FRAN, UN TERCIO DE AIRE
Publicado en Feb 03, 2020
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  FRAN, UN TERCIO DE AIRE.
 
¿Quién es Fran? ¿Cómo es Fran…? Fran es alguien que ha llegado a la madurez sin perder ni un ápice de su sensualidad; es alguien que mantiene un cuerpo esculpido a base de la bicicleta y de sus deportes preferidos al aire libre. Sus brazos fuertes y bien torneados te llevan a pasear la vista a lo largo de su cuerpo y empieza a apetecerte. Siempre apetece, se gira, y te mira como si le sorprendiera lo que viera. Te traspasa y se insinúa prometiéndote un mundo de sentimientos en su iris desconcertante entre gris y azulado. Y es así, él se da, se da con todo lo que tiene y le caracteriza: cariño, compresión y dulzura. No se puede pedir más.
 Su trabajo de bombero le da todo el tiempo del mundo para lo que ama, deporte y… digamos, darse a los demás.
  Como venía siendo habitual desde hace tiempo, Fran llegó al apartamento que tan bien conocía. Sus amigos ya le esperaban, ella, Anastasia, su amante desde hacía diez años, y él, Jorge, su marido. Pareja liberal que se conocieron cuando él tenía una amiga íntima. Dentro del mundo de relaciones libres existe un vasto abanico de variedad y es mejor dejar asentados algunos conceptos previos. Fran es exclusivamente heterosexual y expuesto a cualquier clase de relación sin exclusividad. Empezó hace unos años cuando conoció a Anastasia y a Jorge. Un matrimonio clásico de un pueblo de Sevilla.
  Jorge y Anastasia se conocen y conviven desde los quince años están juntos, se aman y comulgan de la misma cultura, hábitos, forma de pensar y sobretodo son libres y conscientes en mantener una relación en la que él, al sufrir un impedimento en su relación sexual, algo físico, decidieron abrirse a otras parejas para que toda la pasión y fogosidad de Anastasia no estuviera reprimida, porque se aman.
 Fran llegó y como siempre fue recibido como si un dios hubiera aparecido. No era el único que participa en la relación de ellos, pero sí, el preferido. No tardó Anastasia en terminar de arreglarse, una falda estrecha negra con un jersey igualmente negro, sencillo, que lo único que le hacía destacar un gran escote marcando un pecho generoso que la madurez le había regalado. Son ya un matrimonio maduro que ha pasado el ecuador de los cuarenta y cinco años, adinerados, bien posicionados y con dos hijos que son su orgullo.
  Jorge, volvió a insistir, que salieran, a cenar y al local de ambiente que tan bien conocían. Local que en algunas ocasiones habían ido los cuatro y últimamente los tres, ya que Fran estaba en un periodo de soltería. Muchas otras veces Fran se quedaba en el apartamento y ocupaba el dormitorio del matrimonio donde se afanaba en dar placer a ella, se derretía en cuanto la tocaba, y Jorge, unas veces a escondidas, con ese punto de envidia por los gemidos de su mujer, disfrutaba sabiendo que la hacía feliz. Fran, sacaba su miembro, sentado frente a ella, la miraba, como se mira a la mujer deseada y con un movimiento lento le abría las piernas. La punta de su verga paseaba por todo el clítoris de Anastasia, ella tan sensible, reaccionaba inmediatamente con temblor en las piernas. Sus gemidos, muy bien conocidos por su amante le alentaban a seguir su movimiento, arriba y abajo, ya húmeda, le sonreía y la penetraba solo un poco para preparar el terreno.
 Jorge volvió a reiterar que aquella noche no podía acompañarles por la obligatoria reunión de la cofradía de la cuál era hermano mayor, pero que eso no era óbice para que ellos salieran a divertirse.
Cenaron de forma rápida en una pizzería de la zona y se encaminaron al local de parejas liberales que normalmente frecuentaban, el cual poseía dos entradas, una más particular, para no dejarse ver.
Entraron y un mundo especial apareció, un lugar donde la libertad y la sensualidad primaban sobre los conceptos normales de parejas y relaciones sexuales. La luz azul de la barra salpicado con luz de neón en puntos estratégicos, le confería un diseño modernista, tomaron una copa delante de la entrada con letras grande “PAREJAS”.
Anastasia se cambió de atuendo dejando su bolso y su ropa en una de las taquillas de la entrada. Apareció con un vestido corto lencero que con las medias terminando en una liga de encaje negras, resaltaban su melena lisa rubia. Zapatos de tacón y unos labios bien marcados en rojo, se sentía como pez en el agua.
 Fran se quedó enfrascado oteando el ambiente, habían entrado dos chicas altísimas, rubias, de aspecto eslavo, pero él sabía que eran castizas, de la zona y no superaban los veinticinco años. Las acompañaba un hombre rechoncho, viejo, sin atractivo. No comentó nada, pero se hizo una idea. Siguió rastreando el local hasta que se sorprendió de ver nada menos que a una amiga suya que hacía años con la que no coincidía, y venía acompañada.
 Recordó lo que le gustaba y excitaba un primer encuentro con una mujer. La primera vez es el misterio, como huele, como respira, como sus sentidos le dan la información de lo que se va encontrando, la piel, su respuesta, ese sonido al gemir, el sabor, la sensación de besar y como le besan… eso solo ocurre la primera vez, y lo más parecido, son los reencuentros tras una larga ausencia. La aventura de descubrir, que estimulo más gozoso.
 
 Y allí estaba Mónica, esa rubia “Marylin” madura espectacular con sus curvas y un picardías que la hacía más sexy si cabe. Curiosamente no se habían visto desde que habían compartido parejas con la que fue el amor de su vida… y ahora… podía sentir una nueva experiencia al compartir con Anastasia.
 Mónica llegó explosiva, presentó a su acompañante y conoció a Anastasia. Hubo conexión. Terminaron la copa. Y decidieron ir a una de las salas sin puerta, el público podría entrar y mirar. A Fran eso era algo que le excitaba. Pasaron por el pasillo y una de las salas en la que una especie de cama-sofá forrada de poli piel color marfil tipo años setenta ocupaba casi toda la habitación. En forma triangular quedaba blindado dos de sus lados por espejos que con la luz tenue daba amplitud y visión de todo lo que ocurría. La música, Joe Cooker ”You can leave your hat on”, de la famosa película “Nueve semanas y media”, terminaba de crear el ambiente propicio para el encuentro.
 Fran, agarró de la cintura a Anastasia, la atrajo hacia él y como si de un baile fuera, la acarició y la recostó en uno de los lados dejando sitio a Mónica y su hombre. Conocía muy bien los gustos de Anastasia, sabía que la podía preparar rápidamente lamiendo sus labios inferiores y el clítoris. Estuvo lamiendo y succionando hasta que empezó a oír su gemido, en ese momento se intercambió de chica. Mónica lo estaba esperando con ansiedad, lo descubrió porque fue directamente a su pene, en un primer momento empezó a lamerlo, pero seguidamente lo empezó a besar con una suavidad y un cuidado que se sintió realmente querido. Su calidez en posicionar sus labios en su falo erecto y la mirada que le dirigió, le invadió de una forma, que empezó a subir su autoestima. Vio de reojo que una pareja se había acercado a ojear, ella tenía unos ojos de gato que le encendió, y él respondió a esa mirada con otra de una sensualidad electrizante como intensa, mientras, seguía penetrando y marcando un ritmo. La chica proyectó a su novio de espaldas contra la pared, inmediatamente, sin dejar de observarle, acometió a friccionar con su pequeño y respingón trasero por toda la entrepierna de su chico.
La sensación que sintió, creció. Deseado por la chica “ojos de gato”, la agitación de Mónica mirándolo apasionadamente, Anastasia, que buscaba su atención metiendo sus pechos para que los besara, le trasladó a un momento histórico de su vida.
 Era el año 2002, la famosa marcha ciclista internacional Quebrantahuesos, una de las marchas ciclistas más duras y bien organizadas del mundo. Fue una odisea y su mayor superación tanto física como mental, pudo terminar la prueba en ocho horas y terminando en el puesto 276. Un gran puesto.
 Las imágenes de pinchar rueda nada más empezar la carrera, las prisas en arreglar el pinchazo, sin miedo empezar a pedalear para alcanzar al grupo de cabeza, se fueron sucediendo. Ese año iba fuerte. Luego el agarrotamiento de las piernas, el sudor por todo el cuerpo por el gran calor que hacía, los compañeros, que abandonaban la carrera tirados a los lados con sus bicis y ese sentir que no lo iba a conseguir, y de pronto, las ganas de superación cuando los bomberos, ya en los últimos kilómetros, en Jaca, salieron con sus camiones para repartir agua y empaparlos desde la cabeza hasta los pies. El clamor, los aplausos de los lugareños al pasar por los pueblecitos y la ayuda de los bomberos le dieron esa gratitud convertida en pedaleo y energía.
 Esa felicidad que le invadió por ser una prueba tan emblemática la estaba comparando al momento que estaba viviendo. Cambiaba de postura, sentía que sus embistes eran respondidos tanto por sonidos de placer como por murmullos de asombro de los espectadores, se centró, tal como lo hizo en aquella subida y puso en orden a todos sus músculos. Hasta cinco veces tuvo que cambiar el ritmo para retener llegar al final, esto era su éxtasis porque finalizar con la eyaculación, era eso, finalizar y punto.
  Cambió a todos los estilos, misionero, lateral con una pierna elevada, a cuatro patas, de frente con las piernas encima de sus hombros… y ya cuando notó el cansancio de Mónica, la dejó descansar, según sus apreciaciones, mínimo, se había corrido cuatro veces. Aún tenía fuerzas para terminar en Anastasia que para eso era su acompañante. El chico de Mónica hacía rato había terminado, así que terminó la faena dentro de Anastasia, se quedó acurrucado besándola tiernamente unos segundos. Sintió el placer del buen hacer, había cumplido más allá de las perspectivas que se esperaban de él. Se estaba haciendo famoso en ese círculo. El chico que deseaban las mujeres, llegaba hasta el final y siempre podía, siempre tenía reservas.
  Mientras, Jorge, intentaba concentrarse en los temas de la cofradía. La verdad era que su mente le llevaba lejos de allí, a ese día, en el que estaba en su colmado con su mujer y Fran. Le gustaba a Anastasia probar sitios nuevos; y no se le había ocurrido otro sitio que la tienda de su propiedad, o mejor dicho en la trastienda. Se oyó el timbre de la entrada, alguien pasaba al interior, justo cuando Anastasia estaba poniendo su mano en el bulto que empezaba a crecer en el pantalón de Fran. Les pidió que se estuvieran quietos y calladitos mientras atendía y despachaba al cliente. Jorge salió de la trastienda para atender y cuál fue su sorpresa al comprobar que era el cura del pueblo que venía a por vino, para la eucaristía. Temió que quisiera echar un rato de “cháchara”, así que casi tartamudeando y tropezando con todo; retrocedió y entró a por el vino; allí estaban ellos dos, él cabalgando a su mujer con un ímpetu y una velocidad que era la envidia de cualquiera que los viera. Tapaba la boca de ella y sin parar la iba llevando al orgasmo en nada. Como le hubiera gustado… Casi se muere cuando escoltando al cura con su vino hacia la puerta, se oyó un gemido. Menos mal que el pobre sacerdote era viejo y casi sordo porque no hubiera sabido encontrar una excusa al ruido, pero gracias a Dios el hombre no se paró y se despidió como si tal cosa.
 ¿Qué estarían haciendo ahora? ­- Se preguntó Jorge-  Porque claro, mientras él estaba ahí acordándose de ellos seguro que su mujer no tenía ni siquiera el detalle de gozar de un orgasmo para él y disfrutar por los dos. Nada. Ni una llamada perdida de ella. Y seguro que a Fran como se creciera en el momento, que lo conocía bien, seguro que no se estaba negando a montar a cualquier joven bella e insatisfecha, así que seguro volverían tarde. Si es que Fran era un diamante en bruto, un buenazo, que a todas se prestaba porque amaba así y siempre esperando ser deseado y querido como un cachorrito recién comprado. Y él esperando. Porque él si estaba siempre pendiente de lo que su mujer necesitaba. Llamaría en cuanto terminara la reunión que poco faltaba ya.
 Jorge se quedó rumiando esos pensamientos…
  Anastasia y Fran, ya se habían duchado, volvieron al bar, a seguir tomando otra consumición, se reunieron con sus compañeros de sofá. En un momento dado, Mónica le susurró al oído a Fran, su temor sobre su cuerpo, no estaba como antes, la última vez que se vieron. Que iba al gimnasio, decía, pero claro, la edad y los años, pues ya se sabe, no perdonan. Casi no se atrevía a mirarlo a los ojos y, éste, no dudó, en cogerle la barbilla y acercándola a su cara le indicó que ni en el gimnasio, ni la edad tenían que ver con besar de esa forma. La cara de Mónica se transformó. Tardó varios segundos en volver a parpadear. No le fallaba, la hacía sentir más ella misma. La liberaba de complejos absurdos. Allí estaba Fran, ese regalo caído del cielo, que restañaba temporalmente cualquier herida o duda de mujer…
  Fran las conquistaba desde el corazón y las colmaba de un placer sexual que no se podía olvidar, lo constataba en cada acto que tenía con ellas. Siempre recibía gratitud.
 Fran, llevaba un mes sin pareja, pero, volvió a pensar en su Almudena, su última compañera íntima. Ella, unos años mayor que él, toda un bellezón con cuerpo atlético, luchadora, independiente, la admiró desde su primera caricia. Esas mujeres libres que no lo atan a uno, son su “Kryptonita”. Los momentos que compartían escalando, las risas, los viajes, ese vacío que le quedaba…porque al final se encontró con una lista de quejas que no compartía: falta de empatía, infiel…Y la sensación que estaba preparándose para dejarlo, ¡Qué bien le vino poder acusarlo de engaño! ¿Qué quería? Se habían conocido en ambiente liberal y fue decisión de ella que eso se había terminado. ¿Cómo una persona puede atarse solo a otra en lo sexual, cuando claramente, el tener sexo con una tercera persona te hace volver con tu pareja con más intensidad y con más deseo de encontrar ese cariño que solo tu chica puede dar? No se lo quitaba de la cabeza
 Tal vez ese vacío que le quedaba era porque siempre se guardaba un tercio de aire, como dicen los bomberos, para volver. No se entregaba totalmente ante la idea de que no funcionara. Tal vez… Y allí estaba su chica, según sabía, intentando olvidarlo, pero haciendo las mismas salidas y rutinas que hacía con él, mientras, él se lamia sus heridas sin poder estar en los mismos sitios que ella.
 Ya cuando salían del local, Anastasia perpleja vio que tenía dieciocho llamadas perdidas de Jorge. Pero bueno, que le pasaba. Y Fran tenía unas tres llamadas perdidas también de Jorge. Se volvió a Anastasia y le espetó, ya sabes, le gusta jugar al rol del abandonado. Disfruta así.
 Anastasia no se prodigaba en expresar lo que sentía y, menos, decirlo directamente a Fran. Por eso, este, siempre recibía mensajes de Jorge sobre como hacía sentir a su mujer en cada encuentro. No solo era deleite, era mucho más, la hacía sentir mujer y en ocasiones ser la novia de Fran. Para ella había un vínculo especial, se materializaba en sexo, aunque el origen era un amor como nunca antes había sentido. Jorge la amaba tanto que ese bienestar en ella, le llegaba y de alguna forma, a pesar de la envidia, estaba agradecido al único hombre que lo conseguía. Fran.
 Llegaron a casa, antes de entrar la miró picarescamente.  “Me he reservado para este momento”. Le guiñó un ojo, ya temblaba Anastasia.
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Descripción

Historia de un hombre y su relacin peculiar con las mujeres, el complemento ideal.

Palabras Clave: romntico ertico relato pareja amor liberal

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



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