IDA Y VUELTA - Esquema de Emergencia - Jorge Dossi 1990
Publicado en Oct 08, 2009
Prev
Next
Image
 
                   
                    E S Q U E M A   D E   E M E R G E N C I A
                "Pero tenemos por delante la inseguridad
                de nuestros mitos
                el fracaso de las revoluciones
                el orgullo de nuestra fugacidad
                y la imperiosa necesidad de la vida"
               
                                           Alberto Vanasco
                 
   Vamos a ubicarnos en la Argentina de la transición sin pretender mostrar una radiografía extensa de este organismo inquieto que sigue preguntándose hacia donde se encamina.
   Por así decirlo, intentaremos hacer frente a la emergencia montados en los buenos augurios del optimismo ya que a pesar de los incorregibles que aún balbucean el lenguaje del pasado, se impone la necesidad de alcanzar un dialogo fructífero, un ejercicio cotidiano que importe crear nuevos modos de acercar las inquietudes y quebrar los silencios.
   La crisis que padecemos en todos los ámbitos de la sociedad se multiplica aceleradamente y como tal, no implica un mero y acotado enjuiciamiento a las responsabilidades de la clase política argentina.
   Lo que a todas luces resulta preocupante, es la sensación que invade al argentino desilusionado y lo impulsa a reflexionar crítica y primariamente haciendo blanco en quienes tienen la responsabilidad de gobernar.
   Por eso, no conforma buscar cómodas justificaciones referidas a las anteriores administraciones políticas del período democrático inaugurado en 1983, ya que podríamos extender las mismas críticas al actual gobierno si no logra desarrollar el programa que se ha impuesto. (*)
   No se trata de ejercer comparaciones acerca de los proyectos políticos que han intentado gobernar con mayor o menor éxito en estos últimos años, sino de interpretar el grado de malestar que reina mayoritariamente en un cuerpo social que poco a poco ingresa en la incredulidad, harto de promesas incumplidas, discursos gastados y manoseo electoralista.
   Es necesario evitar ese divorcio visible y en aumento que se observa entre la dirigencia política y el resto del pueblo, que conduce ciertamente a nuevos desencuentros y futuros desbordes.
   La madurez alcanzada por nuestro pueblo en estos últimos años se debe, en gran parte, a la marca impresa por la dictadura militar con sus secuelas y dicha experiencia todavía late sensibilizada en la epidermis popular.
   Juan Gelman, intentando una explicación sobre el tema que nos ocupa cree que "la Argentina de ninguna manera se ha recuperado de la fractura que implicó la dictadura militar, cuando me refiero a fractura no hablo simplemente del tejido de tipo social, cultural y político, que la dictadura lastimó, para no hablar de  reas humanas que cegó y todas las barbaridades que cometió. Yo pienso que en estos cuatro años recién se ha asomado, en magnitud bastante considerable, todo el daño que la dictadura militar hizo a lo que llamamos la sociedad civil argentina".(14)
   Es preciso coincidir en lo que atañe a la transformación que una experiencia traumática acarrea en la marcha hacia un destino histórico y en las luchas que se imponen por desterrar los resabios negativos que florecieron al amparo del abuso y la represión.
   Al hacer hincapié en la madurez popular es necesario fundamentar el porqué‚ estamos convencidos de haber alcanzado dicho grado, ya que las usinas conspiradoras de la "intelligentzia" promueven su silenciamiento y simulación.
   Se persigue en forma intencionada, atribuir al argentino una actitud pendular que nunca termina por definirse. Es cierto que hemos presenciado este movimiento en circunstancias históricas determinadas, pero nos parece exagerado y hasta nocivo, institucionalizar esta actitud, perpetuar su funcionamiento y encarnarla como constante utilizable a los fines de explicitar los inconformismos y las frustraciones.
   La literatura política ha explorado profundamente los procesos psicológicos de nuestro pueblo y como es lógico, ha elaborado teorías que perduran en su afán por esclarecer los comportamientos.
   Se ha castigado la fragilidad de nuestra memoria cuando apoyamos políticas que al poco tiempo terminamos condenando. Se ha esgrimido -parafraseando a Sarmiento aunque en otro sentido- que los argentinos son el mal que aqueja a la Argentina y muchos lo han aceptado con verguenza.
   Pero nadie ha explicado sinceramente porque nos pasa esto. Algunas teorías reflotarán las reflexiones sobre el pecado original y otras irán mas lejos para denostar una suerte de mestizaje perverso, fruto de variadas cruzas indeseables; y seguiremos discutiendo sobre nativos e inmigrantes, sobre sus capacidades e incapacidades  y todo esto para llegar al mismo punto en que empezamos: nadie ha explicado lo que nos pasa.
   Argentina viene librando una batalla desde su independencia política en 1816, y durante todo el proceso histórico que siguió hasta nuestros días, puede notarse claramente quienes son los que han mantenido el predominio de fuerzas en dicha batalla.
   Pondremos varios nombres que han sido utilizados para identificar al enemigo: oligarquía, imperialismo, terratenientes, patria financiera, grupos empresarios, etc.
   Si estos nombres se aceptan como los vencedores de la batalla -como lo preconizan algunas teorías escépticas- quizás convenga entonces, dedicarse a otros quehaceres más superfluos y recurrir a la nostalgia para evocar los tiempos en que se luchaba por cambiar el mundo, pero ha querido el destino que nuestro pueblo hiciera de su templanza un arma formidable para soportar el peso de una historia que no jugó para su lado, y así se lo puede observar, con restos de pólvora, heridas que todavía sangran, la piel un poco chamuscada, pero que no le insinúen ni en broma agitar una bandera blanca.
   La actitud pendular que referimos anteriormente, continuará estorbando la madurez adquirida pero seguramente, tendremos que convivir con ella hasta que aglutinemos fuerzas y nos dispongamos a ejercer un inventario sincero de nuestros errores. Mal podremos corregirlos si nos negamos a asimilarlos.
   Un acierto de Sebreli que celebro incluir en estas páginas ilustra claramente lo que venimos exponiendo y esta referido al papel cumplido por la clase media en el proceso político argentino como correlato de la mencionada actitud pendular: "No hay fuerzas económicas o sociales que condicionen la acción de los individuos, sino simplemente acciones personales, caprichos, debilidades, malas costumbres. La "coima", el "acomodo", el "peculado" son los supremos males de la política criolla. De ahí que la clase media sea fácil presa de las campañas moralistas contra la corrupción de los agentes de la Administración y del poder público. Las oligarquías explotan estas tendencias de la clase media, para crear un clima favorable a la caída de los gobiernos populares tal ocurrió con Yrigoyen, con Vargas y con Perón".
   Si trasladamos estas reflexiones pronunciadas hace casi cuarenta años a nuestra realidad, observaremos que persisten las maniobras denunciadas en cuanto al poder oligárquico de inducir políticas y situaciones alarmistas, pero a nuestro favor hemos superado la ignorancia que impedía desenmascarar a los dueños del poder.
   Existe una conciencia más generalizada en torno al rol que cumplen los grupos de presión y los poderes transnacionales en tanto condicionantes de la política nacional
   La madurez popular para interpretar el desarrollo del proceso histórico argentino posdictatorial se manifestó a través del protagonismo en dos hechos que evidenciaban un rumbo.
   En primer lugar, la opción por el radicalismo en 1983, constituyó una fervorosa adhesión a quienes supieron transmitir con su discurso, las garantías de máxima que la sociedad exigió entonces: democracia, paz y libertad. Una ecuación imposible de resolver en aquel entonces por el justicialismo que inmerso en profundas luchas internas no sólo extravió el sentido de su discurso sino que demostró actitudes que expresaban la continuidad de aquello que se intentaba abandonar.
   En segundo lugar, las elecciones del 14 de mayo de 1989,  devolviendo nuevamente el triunfo al peronismo y demostrando el aprendizaje que la sociedad democrática adquiere a medida que el sistema se afianza.
   Aquellos dos hechos de nuestra historia política reciente, incitan a presumir que algo está cambiando en ese tejido social, político y cultural que nos refiriera Gelman, pero cambiando no sólo como afirmación que supera la fractura provocada por la dictadura militar sino como un símbolo de la adultez que signa esta emergencia y que permite vislumbrar un futuro enigmático aunque no exento de merecer un desafío inclaudicable.
   Todavía no ha llegado el tiempo de vanagloriarnos por los logros alcanzados ya que aún sentimos el esfuerzo que implicó conseguirlos. Estamos pariendo logros en una transición dolorosa, con la inteligencia disponible, muchas veces con resultados indeseables, pero con la certeza de que poco a poco se afianza la idea de vivir en democracia, con carencias, pero con la fuerza y la motivación que importe superarlas.
   Vivir en democracia presupone la revisión constante de los contenidos sobre los cuales se sustentan las condiciones de vida de un pueblo; porque aspiramos a una democracia integral que implique conciencia y crecimiento, promueva solidaridades, termine con las desigualdades, con los privilegios y alumbre con justicia social a los desamparados.
   Nos ha costado mucho arribar a ese estadio formal que supone una democracia con instituciones funcionando, no en plenitud de eficiencia pero sí, conciente de sus carencias. Por ello, el próximo paso que toca a esta generación es profundizar esos contenidos para llevarlos a la praxis con audacia, sin autocensuras, confiando en la madurez y disposición de un pueblo consustanciado en sus objetivos de crecimiento, progreso y bienestar.
   El afianzamiento del sistema democrático, bien puede constituir el punto de partida para el proyecto generacional que deberá desplegar su potencial creativo al servicio del país.
   El convencimiento de que todavía es posible crear y pensar la Argentina como un desafío tiene que encontrarnos dispuestos para afrontarlo. Un desafío a la voluntad, a la unificación de las fuerzas dispersas que comparten similares criterios de organización. Nada puede quedar librado al azar en esta, para muchos, última oportunidad para despegar, para construir el país que tanto nos merecemos.
   Si así no ocurriera, será difícil imaginar lo que sobrevendrá ante un nuevo fracaso, pero esa sola posibilidad incita a redoblar esfuerzos para alejar los malos presagios que siempre sustentan los fabuladores de ansiados retornos.
   La transición desnuda profundamente el florecimiento de teorías, ensayos y reflexiones que buscan auscultar la realidad para desmenuzarla, no admiten la complicidad del silencio y se desviven por aportar su cuota constructiva.
   Aún seguimos discutiendo sobre las dos Argentinas: la subterránea, olvidada y librada a su suerte, y la visible, en tanto campo experimental de vivencias frustrantes y recetas impuestas desde imperios lejanos.
   Lo hacemos profesando un amor sin medida, una autentica devoción que se traduce en una protección obsesiva. Nos peleamos por demostrar cuantas buenas razones fundamentan el análisis, pero no logramos homogeneizar esas concepciones y proyectarlas hacia horizontes superadores, y aún así, nuestra Argentina como una moneda, en la cara y ceca de su destino ha decidido fortalecer la creencia de una superación.
   Con una reflexión aguda, Marechal sumaba su voz a la explicación de la teoría de las dos Argentinas: "Actualmente hay dos Argentinas: una en defunción cuyo cadáver usufructúan los cuervos de toda índole que lo rodean, cuervos nacionales e internacionales, y una Argentina como en navidad y crecimiento, que lucha por su destino y que padecemos orgullosamente los que la amamos como a una hija. El porvenir de esa criatura depende de nosotros y muy particularmente de las nuevas generaciones" (15).
   Notablemente Marechal daba en la tecla al denunciar a los personeros de la falsificación y la entrega que obstaculizaban el renacimiento del proyecto nacional truncado en 1955 con la caída de Perón, pero también profesaba su creencia en las generaciones futuras.
   En las reflexiones nacionales, ha sido una constante introducir el tema de la culpa en tanto eslabón final que encadena todo un proceso sentimental y pasional para analizar los hechos y protagonistas de nuestra historia.
   Se ha querido que asumamos esa culpa como un complejo de inferioridad, como una subestimación que corroe las bases de nuestra superación mental, como un arrepentimiento por aquellos desafíos que abordamos mediante contenidos místicos y totalizadores.
   Murena fue quien con más vehemencia abordó la cuestión del "pecado original" que signaba de antemano toda posibilidad de crecimiento y futuro condenándonos a la mediocridad y a la intrascendencia.
   Para Scalabrini Ortiz la "tristeza de no saber quienes somos" impedía la concreción de ese protagonismo que luego sería valorizado con la irrupción de los movimientos populares.
   El revisionismo histórico contribuyó felizmente a que se fuera diluyendo ese tótem sagrado que la historia oficial sostuvo para evitar que surgieran las contradicciones, fulminando a su vez a quienes se atrevieran a cuestionar sus argumentos. Pero fue Jauretche, el que abordó en preclara actitud el ocultamiento de esa historia cuya finalidad residía en impedir la construcción de la Argentina posible. Al respecto decía: "La política de la historia falsificada, es y fue la política de la antinación, de la negación del ser y las posibilidades propias".
   Nos preguntamos y probablemente nos seguiremos preguntando el porqué -aunque en el fondo lo sepamos- de tanto ensañamiento, de tanto odio, de tanta instrumentación malsana ejercida por una escuela de pensamiento que ha sostenido con su arsenal doctrinario el desgobierno de los tiranos permitiendo así que las libertades fueran conculcadas y el proceso histórico  tergiversado permanentemente.
   Retornando a la visión de las dos Argentinas, encontramos plenamente vigentes estas reflexiones de Carlos Mastronardi, quien en sus "Rasgos del carácter argentino" reparó con certeza en apreciaciones que se acercan al objeto de este análisis: "Tanto en el tiempo como en el espacio percibimos dos Argentinas. Como si se hubiera extraviado el eslabón de la continuidad nacional...y este quebranto de orden sucesivo sea la causa del tono pesimista y del sentimiento de culpa que singulariza a los rastreadores del espíritu colectivo. A diferencia de nuestros antepasados, tendemos a creer que no hacemos la historia, sino que nos dejamos determinar por ella. Hemos perdido un estilo -se afirma- y no acertamos a reemplazarlo por otro que corresponda a la nueva realidad" (16)
   El orden sucesivo del proceso histórico argentino tendía al fortalecimiento de un país consustanciado en sus tradiciones, vigente en el fervor de sus luchas y en la creencia sostenida de la grandeza y el bienestar. La quiebra de ese orden se efectuó para aniquilar una esencia, una fe inquebrantable puesta al servicio del engrandecimiento nacional.
   El sentimiento de culpa que caracteriza a los rastreadores del espíritu colectivo, oficia como generador de resignaciones ante esas quiebras producidas por los vaivenes de la historia y se entronca con la teoría que señalara Feinmann sobre el mito del eterno fracaso.
   Este sentimiento de culpa es inducido para fermentar el descontento popular, propiciar la desmovilización de las masas y generar el consenso necesario para instalar el autoritarismo y la arbitrariedad.
   Al asumir esta culpa nos encontramos participando de una fiesta a la cual no hemos sido invitados. Aceptamos silenciosamente esa determinación histórica. No la conducimos. Nos viene prefijada y el estilo -es de suponer- se desarticula y lo que se reemplaza es la doctrina de la vida, y las creencias comienzan a enterrarse hasta que se anuncia con alegría nuestra próxima aparición.
   La emergencia tiene sabor a improvisación y nos damos el lujo de equivocarnos sobre la marcha. Apostamos a la imaginación que nos otorga la libertad. En esta experiencia colectiva de valoraciones y reflexiones sobre el pasado inmediato se encuentra el punto final de las próximas tendencias interpretativas sobre los fenómenos político-sociales de nuestro país. También aparecen las propuestas programáticas cuya integralidad le confieren a la emergencia sustentos básicos para perfilar la estabilidad.
   Jose Isaacson al analizar un ensayo de Victor Massuh se preguntaba si era posible formular una propuesta programática para el país a partir de un enfoque sentimental. Ambos autores reflexionaron sobre la Argentina como pensamiento y sentimiento respectivamente, sin advertir que nuestra idiosincracia no admite un enfrentamiento de enfoques. A nuestro juicio, y partiendo de la adopción de los términos "ser nacional", "patria" o "comunidad nacional de cultura", dicha esencia podría ser escudriñada -como expresara Hernandez Arregui- en tanto "categoría histórico temporal experimentada como la posesión en común de una herencia de recuerdos".
   Esa historia que las generaciones construyeron con protagonismos truncados por los intereses antinacionales y el argentino que busca su destino, sólo podrían encontrarse cuando se alcance a dilucidar que el sentimiento y la razón crítica no deben disociarse ni enfrentarse, sino por el contrario, requieren alimentarse mutuamente guiados por la magna tarea de la construcción nacional.
   Gracias a esa ecuación de sentimiento y razón hemos transmitido de generación en generación, las alegrías y fracasos, las excusas y posturas que pese a todo afirman nuestra voluntad para seguir repensando el país.
   El pensamiento crítico esta llamado a dar muestras de una profunda vocación de servicio. El país requiere de la tarea intelectual, un aporte esclarecedor para la conciencia de los argentinos y hoy más que nunca dicho aporte debe proponerse interpretar el sentimiento y el razonamiento popular como las llaves maestras de las grandes realizaciones del porvenir.
   La capacidad de pensar junto al pueblo en la emergencia fortificará esa relación que hemos visto, muchas veces, divorciada del destino nacional. La función del intelectual no puede incurrir en el error de la dirigencia política que aún vuela por otros aires sin divisar desde donde le hacen señas los anhelos populares.
   Sería imperdonable reincidir en el vicio de la miopía política ya que estaríamos comprobando la profundidad de una crisis que pareciera eternizar las mejores intenciones conduciéndolas a la siempre vigente sala de espera.
   Ya hemos tenido suficientes pruebas de los errores cometidos. Que ellas sirvan, de ahora en más, como reservorio de experiencias y perfilen el aprendizaje hacia un esquema de esperanza que englobe las aspiraciones de máxima de los argentinos. Que sintetice en la liberación nacional y social las luchas históricas por alcanzar una mayor participación en la toma de decisiones nacionales y que rescate y proyecte en las generaciones futuras una riqueza de conceptos y virtudes que nos conduzcan hacia el destino histórico.
         
14.- Idem Nota Nº 5 (es la suprimida palabras de fubistas de Jauretche).
15.- Leopoldo Marechal, "El Beatle Final" y otras páginas, N§ 93 Colección Capítulo, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires 1981, pags. 125 a 127 "Los puntos fundamentales".
16.- "El Ensayo Argentino 1930-1970", N§ 110 Colección Capítulo, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires 1981, pag. 79
       
(*) También podrían sumarse la fallida experiencia de la Alianza, el efímero paso de Adolfo Rodriguez Saa y el gobierno de base parlamentaria de Eduardo Duhalde, hasta llegar a la truncada definición de la segunda vuelta electoral el 18 de mayo de 2003 que terminó consagrando a Nestor Kirchner como presidente de la acción, luego de la renuncia de Carlos Menem.
Página 1 / 1
Foto del autor Jorge Dossi
Textos Publicados: 1088
Miembro desde: Sep 18, 2009
0 Comentarios 296 Lecturas Favorito 0 veces
Descripción

Otro capitulo del ensayo - Principios de los 90 La capacidad de pensar junto al pueblo en la emergencia y su relacin con el compromiso del intelectual que advierte la importancia que puede jugar su rol en una reconstruccin de ideas tan difcil como necesaria

Palabras Clave: emergencia historia ocultamiento colectivo culpa destino imperial Jaureteche Marechal Vanasco desafio organizacion

Categoría: Ensayos

Subcategoría: Sociedad


Derechos de Autor: Reservados


Comentarios (0)add comment
menos espacio | mas espacio

Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.

busy