Jengibre quemado
sos mi loca pasión de amor,
atado a tu vuelo, divago porteño
sumido en mi desazón.
Tu tango susurra indefenso su
lenta agonía,
orando a tus días para que me pidas
anclar en tu puerto.
Envite me hiciste para perseguirte
plasmando en el fango tu
mágico origen,
una epifanía por los conventillos
del alma extraviada,
manchada cual cruda porción de
esta carne sitiada por la decepción
de ignotas percantas.
No quiero enyetar esta tregua que
me concediste, ni dar el mal paso
que los memoriosos endilgan a quienes
se jactan de amarte, urdimbre alterada
por las secreciones, hedor de emociones
que habitan la mustia paciencia.
El rito plebeyo de flores robadas quizás
te subyugue como las secuencias de un
film de Antonioni basado en Cortazar,
un lecho de fotos, captura el instante y ya
no hay manera de huir ni extraviarse.
Jengibre quemado
sos mi loca pasión de amor.