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Publicado en Jan 25, 2010
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1
"Dejame pensarlo..."


Como un hueco brillante, un hueso oscuro, una brillantez ópaca, calcina aquel espacio donde antes habitaba tu cuerpo, donde tu alma, temblorosa, me ponía a temblar. Entro en la ciudad, como un pez entrando en un arrecife rosado, haciendo espirales, cual lipstik en la boca de Dios. Cierro el destino, lo cierro llorando, con una estrella enjaulada en mis dedos, le doy la mano a tu fantasma,

me despido de tu fantasma; mientras la orquesta de mi espíritu, quizá, toca la sinfonía más triste...


2
"Tomasa"


Una ilusión, despierto con una ilusión al lado de mi cama, me lame la cara, mueve su colita, es muy juguetona. La saco a pasiar y hace sus necesidades, especialmente le gusta, para esta misión, en la cara de los enamorados. Orina la fuente de los pecados; mi ilusión, tan linda... bueno, he dicho mía, pero quise decir, quizá, suya, la ilusión es siempre solamente de sí misma... moviendo la colita, dando la manita, sentada, dando vueltas o viendo otras ilusiones en la tele, pero siempre es tan dueña de sí misma; también escritora, me ayudó, con sus ladridos, a redactar estas líneas

3
"Te quiero tragar, como nunca"

Inhalando la luz de la luna que cae desnuda sobre la mesa, entiendo, pienso en la autarquía del brío celeste, sobre todo, de mi estrella enjaulada. Muchas estrellas necesitan de la luz del sol para brillar, pero la mía no, la mía tiene luz propia. Me da ansiedad si muerda, o queme, o me axficcie formando manos asesinas con su aurora. Pero no resisto la ansiedad de sacarla de su jaula, así que la saco y en realidad es muy tierna y encantadora, se deja hacer caricias y se siente una gran paz cuando se toca. Eso sí, casi todo se hace geométrico, mientras más la taco, tu cara, seas quien seas, parece más bien un rombo. Salgo de mi cuarto, tengo hambre. Etcétera, me encuentro con D, me está esperando en su habitación, pa, como es costumbre, lanzarnos mutuamente nuestros lobos encima, acicalarnos y lacerarnos la piel en un beso. Pero hoy no, ésta noche no. Tengo mucha hambre, así que la pongo de espalda, como si la fuera a penetrar de perrito y le corto la garganta. Sólo me llevo una pierna, la sancocho, la dejo que hierva bien, en la hervida está el secreto. Me la como, toda, todita; ahora, un poco lleno, prendo un cigarro, regreso a mi casa; volteo a ver a la Esperanza, esa puta sí sigue en jaula, ahí la voy a dejar...

4
"Enredadera"

Nunca olvidará el olor a pólvora, la mazorca seca y las cañas frescas, dulces, muy dulces. Aquella, prima R, 12 años, "el campo hace buenas hembras" dijo su padre, mi tio don Pancrasio de la Santa Estupidez. La cosa es que yo veía pasar el día, a mi prima mordiendo cañas y como el líquido, entre saliva y dulce, resbalaba por su blusita hasta perderse con el sudor del pecho. Recuerdo, por otro ladísimo, que me gustaba traer un machete en la mano, me daba una sensación de machismo mexicano, al cual, aunque quiera, no puedo rehusar. También me gustaban las escopetas de mi tío, me imaginaba con alguna, tratando de meterla en R, en el culo de R o en su boca. Qué niña tan juguetona, qué ojos, qué desarrollita pa su edad... í... no hay como las mujeres de campo. Mi tío, dejó una nota suicida. Lo encontramos muerto, con una hachazo en la espalda...í.

5
"Pa' eso me gustabas"

Miraba a D, y se le iba poniendo más duro el poema. Más duro, más duro, más duro. Estaba demasiado sorprendido de la dureza del poema, pareciera que estaba tan duro que estaba vulnerable, se lo imaginó cayendo en mil pedacitos. Le dio mucho miedo. No hubo otro remedio que enseñarle el poema a D, pa que lo chupara, lo saboreara, jugara con él, lo frotara con los pies, lo pusiera en sus pechos, pa después conducirlo a aguas termales, hasta que, finalmente, el poema recobrara su blandura habitual. Miraba a D.

6
"Causa post-Spinoza"


Escuchaba a Mozart y leía a Juan José Arreola. Qué extraño es México, pensó. En el espejo parecía haber pequeñas esporas, como niños casi transparentes, jugueteando entre sus arrugas, en las líneas de su rostro que, también, podrían dibujar un mapa de la constelación de la belleza. Con su toque altivo, tan mayor, le gustaba pensar en cosas que a las demás personas no, por ejemplo, cuando leyó a Spinoza quedó hipnotizada con la idea de que ella era Causa sui. Nadie la sacaba de ahí, nadie pudo nunca. Caminaba, entre chavales, dejando su aroma de rubíes y diamantes, y sus colores de claveles y dalías. Extraños pensamientos en la noche y pesadillas, sueños: penachos, penachos, penachos. Un venado asesinado por pastillas de tiempo. Le llegó un extraño pensamiento que, ella diría, tenía la forma de una serpiente emplumada. Así que mandó traer tres kilos de plumas. En el teatro de la vida, ésa noche, sería su debut...
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