El día llega de lleno con sus látigos, llagando implacablemente cerros y baldíos.Mutan los espectros aterrorizados y huyen hacía horizontes vandálicos seguidos por millares de cuervos.
Salvando distancias y farallones el orbe recupera su color típico y los elementos se encuentran mojados de rocío.Han sonado las últimas campanadas se las estrellas que fluyen hacia vastos continentes delicados. Un grito cónsono se solidifica en el vacío y aflora de las gargantas y las mentes conscientes. Hay que salvar al mundo de sí mismo y de los hombres sátrapas que inventaron la dinamita y la detonación termonuclear. Hay que levantar las canciones lustrosas de los inmaculados aunque para ello se deban sufrir de dolores nefríticos. El hombre es malo de por sí pero la religión lo reinventa y encamina.Bajo el santo y seña de los desidiosos adormecidos hay un alma ansiosa de satisfacción introspectiva.Hay que levantar la conciencia moral desde la perspectiva del desaparecimiento de la verde y el derretimiento entrante de los polos. Hay que desmitificar la realidad ante el incrédulo, sajar la frente llena de sanguasa del mitómano que se bamboléa entre imposibles: Estamos condenados a ahogarnos en un agua porosa y a la aparición de continentes de desiertos. Nos incineraremos en el enconamiento solar mientras los malvaviscos se consumirán y asarán solos.