El chicharreo de mi corazn.
Publicado en Aug 05, 2017
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Soy una viajera de las melodías, siempre tan irracional a través de cada nota que juega en el aire esperando a caer en los oídos de una dulce persona. Me gusta caminar por la avenida principal de la Ciudad, mientras  los árboles me saludan y la brisa me roza suavemente con caricias eternas de plenitud a la naturaleza. Me describo en síntesis  como una persona común, no tengo muchos talentos, además del que les platicaré más adelante, sin embargo, me siento sumamente especial por una gran casualidad  que muchos sólo predican en sus sueños, y tratan de abrazar al despertar, pero se les escapa como a mí a veces las ideas. Por cierto me enoja mucho aquella situación, ya que cada día todo está más caro, incluso la fabricación de ideas, poco a poco se está viviendo la inflación, pero mejor paro de discutir o expresar mi malestar ante esto, que ¡se me escapan las ideas y sólo tengo unos pesos para pagar la renta de este mes, junto con unos dulces pancitos de la Señora María!
   
 
 
Actualmente estoy desempleada, aunque solamente de forma legal, ya que mi trabajo es “deleitar” transeúntes, a partir del chicharreo de mi guitarra electroacústica azul que me regalaron a la edad de dieciséis, ¡bendita la hora que me la dieron! Ha sido mi compañera de alegrías y llantos la avatar, sí, así suelo decirle, ya que hace años atrás se estrenó una película en la cual habían indígenas azules , es de cariño, pero a veces se enoja si la llamo así, y de testaruda se desafina de un momento a otro, inclusive en la calle. Bueno, como decía, toco en Ecuador con Balmaceda, y vivo de lo que dan las personas legalmente contratadas, que últimamente andan bastante generosas, siendo esto positivo para mi bolsillo izquierdo de mi chaqueta repleta de parches de bandas, que es donde guardo mi dinero, luego de un día de muchas armonías, rasgueos e intensos conciertos mentales, en los cuales alboroto mi cabello, tal cual fuera una alabanza a mi madre diciendo sí, sí, sí, sí tienes razón mientras mi cabeza va haciendo adelante y atrás. Hoy fue un buen día, y creo que es el perfecto para contarte mi pequeña y humilde historia.
   
Un día caminando por la avenida de noche junto con mi guitarra, me adentré por un pasadizo  entre unas calles, en el cual habían unas paredes un par de metros de cada una. Pasé de forma rápida, hasta que sentí unos llantos y decidí volver. Se encontraba una muchacha  sentada con la cabeza abajo y sus manos en ella, no pude ver su rostro, y para no transgredir ese momento de debilidad, me senté del otro lado de la pared de ese bloque, ya que ella estaba en la orilla.  Era como si ella estuviera encerrada en el baño apoyada de la puerta y yo del otro lado, tratando de que ella saliera en simples términos, para que se comprenda el contexto de aquella situación peculiar de aquél día. No sé cómo tratar situaciones de esa índole, así que ni siquiera traté de pronunciar una palabra, porque pensé que sólo empeoraría la situación de aquella chica desconsolada. Pasaron dos minutos aproximadamente, cuando me di un golpecito en la cabeza recordando la guitarra y la posibilidad de animarla a mi manera. Saqué la guitarra y expresé:
 
    - Damas y caballeros, bueno solamente dama, a continuación les traigo el mejor repertorio de la vida, desde canciones de treinta y un minutos hasta los mejores éxitos de rojo fama contra fama.
 Me paré, apoyé mi cabeza contra la pared y comencé a chicharrear, mientras ella sentí se reía un poco, quizás sin mucha felicidad por el momento, pero al menos sentía breves sonrisas de aquellos aún desconocidos labios.  Finalicé con un gracias y mis orejas se pusieron nerviosas, al sentir que ella se paró. Sólo expresó un gracias guitarrista de la noche con bastante júbilo y se retiró caminando, sin poder apreciar su cara. Cuando llegué a casa, me cuestioné bastante, le dije a Avatar que fui bastante imbécil, porque seguramente ni la vería de nuevo, lo cual me comenzó a dar vueltas, tenía mucha curiosidad, además que había adorado esas pequeñas risas.
  Al día siguiente, fui a trabajar de manera normal, misma forma de caminar, mismo café mañanero, misma personalidad y mismo chicharreo. Creo que me equivoco, ya que si había una situación diferente en mí, la cual traía entre mis cejas negras,  que resaltaba en mi rostro y en algunas equivocaciones de las notas que intentaba emplear. Finalizó mi día laboral y me adentré de nuevo por el pasadizo, mirando hacia todos lados, viendo si ella podría estar ahí. Mientras caminaba escuché una voz llamarme, la cual seguí, ¡era la muchacha! Y estaba sentada del mismo lado, al contrario de mí, ya que vi sus zapatillas verdes, llevaba las mismas, no quise ir de frente y me gané del otro lado de la pared, aún sin conocer su rostro.  Recuerdo estar muy nerviosa y nuestra plática comenzó así:
- Hola, ¿qué tal el día de hoy?
- Bastante mejor, suelo venir acá como manera de escape, es sólo que lo extrañaba mucho.
- Ya veo, espero no haberte estropeado un tanto los oídos con mi música. Me llamo Agustina, un gusto, ¿cuál es tu nombre?
- Para nada, de hecho muchas gracias por tus canciones, me han animado bastante y me dieron buena suerte, porque encontré mi mascota. Soy Josefina.
- Wow, ya veo Josefina, y me ¡alegra mucho!
- Lo siento mucho, pero tengo turno en el trabajo a las 10, verás que trabajo por las noches, así que debo irme, ¿te parece si mañana nos encontramos otro ratito? ¿Mismo lugar?
- Excelente, cuídate mucho, nos vemos mañana.
- ¡Nos vemos guitarrista!
    Debo admitir que cuando me dijo aquella noche que lo extrañaba mucho, pensé que estaba enamorada o tenía pareja, lo cual me deprimió bastante de golpe. La verdad no comprendí el por qué de esa sensación en ese instante, pero sí comprendí mi felicidad cuando me dio a entender que era su mascota, ¡qué cosas!
   Prosiguiendo con mi pequeña historia mientras como un pancito de la señora María, me gustaría explicar las ansías que tenía de verla al día siguiente, pero creo que por palabras no las puedo expresar, a menos que me diera un golpe en el teclado y saliera una palabra indescifrable. Recuerdo haber visto la televisión un rato, escuché mi CD de los Rolling Stones, di un par de vueltas por el pequeño, pero acogedor departamento y me lancé a la cama, tal cual fuera Superman sin capa.
    La situación seguía positiva en Ecuador con Balmaceda, así que seguí tocando en esa calle por aquellos días. Esperé la llegada de la noche. Salí un poco más temprano de mi espacio artístico aquella tarde, porque quería llevar un café a Josefina, recuerdo haber entrado a la tienda y quedarme pensando, cuándo el chico que atendía me dijo,- ¿de qué sabor? ¡Es cierto no conocía para nada a Josefina! Pero, pedí un Capuchino, con la esperanza fuera de su agrado y me pedí uno distinto, pese a que quería un Capuchino, por si ella no gustaba de ese y tener dos oportunidades de acertar. Miré mi reloj y me adentré al pasadizo, ahí estaba ella, en el mismo lugar, pero con zapatillas moradas aquel día, no verdes.
- Hola Josefina, ¿qué tal ha estado el trabajo?
- Hola Agustina, bastante cansador, pero en el día recupero fuerzas para mi turno de noche.
- ¡Es cierto! ¿Te gusta el Capuchino?
- Sí, es mi café favorito.
- Mira, agarra lo que hay en la mitad de la pared, desde tu lado.
- Es un Capuchino, qué adorable, de verdad muchas gracias, me vendrá bien para el turno.
- ¿Crees que deberíamos vernos la cara?
- No lo sé, quizás sí, pero quizás no, aunque claramente nos veremos la cara en algún momento.
- Déjame tocar tu mano al menos, desde mi pequeño mundo del otro lado de la pared, aunque en realidad no es pared, no alcanza a cerrar a nada.
-Está bien, debes tenerla calentita con tantos rasgueos que has de hacer, ¿trabajas tocando por Balmaceda? ¿Cierto?
- Así es, ¡qué! ¿Me has visto?
-Creo que sí, pero no recuerdo exactamente tu rostro, sólo pude reconocer tu voz.
-Ya veo.  Tienes la mano bastante helada, ¡mañana espero estés con guantes! O me des la mano de nuevo.
-Así es, ¡vale! Me tengo que ir, de verdad lamento siempre tener que irme, pero el trabajo, si algún día puedes venir más temprano, sólo dime.
-¡Vale! Suerte y cuídate mucho Josefina.
    
Sentía que era mejor conocerla paulatinamente, así que estuvimos hablando varios días sin vernos, contándonos acerca de nuestros sueños, nuestros miedos, todo lo que abarcaba nuestras personas. Era un día Lunes, cuando le expresé que si podíamos dar una vuelta el Martes por la tarde, para así ya vernos frente a frente, a lo que ella accedió, 5 pm quedamos.
    Como mi sector quedaba cerca del trabajo, no solía ocupar mi pequeña  motobecane del 88, pero la guardaba para cuando quisiera arrancar,  así de la misma manera que había llegado a esta Ciudad, huyendo ya de la rutina del anterior. Le saqué el polvo y traté de arreglarla para la situación, ya lucía como una jovencita,  pese a los años que tenía y rugía como una leona al prenderle. Traté de arreglarme para la situación, pero sin tratar de despersonalizar mi propia persona, y comencé mi viaje a la espera de Josefina.  Esperé desde las 4 de la tarde en el pasadizo de paredes, creo que mi ansiedad era más grande que mi poca puntualidad.
    Me posicioné en el lado de mi pared como siempre, junto con mi guitarra, Avatar no podía perderse esto y la necesitaba a mi lado. Sentí unos pasos, era Josefina que venía del lado contrario a ganarse en su lugar. Recuerdo haber puesto la cabeza contra la pared y mostrar mi mano para que ella la tomara. Ella me apretó la mano y le dije, ¿estás lista? Comenzamos a salir de la pared para quedar frente a frente. Tenía el corazón muy palpitante y al verla mi rostro se tiñó de rojo, mientras veía también sus mejillas comenzar a colorarse. Ella puso sus manos en la cara de la vergüenza, era una muchacha demasiado preciosa, creo nunca haber visto un color pálido tan hermoso, cabello castaño claro, labios rosados, ojos almendrados y un pequeño lunar en el lado derecho de su mejilla que resaltaba aún más en su bello rostro. Me reí y le dije, ¿es raro conocer alguien que ya conoces? ¿No? Aproximé mis labios a sus manos en su rostro, y las besé tiernamente, al mismo tiempo que pronuncié, no tengas miedo, venga vamos ir a dar una vuelta.  Siento que con los nervios de aquel día entre ambas pudimos causar cortes eléctricos, pero una vez ya en la motobecane, sentí un poco más liberado mi corazón, pese a lo preso que se sentía con Josefina.
    Mientras íbamos saliendo hacia la carretera, sentía un agradable calor recorrer mi cuerpo, junto con una paz interna,  ella me abrazaba, y sujetaba de Avatar que iba básicamente colgada, puesto que la moto no era para tres, así que nos arreglamos como pudimos. En la carretera comencé acelerar más, y Josefina se apegaba más a mí, mientras mi corazón junto con la adrenalina amenazaba con salir y ser un nuevo pasajero. Llegamos a un río de aguas cristalinas, que por lo usual cuando iba, no habían seres vivientes, aparte de los bichitos y por suerte en esta ocasión, parecíamos ser las únicas almas humanas combinadas en aquel rincón de un pedacito de la Tierra.
   Tomé su mano y caminamos por la orilla, prácticamente no hablábamos, y tampoco tenía muchas ganas de platicar, puesto que mis sentimientos en el cuerpo se entendían mejor con Josefina,  mientras los suyos me agradaban bastante y conversaban de temas interesantes conmigo. Estaba un poco preocupada de paso, eran las seis con treinta, y no quería que ella perdiera su turno o se llevara regaños, así que checaba mi reloj, para saber cuándo regresar a la Ciudad, sin embargo, nada podía invadir completamente ese sentimiento de felicidad. Agarré la guitarra cuando nos sentamos a la orilla del río, y comencé a chicharrear la primera canción que ella escuchó de mí o al menos que escuchó de manera directa, puesto que ella había sentido mis melodías en la calle anteriormente. ¡Qué sonrisa más bella que tenía Josefina! Sentí como mis ojos tomaban fotos del momento y lo guardaban para siempre en mi memoria. Y así, pasamos un rato más de la tarde, entre canciones, risas y un par de caricias. Al volver íbamos pérdidas en unos tantos suspiros que por el viento, no se podían escuchar, pero sentía su pecho exprimir el aire y para qué decir de mí, era como una fábrica de aire, ¡incluso pensé en alistarme a trabajar en Lay’s!
    Me estacioné cerca del pasadizo, y le pregunté si la esperaba, a lo que ella se negó rotundamente, me dijo que mañana debía trabajar para recuperar el día pérdido y se sentiría muy culpable, además que ella podía llegar a tiempo al trabajo y contaba con el auto de su hermana. Me dio un abrazo, y se alejó hacia la izquierda de una calle cerca de Rosales.
   Sin intercambiar aún celular, contaba con que mañana la vería en el mismo lugar de siempre por la noche, así que fui a casa, mientras iba sonriendo bajo el casco como nunca lo había hecho en la vida. Traté de aprender un par de canciones por la noche, para tener un nuevo repertorio a mi público y luego fui a dormir, con la imagen de Josefina entre ceja y ceja.
    Esperé hasta las doce de la noche, pero ella no apareció, supuse que algo posiblemente había pasado, pero comenzaron las dudas a dar vueltas por mi cabeza, quizás para ella el juego tan sólo había terminado, cuando para mí apenas había empezado. Llegué a casa un tanto abatida por mis sentimientos, pero yo vi a través a de ella, al igual que el agua cristalina y me negaba aceptar, que para ella fuera algo tan simple esto, pero ¿qué pasa si hubiera sido así? ¿Qué pasa si no?  No tengo mucho más que agregar acerca de ese día, por lo que este párrafo quedará sellado aquí.
   Cinco de la tarde, como aquel día que ella apareció dulcemente y nos tomamos de la mano, sólo que ahora tocaba la guitarra para financiar mi vida, mientras chicharreaba pensaba en Josefina y tenía miedo de que hoy no apareciera, porque eso me confirmaría posiblemente la falsa ilusión. Cuando llegué a la misma hora de siempre y con Capuchino para ella, vi como los minutos pasaban en mi reloj y ninguna señal de ella, así que fui a casa. Me senté contra la puerta del baño, imaginando que ella podría estar del otro y mis lágrimas comenzaron a caer, mientras avatar me miraba desde el sillón con ganas de entrelazar sus cuerdas para darme un abrazo. Algo no estaba bien y estaba dispuesta a saber qué era y ver si mis pensamientos negativos podrían ser reales o quizás todo era irreal.
   Nunca había ido a su casa, supuse que vivía cerca del pasadizo con paredes, era lo más seguro, así que comencé a mirar alocadamente por las ventanas de todas las casas, esperaba quizás poder sentir a través del cristal su presencia, corrí un largo rato, pero no podía sentir nada. Estaba desesperada, traté de recordar algunos detalles que ella me había dado en nuestras conversaciones, quizás el color de su casa, posiblemente  podría encontrarla un día de ellos, pero yo la necesitaba en ese instante, y pese a las probabilidades seguí moviendo mis zapatillas negras, hasta que vi un gato un tanto asustado, quise atraparlo por si alguien anduviera en su búsqueda, pero salió arrancando, sin embargo, no quería que huyera. Así que corrí tras él y entró por una casa que tenía una flor colgada en el número de casa, y ahí fue donde me toqué la cara, recordando que ella le había hecho un adorno a la casa para su número, parecido al que me había regalado y llevaba en el bolsillo. Me acerqué respirando profundamente y comparé los dos listones de flores, eran básicamente idénticos, y comencé a tocar el timbre, pero nadie abría, parecía que la casa descansaba de sus personitas, hasta que alguien un poco jadeante se acercó a la puerta, la abrió y era Josefina más pálida de lo usual, la cual se alegró bastante al verme.
   Quedé mirándola fijamente con los ojos bien abiertos.  Entré a su casa y la abracé fuertemente, mientras ella me abrazaba tiernamente, me dijo que lamentaba no haber podido ir estos días y no tenía cómo comunicarme. Mientras me acariciaba la mejilla, besaba su mano y podía ver que era todo real, y me alegraba mucho eso, tanto que no pude resistirme acercarme a ella, la quedé mirando a los ojos y con una mano en la mejilla que figuraba su lunar, la besé, sentí como aquellos acordes de su boca sonaban junto con los míos y mis ojos sin poder tomar fotografías porque estaban cerrados, imploraban a mi corazón guardar aquel momento, y así fue la primera vez que la besé.
    La veía un poco débil y la acompañé acostarse, le pregunté si necesitaba algo, pero ella dijo que estaba a la perfección, que tan sólo era un malestar, pero que quería me quedara. Me senté al borde de la cama, ya más calmada, su mano posaba encima de la mía, mientras yo miraba un rato hacia a la pared, disimulando toda la ansiedad que traía hace un rato, cuando de pronto sentí un abrazo de ella a través de los hombros y su cabeza apoyada sobre ellos. Me comenzó a dar besos por el cuello de forma muy cariñosa y le dije, ¡estás enferma! ¡Debes descansar! Mientras soltaba risas, pero ella no paraba y me abrazó de la cintura a la pansa. Desde un rincón aledaño Avatar se retiraba buscando quizás otra guitarra dentro de la casa. Ella llevaba puesta una pijama como de vestidito, bastante tierna, y ya cuando me giré nuestros labios se volvieron a encontrar, y me tomó por sorpresa que me botara en la cama con fuerza de espaldas, cuando pensé quizás sus fuerzas estaban bastante agotadas, pero ella no paraba. Se sacó la pijama quedando en ropa interior mientras posaba encima de mí, al igual que sus manos tantas veces. Sentía el mismo calor que cuando íbamos en la moto, me alcé un poco y la abracé de la cintura, mientras la besaba y envolvía, al igual que su abrazo para no soltarse en la motobecane del 88. Cada centímetro de su piel, quedaba grabado con mis huellas, era como caminar cada mañana a Ecuador con Balmaceda a desenvolver la pasión de mis dedos en la guitarra, sólo que ella sonaba un poco diferente, sus sonidos me excitaban, y me hacían sentir como una adolescente de dieciséis con guitarra nueva. Cuando cambiamos de posiciones en el escenario de su cama y bajé lentamente por su cuerpo, sentía en mi lengua mil sinfonías, mientras mis manos deslizándose por sus piernas componían junto con su vaivén de cuerpo, una canción que quería ser eterna.  Ella me hizo sentir mil cosas aquella tarde e independiente de que ella no tocara guitarra, parecía tener un talento único para tocarme el cuerpo y el alma. Así se fue yendo la tarde, llegando hasta el fondo de todos los misterios de su desaparición y de ella. Tan sólo esperaba que ella se recuperara, mientras la cuidaba y pudiéramos disfrutar del conjunto de a dos que formábamos por el tiempo que los astros nos dirigieran juntas.
    Esta historia no termina aquí. En la actualidad, en estos precisos momentos, voy caminando sola por la calle de otra Ciudad, voy subiendo las escaleras del edificio en el que rento a paso lento, porque no tengo muchos ánimos de llegar, pero aquí ya con la llave en la puerta entro y ahí está Josefina, esperando molesta, porque rompí sin querer uno de cuadros al pisarlo, ¡juro que no lo vi! Y ella tiene la culpa de dejar sus cosas botadas. Sí, actualmente la felicidad sigue aquí, junto a ella y el gatito que me guío a su casa, el mismo que se había pérdido, por el cual lloraba aquella noche.  La melodía que nos unió, aparentemente se quiere quedar por siempre, y por ella tocaré la guitarra por siempre.
 
 
 
 
 
 
 
 
  
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Descripción

Relato simple

Palabras Clave: msica relato

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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