Fui un héroe
Publicado en May 15, 2020
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Fui un héroe
 
Muchachitos, mocosos sin oficio, éramos seis. Estábamos entre los nueve y diez años, vacaciones de fin de curso, acabábamos de terminar el cuarto grado. 
Era la temporada de lluvias y casi siempre, se formaban charcos en la canchita de tierra que quedaba al frente de la escuelita. Nuestras tardes transcurrían en aquel lugar. Sólo un balón gastado por el uso nos hacía compañía.
No todo era perfecto. Cierta tarde, otro grupo de muchachos, había reclamado la canchita para sí. Eran un poco mayores que nosotros, tal vez entre los once a catorce años, que bien sea dicho, es una diferencia notable entre los niños.
-Váyanse, dijo el jefe de ellos en tono autoritario y como si fuera una orden que nosotros íbamos a acatar de inmediato.
Mi primo Renny, unos meses mayor que yo y el líder de nuestro grupo, hizo como que no escuchó, pero yo paré en seco, lo miré, me miró y paramos todos.
-Les dije que se fueran, vociferó el muchacho del otro grupo visiblemente cabreado.
-Por qué? Si nosotros llegamos primero, respondió mi primo, apelando a una lógica bastante básica y primitiva.
-Ah, no quieren irse? Preguntó con aires de superioridad ese muchacho...entonces, los vamos a sonar! (Expresión muy utilizada en esa época, que en pocas palabras significaba que nos iban a castigar, tal vez con golpes, nuestra desobediencia)
Utilizando mis dotes diplomáticos aun en ciernes, dije un tanto nervioso, que tal si jugamos un partido y el ganador, se queda con la cancha. 
No fue más. Siempre hay una persona en cualquier grupo que hace las veces de consejero del líder y en ese caso, un muchacho un poco flaco se le acerca al líder de nuestros rivales y le dice al oído algo que no pudimos escuchar. 
-Está bien, dijo de la manera más sobrada  y prepotente posible, cómo si de una victoria fácil de obtener se tratara, vamos a jugar y el que gane, se queda con la cancha.
Era una apuesta muy arriesgada, teniendo en cuenta el premio, sabíamos que nos podíamos quedar sin un lugar donde hacer lo que más nos gustaba.
No éramos muy buenos en el fútbol, por eso, mi primo me regresó a mirar como recriminándome silenciosamente y casi pude oír sus pensamientos que aún ahora retumban en mis oídos, “qué hiciste pendejo???”
Las condiciones de victoria, se establecieron con unos límites un tanto inusuales. El equipo que llegara primero a tres goles y siempre y cuando la diferencia fuera de dos goles, era el vencedor, es decir, no podía ganar tres a dos, sino que el límite de goles crecía hasta cinco y si empatábamos a cinco, se definía en penaltis.
Nos reunimos en un círculo, abrazados entre nosotros juramos defender nuestro honor hasta las últimas consecuencias.
Empezó el partido.
Ellos anotaron primero, falla nuestra, producto de tantos nervios, no atinamos a despejar el balón. 
Nos miramos, como tratando de encontrar un culpable y, cuando estaba a punto de acusar a Néstor, mi primo nos dice: “vamos al empate!” Tal vez esa frase, tan simple, fue la diferencia.
Zas! Que nos hacen el segundo. 
Por un instante sentí como todo se desmoronaba y llegué a sentir la mayor impotencia del mundo, acompañada de un desasosiego intenso.
A veces, nuestro futuro depende de un acto aislado de heroísmo, algo que nos devuelva la fe, algo que nos devuelva la confianza y la esperanza.
Mi primo hizo el gol del descuento. Suficiente para inspirarnos a todos. Vimos cómo sí se podía, vimos cómo la confianza de los rivales se hacía pedazos, vimos cómo se transformaron en un manojo de nervios, vimos, visualizamos la victoria y cuando se está allí, ya no hay fuerza en este planeta capaz de moverte.
Pero íbamos abajo uno a dos, decir que en ese día, en ese momento, nos sentimos, nos volvimos invencibles. 
Empatamos. 
La alegría diáfana que se se reflejaba en nuestros tiernos rostros era incontrolable, era como si de antemano, ya sabíamos el resultado del partido. 
Ellos hicieron el tercero, pero nuestro ánimo estaba tan arriba, que continuamos con el juego como si no hubiera pasado nada. 
Empatamos de nuevo; tres a tres, pero sabíamos que ese era el camino que inequívocamente íbamos a transitar para alzarnos con la victoria. 
Néstor hizo el cuarto y, estuvimos tan cerca de terminar y en consecuencia ganar el partido cuando Stalin la estrelló en el poste. 
Empataron ellos, hicimos el quinto y empataron otra vez, lo cual, sólo significaba una cosa, definíamos por penaltis. 
Que nervios! Íbamos a patear los seis. 
Recuerdo, ellos patearon primero, para ser específico, su líder y anotaron, mi primo pateó y anotó y en los rostros de esos muchachos, toda la confianza que reflejaban en un principio, se les había desvanecido. 
Ellos patearon el cuarto penalti y fallaron. 
Me tocó patear el último; confieso nunca haberme sentido tan nervioso y haber tenido tanta responsabilidad entre mis manos. No era el mejor pateando, de hecho era muy malo, por eso mi primo me dejó de último, creyendo que para esa instancia ya debía estar definido el partido. La ecuación era sencilla, anotaba, ganábamos, no anotaba, seguíamos pateando hasta que haya un ganador.
Mirada de túnel, es lo que una persona experimenta en momentos de extremo estrés y máxima concentración y estoy seguro, que me ocurrió a mi. Pateé el balón con todo lo que un escuálido muchacho podía, el tiempo empezó a transcurrir de manera tan lentamente agonizante que se podía ver el aletear de un colibrí, el balón golpea en el poste y entra... no celebré, porque mis ojos no daban crédito a lo que contemplaban. Mis amigos corrieron a abrazarme, Renny, Néstor, Stalin, Juan Carlos y Cristóbal. 
Cuando la emoción es tan avasalladora, no se puede reaccionar. 
Me sentí tan importante, tan heroico, esa sensación tan esquiva que nunca jamás la he vuelto a sentir. Por un pequeñito momento, fui un héroe. 
Tantas primaveras han pasado desde ese momento, pero el recuerdo está tan fresco en mi memoria que cada vez que pienso en ello, vuelvo a tener diez años.
 
 
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Foto del autor Ronald Intriago
Textos Publicados: 9
Miembro desde: May 09, 2020
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Descripción

Historia de mi niñez

Palabras Clave: Heroísmo historia

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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kalutavon

Buena prosa. Un texto fresco, coloquial, que despierta el agrado por la lectura que está ante los ojos. Afectuoso saludo.
Responder
May 15, 2020
 

Ronald Intriago

Gracias
Responder
May 15, 2020

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busy