Llevo años disfrutando tu cuerpo,
y hoy resulta que advierto horizontes,
pecados, manzanas,
ofertas de calle y entiendo tu llanto
en la almohada,
tus nobles arrugas que antaño
brotaron al ser acosadas,
mi esperma potente,
mi loca saliva.
No fue tu discurso ni fueron tus
dudas, las que me ofrecieron la
tregua temida,
fue un soplo refresco, remedio
infalible, el gris de la monotonia.
Es torpe el amparo que busca el
placer,
la dicha inmediata es colonia
barata en la  tosca penumbra
del amanecer.
Merezco tus brotes, tu rayos
soeces, tu pronta estrategia
ante el mudo rechazo,
la furia del mundo, la logica
infame, tu sol moribundo
tu dulce zarpazo.
Dolor de pasion perdida en
tinieblas,
partiste  a socorrer tu dignidad
herida,
mientras mi piel recorre nuevas
autopistas, ingenua de otras fauces
que labran su condena.