GLORIAS Y ANGUSTIAS DE LOS MAESTROS RURALES
Publicado en Oct 12, 2009
Glorias y angustias de los maestros rurales
Enmarcada en un silencio casi virginal, rodeada de cerros verdes de cultivos o monte virgen y una tierra roja y fértil; con un azul en lontananza que invita a la reflexión, en parajes desolados y agrestes con caminos ariscos para la circulación de vehículos, por donde a veces por delante pasa un carro lento como el tiempo de quienes esperan el fruto maduro de la cosecha: allí se levanta la escuela y ella anida un prócer de épocas siempre vigentes: él maestro rural. Con suerte, si su escuela ha logrado que se apliquen las líneas compensatorias de la Ley Federal de Educación podrá anotar entre sus glorias un edificio nuevo y prolijo, con abundante material didáctico, lápices y cuadernos para sus alumnos. Y entre sus paredes los mismos niños descalzos que asisten a la escuela interesados por el comedor escolar, por la novedad de los materiales pero con las mismas necesidades de siempre: el casi nulo precio de los productos la misma cultura arcaica de casi mil años atrás, de sacarle a la tierra sus frutos con arados tirados por bueyes, de transportar sus productos con carros, de cosechar a mano en las laderas de las sierras, de luchar contra la seca el granizo, el mismo acopiador. En ese ámbito el maestro se hace uno más, sufre con dolor los dolores de la gente, siente en sus entrañas las necesidades y ha veces las palia consiguiendo ropas y calzados, pidiendo que en la escuela se vacune a los niños para que no tengan que ir hasta el pueblo, y puedan ejercer este elemental derecho de la vida. Que se dé agua potable, que haya buenos caminos, Sala de Primeros Auxilios y otros beneficios, como la cancha de fútbol, el salón comunitario. En las fiestas patrias reúne a todos y los hermana bajo el paño celeste y blanco. Suma a su labor de enseñar el alfabeto y calcular; la de ser escribano para hacer contratos en algún "brique" entre vecinos que suele ser el cambio de bienes por productos, o servicios por bienes; porcentajes de cosechas entre otras. Juez, cuando debe ser árbitro en alguna disputa; enfermero en los primeros auxilios, ambulancia cuando la serpiente pica a alguno, compadre cuando nace algún niño, acólito del cura de la capilla cercana. En síntesis un apóstol que alegra y anima la vida de la colonia. Sin embargo ve con tristeza como su escuela no recibe las partidas de comedor escolar y comienza a notar entre sus angustias un largo rosario al que agrega por este motivo el ausentismo y el fracaso escolar. Extrema esfuerzos y estrategias pero los niños pierden el interés de asistir a la escuela ya que no estará esperándole la galleta cotidiana ni el guiso sabroso y nutritivo, que atenúe la caminata a veces de hasta cinco kilómetros. Lo carcome la incertidumbre de no saber si sus alumnos que culmiman la EGB 2 tendrán la posibilidad de contar con profesores itinerantes, para continuar en su colonia la EGB 3. Además ve con tristeza que la bonificación por zona desfavorable que premiaba a su esfuerzo de prestar servicios, tan lejos se convirtió en una daga contra suyo, ya que esa suma lo convierte en uno de los tantos que se le practicará el descuento del IETE, y luego arriba aún el 13 % restando una importante suma a sus ingresos, a pesar que es el fruto de una carrera y no el favor político. Y allí mismo se menguará su posibilidad de llevar a sus alumnos algún regatito para el día del niño. Y contribuirá una vez más con su sueldo a pagar el aumento de dieta de los diputados, gastos extravagantes y superfluos de los funcionarios provinciales y los jueces y ahora según dicen la obra pública provincial. No podrá ponerse al día con las cuotas del auto que tiene como único trofeo de una larga vida de trabajo, que es a la vez su principal herramienta para asistir diariamente a sus funciones, ni hacer disfrutar a sus hijos de unas justas vacaciones... Por eso tal vez esta carta sirva para que los gobernantes devuelvan sino el IETE, por lo menos el 13 % a los docentes y especialmente a los rurales que por tener bonificación por zona son los que más aportaron. Así cuando se reinicie el ciclo lectivo y con él la magia que tiene la escuela en la zona rural, el maestro reste a sus angustias la espera del 13 % y pueda iniciar sus labores con alegría. Allá en el paraje lejano, suena una campana, esperemos que no sea de palo.
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Diego Lujn Sartori
he marcado tu comentario como bueno.
Acá lucho siempre a favor de los niños. Ahora soy Supervisor pero siempre, siempre y sobre todo soy maestro.
Saludos.
Diego
rocio nava