No se ha callado la sangre de aquel
suburbio aplastado por la furia.
La traición se pasea entre abrazos,
distintivos y discursos, y en la noche,
reina majestuosa una calma de matanza.
Descansan las armas en los pastos quemados
fumando su ansiedad de pólvora.
Otros planes se avecinan.
Otra noche se embarca en ritos temerarios.
Otros grillos precavidos adivinan los pasos.
Otra insensatez esparcida en la dirección de látigo.
No se ha callado la sangre.
No se callará la sangre.
En los suburbios florece el cáncer que las
armas pretenden extirpar.