vino el dr. Casillas hacia mi y me pidió de favor que si iba a rayos x a dejar una orden para TAC para el paciente de la 14 (el de la probable meningitis). Fui. Todo lo hacía con mucho gusto, ahorita no reniego porque todo me sirve mucho de aprendizaje, cuando sea doctora, ahora si que ningún residente me va a dar ordenes pero por ahora, somos el plancton en la escala de la cadena alimenticia, como dicen.
Regresé  y ya Carlos estaba platicando con Tavo, me uní a la charla y dijeron que la punción lumbar estaba muy próxima, había que prepararnos. A pesar que Carlos y yo solo estaríamos de observadores teníamos que desinfectarnos bien las manos, usar guantes, cubrebocas y una batita desechable de quirófano. Ahí estaría a cargo el R2 de cirugía Dr. Casillas, Dr. Tavo (aka Doogie Howser), Carlos y yo. Acomodamos al paciente (que estaba totalmente inconsciente) en posición para la punción (semejante a posición fetal) y a mi me tocó sostener su bolsa de diálisis (por lo cual Carlos se rió de mi, bobo!) y ayudar al R2 con diverso instrumental. Luego toqué al paciente y ya no podía tocar nada, pues podía contaminarlo. Estuve ahí de observadora y el Dr. Casillas me explicó cada paso que realizaba, y digo me explicó porque Carlos estaba del otro lado sosteniéndole las piernas al paciente y Tavo estaba también del otro lado monitoreando signos vitales y sosteniendo al paciente por los hombros, entonces era yo la única que quedaba al lado del residente. Y pues ya me dijo que se iba a situar entre L4-L5, la aguja en sentido inclinado unos 45° para entrar por la vértebra. Afortunadamente el paciente, como ya escribí, estaba inconsciente y no sintió cuando le inyectó la anestesia. Estuvimos alrededor de él aproximadamente 1 hora, el médico residente sudaba, Tavo tenía sueño, Carlos estaba bobeando mientras sostenía las piernas del paciente y yo pues estaba ahí haciendo preguntas al R2. Luego llegó una enfermera y se llevó al. Dr. Tavo. Él debía ir a autorizar la orden de traslado a piso de la paciente de la cama 10 y preguntó “¿me acompañas?” o “¿vamos?” o algo asi... y yo no dije nada pensé que le decía a Carlos, y luego el R2 preguntó “¿quien se va a quedar aquí?” (o sea, con él, no se les puede dejar solos por si hay algún problema) y Carlos y Tavo ya habían dejado al paciente y tuve que decir “yo me quedo” 


Carlos me pregunta: segura?  -Pues si, güey, ya que! Ni modo de decirle... ah no, tú quedate y yo me voy con Tavo. Trabajo es trabajo, ni modo. Aproveché para aclarar mis dudas sobre la xilocaina y hasta que vértebra se debe puncionar, cuál era el tratamiento a seguir, etc. Después de más de una hora terminó de obtener unas cuantas gotas de LCR (las conté! fueron 4 gotas!!! Temía que no fuera suficiente para arrojar resultados) y las mandó para el análisis. Luego Tavo y Carlos regresaron. Cada médico atendía un paciente, otros llenaban expedientes, las enfermeras cambiaban de bata a los pacientes. 

Una mujer que estaba al lado de un paciente me dijo. “Doctora, mi esposo quiere ir al baño, si puede ir?” fue ahí cuando me di cuenta que reaccioné con mucha más calma, y que ya no me sorprendía tanto que me llamaran Doctora, aunque me llenaba de una gran responsabilidad. Le dije a la mujer “permitame un momento, ahorita le consigo un bidé” (riñón, o esas cosas en las que se orina cuando se está en cama) “Si, Gracias.” y fui con la enfermera para que le llevara uno. 



Hablar con la verdad

De pronto el doctor mandó llamar a una mujer, familiar de un paciente que había ingresado hacía un par de horas, y al que le habían hecho complicados estudios neurológicos. La mujer tenía cara de no comprender nada de la situación y no podía entender porque su esposo no la reconocía. El doctor Orozco le explicó algo así:

“Señora, su esposo está pasando por una situación muy difícil. Encontramos en su cerebro un tumor del tamaño de un limón. El tumor está comprimiendo el cerebro y está afectando varias áreas, como la visual, la cognoscitiva, de relacionar (...), su esposo está muy mal señora.”

Fue bastante difícil para mi escuchar esas palabras, pero fue más difícil ver como la señora parecía no comprender la gravedad del trauma de su marido. El hombre moriría, no había nada que hacer más que esperar la muerte... Aunque, a mi parecer, tomó la noticia con bastante tranquilidad. Yo pensé que se soltaría a llorar, gritando, o exigiéndole al cirujano que hiciera algo... a pesar que él se lo aseguró, pero no fue así. Tal vez la noticia la tomó por sorpresa y no supo como reaccionar. Los sentimientos humanos son muy difíciles de predecir. Es genial estar vivo y compartir con nuestros seres queridos esa vida. No me pondré a filosofar. Simplemente recuerdo que hace algunos años, incluso meses, aún renegaba de la vida, y ahora me siento muy contenta por tener esta vida, sé que puedo aprovecharla al máximo, sé que podré ser todo lo que quiero... mientras sea honesta conmigo misma y luego con los demás.



Cansancio
Ya eran más de las 4 am y Carlos sólo preguntaba por la hora en que nos iríamos. ¡Vamonos a estudiar a la biblio! Mentira, quería ir a dormir en cualquier espacio que se pudiera. Cree que no le conozco! “un rato más, hay que aprovechar” le dije. Además yo tenía bastante pila. El doc Orozco nos estaba preguntando sobre los planes de estudio de la carrera y nos contaba anécdotas de cuando él era estudiante, nos daba consejos, etc. Luego platicamos de política (¡tenía que salir el tema!) y descubrimos que él es izquierdista, fue hippie en su juventud y anduvo en movimiento de estudiantes del 68... quien lo viera! Luego llegó Tavo y nos invitó a hacer un electrocardiograma. Yo me apunté de volada y lo tomamos. Realmente es muy simple.

Luego Carlos y yo salimos a tomar aire fresco. Vimos tres ambulancias esperando. Eran casi las 5 am y el cielo estaba despejado, hermoso. Fumé un cigarro y Carlos me dijo que apestaría a tabaco, y que ‘alguien’ podría olerme. OU! No lo había pensado. Todos tan limpiecitos ahí dentro y yo toda pestilente. Realmente quiero abandonar el vicio. Tengo la voluntad. Sé que puedo. Ya lo había logrado. Creo que volví porque me ayuda a bajar de peso. Al menos, así siento yo. Bueno, luego ya entramos y yo estaba muy alegre y con mucha confianza y seguridad en mi misma. Vi a Tavo en la mesa de materiales preparando algo. Me le acerqué y le dije “Hola ¿que haces?” Me sorprendí. ¿De cuando acá yo tan segura con un chico?!?! Me dijo que estaba preparando la jeringa para un hemograma. “¿Me acompañas?” Si, vamos.

Lo miraba mientras caminamos. Parece un buen chico. No es grosero, no critica, es sano, trata muy bien a los pacientes, está delgado, es medio geek (sin ofender, lo digo más bien a modo de halago, si se puede decir…) Debe tener unos 24 creo. Sonreí contenta. Llegamos con el paciente y el dr. Tavo me presentó con él y me pidió que explicara el procedimiento.

Era al paciente del tumor cerebral. Tenía los ojos abiertos pero parecía inconsciente. De hecho no reaccionaba de acuerdo a lo esperado... Luego me quedé pensando que ese hombre pronto morirá… Por fin me sirvió la anatomía. La aguja fue insertada en la arteria radial, localizada en el canal de pulso radial, limitado por el supinador largo y palmar mayor. Cuando vi que Tavo la estaba colocando ahí, le pregunté “estás en la arteria radial, verdad? (bien orgullosa yo de mis conocimientos) y solo dijo “si” rayos...olvidé que la práctica no es como los exámenes teóricos de la clase! El hemograma es un registro completo y detallado de lo que se encuentra al examinar la sangre, es más referente a números, proporciones y características morfológicas de los elementos sanguíneos. Era bueno saberlo y verlo aplicado a la realidad.

Carlos estaba ahí –ni me di cuenta cuando llegó- y Tavo estaba batallando para obtener la sangre y dijo que a veces si salía a la primera y luego Carlos me da un empujón leve, mi reacción fue hacerme hacia atrás, porque no fuera a mover la jeringa o algo... y volteé a ver a Carlos como preguntandole “güey ¿¡que tienes!?” y él, muy ‘gracioso’ dice “es que le das miedo, Tavo”  “!?!?!?!?!?” Yo: “¿Miedo?” (con cara de Daria) Tavo: “¿ahh sii?” y sonríe muy dulcemente. Yo: “No… ¿porqué me darías miedo?” 
CARLOS ERES UN TONTO; TE ODIO! ¿¡¿¡Qué es eso?!?!? No ves que Tavo puede pensar que yo... no sé!? Como sea, ahora que lo recuerdo fue un momento gracioso. Hasta romance express hubo en esta guardia.

Ese “¿ahh sii?” me desconcertó por completo. Yo no había comentado a Carlos nada de Tavo por lo mismo... me lo he reservado todo este tiempo, para que él en cualquier oportunidad lo saque, seguro si le hubiera contado no habría abierto la bocota! Carlos es bastante inmaduro en ocasiones, y no me gusta que en cuestiones escolares o de seriedad o trabajo él bromeé demasiado. Luego me hace quedar mal a mi!!! Ya vería, de regreso le haría saber la verdad.



Despedida

Ya iban a ser las 6 y Carlos estaba desesperado. Por mí me habría quedado hasta las 9 o 10, pero pues tampoco, porque yo iba de invitada. Después de acompañar a Tavo a entrevistar a dos pacientes más (uno hipertenso y diabético y otro con parálisis del nervio facial) nos fuimos a buscar al Dr. Orozco. No lo encontramos. Regresamos y Tavo no estaba. No nos iríamos sin despedirnos del Doc Orozco. Pero yo no quería irme sin despedirme de Tavo. El pasillo de consultas estaba semidespejado y ahí nos sentamos a esperar. Luego apareció Tavo y dijo “cambio de guardia” o algo así. Después llegó el Doctor Orozco y ahora sí, nos depedimos de él y agradecimos la oportunidad. Mientras lo hacíamos, Tavo se nos quedaba viendo, así como esperando que le dijéramos adiós. Yo lo ví y le dije adiós con la mano. Él respondió igual. Después nos despedimos de cada médico y agradecimos su atención y cuando me fui a despedir del Dr. Tavo se levantó de su asiento y se despidió de beso. Me sonrojé un poquito y sólo dije un tímido “cuidate Octavio” (luego me arrepentí por mi ‘atrevimiento’ diantre, él ya es doctor y yo tuteándolo frente a los otros médicos!). Antes de abandonar la sala, Tavo dijo “Van a regresar, verdad?” “Claro que si”. Aprendí muchas cosas esas horas y eso que fue una noche tranquila, sin politraumatizados ni cirugías de emergencia, tampoco fracturas o niños intoxicados.

Eran las seis de la mañana cuando concluyó nuestra primer guardia en un hospital. Salimos de ahí con otra visión acerca de la vida, de lo que podemos llegar a ser y hacer. Carlos me ‘echó carro’ con Tavo y yo hice lo propio con la residente joven que no dejaba de mirarlo. Estabamos de buen humor.
Pero lo que en realidad nos llevamos a casa, fue mucho aprendizaje y emociones, toda una experiencia para nuestra formación como futuros médicos. Una que aunque vengan más, nunca podremos olvidar.
 
 
 
 
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Buscando entre los archivos de mi viejo PC, encontré este relato que escribí hace casi 4 años, el testimonio de mi primer guardia como estudiante de medicina. No pude evitar revivir todo y la nostalgia acudió a mi mente. Decidí conservar la redacción y así preservar la esencia de aquella edad y aquel día. Y ahora, qué diferentes son las cosas, en muchos aspectos, para mejor. Comparto aquí mi experiencia con ustedes, amigos lectores. Comentarios o sugerencias, como siempre, son bienvenidos.

Palabras Clave: medicina hospital urgencias doctores cirugia estudiante doctora guardias

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales


Derechos de Autor: (c) M.B. 2005


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