No sabes qué es amor, hasta que experimentas el verdadero. Se puede pasar por bastantes sentimientos similares, unos más que otros, algunos definitivamente no y con quiénes intentarías de nuevo un sí. Los existen aquellos que te marcan de por vida y duele recordarlos, otros que plasman huella y la mantienes intacta para que no se borre. Experimentar el amor en todas sus formas es maravilloso, no todos corremos con la dicha de penetrar hasta los huesos. Ahí, justo donde casi nadie puede y tal vez donde sólo uno quiso y ni cuenta nos dimos que se ha establecido por eso ya nadie más podrá. No sabía que existía uno con todo lo mencionado, uno que fuera como tú. Y ni siquiera sabemos cómo es esa persona destinada para uno. Me equivoqué muchas veces, terminé confundiéndome, otras tantas logré poner claridad, orden y distinguir cuál sentimiento pertenecía a quien. Tampoco sabía que ese amor no quiere hacerse notar, no sabes qué está, no te das cuenta por ti sino por alguien más. Como era de no esperarme, estaba ese amor en una persona que inició como un desconocido, pero se convirtió en mucho más que amigo. De ese que a ratos se va transformando y sube de intensidad. Surgió un amor disfrazado de amistad, pero pusimos límites, no sé cómo aprendimos a respetar. Tuve un amor que dejaba de ser un conocido para ser una pareja ideal, ese amor, de esos camaleones en el que puedes encontrar amigo, amante, esposo, compañero, consejero y hasta un jefe. Tenía de frente a mí ese amor, pero no podía perderlo, el que prefería mantener con vida a matarlo por dentro. Estaba un amor queriendo decir, pero en silencio pintaba mejor. No hubo uno antes como ese amor, el que quisieras tenerlo así ni muy de cercas, pero tampoco alejado de ti. Uno de esos que te cuida como tu mitad, aconseja como amiga, cela como de su propiedad, uno de esos que te deja ser libre y respeta. Hubo uno con el que preferí fingir amistad, pues de ser algo más, las cosas terminarían mal, uno de esos amores imposibles de concretar y lo que a ratos aceptamos darnos no se tenía que reprochar. Un amor platónico que lo ves infinito y lo has contemplado en tus manos, tuve un amor bonito de aquellos que perduran y accedí a romperlo en ocasiones para no engancharnos uno a otro. Un amor sin pena, pues cada uno cometió sus errores y a la vez orgullosos de ser nosotros. El amor que tuve de esos pasionales, que apresuran el tiempo para no enviciarse, miradas que lo dicen todo y con un gesto lo callaban. Un amor soñado perfecto y mantenerlo así sin presionarlo, tampoco me hizo llevar prisa, pero quería que el tiempo se fuera volando, uno que me hizo volver a él, aunque lo intentara con otros. Sí, existen amores que te hacen saber que no habrá algo formal y que tampoco estarás mejor con alguien más, quien acepta verte feliz, y en ocasiones se condenan. Ese amor que lo sabía el entorno y nosotros ignorábamos, pero nos mantuvo a los 2. Sí, sí tuve el amor deseado, sí encontré lo que buscaba. Lo supe de la nada después de tanto. Pero lo vi ahí, nos vimos con otros, otras, ir y venir, fingiendo estar bien y solo juntos estuvimos mejor. Como dicen, juntos más no revueltos. Ese amor que no está como quisieras, no porque no se pueda, solo que se estropearía si se volviera a cruzar aquella puerta. Ese amor que es bonito retirado, pues de cercas no basta ser contemplado, un amor sin exigencias, pero se da todo. Uno que no pides, no esperas. Aquel amor que te conoce, aunque no lo demuestre, que sorprende sin ser fecha especial, uno porque sí y por qué no también, porque se pueda o porque se quiera. Un amor que no encontraremos otra vez y preferimos quedarnos como estamos para estar siempre, a uno fracasado por querer intentarlo y terminar perdiéndolo todo. Quizá un amor que nunca nos atreveremos a confesar del todo y si lo hacemos, todo volvería a cambiar. Uno que no quiere sentir presión, obligación, pero al vernos los dos, late fuerte el corazón. Uno de esos que es paciente, que necesita, que se respeta el espacio sin perturbar, sin confundir, ni revolver algo del otro. Un amor que de la nada separa todo y se mantiene a raya. Un amor que dice mucho con el silencio de las palabras, con su presencia y sobre todo sus miradas. Ese amor que no pensé tener, encontrar, vivir, conocer, disfrutar, uno tan mío que prefiero saberle volar lejos, a tener que verle encerrado viéndole de frente. Uno que mantiene en equilibrio mi ser, no altera mis impulsos, no perturba mi mente, no crea ilusiones falsas, el que no me hace pedir o incluir en mis días. El que está porque le da la gana, uno fugaz pero verdadero, de esos que pasan una vez en la vida, y que no te acelera para poder tenerlo. Amores que te dicen que no somos de nadie y el mundo es nuestro, que no te irás de él, pero tampoco llevarlo contigo, un amor confundido, otras veces más centrado, algunas más odiando, rechazando y otras tantas agradeciendo. Amores de esos que no le exiges a Dios para que los deje o te lo de, pues nadie nos pertenece. Pero, probablemente en un momento inesperado te lo obsequien.