Estoy hallándote, en el silencio más parco que te habita. En esta hoja que tiene -sin tener- tu nombre. Beso desde mis entrañas tu frente franca (te llevas la mano a ella sin pensar qué fue ese hormigueo tibio). Voy delimitando tus facciones sobre tu imagen, cualquier imagen, sencilla imagen; allí enumero las coincidencias de tu rostro con lo imaginado. Duerme – pienso - susurra mi mente el descanso de tus grandes ojos para admirarte plácido, mientras algún poema garabateo revolviendo grácil tu cabello y dirigiendo tu ligero sueño abstracto. 

Cuán fácil es poseerte en un suspiro – ese que todo lo llenó antes de escaparse por los labios -, comer de la manzana sin hambre de un tiéntame y de nuevo percibirte, tú lento, tú serio, tú sabio y tú distante, explorando sin que lo sepas al niño que emerge por tus poros, que crea, que cree en los amigos de infancia y algún retorno de los cambiados.

Quiero confesarme, pasaría noches y vinos conversándote del universo (del Uní-verso mío) por despertar en ti presunciones y controversias que digan más de tu inteligencia que de la mía... para admirarte amor, para admirarte. 

A veces
- amor -
también te hallo
en estas palabras que por ti me habitan.