Decisiones de una noche
Publicado en Aug 04, 2017
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Besó su cuello con suavidad, rozando levemente los labios sobre la piel. Era como una caricia húmeda que la mojaba aún más. Ella lo tomó de la cabeza guiándolo entre sus pechos; sentía un gran placer cuando los besaba, cuando los mordisqueaba y cuando pasaban su lengua sobre los pezones.
Lo había visto en algunas ocasiones en la oficina. Siempre le pareció guapo y muy educado, aunque nunca imaginó que también fuera un gran amante. No lo parecía. Era común verlo pasar por el piso cuando llevaba su cara metida en un libro. “Es un mojigato”, pensaba comúnmente. Pero aquella noche se le quitaron todos los prejuicios. Para ella, el uso diestro de su lengua, lo hacía más osado y apasionado. Hacía tanto tiempo que no sentía un ansia así.
Su conversación fue inteligente y muy amena. Durante la cena la hizo reír en más de una ocasión. Se lo había encontrado por casualidad mientras esperaba a su novio, el cual nunca llegó. No era la primera vez que la dejaba esperando por horas y al final no llegaba. Era un tema recurrente en sus discusiones, pero esa noche no hubo problema, pues ahí estaba Caleb, ese chico de la oficina que no hablaba con nadie y que estaba cenando solo. Era su momento de conocerlo. Tenía ganas de estar con él, lo había imaginado algunas veces.  
—¡Hola! ¿Esperas a alguien? —le dijo muy coquetamente.
—¡Hola! la verdad no. Normalmente ceno solo. —contestó con una leve sonrisa en la boca después de haberse sorprendido con la pregunta—. Siéntate, por favor.
Aunque la cena estuvo deliciosa, la sobremesa fue lo mejor, pues hablaron por horas. Era un chico bastante agradable, así que ella no entendía el porqué estaba solo. Era inteligente, responsable y positivo, lejos del tipo de persona que ella siempre frecuentaba. A lo largo de su vida había salido con personas fiesteras, irresponsables, alocadas y desordenadas; y siempre del mismo tipo persona: guapos, rudos, soberbios. Eso siempre le había parecido una característica muy atractiva en los hombres, pero al final era esa misma actitud altanera  por la que los terminaba dejando; era agradable toparse con alguien distinto.
Salieron del restaurante y se fueron caminando un rato por la calle. Ella seguía sonriendo sin cesar, mirándolo con ternura. No podía dejar de verlo. Era como una atracción inevitable, algo que no había sentido antes. De pronto, un deseo inmenso por besarlo se apoderó de ella; no podía dejar de ver sus labios, le parecían suculentos. “¿Qué se sentirá?” se preguntó. Se mordía los labios con impaciencia. “Espero me invite a su casa” pensó. Seguía charlo y riendo pero ella solo pensaba en besarlo. “le robaré un beso”.
—Quiero besarte —le dijo ella sin más, sin pudor ni pena.
Para él fue una extrañeza, pero accedió de inmediato. Fue un beso lento, profundo y cálido. Las manos de Caleb soportaban cariñosamente su rostro mientras ella le rodea la cintura con los brazos. Fue solo un beso, simple y puro. No hubo nada más. A penas se separaron se tomaron de las manos instintivamente y continuaron caminando. Los dos sonreían sonrojados. Se sentían un poco torpes y nerviosos.
—¿Quieres ir a mi casa? Podremos tomar un café o algo. —dijo Isa, tomado la iniciativa mientras se mordía los labios.
Se fueron en el auto de Caleb que no podía creer lo que le pasaba. Claro que había salido con algunas chicas antes pero no con nadie tan linda. Isa seguía feliz, alegre, con un corazón exaltado. Todo aquello era nuevo para ella a pesar de su amplia experiencia sexual. Todo lo sentía irreal, pero se dejó sumergir en la ilusión. Él era todo amabilidad y caballerosidad, además que olía delicioso.
En un momento del camino ella sintió que estaba haciendo algo malo, que debería llegar a casa y encerrarse en su cuarto. Quizás era  autosabotaje; su mente que no le permitía ser feliz. Recordó a su novio y sintió culpa. “¿Debería de parar?” se preguntó, pero se negó hacerlo. “Es solo una travesura. Probablemente el día de mañana terminaría por romper con él”,  pensó, así que siguió adelante.  
Bajaron del auto exaltados. Ya iban dispuestos a tomarse algo más que un café. Todo iba deprisa, con desesperación. Abrió la puerta y entraron sin prender la luz. Ella lo jaló de la manos y lo guio a  la habitación. Se quitó el saco y lo arrojó al piso. Se puso de frente y se acercó a él, pero un pensamiento no la dejaba en paz.
—Tengo que decirte algo… —le dijo cerrando los ojos y poniendo las manos en su pecho—. Tengo novio. Esta noche lo estaba esperando él, pero no llegó. Por eso me acerqué a tu mesa.
—Lo sé. Sé quién eres y sé de tu relación. Entiendo si quieres parar —se le oyó un tanto decepcionado.
—No, no quiero. Solo quería que lo supieras. Mañana tal vez todo sea normal otra vez, pero no quiero parar. Me gustas mucho y quiero estar contigo esta noche.
—Yo también quiero estar contigo;  tú también me gustas.
Siguieron intempestivamente y se desprendieron de sus ropas. Ella lo tomó y lo arrojó a la cama. Se acercó a él y se puso entre sus pierna. Estaba a punto de hacerle sexo oral, pero él la tomó de la mano y la recostó en la cama.
—Esta vez solo disfruta —le dijo.
Pensó que entraría así que abrió sus piernas, pero él se recostó a su lado y se dirigió a su pecho. En ese momento perdió el control. Sus manos permanecían a un costado tomando las cobijas con firmeza mientras las piernas se retorcían y se movían sin control. Se mordía los labios y cerraba los ojos intentando no gritar. Caleb siguió por sus hombros y brazos besándola suavemente, pero ella lo regresó al pecho; No había cosa que la excitara más. Él entendió el mensaje y se concentró en sus pechos, que eran suaves y grades. Con su lengua pasaba una y otra vez por la areola. Ella lo tomaba de cabello y gemía suavemente. Sus besos alcanzaron cada parte del pecho. Era una monotonía constante de besos que terminaron por hacerla gemir con más intensidad. Estaba completamente exaltada que le llevó la mano a Caleb para que la masturbara. El seguía complaciéndola sin parar una y otra vez. Después se puso sobre ella y con el pene siguió frotando su vulva, sobre los labios superiores y sin entrar, hasta que prácticamente ella lo empujó hacia dentro. Fue una noche estupenda, gloriosa.
La mañana siguiente se despidieron y continuaron con sus vidas. Se atravesaba el fin de semana, así que no se verían en un par de días. La idea era continuar, seguir con sus propias cosas, de hecho el novio de Isa la visitó en la tarde y se quedaron en casa viendo películas. Él quería hacer algo más, pero con la excusa de que estaba enojada se negó. En realidad estaba pensando Caleb, en labios rojos y su piel blanca, en el cabello oscuro y sus ojos marrones. Sentía que debía cortar a su novio y salir con Caleb. Era lo correcto. Así que el día siguiente lo llamó por teléfono y cortó con él.  No hubo drama ni insistencia; las cosas ya estaba muy desgastadas que era algo que ambos querían, pero que ninguno de los dos se había atrevido a afrontar. Después de eso se sentía libre, feliz, ilusionada. Ya quería verlo.
Llegó el lunes y lo esperó en el pasillo, donde siempre pasaba con su libro, pero no lo vio en todo el día. De hecho pasaron días y él no volvió. Intentó buscarlo pero no sabía muy bien a qué departamento pertenecía, así que iba de oficina en oficina preguntando por él, pero nadie le daba razón. Después de una semana se sentía algo desilusionada y con el ánimo bajo. No había día que no pensara en él. El lunes siguiente se topó al de recursos humanos en el comedor mientras se preparaba un café. “¿Cómo no se me ocurrió antes?” pensó.
—Hola… ¿qué tal la mañana? —Se acercó con prudencia.
—Hola, bien. Comenzando una semana más.
—Lo sé. Triste lunes, pero hay que seguir trabajando. —dijo el típico dialogo de oficina—. Oye, ¿Te puedo preguntar algo?
—Sí, claro. ¿Qué pasa?
—¿Conoces a Caleb? Ya o lo he visto por aquí. Tú sabrás algo de él.
—Oh, Caleb… Era un buen chico —dijo—. Lamento mucho lo que pasó.
—¿Qué pasó? —preguntó Isa temerosamente.
—La semana pasada se suicidó… se enteró que tenía SIDA.  
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Foto del autor Ral Vliz
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Palabras Clave: encuentros sexo engao

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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