Corta historia de desamor - 1
Publicado en Oct 31, 2009
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         Le miré las piernas. No hacía eso en casi tres años, tres años que no nos veíamos.
Sostenía su cigarro de ese modo nervioso con que la conocí, miraba por la ventana como hilvanando palabras que no quería dejar ir así de fácil, y el cigarro se le iba consumiendo solo.
 
- ¿hace cuanto no ves a la Luisa? – me preguntó de nuevo, como si no se acordara que ya me lo había preguntado medio minuto atrás.
- de la navidad antepasada. – le dije, sentándome en el sofá y abriendo la botella de whisky. – en realidad fue de pasada no mas…
 
         Le pegó una pitiá al cigarro y me miró con esos ojos celestes suyos, atravesándome.
- ¿terminaste al final tu proyecto? – preguntó de nuevo, como si no lo supiera.
- ¿y tu terminaste con el hueón con que andabas?
- ¿Marcelo? – dijo sonriendo, como si no quisiera hablar de eso. – nos dimos un tiempo…
         “otra vez”, concluí yo esa frase suya. Vivían dándose tiempos que nunca terminaban y su relación era la misma mierda que había sido siempre: él maltratándola y ella perdonándolo hasta de esa vez en que la golpeó, una de tantas.
 
- ¿no lo vas a cortar nunca, verdad? – le dije, un tanto derrotado. Ella sonrió con pena. Sabía que se lo iba a preguntar, era lógico, así como era lógico que ella no lo dejaría tal vez nunca, por mucho daño que él hiciera… él era su droga, y ella era masoquista. Mi chiquilla masoquista…
- lo amo. – dijo como católico que reza el padrenuestro porque tiene que rezarlo, no porque lo sienta en realidad.
         Negué con la cabeza. Llevaban juntos casi 8 años, 8 malditos años de maltratos y peleas que no hacían más que dañarla más, ¿y qué me importaba? No sé. No sé ni porque me importaba algo eso. En realidad me daba pena ver a una mujer tan bonita malgastando su vida con un hijo de puta como ese tal “Marcelo”.  En realidad me molestaba que ella no dejara de verme más que como su amigo, el ex marido de su prima, y no me viera como yo quería que me viera… en realidad siempre había ardido en deseos por ella, deseos que siempre había reprimido y querido ignorar, pero en ese momento del segundo vaso de whisky y de ese fumar suyo entre dolido y fascinante, en ese segundo del yo mirarla a lo lejos y ella mirarme de reojo, algo estalló, finalmente, entre los dos…
 
         Pero las palabras finalmente siempre fallan, la sinceridad en ese segundo se acabó de golpe y ella decidió preguntarme huevadas, fingir que nada pasaba, que el haber ido a ver a este hombre separado y con mucho tiempo libre no era un pretexto más que para hablar de lo bueno que es el pasado, de lo rico que es mirar fotos viejas donde todos sonríen y que todo tiempo pasado fue mejor. Una mierda. El pasado nunca fue mejor que el presente, haberme casado no fue la mejor de mis ideas y lo único en limpio de haber estado con la Luisa fue aprender tantas cosas de la convivencia que ya no quiero volver a convivir con nadie más, la soltería es mi lema, de mujeres, solo pasajeramente, de compromisos, solo el trabajo… llegar a un departamento vacío no es realmente alentador, comer comida congelada, mirar los pocos muebles, un televisor caro que ni enciendo a veces, una cama enorme que no conoce más que a mi cuerpo, una tina que nunca lleno porque no tengo tiempo, y en invierno el frío, el agua y el silencio de las paredes heladas que solo devuelven el eco de mi voz malgastada por los años… en cambio llegar a esa casa que tuve con ella se sentía bien, siempre perfumada, siempre cálida, acogedora y limpia… pero no funcionaba todo tan bien después del año, como el hijo que quisimos y que nunca llegó... en realidad lo que terminó matando el matrimonio fue la pérdida del bebé cuando tenía ya cinco meses, las recriminaciones, la culpa, el desencanto, todo se iba sumando a una larga lista de molestias caseras, de pequeñas conversaciones tensas pasábamos a discusiones apocalípticas donde en más de una ocasión debí protegerme de objetos voladores con forma de platos, ollas, adornos, libros, papeles, cuadernos, o lo que ella tuviera a mano, de ahí a los llantos, la histeria, los golpes, después los besos, los mordiscos de besos que nos dábamos por la rabia, por la calentura, los besos que cada vez sabían mas a derrota que a nada, de ahí al final, no hubo tanto…
 
         Y en medio de todo eso estaba ella, ella que ahora fumaba su cigarro queriendo decirme algo que no quería, encendía otro cigarro mirando a la ciudad como escondiéndose de sus propias ideas…
 
- tienes buena vista. – me dijo, sonriendo.
- desde acá, sí. – le insinué mirándola a los ojos, a su cuerpo deseable, a sus piernas que tanto me gustaban.
         Pero no hizo más que sonreír y acercarse a mí, quitarme el vaso de whisky y beberlo entero.
- ¿Por qué no me lo dices? – me disparó, mirando a otro lado, riendo, como al borde de la locura.
- ¿decirte qué?
- lo que todos saben…
- ¿Qué dios no existe?
         Se rió.
- no seas tonto… dime que te gusto…
         Directo al corazón.
         Lastima que no tengo.
- gustas a cualquier hombre… - le dije, emulando a Pablo Milanés.
- ese beso que nos dimos poco antes que terminaran con la Luisa… ¿te acuerdas?
         ¿Cómo no acordarme? Sonreí. ¿Cómo no acordarme de ese minuto ardiente de deseos desatados, de manos tomadas, de arrinconamientos, de oscuridad… de esas risas lejanas?… ¿Cómo no acordarme?
- no fue el beso de un hombre que ama a su mujer…
- sabes que no amaba a la Luisa… por algo nos separamos…
- perdona…
- además sabes que ya no vivíamos juntos, si nos topamos en esa comida fue casualidad…
- no estoy tratando de hacerte sentir mal…
- no me siento mal… besarte fue lo único bueno de esa noche… aunque fuera solo un beso, pagó todo el mal rato…
- ¿tan mal estaba la cosa?
- hacía rato, con lo de la perdida y todo, ¿qué podía estar bien entre nosotros? Éramos buenos amigos, pololear y casarnos terminó todo… ¿sabes qué? Cambiemos de tema mejor…
- sí, mejor…
         Y se sentó frente a mí, encendiendo un cigarro (ya iba como en el quinto) y me pidió que le diera un poco de whisky. Por supuesto, se lo di, con hielo, como le gustaba a ella, porqué ahí el único hueón que se lo tomaba sin hielo era yo.
 
         Ella tomó el vaso mirándome de reojo. ¿Desde cuándo me veía así? Seamos sinceros, en ese momento lo único que quería era culiarmela a lo bestia, pero mi lado buenito me detenía por completo haciéndome sentir un poco más humano que mis instintos básicos. También a esas alturas mi cabeza empezaba a tambalear por el whisky… pero la pregunta no se respondería sola… ¿desde cuándo nos mirábamos así?
 
- quiero que lo mates. – me dijo como quien dice allá va la bala.
         Escupí a un lado, no porque el whisky estuviera malo, sino porque no lo podía creer.
- ¿Que qué? – le dije como un pendejo, olvidándome de golpe de mis deseos.
- que lo mates.
- me estás hueviando… - le dije sonriendo, como que no me la creía todavía… “debía” estarme hueviando.
- quiero que le vueles los sesos a ese hijo de perra. – me contestó con una rabia que no había visto en sus ojitos azules nunca.
         En ese momento no sé porqué vi claramente en mi cabeza esa pistola oxidada que tengo en un gabinete de mi pieza llenándose de telarañas como todo el pasado que entonces me condenaba al randevouz.
         No sabía si reírme a carcajadas o sacar la mentada pistola y apuntarle a la cabeza, porque entonces ya no parecía la misma de antes, pese a su encantadora figura de estrella de peli porno y su traje de secretaria de ejecutivo importante.
         Se le cayó el cigarro de las manos y comenzó a temblar de golpe, viniéndoseme encima en un abrazo desesperado, haciéndome sentir excitado al contacto con tan delgado y voluptuoso cuerpo de hembra en celo, y preocupado a la vez, claro, de lo que entonces le pasaba…
- se volvió loco. – me dijo entre sollozos. – se metió a una iglesia evangélica y ahora anda con una Biblia en la mano para arriba y para abajo, dice que es un guerrero de David, que yo soy poco menos que una golfa abastera de Sodoma y Gomorra, y encima se ha aprendido varios párrafos de su librito de mierda, además de golpearme me ha obligado a caminar a dos pasos atrás suyo cuando ve a uno de sus amiguitos fanáticos… dice que Jesús lo sacó del mal que yo le metí en la cabeza, que soy una perdida pero que con el amor de Jehová me salvará cuando me arrepienta de todo el mal que he hecho…
 
         El único mal que ella había hecho en su vida era el ser capaz de enloquecer a cualquier hombre con solo aparecerse, deseable…
         El perfume de su cuello me tenía loco, lo único que podía pensar era en rasgarle los vestidos y hacérselo ahí mismo. Sentía su cálido cuerpo como una bebida fría en manos de un perdido en el Sahara.
- mátalo, por favor, mátalo. Es lo único que quiero ahora… no voy a esperar que venga él y me mate primero, porque eso va a hacer…
- ¿hace cuanto anda en esa onda? – pregunté mirándole los labios y deseando su lengua.
- van 6 meses ya… es insoportable, un infierno, encima me sigue a todos lados, me ha salido en medio de comidas de la pega, en la calle, el otro día subí al auto de un compañero de oficina que me iba a llevar a la casa y ahí apareció él, haciendo tremendo escándalo… me dejó como una hueona… y ahora el rumor en la oficina… ese hueón me está cagando la vida.
         “Hace rato, mi amor”, me dije acariciándole el mentón.
- te pago lo que quieras, en serio, lo que desees, te lo pago, y eso me incluye…
- no seas tonta. ¿Cómo crees que voy a matar a alguien? O sea, no es que no quiera matar al desgraciado ese, eso hace años que lo quiero hacer, pero uno no anda por ahí planeando matar de verdad a quien nos jode la vida…
- pero es que es insoportable, es una tortura todo esto, todo el día soportando a ese… a ese conchesumadre…
         La palabra mágica. Ella sí quería borrar del mapa al huasito ese.
- y... suponiendo que diga que sí...
         Sus ojos parecieron brillar al decirle eso, y me besó con más ganas de las que nunca creí, casi ardiendo en deseos igual que yo…
- dije “suponiendo”… - le aclaré en un murmullo entre atontado por el beso y perdido en sus ojos. - ¿cómo lo mato al hueón?
- tengo una pistola. – me dijo como si viniera saliendo de una buena cacha. – no está inscrita y la tengo lejos de él, tengo además un cartucho lleno de balas…
         No pude no excitarme con su determinación, y de nuevo la besé.
- que conste que no he dicho que sí… - le aclaré al momento de sacarle la blusa y dejar al descubierto sus blancos pechos breves.
- pero tampoco has dicho que no. – me dijo bajando lentamente al cierre de mi pantalón…
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Descripción

Palabras Clave: amor dolor sexo asesinato.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos


Creditos: Klauss Demon

Derechos de Autor: 2009 Klauss Demon


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