IDA Y VUELTA - Exegesis de un Exilio Inconcluso - Jorge Dossi 1990
Publicado en Oct 08, 2009
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                    EXEGESIS DE UN EXILIO INCONCLUSO
                     "Nunca te me acabarás Buenos Aires
                      y me darás temas para rato hasta
                       que el sentimiento se me haga
                       pedazos en tus encantadores
                       accidentes de tráfico"
                                 Nicolas Olivari
    Si la magia de la vida estaba en las creencias y el arte de la vida consistía en creer que los sentimientos arraigados no sólo podían contrariar nuevas creencias, sino también plasmar teorías trascendentes, que distinta hubiera sido la historia de los argentinos; Que descollante el tránsito de un pueblo consustanciado con sus tradiciones y al mismo tiempo, replanteándose su identidad cuando las corrientes universalistas desembarcaran para sembrar  influencias en su temida avanzada de política cultural.
   Pero nuestra tierra generó almas cuyas extrañas y heroicas virtudes no siempre coincidieron con la vida ni mucho menos con las creencias.
   La Revolución de Mayo, por ejemplo, inauguró un estilo en los enfrentamientos por diseñar el destino del país y originó una vasta literatura interpretativa de sus hechos, protagonistas y alcances.
   La intención de estas páginas no se propone especular ni agregar condimentos a la polémica, sino ubicar un punto de partida que podrá ser cuestionado, pero por sobre todo pretende referenciar e ilustrar esa pasión argentina por la disputa de espacios en la reflexión nacional.
   Los argentinos nos hemos caracterizado a lo largo de la historia a polemizar frecuentemente sobre el sentido de la pertenencia, el arraigo a las tradiciones y la mentada idiosincracia.
   En la búsqueda de una superación interpretativa en torno a las expresiones que reniegan respecto al "modo de ser argentino" y las que se enorgullecen de asumirlo en el camino de sus sueños y ambiciones, tropezamos con una veta apenas explorada en las investigaciones profesionales: "El exilio inconcluso".
   Podríamos concebirlo como un viaje voluntario o forzoso por el sentimiento y la razón que desmenuza raigalmente la vida y las creencias. También contiene otros elementos que pueblan su continente a saber: El crecimiento del ser y su adaptación a una geografía hostil, la lucha interior contra la despiadada opresión que persigue el abatimiento moral.
   No intentaremos señalar cuando comienza este exilio ni de que manera. Trataremos de identificar y precisar algunas situaciones que han sostenido su permanencia.
   Veamos, por ejemplo el sabor que destilan aquellas estrofas que amargamente desgranara Enrique Cadícamo en su tango Anclao en París: "...quien sabe una noche me encana la muerte y chau, Buenos Aires no te vuelvo a ver..." "...no sabes las ganas que tengo de verte...". La presencia inmanente de la tierra y el impedimento fatal del retorno quiebran la última esperanza, pero también, las ansias de volver aumentan la necesidad de respirar el olor de la identidad y las cosas comunes.
   La distancia con la propia tierra sea por motivos voluntarios o forzosos crea a través de los años un vínculo afectivo que impide racionalizar en principio las lógicas carencias y se encuentra mucho mas ligado al sentimiento nostálgico y a la perdida de pertenencia.
   La vida en este exilio adquiere un valor testimonial que se traduce en la creación de mitos con los cuales se aprende a subsistir y a metabolizar los apremios de aquel que fuerza la voluntad.
   Por ello, es natural observar que en la mueca errante y desgarrada de la creación artística se asienta el delirio de una persecución eterna donde la culpa se enseñorea para castigar a los espíritus sensibles.
   Los exiliados forzosos en tiempos de la dictadura militar crearon sus propios mitos acosados por la persecución salvaje y en muchas construcciones intelectuales afloró un amor intangible hacia la tierra, así como una desazón incomprensible por la actitud oscurantista asumida por los "dueños de la verdad".
   José Isaacson afirma que "razonar el país es amarlo ilimitadamente" y en ello radica quizás, el pecado histórico cometido por muchos exponentes de las generaciones intelectuales que no transaron la abstracción a su tiempo y jugaron sus cartas, enamorados por la tierra. Acaso estas palabras de Gelman lo sinteticen y representen: "Nosotros arrastramos los pies en ríos de sangre seca, almas que se pegaron a la tierra por amor, no queremos otros mundos que el de la libertad".(6)
   Ante estas primeras reflexiones se puede conjeturar que el exilio inconcluso -en nuestro país- obedece y se asocia a constantes históricas como los golpes de estado.
Al respecto, Fernando Solanas para quien "El exilio forzado es un tiempo de pena, pero también de reflexión", considera que los golpes de estado nos han quitado el espacio, pero nos dejaron el tiempo, por eso "esta nación ha estado exiliada en la mayor parte de su historia. En mi película "Los Hijos de Fierro" la nación en exilio es el exilio de Fierro".(7)
   Han sido numerosos los momentos exiliares atravesados por el pueblo argentino, y aún subyacen los vestigios de un pasado implacable, pero hoy asistimos a una superación axiológica del concepto de exilio y ello, es dable atribuirlo al ejercicio crítico del pensamiento y a la reflexión intelectual.
   En nuestra construcción reflexiva sobre el exilio inconcluso, advertimos la existencia de una búsqueda de identidad que nos exprese, un ir y venir que no termina de diagnosticar nuestra dolencia.
   En los límites del hartazgo por la no realización del país, constatamos una evasión hacia el camino más fácil y menos comprometido, pero estamos inmovilizados por el silencio de nuestra propia conciencia, masticando la impotencia y padeciendo la presencia activa de lacras que persisten en su afán impeditivo.
   Otra lectura del exilio inconcluso pareciera instalarse en el nuevo razonamiento que emerge de las etapas duras, no ya como un cuestionamiento específico y condenatorio de la barbarie dictatorial, sino como un camino de reencuentro entre los argentinos que aún no han saciado su apetito de libertad y tampoco desdeñan las aventuras heroicas ni los proyectos liberadores.
   Entonces podemos confirmar algunas dudas cuando expresamos que nos vamos de aquí, forzados por la intolerancia o nos quedamos, hermanados con la impotencia, pero siempre estamos aquí, para seguir resistiendo por la vida y las creencias; por solidificar una esperanza que no nos resignamos a enterrar, por la emoción de amar con todo, lo que merece ser amado, pero contra las buenas intenciones como es costumbre, se buscan los enfrentamientos.
   En tiempos del "Proceso", fue notable el surgimiento de una polémica en la que -ingenuamente, en nuestra opinión- se embarcaron algunos intelectuales, sobre la existencia de una literatura dividida que en resumidas cuentas, enfrentaba a los escritores "comprometidos" -en el exilio-, con los escritores "comprometidos" -con el régimen-.
   Fue mucha la tinta que corrió y las palabras que sustentaron las diversas posiciones, pero lo verdaderamente importante no estriba en afirmar que existió una "literatura del Proceso" aunque haya escritores que comulgaron con sus ideas, ni tampoco confirmar la existencia de una autentica "literatura del exilio", pues las obras perduraron por si mismas, esquivando los encuadramientos.
   Donde debió apuntarse en torno a dilucidar esta cuestión es al objetivo programado por la política cultural de la dictadura consistente en provocar una disputa estéril e inconducente, destinada a confundir y dispersar los esfuerzos tendientes a reorganizar un polo cultural opositor.
Una opinión autorizada como la de Gelman se hizo eco de este falso planteo de la literatura dividida: "Esta es una discusión que se reitera en nuestro país o en otros cada veinte años y que curiosamente va acompañada con el movimiento pendular de la historia. Hace veinte años en la década del '60 para determinado sector bastante extendido, el que escribía poesía pura era considerado un tipo que se encerraba en una torre de marfil, ahora en cambio, asistimos a la tendencia inversa, es decir hay que escribir la llamada poesía o literatura pura, poesía o literatura fantástica, porque la otra no corre, no va, impide el desarrollo de la imaginación y demás tonterías. A mi me parece una polémica falsa que esta influida mas bien por el contexto social y político de cada momento" (8)
   El planteamiento del exilio interno y externo terminó enfrentando a nuestros intelectuales al punto de cuestionar las opciones mas intimas de la creación artística. Ernesto Sábato llegó a sostener que al intelectual argentino sólo le quedaba el exilio o el suicidio, una escéptica  afirmación que deja entrever la sensación de bastardeo a los límites de la  sensibilidad.
   En una interesante nota, Augusto Roa Bastos, en defensa del exilio interior padecido por muchos de sus compatriotas lo concebía "de formas más sutiles y al mismo tiempo más brutales: desde la persecución y la cárcel, desde la libertad condicional o "protegida" al sordo y secreto suplicio de la autocensura..."   Es notable también, su apreciación sobre el exiliado externo cuyo peor autoflagelo sería "ceder al ácido corrosivo de su nostalgia individual por la "tierra perdida", una de las formas mas negativas de ideologización de este duelo por la pérdida de la tierra natal, una de las formas de aceptar resignadamente el veredicto de la represión".(9)
La intima destrucción de las convicciones que abrigaron los exiliados internos y externos giró en torno a la pasión y el amor que profesaron por su tierra; la pertenencia a un lugar común donde siempre, a pesar de las distancias, se permanece.
   La fuerza de la esperanza los obligó a reconciliarse con la paciencia y aunque se quebraron sus emociones y se murieron tantas cosas, como afirma Feinnman, de la desesperanza brotaron nuevas certezas.
   Enfilando hacia una figura notoria como la de Perón, el significado de su gravitación en la vida política argentina, requiere un pormenorizado análisis que excede el propósito de estas páginas, pero al relacionarlo con el tema que nos ocupa, es importante rescatar  el exilio que padeció en tanto configura un hecho de fundamental incidencia en la historia política y más profundamente, en la cultura política y el pensamiento crítico de los argentinos.
   Es importante señalar al respecto que el exilio de Perón contribuyó al atraso de la Argentina en tanto el impedimento forzado de su presencia generó desde los consabidos "parches democráticos" -gobiernos de Illia y Frondizi-, pasando por las dictaduras de Onganía, Levingston y Lanusse, hasta llegar a la vía de la lucha armada como intento final para provocar su retorno (F.A.P, F.A.R, Montoneros).
   Esta ausencia de una figura convocante impidió viabilizar un proyecto político que adoleció de imperfecciones, pero que sostenido en la libre voluntad de un pueblo pudo transformarse y sin embargo fue destruido por la barbarie oligárquica.
   Aquel exilio forzado pero inteligente que no titubeó en optar por el tiempo en vez de la sangre, merced a la inquina de los enemigos de la patria, se convirtió en un retorno tardío que a pesar de la voluntad, la plenitud de su madurez y un vasto apoyo popular, no fue suficiente para detener el criminal objetivo de las minorías del odio y la violencia que finalmente volvieron a adueñarse del país.
   Esta convicción requiere profundizar el análisis y por ello, queda planteada la inquietud para internarse en esas zonas oscuras de la historia que solicitan la luz de la verdad y la extraña virtud de encontrar espíritus dispuestos a transitarlas.
   El convencimiento al que aludimos anteriormente sobre la superación de los ciclos golpistas como consecuencia de la recuperación democrática en 1983, supone que el afianzamiento de la democracia institucional constituye el primer paso hacia el destierro del proyecto dictatorial.
   Partir de la premisa del fin de los golpes de estado y los cien años de democracia que pregonara entusiastamente el alfonsinismo equivale a concluir con hipótesis de exilio externo. Ahora bien, en cuanto al exilio interno podemos avizorar que sobrevivirá si las falencias de una democracia formal no procuran articular un país para todos, en el que cada ciudadano pueda realizarse en plenitud, esto es, priorizando la satisfacción de sus necesidades más imprescindibles.
   Cabe preguntarse que ocurriría entonces si el afianzamiento democrático nos conduce a un estado extasioso de la convivencia social.  Podremos acaso quebrar la vigencia de los viejos slogans que condicionan nuestra capacidad para impugnar las fisuras del sistema. Resultaría un hecho plausible comprobar que nuestras necesidades materiales se han colmado gracias a las ventajas que la era tecnotrónica pone a nuestro alcance desnudando tentadoramente su arsenal de nuevos convencionalismos; Acaso entonces, el espíritu crítico saldrá por las calles para atacar a los mercaderes de la nueva sofisticación. Volveríamos a cuestionar la manipulación de los medios de comunicación en su bastardeo nocivo de la conciencia tratando de impedir una adaptación ordenada del argentino ante la fulgurante caravana tecnológica.
   Estos interrogantes evidentemente exceden el alcance de estas reflexiones pero sin dudas tendrán que analizarse en forma permanente si se quiere esbozar una construcción crítica sobre el exilio inconcluso.
   Este exilio sugiere una riqueza del pensamiento y un crecimiento de la conciencia que no se atisba a concebir en el mundanismo y la frivolidad que florecen en las orientaciones del pensamiento posmodernista.
   Si penetramos aún más en la compleja trama que entraña su estudio, divisaremos un horizonte reflexivo en el cual el exilio es evocado como la pesadilla de una época de tinieblas.
   Entonces corresponderá interrogarnos si la libertad de expresión que sobrevendrá con el afianzamiento del sistema democrático herirá de muerte esta construcción del exilio inconcluso, o comenzará un desexilio en tanto proceso interior donde el alma desgarrada reflexiona sobre su circunstancia y apuesta a una resurrección.
   Podemos arriesgar una aproximación: siempre no estamos yendo del país, de la tierra o de nosotros mismos, por múltiples razones, pero siempre también volvemos aquí, para abrevar en las fuentes donde un sabor no es común.
   Es un largo recorrido, un calvario permanente que aunque admite fluctuaciones conserva sus rasgos y los pasea por esa civilización de seres que aman, odian y luchan, pero que en la búsqueda de su argentinidad dejan jirones de su vida.
   El exilio inconcluso del argentino también se patentiza en su soledad, en su crisis situacional, lugar común para el luto y el contrabando de pesares.
   Marchó hacía el exilio Martín Fierro, abandonado a su suerte porque la "civilizada" política sarmientina pregonaba que no había que ahorrar sangre de gauchos. Igualmente lo hizo el hombre de Scalabrini Ortiz que aún esta sólo y espera, aguardando una rehumanización de la vida después de haber sido el subsuelo de la patria sublevado en la histórica gesta del 17 de octubre de 1945.
   Discepolo marcó a fuego en sus tangos (Cambalache, Yira, Yira y Que Vachache), aquella subterránea agonía que los artífices de la década infame se encargaron de cristalizar en la sociedad argentina. Luego vendrían los días de sol, algunas tormentas y finalmente el "Proceso" para expulsar al infierno del exilio interno o externo las "almas impuras", para quemar la memoria colectiva de tantas gloriosas epopeyas.
   El promocionado "cambio de mentalidad" que tanto aturdió en aquel tiempo desde el discurso dictatorial fue el ensayo retrospectivo más contundente para refundar la cultura de las catacumbas.
   El escritor marroquí Tahar Ben Jelloun, concibe el exilio como "una condición diferente, una sensación de soledad, una herida abierta a una ausencia".(10) Pero esta ausencia no comprende solamente los límites geográficos que trasuntan el dolor y el martirio del exilio, sino también la carencia de un proyecto de vida que nos pertenezca a todos, que sea obra colectiva en tanto podamos unir la concepción de nuestras creencias con la acción en pos de un esquema de esperanza. No se trata ni más ni menos que de creer en la vida como estímulo conciente y creador de futuras sensaciones.
   En cada señal de auxilio que emite nuestra tierra, emerge el compromiso crítico del intelectual, porque como expresara Leopoldo Marechal "La patria es un dolor que aún no sabe su nombre" y quizás por ello, todavía tengamos que escribir desde el dolor.
   El exilio inconcluso traerá mucha cola para seguir debatiendo por estos lares. Esta reflexión apuntó a dejar picando la pelota para que el partido de nuestra generación pueda lucir a sus mejores exponentes pero también, porque es tiempo de continuar forjando contribuciones para el definitivo reencuentro de los argentinos.
NOTAS
6.- Reproducción de un fragmento de "Bajo la lluvia ajena" (Notas al pie de una derrota) en Caras y Caretas N§ 2205, Diciembre de 1983, pag. 28  
7.- Reportaje realizado por Fermín Chavez en Movimiento, N§ 6 Junio de 1983, pag 11.
8.- Idem nota N§ 5
9.- Clarín, 4 de Agosto de 1983. Suplemento Cultura y Nación
10.- Reportaje de Ricardo Ibarlucía en El Periodista Nº 176  Enero de 1988, pag. 25.
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Palabras Clave: exegesis exilio Peron Solanas nacion pais tierra esperanza intelectual represion amor dictadura minoria odio violencia

Categoría: Ensayos

Subcategoría: Sociedad


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Jorge Dossi

Aun espero confiado en la fuerza y la pasión de esa generacion pujante y talentosa que nos sobrevenga.
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May 29, 2010
 

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