Ya no están los poetas que hicieron el pasado,
  la brillantez de ellos despertaba a las líneas.
  Tenían la multiforme potencia del esdrújulo,
   la exquisita cadencia que cremaba a las nieves.
   Hacían a los nardos volverse maravillas
   y sus sonoridades hacían que las furtivas 
   se sintieran en brazos amorosos de pajes :
   eran todo preludios envueltos en decoros
   donde las amatistas se rodeaban de oro
    y graznaban las perlas en cuellos alargados
    donde la picardía envolvía a los prelados
    enfundados en trajes de preciosos vizcondes
    los minue tomaban las gamas en los bailes
    y las princesas llevaban atuendos primorosos.
    En la sala la corte iba de dama en dama
     encendiendo romances cómo tremulas ramas
     y su virtud perdían, a ratos, las marquesas.
     Todo era primorosos en la clara lujuria
      en que el sátiro era señor de los antojos
      Y momentos en que Eros se mostraba indomable;
       en las caras de gusto que se hacía palpables 
        Las ruecas se encontraban lejanas y vacías:
         Saltaba la armonia en orondos violines
         saturando el instante de un momento voraz.
         Eran las madrugadas para entregarlo todo
          aunque las beatas después de los desplantes
            entregaran sus cuerpos como rosas fragantes 
            volviéndose la fiesta vilipendio auroral.
             Y los grandes poetas que fueron compatriotas
             de luchas que dejaban festines y derrotas
             escribían con plumas cargadas de su sangre:
             Hoy aquellos gigantes ya no pisan los pastos: no es el mismo color que tenía el alabastro, que despuntaba en sus lustrosas charreteras totales, que daban a los versos la razón de sus grises. Muchos ya han descansado en pesadas raíces y son parte del polvo que una vez rodearan, con sus voces que hacían quebrantarse los cielos.
          Han partido Titanes a sus mundos extraños, y la mareas tenues y bravas los fulminan, mientras solo yo quedo entre los aprendices, que jamás aspiraron a mojarse en sus hojas y en este momento en que el cielo me oprime, y no puedo ser rosa que porten paladines, los extraño y añoro como a inmensos tesoros, como la golondrina que se siente marchita, abatido por duras certezas infinitas, pido a Dios que me entierre entre huesos de alcurnia. Soy sólo lo que queda de lo que fue quimera más tendré como ellos, mi partida certera!