IDA Y VUELTA - Esquema del Fracaso - Jorge Dossi 1990
Publicado en Sep 30, 2009
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E S Q U E M A  D E L  F R A C A S O
"Perdón por los que nacen
por los que caen para siempre
sin probar una ternura breve o
amarga
por la urgencia
por el amor que no supimos
ejercitar
por las ideas que no pudimos
imponer
por las mujeres que no entendimos
por el fracaso."


Francisco Urondo

   Desde el fondo de nuestra conciencia y a lo largo del proceso histórico, los argentinos venimos construyendo justificaciones. Hemos edificado con tanto esmero nuestras defensas que caímos sin sospecharlo en la alabanza de una sola verdad, un sólo camino que nos pertenece individualmente, que no queremos compartir por temor a reconocer que todavía es posible la aventura colectiva y solidaria que libere las fuerzas, nos desate de la mediocridad y nos guíe definitivamente a la construcción de la esperanza.
   Hemos sido egoístas con nuestras búsquedas. Nos hemos encerrado a meditar en la soledad de las catacumbas buscando pergeñar el modelo exitoso del individualista. Hemos creído en el mito de "la propia salvación" ante las eventualidades y esto no hizo más que confirmar la imposibilidad de llevar adelante empresas que desdeñan las virtudes del compromiso, la amistad y la lucha.
   Raúl Scalabrini Ortiz afirmaba que "Nuestra mayor tristeza proviene de no saber quienes somos". En esta reflexión puede encontrarse un punto de partida para comprender lo que ha pasado en el país con su historia, su gente, sus dolores y fracasos, porque al internarnos en el universo del fracaso, aparecen las pequeñas historias que signaron los rumbos de esta patria que cicatriza en sus heridas pero que deja entrever en su estigma un dolor que aún no cesa.
   Siempre se ha criticado aquello de las "virtudes del alma argentina" asociadas al patriotismo, al sentido heroico de la vida y a la solidaridad.
   Esto es tan cierto como apreciar desde su opuesto que sufrimos vejaciones al aceptar que hay un descreimiento hacia la política, que la participación popular no se canaliza positivamente o que hemos sido el rebaño de ambiciones personalistas.
   El fracaso viene a montarse en esa crítica de la mano de aquellos que profetizan la inútil salvación, mientras pregonan que hay que abrirse paso solitariamente desechando la actitud comprometida con la vida y el hombre.
   El fracaso individual en tanto estado emocional de los sentidos se conjuga como un acontecimiento intransferible que arrastra consigo el germen del escepticismo.
   Las historias de nuestra gente plagadas de rupturas emocionales conforman el rompecabezas de una Argentina que en mucho se asemeja a una valija de tristezas; un país triste y sin destino, porque ese destino no se unifica en los millones de voluntades tras una voluntad general, por el contrario, las mismas se reparten en cada quinta individual donde sólo es posible plantar protestas sin eco.
   Los mentores del fracaso colectivo apoyan férreamente los alardes individualistas. Luchan denodadamente para imponer un esquema que permita preservar la mitología de los símbolos y hacernos creer que así les disputamos porciones de poder, porque el fracaso colectivo de un país es mucho más visible que el calvario cotidiano de sus habitantes y porque además, ese fracaso colectivo eternizará los privilegios, sepultará los sueños de justicia y libertad, en suma, irá delineando el fracaso conceptual de una doctrina de la vida.
   La intransferibilidad del fracaso individual determina el desconocimiento de las razones de otros fracasos. Al hombre le pesa su historia personal y las derrotas que soportó de ninguna manera pueden compararse a otras similares, porque le pasaron y le dolieron, nacieron y murieron en él.
   El fracaso colectivo de la Argentina en su complejidad arrastra y engloba las historias personales con los esfuerzos de los hombres que interpretaron la necesidad imperiosa de rescatar esas historias condenadas al olvido y la indiferencia.
   A la luz de nuestro análisis, el 17 de octubre de 1945, sólo puede concebirse como la culminación de un ciclo -en la formación de la conciencia nacional- elaborado desde una inteligencia perceptiva que buceó hondamente en las causas del fracaso. Esta formación de la conciencia nacional que venía gestándose desde las luchas de la independencia, como elemento constitutivo de un proyecto de liberación, es la que permite a Perón ingresar en la historia y protagonizarla merced a su capacidad para develar el intrincado mundo de los calvarios personales, su peculiar intuición para interpretar la revolución como un singular esfuerzo de la conciencia colectiva en la lucha por la superación de los viejos moldes que tan celosamente defendieron los gestores del fracaso nacional.(1)
   Se dirá, desde otro enfoque, que siempre que buscamos en la historia las causas de nuestro fracaso actual lo hacemos tomando partido por lealtades, que no tiene sentido dividir el país en mitades para apoyarnos en ellas. Ocurre que no concebimos otra forma de analizar la historia sino mediante los opuestos que en determinado momento se han enfrentado para luego arribar a una síntesis.
   Ello nos lleva a convencernos que la historia que debemos analizar es la de carne y hueso, la que permite transportar las variables del pasado a nuestro presente para establecer coincidencias o discrepancias sin que ello implique adoptar una metodología académica (2)
   Si Alberdi renegó del país porque estaba convencido que el nativo era incapaz de llevar adelante la empresa de la organización nacional, y que tal empresa sólo sería posible promoviendo la inmigración anglosajona no podemos crucificarlo o conferirle el mote de "vendepatria".
   Tendríamos que bucear aún más para desentrañar las causas del fracaso en la enseñanza de nuestra historia y responder los interrogantes: en este caso, porque se silenciaron los escritos póstumos de Alberdi que constituían una valiente autocrítica a sus posiciones anteriores, especialmente las referidas al rosismo y al fracaso de la Argentina de entonces (3)
   Arturo Jauretche, con su olfato magistral expresaba que "Una escuela histórica no puede organizar todo un mecanismo de la prensa, del libro, de la cátedra, de la escuela, de todos los medios de formación del pensamiento, simplemente obedeciendo el capricho del fundador.  
   Tampoco puede reprimir y silenciar las contradicciones que se originan en su seno, y menos las versiones opuestas que surgen de los que demandan la revisión. (...) No es pues un problema de historiografía, sino de política: lo que se nos ha presentado como historia es una política de la historia, en la que esta es sólo un instrumento de planes mas vastos destinados precisamente a impedir que la historia, la historia verdadera, contribuya a la formación de una conciencia histórica nacional que es la base necesaria de toda política de la Nación. (...) Se ha querido que ignoremos como se construye una nación, y como se dificulta su formación autentica, para que ignoremos como se la conduce, como se construye una política de fines nacionales, una política nacional. (...) La falsificación de la historia ha perseguido precisamente esa finalidad: impedir, a través de la desfiguración del pasado, que los argentinos poseamos la técnica, la aptitud para concebir y realizar una política nacional.".
   Ahora podemos ir enlazando ciertas claves que contribuyen a edificar el fracaso como alternativa a las opciones. La tristeza, la melancolía, la nostalgia por un pasado feliz son motores de nuevos encuentros con la realidad cotidiana, donde hay que lidiar contra el fantasma que persigue definiciones, que impulsa los duelos verbales y aviva la polémica sobre los siempre inciertos destinos del país.
   Si introducimos en este análisis la alegría, encontraremos en contadas ocasiones su presencia generadora de nuevos planteos, erigiendo infinitas maneras de observar el horizonte.
   Recordemos por ejemplo, dos momentos relevantes de nuestra historia política: el 11 de marzo de 1973 con el advenimiento del peronismo tras dieciocho años de forzada e injusta proscripción y el 10 de diciembre de 1983 con la asunción de Alfonsín después de la inolvidable y sangrienta dictadura militar. En ambos acontecimientos y sin analizar sus entornos, por cierto diferentes, el pueblo volvía a creer, tomaba en sus manos la responsabilidad de hacer la historia con su protagonismo. La alegría asumía con sus expresiones el desafío irrenunciable de impedir que el pasado y el fracaso volvieran a adueñarse de la patria. Pero siempre ocurre; se piensa que ante un pueblo de pie, que desea expresarse en paz, no tendrán cabida el terror, la muerte, el dolor; Que hemos crecido lo suficiente y aprendido de nuestros errores, pero luego resulta que la potencia inicial comienza a declinar y la alegría que puso marco a las grandes epopeyas va mermando, y si bien se atribuye dicha merma a la inconstancia de los estados del espíritu, las malas lenguas desempolvan su vieja muletilla y nos endilgan que solo queremos "pan y circo".
   Se puede comprender pues aquí es donde la historia y la memoria nos castigan. Los apóstoles del fracaso nos muestran sus cartas ganadoras: el fracaso es una constante histórica que necesita el desahogo instintivo para volver a realimentarse y así se explica que los sucesos donde el protagonismo popular alcanza su máxima expresión se maten a si mismos en sus contradicciones cuando la maquinaria del fracaso comienza a funcionar.
   Es frecuente escuchar a los profetas del escepticismo analizar el país con su excesiva verborragia afirmando que "estamos sumergidos", que "no hay destino". Pareciera que la opción ante el compromiso y la lucha se reduce a sobrevivir y tal actitud implica mimetizarse en la mediocridad de una vida que transcurra sin sensaciones que merezcan ser asumidas como crecimientos del ser. Se pontifican vivencias estáticas que no aportan construcciones optimistas. La convivencia social no se concibe como una lucha por mejorar el nivel de las relaciones humanas sino como un estado del espíritu egoísta que tiene que soportar el peso de otras opiniones, por ejemplo, las expresiones de los otrora silenciados, o el miedo de que poco a poco se instale una igualdad perjudicial que "nos meta a todos en la misma bolsa".
   Se trata de robustecer la idea que antes esbozáramos sobre la tristeza y el fracaso comunicados a través del derrotero de nuestra historia, salpicada a veces por alegrías que nunca constituirán fundamentos para un nuevo orden. Se trata de condenar el derecho a la felicidad argumentando que su paso por el universo humano es efímero, que no alcanza a todos por igual y que como tal, no será entregada sin batalla.   
   Pero nuestro pueblo sabe con certeza el nombre de esas batallas. Ha luchado contra el fracaso transformado en hambre, miseria, desocupación, tortura, muerte y desaparición y ha sentido en carne propia el periplo que conduce a la felicidad.
   Nuestro pueblo se ha sometido a los exámenes de encuestadores agoreros, ha torcido las agudas reflexiones de los teóricos de la verdad revelada que muchas veces, sin proponérselo, actúan junto al enemigo, y cuando encuentra el camino de su ventura y se esfuerza por cumplir su mandato histórico, se lo vapulea, se lo humilla con algunos mitos como el de la lección mal aprendida, la traición a los padres, la insolencia del joven apresurado, y sigilosamente se lo induce a fracasar, se lo arrincona en el límite de sus aspiraciones y se le aconseja esperar con paciencia, apelando a la fraseología circunstancial porque "el futuro es nuestro" y saldremos adelante con "tiempo y esfuerzo", entonces, aquella alegría que enfervorizó multitudes se va desarticulando lentamente conformándose con ser la alegría egoísta de una historia personal que tendrá que seguir luchando en desventaja contra el fracaso colectivo.
   José Pablo Feinnman se refiere a la perdida de su futuro rememorando lo que significó para su generación la trágica jornada del 20 de junio de 1973 (Ezeiza). (4) Su apreciación parece exagerada sobre todo proviniendo de un militante apasionado por la causa nacional, aunque tal vez haya algo de verdad y nos cuesta digerirla porque confirma el fracaso de su generación y nos lleva a replantear el posible fracaso de la nuestra.
   Si en aquellos días de 1973 una generación hubiera perdido el futuro no tendrían sentido estas reflexiones que Feinnman provocó ya que si bien es cierto, como él afirma que "la perdida del futuro es un acontecimiento individual, intransferible", también lo es el nacimiento de nuevas certezas que al otorgarle a la reflexión una oportunidad para volver, se inscriben como acto constitutivo de una voluntad revitalizada.
  La generación del 73 tuvo una gran riqueza conceptual. Como pocas luchó pensando en la construcción del país posible. Para un vasto sector de la juventud, tuvo la bendita suerte de ver coronados sus esfuerzos con el retorno de Perón. Se destacó por la inquieta creatividad que fluía en la sangre de sus mejores exponentes. No fue esa generación la que perdió el futuro aquel 20 de junio de 1973. El futuro lo perdió un pueblo entero, ajeno a las luchas fratricidas de las minorías del odio y la violencia. Feinnman y otros nos dejaron el valor de sus apasionados testimonios, la voluntad de continuar.
   Sin embargo, el replanteo generacional del fracaso suele encarnarse cuando el futuro se vislumbra como un horizonte nublado.
   Una singular visión del fracaso generacional se ubica en la elección personal de salvación ante la muerte que un sector de la juventud argentina padeció durante la dictadura militar, y la estrecha vinculación que esa opción de supervivencia mantuvo con la formación educativa que se impartió durante ese período, destinada a dividir las aguas y a enfrentar posturas falsas.
   Producido el golpe de estado en 1976, quienes militábamos en las organizaciones estudiantiles nos vimos envueltos en aquella batalla ideológica que por un lado protagonizaban los exponentes de la generación de Feinnman -a los que se procuraba eliminar-, mientras que por el otro, reunía a quienes profetizaban la formación de una juventud apolitizada y alejada del compromiso fomentada desde el discurso oficial.
   Nuestra lucha fue compleja porque además de revisar las posiciones de la generación anterior teníamos que luchar contra los dogmas que se intentaban impartir a la emergente.
   Hoy se afirma que ese fracaso esta a la vista. Se habla de una juventud más calmada y menos revolucionaria; más anquilosada y menos participativa; más inteligente y menos comprometida. Por supuesto que sobre ello existen varias lecturas y es muy posible que no todos coincidamos, pero en la soledad y el martirio de estos tiempos se están gestando silenciosamente los testimonios de una generación que no pasará desapercibida.
   Hay una alternativa plena de audacia en el arte de coleccionar reflexiones: propone "barajar y dar de nuevo", lo cual supone una refundación del país que borre para siempre las penurias del pasado.
   La tarea obliga a reacomodar las conciencias e imaginar un límite desde donde pueda arrancar una conceptualización moderna del país, un horizonte que procure aunar criterios y comportamientos para quebrar el molde que mantiene atrapada una cultura de la resignación estrechamente vinculada al fracaso. Pero esta cosmovisión casera plantea un corte abrupto con la historia y tiende a sugerirnos una complicidad con el olvido al que Discepolo, alguna vez calificó como "un peligro, porque borra de pronto obligaciones y desdibuja derechos", y prescindir de la historia y sus errores, es por todos conocido: acarrea la condena de volver a repetirlos.
   La "intelligentzia" trabaja solapadamente sobre las motivaciones populares y siempre están latentes las posibilidades de un nuevo embate que imponga definitivamente la teoría de la memoria frágil que tanto ha contribuido a sostener aventuras dictatoriales como proyectos mesiánicos y que tanto más nos cuesta erradicar.
   Si en principio estamos dispuestos a recomponer el tejido de la sociedad argentina será conveniente vigilar los pecados de juventud porque ya no podremos perdonarnos una nueva equivocación, ni tampoco será viable suscribir al olvido y sepultar los malos pasos. De a poco se va imponiendo la necesidad de recrear la gimnasia crítica que encauce las reflexiones en un sentido crítico y superador.
   Sobre la función del pensamiento crítico y su incidencia en aras de internarse en el universo del fracaso, es interesante la "aproximación" -así la define- de Juan Gelman sobre "la escasez extrema de un pensamiento crítico" y la mentada "atribución de culpas a un sólo fragmento de la sociedad cuando habría que analizar muy bien cuales han sido las responsabilidades compartidas de toda la sociedad" (5).
   Esta autocrítica global desarrollada por todos los sectores de la sociedad argentina es la deuda que tenemos con las generaciones futuras.
   Se dirá con razones que encolumnar el esfuerzo colectivo para asimilar errores y corregir conductas es una utopía, pero hay que internalizar las metas y plantearse el desafío. De eso se trata. Un desafío irrenunciable al que no hay que ceder ante la tentación de los paraísos artificiales que nos propone la posmodernidad.
   Si hemos recorrido el fracaso para enamorarnos de su uniforme habremos confirmado viejas virtudes de los escépticos para profetizar el desencanto y la incredulidad, pero seguramente, sabremos encontrar las fuentes donde mamar la lealtad a los principios y la consecuencia con las ideas. Estaremos así, inaugurando una nueva lucha contra la colonización ideológica y los artífices del conformismo.
   Será entonces el tiempo de esbozar un esquema de emergencia que sostenga el espacio conquistado y estimule la participación activa en la defensa del sistema democrático.
   Haciendo nuestro un pensamiento de Discepolo, esperamos que estas reflexiones "no se transformen en amor a las palabras sino en amor a los hechos"
  
NOTAS


1.- Juan Perón. Discurso en la Plaza 4 de Junio (Villa María el 28 de Octubre de 1944).
2.- En "Política Nacional y Revisionismo Histórico", Jauretche formula una advertencia previa al desarrollo del trabajo en la que se propone demostrar que lo de "ahora" no se puede resolver sin primero entender "lo de antes". Asimismo reproduce gran parte de un artículo de José María Rosa, publicado en Mundo Nacionalista Nº 3 del 5 de Diciembre de 1969, sumamente ilustrativo en cuanto a los criterios, conceptos y premisas utilizados en la revisión histórica.
3.-"En nombre de la libertad y con pretensiones de servirla nuestros liberales Mitre, Sarmiento y Cia. han establecido un despotismo turco en la historia, en la política abstracta, en la leyenda, en la biografía de los argentinos. Sobre la Revolución de Mayo, sobre la guerra de la independencia, sobre sus batallas, sobre sus guerras, ellos tienen un alcorán que es de ley aceptar, creer, profesar, so pena de excomunión por el crimen de barbarie y caudillaje". Juan Bautista Alberdi. Escritos Póstumos.
4.- "Otra vez el futuro" en "El Mito del Eterno Fracaso", José Pablo Feinmann, Legasa, Buenos Aires, 1985, pag. 245

5.- Para una lectura más completa se recomienda un testimonio inédito que bajo el título "Un collar de obsesiones", apareciera publicado en Cuadernos de Crisis Nº 53 Enero de 1988
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Descripción

Palabras Clave: FRACASO GENERACION ESQUEMA CONCIENCIA BUSQUEDA TRISTEZA DESTINO VOLUNTAD

Categoría: Ensayos

Subcategoría: Sociedad


Derechos de Autor: Reservados


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Jorge Dossi

El fracaso tan temido. Una vuelta por el fantasma siempre acechante.
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February 23, 2010
 

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busy