primavera perdida
Publicado en Apr 16, 2018
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Primavera perdida
 
No fue una mañana como aquellas de comienzas de primavera. De esas que tanto esperábamos cuando se iba el frío invierno.
Esas mañanas con aroma a flores y a tierra húmeda, de interminables senderos rodeados de árboles y arbustos    multicolores. De ese lugar mágico donde éramos dueños de nuestra imaginación y de nuestras colinas sin límites ni miedos. 
Algo extraño sucedía, no comprendíamos tanto movimiento,  tanto alboroto repentino y todo en el más absoluto y misterioso silencio.
Escuchábamos murmullos, sin duda que era algo malo, algo terrible y daba mucho miedo. 
Ver a mi padre asustado era extraño y ahora por primera vez  lo veía realmente  muy preocupado. Estuvo así todo el día y nosotros sin salir de casa y sin saber que pasaba.
Esa noche, nos fuimos a dormir temprano, mientras papá, mamá  y mi hermano mayor se quedaron en el comedor, como esperando algo. Recuerdo que luego de un rato, me levanté sin hacer ruido, y los vi que miraban  hacia el fondo del valle, hacia la  planta de agua,  a unos cien metros de nuestra casa, que se ubicaba en el borde de la quebrada y era la más cercana a ese lugar donde se procesaba el agua para la comunidad. 
Había mucha gente en ese lugar, mucho ruido, camiones y camionetas que nunca habíamos visto según lo que decía mi padre. Yo solo alcance a ver algunas luces de linternas que alumbraban  hacia el cerro y a  las casas, entre ellas la nuestra.
Cuando mi padre me vio, me dijo que volviera de inmediato a la cama, tomándome del brazo y casi empujándome hacia la pieza, percibí que no lo hacía por estar enojado, sino por  protegerme,   pero  de que pensé, sin encontrar la respuesta.
Con esa sensación me fui a dormir esa noche, que sin duda no era como todas.
 
El día había transcurrido casi calcado al anterior. Nosotros encerrados y todas las ventanas tapadas con las cortinas, mientras los adultos hacían todo con cierto cuidado.
Entonces traté de mirar hacia la otra colina por una ventana pequeña del costado de la casa. La curiosidad era demasiado grande, quería saber que sucedía afuera, por qué todo cambiaba tan repentinamente.
A lo lejos se divisaban  algunas personas  que instalaban algo así como  un cañón metálico  que emitía destellos con el sol de mediodía. Ese tubo metálico por algunos momentos apuntaba directo a nuestra casa, luego lo giraban  hacia otra parte, era como si jugaran a apuntar a diferentes blancos desde lo más alto del cerro. Yo sentí miedo, estaba paralizado sobre la silla con la que alcanzaba la ventana, en ese momento mi padre me bajo de la silla y cerró nuevamente la ventana, eso me dio más miedo del que ya tenía.
Durante la tarde mi padre trató de sintonizar alguna emisora de radio, pero no logró mucho, había ruido y algunas emisoras ya no estaban funcionando decía él.
 
Sin duda que había una sensación de espanto, como si un cuento del diablo se hubiera instalado en las casas pobres del cerro y esa brisa leve de primavera ya no traía el aroma de las flores en sus cestas invisibles. Ahora traería aromas a cuchillos, a cañones,  traería el aroma del miedo de los que escapaban como las hormigas, que se esparcían sin saber a dónde iban cuando eran atacadas, escapando de la muerte implacable y siniestra.
Aunque los mayores trataban de disimularlo, era palpable, se sentía en las miradas, en la respiración, en el silencio, era como si la vida se hubiera estancado de pronto en el calendario amarillento que colgaba de la pared.
.- Allí están, míralos- dijo mi madre repentinamente,- Son ellos, llegaron en la camioneta y en el camión verde- terminó por decir mientras mi padre miraba hacia abajo y le respondía en voz baja,  -sabía que iban a llegar, seguro se van a tomar la planta,  no estaba equivocado-.
Mi hermano menor y yo mirábamos y tratábamos de descifrar lo que decía mi padre, -son soldados dijo mi hermano- , -mira soldados de verdad,  ¿a qué vienen papá?,-  mi padre lo miró, le acarició su cabeza  y le dijo que a lo mejor venían a jugar.
                                                                   
-Llegó otra camioneta-  dijo mamá haciendo que todos fuéramos a mirar. Esta se detuvo para que bajaran los soldados, - parece que traen a alguien- agregó sin dejar de mirar.
Traían a un hombre, lo sacaron a tirones y lo pusieron afirmado  en la  camioneta. Era un hombre  bajo de estatura y gordo, vestía traje negro con corbata y llevaba algo así como una maleta en su mano derecha, era todo lo que se podía distinguir a la distancia.
Uno de los soldados que al parecer mandaba a los otros, habló con el hombre, este lo miraba atentamente como poniendo atención a alguna instrucción.
 Luego  comenzó a subir las escalas del cerro. Cada cierto tramo miraba hacia atrás y seguía tratando de avanzar. De pronto, trató de correr pero no logró avanzar mucho.
Cuando había subido unos cincuenta metros cerro arriba, uno de los soldados puso su rodilla en el suelo y apuntó su fusil; luego disparó…. , el cuerpo de hombre se detuvo un segundo para luego caer de espalda y rodar cerro abajo. En ese momento el soldado que mandaba levanto su mano y  ordenó ir a buscarlo.
El ruido de ese disparo fue lo que marcó un antes y un después. Como un rayo terrible que partía el tiempo de lado a lado  y que por muchos años iba a permanecer dando vueltas en mi cabeza.  Como si la bala continuara infinitamente viajando, con su silbido terrorífico, aniquilando a quien tratara de huir de su propia muerte.
 
 Ese hombre estaba muerto y  por primera vez sentí esa sensación, ese miedo, en ese momento aprendí que existía ese tipo de gente que yo no conocía,  que mataban de verdad y que  no era como en los juegos con mis hermanos y amigos en el cerro. No era como los juegos de bandidos con pistolas de madera, a él  lo habían matado de verdad.
Lo envolvieron en unos trapos verdes y lo amarraron como un bulto,  luego lo lanzaron dentro de la camioneta y desaparecieron con él. Nunca supe quién era, solo supe que estaba muerto.
Nosotros, mirábamos escondidos y aún no entendíamos que pasaba. Hasta que mi padre se acercó a mamá y le dijo en voz baja -parece que es verdad  que murió el presidente, pero no sé si lo mataron o se suicidó.- Yo escuché esas palabras y allí entendí que algo había terminado y otra historia había comenzado.
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Foto del autor MANUEL CABRERA ESTAY
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Descripción

cuanto de un momento en la historia de chile

Palabras Clave: primavera

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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