No hay amigos aquí: no los busques.
         Tan sólo personas virando en sus espacios.
          Te quitaron la palabra y giraron los ojos.
           No entran a tu rincon a atarte o respirarte, ni dejan comentarios bien habidos.
            Todo árbol aquí comienza en brevedad  y vira encima de su eje libérrimo,    
            del espacio que espesó esta junga tácita.
            Los vientos se vacían en la tierra:
            Viniendo del centro de su música: tentándose...
            Con toda la virtud contenida en lo lozano,
            alzo un mínimo grito: un sesgo de gemido apenas,un germinal resuello.
            las estaciones se labran y se pierden como las transparencias de los lotos,
           en la cajita de éteres del trovador pagano que la olvida:
            y se cree prólija gaviota que nace en el levante y me mastica entero: pececillo, 
           Aquel que no respeta el color doloroso que exhuda el alarido ;
            ( Parece Boa de boato que acecha en claroscuros cubiletes                                           y le va deglutiendo como el pan adelgazado de los pobres ). .. Este se traga si no hay dientes.
            Se pone la palabra agachada aqui y la providencia basta la encamina,
            por tácitas gavillas que se explayan en reductos y mares de sub cuevas.
            Si me leo mi Alter Ego ya me leyó desde antes y palpó y puso sobre mí llovizna.
           El soplo bajó y luxo los hombros del esclavo, rompiendo la exclamación de sus elipses:
           Viento que vuelve espuelas al caballo y que te absuelve de locas permanencias.
           El aire flageló los vértices del mundo, llenando mis vocales con sueños primitivos.
           Su cuerpo traslúcido de mala gana germinaba sobre aquellos que descrean alfabetos.
 
  Alguien pasó, miró la letra cundida de andanadas, prosiguiendo en sus zancos al exterminio:
        Los lamas con sus vestidos cuneiformes, hecho de luz agua y relampago ya humeaban.,
                  mientras sus risas al Buda y a sus apoyos sostenían,
 

 
             proseguían al templo: montículos de llamas y coloquios de cenizas:                               no podían con el dolor de haberse encandilado su mundo y esfumado entre dos tréboles.            
               Pero aquí nadie comenta y el comentario se enreda en el mutismo,
               para que nadie se incline a ser de otro y vele entre aserrines sus memorias,
               con la paz y la calma de la lenta pagoda , ya hecha brasa y vuelto a su arquetipo.