La afable mentira
Publicado en Sep 19, 2018
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La sociedad, en tanto y en cuanto se encuentra a la merced de pandillas que se adueñan de las mayorías  obteniendo el poder absoluto  (como brillantemente describía Ayn Rand en sus obras), es víctima del absolutismo que grandes conglomerados impongan. La lógica y análisis objetivo ofrecen una sencilla regla que explica por qué la dictadura de las mayorías es totalmente inviable y un acto humano autodestructivo: Si solo una minoría es realmente capaz y tiene un entendimiento considerable de la lógica, y a la sociedad la manejan las grandes mayorías (mayorías que, por antonomasia, son ilógicas o están menos capacitadas para dirigir el rumbo de una especie) ¿Cómo podríamos creer que la supervivencia es algo seguro en manos tan torpes e incapaces?
 No es necesario plantear una distopía cuando la misma se vive en carne propia, cuando aquellos que gozan de entendimiento tienen que sosegar su vida a la incapacidad de un grupo que lidera no por méritos sino por su propia condición de grupo. Tampoco es algo extravagante, se vive en la política, en el trabajo, dentro de un salón de clase e incluso en el propio seno familiar. Incluso, si uno pecara temerariamente de entusiasta, podría creer que las decisiones de una mayoría no necesariamente apuntan a un lugar desfavorable para la raza humana, y de hecho en ciertos aspectos dicho planteo es real. El asunto problemático nace en los casos donde dicho planteo, por pura decantación y probabilidad, falla. Cuando las decisiones de la mayoría son ridículamente suicidas pero  nadie puede ir a contrapelo de ello porque, justamente, no ostenta el puesto de mayoría, solo ostenta ser una persona lógica (que, en nuestra sociedad, parece ser un acto de rebeldía natural).
 Los rebeldes son aquellos que logran inmiscuirse en las ideas resultantes de la mayoría y logran ver más allá, ven el fallo y, en pos de hacer el bien, buscan salvarse y salvar a todos de una mala decisión. Como bien decía Joseph Goebbels “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”, las mayorías caen en lo dicho por el susodicho y esto es ciertamente peligroso. Si una idea logra instalarse y no se advierte a tiempo del peligro inminente que significa, dicho peligro se vuelve inevitable. Hoy reina lo políticamente correcto ¿No es esta potencialmente destructiva situación digna de representarse en una distopía? En efecto, lo es, pero hay un factor aún más doloroso de  esta cuestión, y que termina de coronar la situación como una problemática social enorme pero, a la vez, silenciosa (¿o silenciada?), veámoslo con ejemplos:
 En los últimos años se ha popularizado una tendencia supuestamente en favor a las personas que padecen obesidad, la misma es la normalización absoluta de la condición de obeso y la negación de su calidad de enfermedad. El argumento, tan vacuo como quienes lo promueven, es una falsa promoción de libertad y respeto. Ellos se embanderan con palabras de bonita connotación para hacerse, poco a poco, con el apoyo popular. Sucede que esta tendencia no solo es absurda por su clara negación al empirismo absoluto, sino que además va a contrapelo de la verdadera lucha de los obesos para lograr que se los reconozca como enfermos (entre otras cosas para poder ser provistos de medicamentos y tratamientos en función de mejorar la condición de su enfermedad). 
 Hoy no es sorprendente ver a alguien en la televisión o cual sea el medio saliendo a decir que cada uno debe aceptarse tal cual es; esta última frase es sumamente peligrosa por su amplitud interpretativa. La aceptación, en efecto, es necesaria en uno mismo para poder quererse y vivir, pero sucede que la aceptación de lo que uno es no es inherente a la aceptación de como uno está. Incluso, si profundizamos aún más. La aceptación de lo que uno es en esencia debería ser el puntapié inicial para aceptar sus falencias y salir de la situación desfavorable en la que uno se encuentra (en el caso de este ejemplo, la obesidad). Promover la aceptación de una condición desfavorable (en términos científicos y médicos) es promover la no-salida de la zona de confort, es promover el estanque y el no-progreso.
 Hay otro punto a analizar  que es ciertamente curioso, dicho punto es la doble moral absoluta de quienes defienden esta postura. Tal parece que la evidencia científica y médica no es relevante (o es menos relevante que la autodeterminación de alguien que sufre un trastorno) en algunos casos pero en otros su postura se da vuelta de manera repentina. ¿A qué me refiero? A que ante una persona que sufre de anorexia (un trastorno medico alimenticio al igual que la obesidad) la “libertad y respeto” no existe. ¿Cómo, ante casos opuestos pero con una raíz igual la postura puede variar tanto? Aquí se puede ver lo endeble del argumento. ¿Cómo algo tan ilógico puede tener verdadera y peligrosa relevancia en la sociedad? Adueñándose de la maleable mayoría, chantajeándola con discursos políticamente correctos e ideas de pseudomodernidad.
 Suceden patrones similares en otros aspectos y fases de la sociedad, un caso también destacable es el de la discriminación. La concepción de las mayorías es anacrónica respecto a lo que se vive hoy en día. Seguir hablando en contra de la discriminación de sectores anteriormente excluidos pero que hoy ya forman parte activamente de la sociedad es un acto sin sentido. Muchas aristas surgen en consecuencia a este hecho, una de ellas es caer en la irracionalidad con el fin de seguir justificando la “defensa” de los sectores “excluidos”. No hay que profundizar demasiado para encontrarnos con personas buscando racismos de manera compulsiva con el fin de solidificar su postura hoy absurda. Pareciese que hacer un comercial basándose en datos que la propia sociedad suelta (en forma de análisis de mercado) es promover un supuesto estereotipo (¿no acaso el hecho que realmente un grupo en su mayoría haga una x acción impide que esa caracterización sea considerada un estereotipo?). Y aquí nace nuevamente la doble moral de los defensores de lo políticamente correcto; si “estereotipas” a un sector que en un momento era vulnerable ganas el odio de estos defensores de la “libertad”, ahora, si vulneras de manera sistemática a la figura del hombre-blanco-heterosexual, por dar un ejemplo sencillo, recibís el apoyo y admiración de este sector tan endeble, argumentalmente hablando, que es incapaz de ver la contradicción per sé que representan.
 Los defensores de lo políticamente correcto, aún tras todo lo dicho en estas palabras, tienen un fallo de base muchísimo más grande y profundo: creen ser rebeldes, creen ir a contracorriente de lo normal cuando ellos rigen la normalidad. Hoy, la rebeldía no está en la corrección moral-ideológica, hoy la rebeldía está en la inteligencia, en la capacidad, y en lo políticamente incorrecto pero empíricamente aplicable/aceptable. Una sociedad obnubilada necesita de verdaderos rebeldes para poder recuperar la noción de la realidad, para no autodestruirse. 
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Foto del autor Damián Campos
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Descripción

Reflexión y análisis de las consecuencias auto destructivas que la posmodernidad ha traído a la sociedad.

Palabras Clave: : sociedad intelectual soledad lógica ensimismación solitario voráz violento frívolo moral ego pensamiento tristeza banalidad complejidad simpleza adolescencia relaciones humanas rol enfoque caida pregresia inutilidad posmodernidad

Categoría: Ensayos

Subcategoría: Sociedad



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