Junio 10 de 2024
Cada mañana al despertar
se regocijaba mi alma de gozo,
de felicidad.
¡Era tan solo el mirarla para
poder exclamar que ella era
la rosa ,¡la rosa más bella del
lugar!.
Erguida en lo alto del tallo, 
lucía su belleza entre pimpollos 
de su corte real que la rodeaban
para que ella su belleza pudiera
mostrar.
Su frágil y esbelta silueta era
una perfecta Obra de un Orfebre
que en el cielo habitando está.
La esencia perfumada se esparcía
por el aire y hasta mi habitación
llegaba para que cuando yo 
despertara extaciada la pudiera 
contemplar. 
Sus pétalos cuales rubí de rojo
terciopelo recibían el beso que
el rocío les dejaba cada mañana
al llegar.
El sol los mimaba todo el día
y un ponchito de tibieza les dejaba
para que se abrigaran de noche
hasta que el pueda regresar.
La brisa los mecía con infinita
ternura en su suave pasar.
Cada mañana al despertar
se regocijaba mi alma de gozo 
y felicidad...Pero una mañana,
la rosa más bella, ¡la más bella
del lugar apagaba su vida y ya
nadie la quiso mirar !.
El otoño la había cubierto de falsas
y doradas fantasías de amor para
luego dejarla en poderosas garras
del invierno implacable ante su
dolor. 
El tiempo arrancó su belleza.
El tiempo mutiló su corazón.  
El candor de esa rosa entre mis
trémulas manos su última huella
dejó.
Y nuevamente se regocija mi alma
de gozo y felicidad al ver en aquel
tallo, ya casi cuando el pincel del día
pinta su claridad, el más bello RETOÑO
de una rosa comenzando su respirar..
                      Raquel C. Zurita