IDA Y VUELTA - Algunas reflexiones sobre la crisis argentina - Jorge Dossi - 1990
Publicado en Oct 28, 2009
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                                     "Mas Dios ha de permitir
                                     que esto llegue a mejorar,
                                     pero se ha de recordar
                                     para hacer bien el trabajo
                                     que el fuego, pa calentar             
                                     debe ir siempre por abajo"
                              
                                           José Hernandez
 
 

        No estábamos tan errados con algunas reflexiones que planteamos hace un tiempo atrás. Hoy nos encontramos profundamente doloridos por todo lo que ha venido aconteciendo en el país. Es una especie de dolor que penetra como un veneno y va minando las resistencias místicas y morales como si persiguiera quebrar para siempre la posibilidad de ejercer una actitud crítica contra el pensamiento oficial.
        Es un dolor que genera confusión, que no alcanza a comprenderse de golpe sino que requiere varias explicaciones.
        Intentaremos desentrañar algunas claves que permitan aclarar el cariz que los sucesos han tomado partiendo de una posición de firmeza y como respuesta a quienes han comenzado a construir un discurso para conformar la "teoría de la opción única".
        No creemos en la derrota del pueblo argentino ni en el agotamiento de sus reservas morales aunque ya comenzaron a proliferar algunas dudosas corrientes de opinión que desempolvan viejas muletillas y a viva voz pregonan que la culpa la tiene el pueblo.
        No es nuevo el análisis que estas abstracciones intelectuales ejercen sobre la teoría de la culpa recurrente a la que sitúan en cabeza de los argentinos. Desde posiciones elitistas vuelve a tomar altura esta zoncera que, para colmo, en tiempos difíciles y ante la confusión reinante suele reclutar adeptos.
        Se ha desatado otra vez la campaña de difamación contra el sentir popular y las posibilidades de realización nacional lanzándose en gira proselitista a recorrer el país, persuadiendo a los obstinados que aún persisten en blandir proyectos alternativos.
        El humor en sincera pincelada vuelve a refrescarnos la memoria con aquella teoría de los argentinos culpables de sus males y todos no reímos de nuestra desventura.  
        Así, entre sonrisas que encubren un dolor lacerante hemos vuelto a internalizar en un lapso muy corto ese regusto amargo que implica asimilar tan vergonzosa condición. Esto es muy claro: quieren que nos avergoncemos de ser lo que somos y pidamos perdón de rodillas por tanto insulto proferido al sagrado pensamiento liberal, que abjuremos esas consignas tan demodé como: "La patria existe", "Liberación o Dependencia" o las burdas apelaciones a una doctrina nacional que se jactaba de sostener sus tres banderas irrenunciables: Soberanía Política, Independencia Económica y Justicia Social. La opción que nos imponen implica traicionar nuestros principios y resignar públicamente los contenidos del solidarismo nacional para suscribir al reino salvaje que día a día sostienen los que se embanderan con la desesperanza.
        Es necesario hacer hincapié‚ en algunas cuestiones para replicar este pedido de rendición que se viene formulando a la conciencia del pueblo argentino.
        Ante la gravedad de la situación conviene serenar los espíritus y proceder a un examen de conciencia riguroso para analizar como se ha desembocado en este pandemoniun.
        Con la asunción de Menem -a pesar del descreimiento  en que había caído gran parte de la sociedad- los argentinos, como en tantas otras ocasiones no pudimos sustraernos a la promesa seductora del verbo creer, con su mágica virtud de engalanar esos momentos tan especiales al desarrollo cíclico de nuestra historia.
        El pueblo a través de ese fundamental instrumento que le otorga el sistema democrático: el voto, exigió un cambio de orientación política ante el marasmo económico provocado en la administración alfonsinista. Creyó que un oportuno recambio de partido político inyectaría renovados bríos al desgaste que padece el sistema como consecuencia del ejercicio del poder.
        Sin embargo, transcurrido un año del traspaso de gobierno, todo parece indicar que la administración justicialista se empantana en un clima de creciente descontento que al igual que le ocurriera a su antecesor durante los últimos meses de su resignado mandato no parece encontrar soluciones.
        Ante los hechos así planteados se impone acudir en la búsqueda de explicaciones que desde el sentimiento y la razón propicien una lectura abarcadora de los mismos elaborando al mismo tiempo nuevas interpretaciones.
        Ha ganado lugar - podríamos afirmar mayoritariamente- la tesis que refiere a una crisis de la clase o dirigencia política, cuyo mayor peligro -por las consecuencias que ello trae aparejado- sería el extenderse hasta la misma raíz del sistema democrático. Esta crisis se confirma con las señales emitidas por una sociedad viciada de incredulidad que observa perpleja como se evapora el consenso depositado en los hombres políticos y como dicho descrédito, se transforma en el argumento que más codician los que repudian la legalidad constitucional.
        La clase política preocupada por el internismo, las negociaciones cupulares y sospechada de corrupción ha desvirtuado funciones encomendadas por el voto popular, trocándolas por beneficios personales que terminan desnaturalizando la legitimidad de los mandatos otorgados.
        Asistimos a la proliferación de un discurso que se aleja cada vez más de las demandas populares y torna al quehacer político una actividad repudiable donde sólo caben el acomodo, la prebenda, la coima y cualquier otra ventaja que permita posicionarse para demandar mas poder.
        Si tensamos la opinión popular encontraremos similares criterios para juzgar el comportamiento asumido por la clase política. Las afirmaciones que aluden a visitas preeleccionarias para conquistar votos, o la entrega de ropa, alimentos y remedios con un espurio objetivo afiliatorio, constituyen meros ejemplos de un panorama que patentiza los límites del descreimiento y la necesidad que impera en la gente de restar apoyo y credibilidad a la continuidad de tales conductas.
        Si pensamos que signos tan vitales como los señalados no son percibidos por la clase política pecaríamos de absolutistas, pues no escapa a nuestro análisis que hay dirigentes conscientes que han advertido el peligro que entraña dicha tesis y empeñan sus esfuerzos en revertirla.
        También creemos, que el acceso a los cargos públicos con objetivos puramente gerenciales ha hecho escuela en algunos sectores de nuestra generación que merced a su juventud -rondan los 30 o 35 años- acceden a los mismos con vicios de origen, enterrando, a partir de ese momento la pureza de ideales que ofrendaron en sus años de militancia en  el llano.
        Por ello, resulta inevitable revisar los contenidos éticos de la militancia y el adoctrinamiento de los cuadros políticos para enderezar estas actitudes que sólo terminan de conferirle a la política la categoría de patraña.
        Podríamos resignar estas reflexiones si nos hacemos eco de una corriente de pensamiento perversa que busca justificar la actividad política por el mero acceso a los cargos públicos, pero si de algo estamos convencidos es acerca de la necesidad de provocar una transparencia entre la visión que el pueblo tiene respecto de su clase política y la autocrítica que esta debe imponerse so pena de encerrarse en un vacío tan soberbio como perjudicial.
        Otra apreciación que se arrima a respirar el aire viciado de este tiempo se entronca con lo que venimos  exponiendo y destaca la facilidad con la cual los grupos de presión y los sectores dominantes invaden los espacios del sistema democrático en una clara filtración y posterior mimetización que los lleva a determinar las orientaciones del discurso político y a capitalizar las situaciones alarmantes.
        Hay quienes atribuyen esta situación a la permisividad que garantiza el funcionamiento de una democracia plena donde se supone, los poderes cumplen sus roles de control recíproco y el disenso esta institucionalizado. Esto es cierto desde un planteo primario, pero no es menos cierto que alentando controles que impongan un recorte de las libertades individuales como pretenden algunos- estaremos socavando las bases que sustentan el sistema.
        ¨ ¿Cómo resolver entonces esta encrucijada que eterniza las discusiones mientras las crisis no da recreos al pensamiento?
        Desde la clase política se ha insistido en culpar a la corrupción como generadora de este caótico estado de cosas, apelando para combatirla, a los principios éticos y morales que cada funcionario público debe ejercitar.
        Desde luego no podemos dejar de  mencionar la poca o casi nula aplicabilidad de la normativa vigente para  castigar severamente la venalidad en los actos de gobierno.
        Ante este cuadro de incertidumbre las respuestas no aparecen y entonces, surgen desde el recuerdo las demandas que la población exige al votar programas de gobierno para que sean cumplidos mientras que desde el presente, el bastardeo que la clase política hace de las mismas deviene en liso y llano gatopardismo ya que se cambia algo para que todo siga igual.
        Retornar a una concepción ética de la política pareciera requerir tiempos plenos y prolongados de funcionamiento del sistema democrático, sin embargo, esta tesis que propugnaba una educación cívica en ascenso merced al afianzamiento de la democracia naufraga en un mar embravecido por la crisis.
        Nos queda también, aguardar que los legisladores dediquen su tiempo a procurar acuerdos de máxima para combatir el flagelo de la corrupción. Esto ocurrirá si existe voluntad política en los hombres de la democracia, aunque actualmente parecen haberse condenado al suicidio como esas especies a las cuales no puede encontrárseles motivo para tamaño proceder justificando así aquellos conceptos de Murena que -pese a no compartir- conservan su escéptica vigencia: "La política perturba, desquicia y altera el trabajo: en la cantidad y en la calidad. Aunque los políticos no tengan la culpa. Aunque no hagan más que dejarse llevar por la fatalidad histórica. Pero es necesaria una resistencia a la política. Suena a antipatriótico, a anticivico.  Sin embargo, es imprescindible esa resistencia a la política. Desoírla, darle la espalda: que se coloque en su lugar...Cuando el fracaso sin precedentes de las excusas de que la política proporciona haga que todo se torne angustiosamente inseguro, cuando en el fondo de nosotros mismos la falsedad de nuestras posiciones se nos abra como una trampa, entonces es posible que nos volvamos hacia nuestro quehacer cotidiano para buscar allí un refugio y un nuevo punto de partida" (29)
        Baudrillard también expresó alguna vez que el problema no residía en la aplicación de una u otra política determinada, sino en "la política" como concepto, como fin, y como elemento organizador de la convivencia.
        Es difícil pronosticar como se sucederán los hechos pero hay signos que evidencian la toma de varios caminos en respuesta a una crisis potenciada por el desorden reinante y la inexistencia de horizontes.
        Se busca parangonar el momento actual como si hubiésemos retornado en el tiempo a la década del 30 y renacieran de cenizas que creímos esparcidas en lugar seguro: la infamia, el estatuto legal del coloniaje, el contubernio, así como el espíritu de los hombres que protagonizaron desde el poder de aquella época las políticas más vergonzantes que haya conocido nuestra historia y que parecen haberse encarnado en muchos hombres del actual gobierno.
        Si es por efectuar paralelismos no cabe duda que los encontraremos, pero nuestro propósito apunta a combatir desde el pensamiento crítico, ese lavado que pretenden efectuarle al pensamiento nacional para quitarle las "impurezas", entendiendo por ello, mantener un ejercicio de impugnación constante a todas las manifestaciones que propugnen vaciar los contenidos históricos que jalonaron las luchas del pueblo argentino.
        Habrá quienes desestimarán -para los tiempos que corren- las apelaciones al pueblo como artífice de su destino y continuarán predicando que el pueblo se equivoca, pero también habrá muchos que no abandonarán la persecución de esos contenidos y harán suyas las palabras de Marechal : "El pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria".
        De la vigencia de esos contenidos se mofan sin disimulo los detractores del pensamiento nacional apoyándose en el triunfo que la idea liberal viene obteniendo en su cruzada ideológica mundial.
        En cuanto a esta nueva aparición del pensamiento liberal potenciado por el derrumbe de las utopías, se afirma también que el egoísmo y los proyectos individuales son los únicos elementos para superar una crisis que la sociedad arrastra por incompetencia y castigo, por haber pretendido imponer sueños colectivos anulando el desarrollo personal, que es tiempo de volver a creer en la persona por sobre los estamentos.
        No es extraño entonces observar como se manifiestan los signos de la incredulidad y la insatisfacción. Al respecto. la crisis comienza a generar conductas como la de muchos compatriotas que emigran en busca de otros horizontes que satisfagan una realización -en sus aspiraciones laborales y para alcanzar un bienestar o seguridad económica- que el país les niega. Sin dudas, otra fotografía del dolor y la angustia que experimentan muchos argentinos desencantados a los cuales no podemos juzgar y condenar sino comprender en la fibra que motoriza sus convicciones. El desencanto se  asocia con la falta de horizontes y la visión del futuro cercano asume consecuencias apocalípticas; se cierran los espacios para incursionar en proyectos personales -en franca contradicción con el auge del pensamiento liberal- y se transforma en ilusoria la meta que vislumbre una comunidad organizada fruto del esfuerzo conjunto.
         La política vuelve a constituirse en blanco predilecto de las críticas populares que no terminan de comprender porque se trastoca el sentido y alcance de sus funciones. Marcelo Pichon Riviere afirma que en la Argentina ha predominado el mito del país autosuficiente obrando esta persistencia como dique de contención a los clamores que impulsan las partidas.(30)
         La creencia de que aquí tenemos de todo y todo se hará aquí, ha pasado a cuestionarse en la intimidad de los argentinos que sobreviven a la crisis en una fatídica angustia existencial. Emigrar parece ser la consigna levantada ante la inevitable sensación de derrumbe sin presentir que otro derrumbe, más terrible, como lo es sin dudas, la perdida de la fe y las convicciones en el futuro del país comienza a instalarse en la conciencia, constituyendo un ‚éxodo triste y amargo, un quebrantamiento moral que denota mutaciones profundas en el sentir y el pensar de los hombres, un dolor ante la comprobación de haber sido derrotados por una escuela de pensamiento que batalló incansablemente para convencernos que este es nuestro triste final, que nuestra incapacidad intrínseca traiciona cualquier actitud bien intencionada y que finalmente deambularemos por las calles sufriendo nuestro merecido castigo.
        La crisis ha desatado una reacción en cadena que impone reflexionar los problemas que requieren inmediata atención, pero desgraciadamente se practica una improvisación malsana que sólo alienta mayor confusión.
        Cuando el panorama se ensombrece desde la noche negra de la historia vuelven a oírse los ecos que apelan al orden y la seguridad, al control y la represión, recursos eficaces para sofrenar la conmoción interna y la crisis institucional.
        Entonces nos preguntamos ante lo complejo del paisaje, cuales son las posibles salidas que nos quedan?
        La primera impresión que brota incontenible es que asistimos al incumplimiento liso y llano del programa votado el 14 de mayo de 1989. Esta afirmación es confirmada con la realidad de los hechos, pero nos duele -como peronistas- cargar una cruz por animarnos a expresar disidencias que no obedecen a extremismos de ninguna clase así como tampoco a simples coqueteos intelectuales.
        No es posible admitir que se nos señale la vereda de enfrente para ejercer manifestaciones críticas. Una gran cantidad de militantes ha renegado de la lucha por considerar inútiles los esfuerzos emprendidos y esto confirma que se cierran los espacios participativos debido a la resignación de un proyecto que cosechó voluntades dispuestas a asumirlo.
        Si no se producen cambios urgentes en la orientación adoptada los caminos que se vislumbran conducen al fracaso. La pasividad del pueblo es alarmante mientras tanto, algunas interpretaciones le enrostran pecar de manso y masoquista, de no tener los genitales necesarios para levantarse y hacer oír su voz.
        Cuales son entonces las poderosas razones que impiden la producción de grandes movilizaciones populares que con su presencia activa plebisciten las conductas de sus gobernantes. Sin lugar a dudas, la carencia de conducciones o voces claras que transmitan confianza. Por otro lado, el repliegue que cada sector efectúa para encerrarse en si mismo, en una virtual táctica de autodefensa.
        Hemos vuelto a encerrarnos en cada quinta individual para plantar protestas sin eco mientras en expectante vigilia crecen los interrogantes en la incertidumbre.
        Mientras este estado de cosas no sea revertido continuaremos un peregrinar sin destino que no cesará de jaquearnos agazapado en su impunidad.
        Nos queda el tiempo para consumir paciencia y nada garantiza que la prudencia se mantenga como aliada.
        El pueblo mientras tanto recibe elogios y denuestos, Con los primeros se lo felicita por la calma y la madurez para soportar el brutal ajuste económico, mientras que los últimos importan una crítica por aceptar mansamente el avasallamiento de los grupos dominantes.
        Nuevamente las respuestas desesperan y de nada servirá adscribir a las críticas acérrimas como a los gestos obsecuentes. Una vez más, hacemos nuestras las palabras de Jauretche que soplan como un viento fresco y reparador ante el calor de las disputas estériles "Yo no espero nada de decisiones milagrosas ya que todo vendr  de esa voluntad y de esa inteligencia argentina que hace a nuestro pueblo más fuerte cada vez que quieren quebrantarlo".
                                       
NOTAS
29.- Sur Nº 248 Septiembre- Octubre de 1957 
30.- "Yo no me tomo el buque" en Clarín del 23 de Febrero de 1990, pag. 11
       
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Palabras Clave: Reflexiones crisis Argentina

Categoría: Ensayos

Subcategoría: Sociedad


Creditos: Jorge Dossi

Derechos de Autor: Reservados


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Jorge Dossi

Comentando por vez primera mi texto mas leido hasta el momento que, para mi sorpresa, fue escalando posiciones y desplazando otros favoritos (al menos para mi)
Volver sobre el pasado, parece interesar, esta de moda. En realidad debieramos convenir en la necesidad de explorar aquello que nos paso y porque, para luego reformular y enfocarnos en las soluciones, en las posibilidades de consensuar proyectos. Claro que no es tarea facil. Estas humildes reflexiones pronto cumpliran 20 años. Habra quien podra o querra -eso es discutible- parangonarlas con el momento actual y esta en todo su derecho. Podria anticipar que no creo en ese parangon pero eso ya forma parte de las posiciones politicas que adoptemos frente a los hechos. Lo interesante es debatir con altura, proponer, trabajar y plasmar. Diria que es muy facil escribir conociendo o teniendo cierta informacion a mano pero la realidad y el pueblo -que en definitiva juzgaran los hechos a la luz de historia- daran el veredicto. Podriamos agregar que pese a las posiciones que adoptemos, tanto aqui como en el resto de Latinoamerica, la informacion con la que hoy se cuenta para cuestionar a los gobiernos se ha democratizado bastante, pero tambien ello conlleva -en muchos casos- a un monopolio informativo por demas pernicioso que so pena de pretenderse independiente, no dudará en exacerbar las pasiones a la hora de juzgar las conductas de nuestros gobernantes.
Les envio a todos mi saludo
Jorge
Responder
February 05, 2010
 

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