IDA Y VUELTA - Pecados de Juventud - Jorge Dossi 1990
Publicado en Oct 16, 2009
Prev
Next
Image
                       "Tenía unos pocos sueños iguales a
                        los sueños que acarician de noche
                        a los niños dormidos".
                                               Raúl Gonzalez Tuñon
        Una buena forma de inaugurar la primera autocrítica seria es arribar a los treinta años perseguidos por los fantasmas existenciales que nos acosan requiriéndonos un balance, un inventario de nuestra juventud respecto del cual debemos desprendernos para vestir nuevas condiciones de convivencia, para esgrimir una sensación de examen aprobado.
        El ingreso a la adultez se vivencia como una opresión merced a la dominación que ejercen los cambios producidos en la conciencia frente a las actitudes rebeldes de un pensamiento que comienza a cuestionar las virtudes y defectos del sistema. Así, es frecuente toparse con algunos memoriosos que apelan a la gradación por la cual inevitablemente tiene que transitar el joven revolucionario de veinte años que luego se convertirá en burgués a los cuarenta y terminará a los sesenta siendo un digno exponente conservador.
        Esta apreciación que tanto combatiéramos en nuestros años mozos, desnuda un perfil profundamente reaccionario que tiende a instaurar una lectura del pensamiento por etapas en un decurso terminal y fatalista.
        Se propone asumir con un tenue asentimiento que el destino nos tiene marcada una senda y que ingresamos a ella mediante un contrato de adhesión, es decir, que aceptamos las condiciones de antemano suscribiendo a una visión de la vida cuyas características y estructura resultan  incuestionables.
        Esta es la trampa que hay que desenmascarar. El desarrollo de una idea en la mente del joven no debe coartarse cuando la misma se encarna en una sucesión de hechos que la legitiman, pero se ha querido pautar ese desarrollo para impedir que su fuerza arrolladora persista en la voluntad.
        Veamos el caso de la idea de liberación y confrontémosla con la gradación antes referida. Observaremos que su significado es aprehendido si es enarbolada en tanto manifestación de vida del joven, a pesar que la doctrina descalificadora afirmará que las apetencias burguesas no tardarán en sustraerlo de su compromiso con la idea de liberación para marcarle rumbos distantes con el latir de su vocación.
        Nuestra juventud ha vivido en cada generación esa búsqueda torturada de su identidad como un acontecimiento relevante para fijar en la conducta una actitud crítica frente a la vida, pero lo que ha perdurado para entorpecer la profundización de esa actitud, es el enfrentamiento entre quienes predican la muerte de los viejos ideales con los que aún profesan el culto al posibilismo.
        Se nos ocurre pensar en otra astuta maniobra de confusión que la intelligentzia ha instrumentado para alentar las discrepancias en una nueva demostración de su poderío y su desdén por las transacciones.
        Nuestro análisis va depurándose y persigue abordar con humildad intelectual el controvertido cuestionario que se le plantea a nuestra juventud a través de algunas consideraciones y en la convicción de que arrimando al debate estas cuestiones se irán encontrando los hombres.
        Introduciremos el pecado en tanto esencia maldita que desvirtúa la gradación defendida por los reaccionarios.
        Este pecado de juventud se articula como una conducta opuesta al sistema y fabrica dialécticamente una toma de conciencia radicalizada a la cual le resulta insoportable convivir con el fracaso, el desaliento y la claudicación.
        La creación constante de mecanismos mentales que revisan las posiciones asumidas procura respuestas para cada desazón.
        Contra los pecados de juventud se han pronunciado -en un proceso de franca disculpa- aquellos exponentes que en su tiempo los padecieron.
        Creemos que dicha actitud los fortalece en el convencimiento de que la gradación: revolucionario-burgués-conservador, se mantiene intacta sin que peligren sus piedras filosofales.
        Pero más lamentable que atribuir el pecado a los desencuentros de la conducta, resulta el hecho de  fomentarlo, induciendo a la juventud a recrear sus ideales para justificar su misión de inaugurar la gradación de referencia. Al respecto, José Enrique Rodó afirma que "no bien la eficacia de un ideal ha muerto, la humanidad viste otra vez sus galas nupciales, para esperar la realidad del ideal soñado con nueva fe, con tenaz y conmovedora locura. Provocar esa renovación inalterable como un ritmo de la naturaleza es en todos los tiempos la función y la obra de la juventud".
        Cabe entonces preguntarnos si esta renovación inalterable y natural constituye un ciclo destinado al envejecimiento de las ideas en la mente de nuestro joven para apartarlo prematuramente de inquietudes y compromisos trascendentes o sólo persigue tolerar pecados que posteriormente serán redimidos con festejos cuando esté cercana la hora del renunciamiento.
        Siguiendo a Rodó, si la juventud se asemeja a un ritmo triunfal, "Hay veces en que por una alteración de ese ritmo triunfal, cruzan la historia humana generaciones destinadas a personificar desde la cuna la vacilación y el desconcierto".
        Por ello, volver la mirada a nuestra historia pasada, nos permitirá situar esos ritmos triunfales que marcaron crecimientos en la conciencia de nuestra juventud impulsándola a garantizar con su presencia activa las transformaciones que el país requería.
        Así pasaron la generación romántica de 1837 que asignaría a los jóvenes un papel protagónico al vehiculizar sus inquietudes políticas y literarias. La generación del 80, artífice de un ideario económico y político que transformó la estructura del país, las juventudes que crecieron al calor del radicalismo yrigoyenista como F.O.R.J.A, que combatieron lúcidamente contra el proyecto oligárquico en plena década infame; y más cercana en el recuerdo y el dolor, la generación de 1973 con su mística y su pasión
        No pretendemos juzgarlas por su actuación histórica, sino referenciarlas como antecedentes de una voluntad superadora en su tiempo. Asociemos su aporte con la intención de desentrañar los proyectos que procuran impedir esa transmisión de experiencias, luchas y emociones que nos hacen palpitar la certeza de encontrarnos imaginariamente unidos en una línea conceptual irrenunciable.
        Y de la estética de Rodó que pareciera sumergirnos en una ensoñación etérea donde la juventud se alza majestuosa conteniendo la pureza del ideal jamás transgredido, nos vamos a bucear por otras profundidades en busca de otros pecados.
        Durante la época dorada del "Proceso", en las conversaciones sobre el compromiso político de la juventud, y en abierta crítica al comportamiento de algunos  sectores juveniles -fundamentalmente vinculados a la izquierda peronista y marxista- durante el período 1973-1976, se dejó entrever una indiferencia producida por varios factores que incidieron en la opción por una manera de asumir la existencia.
        Estas apreciaciones, las relacionamos con la situación de muchos compañeros de militancia que acusaron quiebres emocionales y desgarramientos de sus convicciones ante el fracaso de una experiencia tan vívida como asumida.
        No podemos negar la existencia de un enfrentamiento entre los propios sectores juveniles bajo el leiv-moitv de la militancia consecuente con los ideales, que propuso crear algo así como un ente superior que en virtud del compromiso asumido se erigió en el esclarecedor de oscuridades.
        Quien militaba políticamente era un ser comprometido, pues hacía de la militancia la última ratio para justificar así la condenación del sistema en el que estaba inmerso; en cambio, quien no lo hacía resultaba un desconectado que por esa sola razón no comprendía nada y por lo tanto no era útil al proyecto.
        A pesar de los extremos que analizamos, y atento podemos admitir que el cuestionamiento encierra razones como discrepancias, subyace en el mismo, el contenido solidario de la mística juvenil que no fue rescatado como alternativa para sofrenar el desencuentro.
        La solidaridad siempre estuvo presente aguardando la comprensión y el acercamiento de la juventud militante para con la que no lo era.
        Ocurrió que la vorágine de la participación y la toma de conciencia sobre la incidencia de la acción política eclosionó en sectores juveniles que presintieron ser elegidos para comandar una cruzada divina y que, en la reacción natural que dicha actitud reflejaba en los ánimos, no atinó a reparar que su tozudez principista desguarneció a otros sectores hacia los cuales la intelligentzia enfiló -en una operación psico-sociológica- para sembrar incertidumbres y provocar resquemores.
        La conducción político-militar que privilegió la gimnasia militante y el adoctrinamiento de cuadros que fueran fines en sí mismos y no instrumentos solidarios para captar la participación y el compromiso, fue la que con mayor énfasis ironizó acerca de las inquietudes que conmovían a los sectores juveniles a los cuales no se dudaba en tildar como idiotizados por la propaganda del sistema.
        Por aquellos años del período 1973-1976 muchos jóvenes, alejados del compromiso que imponía la militancia política buscaban otros rumbos, y si bien los códigos del encuentro distaban de ser los que hoy conocemos, la conquista femenina, la rueda de amigos en un café o un paseo noctámbulo confiando un dolor intimo adquirían caracteres épicos, quizá tan épicos como pegar obleas de Montoneros en los trenes o acunar en las manos el Diario del Che en Bolivia.
       Pero esas "desviaciones" no conmovieron a la militancia sectaria que sólo veía como sus pares generacionales se convertían en instrumentos de la colonización mental.
        Podemos acordar en que fueron tiempos de absoluto cuestionamiento, pero no es menos cierto que quienes se jactaban de estar "esclarecidos" tenían la mayor responsabilidad de inducir los comportamientos y canalizarlos hacia direcciones positivas.
        Todo se reducía entonces a que los esclarecidos debían quitarse las anteojeras. Así, mientras Johnny Rivers despertaba incontrolables emociones con su legendario John Lee Hooker, por otro lado, Roque Narvaja cantaba "Es Octubre quien manda en la calle/son los cambios que deben llegar/es América toda una madre/de su vientre saldrá el salvador que nos guiará.", Y no tenía porque existir una contradicción que enfrentara las emociones ya que muchos militaban y bailaban al compás de un crecimiento que no abrigaba concesiones.
        El pecado de juventud también fue criticado en tanto efecto acelerador de impulsos desmedidos. Se atacó la rapidez de los emprendimientos, el aquí y ahora de tantos proyectos luego truncados.
        Si hubiéramos tenido la capacidad para asimilar aquella voracidad por receptar todo lo que caía en nuestras manos; si hubiéramos tenido la claridad para interpretar la sutileza con la que orquestaron sus planes los enemigos de la patria, quizás las cosas hubieran ocurrido de otro modo; quizás no harían falta estas reflexiones que admiten el beneficio de la duda, porque muy en el fondo creo que nuestro pecado es y ha sido siempre la juventud, lo cual no tiene que estigmatizar un arrepentimiento, sino por el contrario, patentizar la valoración de las experiencias para proyectar con ellas la generación de próximos desafíos
        Hemos oído decir que la juventud es un mal que se cura con el tiempo y enfadados contestamos irónica e irreverentemente que la vejez se cura con la muerte. A veces parece que la juventud nos abandona cuando en la vertiginosa carrera de las ambiciones personales  mimetizamos en el sistema nuestras propias y auténticas rebeldías.
        También nos han dicho que siempre seremos jóvenes en algún rincón del corazón, lo cual presupone que en orden a lograr una armonización entre lo sentimental y lo cerebral, receptaremos las innovaciones que implican un crecimiento de la personalidad, un lenguaje más prolijo y una adaptación ordenada a los cambios.
        Hacia el corazón se encaminan entonces los impulsos creativos que antes nos ocuparan, como la sensibilidad por las causas justas que arrancaban una condena lapidaria a la inmoralidad del sistema y que ahora muchas veces se convierten en afirmaciones que reniegan del pasado.
        Algunos terminarán afirmando que todo siempre fue igual como si adscribieran a la repudiable escuela de la vejez prematura mientras que otros se lamentarán haber sido engañados por revoluciones y dirigentes que traicionaron sus principios.
        Nos queda como saldo considerar las posibles respuestas con las que se responderá a estos quiebres emocionales.
        Como decíamos al principio, en el camino hacia la adultez -que mucho le debe en estas reflexiones a esa orfandad solidaria a la que hicimos referencia en tanto quedó desguarnecida por errores tácticos de la militancia sectaria- es por donde debemos conducir los pensamientos que permitan sincerar lo que otrora fueron tristes desencuentros.
        Esto reviste vital trascendencia no sólo para corregir lo que pueda obrar como un imperdonable pecado de juventud, sino para construir una alternativa estratégica que evite futuras rupturas generacionales y que al mismo tiempo, dote a nuestra juventud con la pureza del ritmo triunfal que le asignara Rodó y con la convicción de que es posible hacer realidad aquellas consignas del mayo parisino, que hoy son puestas en tela de juicio ante el eventual fracaso de las utopías revolucionarias y la entronización de una cultura posmodernista carente de todo compromiso trascendente.
        No se puede abjurar de la imaginación al poder cuando el pensamiento futurista y los cultores de la posmodernidad nos incitan a crear mecanismos idóneos para afrontar la crisis.
        En que quedamos entonces: ¿Hay un entierro de las utopías merced al remanido y anquilosado discurso del marxismo clásico o el liberalismo con admirable sutileza ha modelado sus viejas aspiraciones reactualizando sus contenidos con visos de credibilidad?
        Las respuestas desesperan. El tiempo transcurre y algunas aproximaciones tienden a sugerirnos  -para mayor preocupación- la confirmación del interrogante.
        El hecho de olfatear la cercanía de la ola basta para dar comienzo a un proceso que debe procurar revertir la penetración masiva de una concepción de la vida que volverá a montarse sobre la predilección del destino individual haciendo gala de su más absoluto desprecio por la comunidad organizada.
        Hoy como siempre, la juventud, despojada de los sectarismos que antaño padecieron algunos sectores tiene que sumar esfuerzos, aunque los mismos se canalicen en diferentes concepciones doctrinarias pero que a su vez, posibiliten mantener una unidad conceptual en la defensa de la vida y el hombre como metas irrenunciables en la construcción de un país y un mundo cada vez más justo y solidario.
       
         
       
__________________________
Página 1 / 1
Foto del autor Jorge Dossi
Textos Publicados: 1088
Miembro desde: Sep 18, 2009
0 Comentarios 368 Lecturas Favorito 0 veces
Descripción

Palabras Clave: Pecados juventud historia politica destino pais pasion lucha

Categoría: Ensayos

Subcategoría: Sociedad


Creditos: Jorge Dossi

Derechos de Autor: Reservados


Comentarios (0)add comment
menos espacio | mas espacio

Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.

busy