Las cuentas claras y el chocolate espeso (Diario)
Publicado en Jun 19, 2017
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Primera década de los años 50 del Siglo XX. En la casa paterna de la calle Alcalde Sáinz de Baranda, númeor 56 y piso 5-D de la Escalera Izquierda, mi madre guarda con mucho celo revistas mexicanas cuyos títulos son "Confidencias" y "La Familia"; dirigidas, especialmente, para las mujeres. Fue en ellas donde leí, una vez que comencé a saber leer, el anuncio de "Las cuentas claras y el chocolate espeso". Esta frase se inició cuando desde América, el monje español fray Aguilar envió las primeras muestras de la planta de cacao a sus colegas de congregación al Monasterio de Piedra, para que la dieran a conocer, al principio no gustó, a causa de su sabor amargo, por lo que fue utilizado exclusivamente con fines medicinales. Posteriormente, cuando a unas monjas del convento de Guajaca se les ocurrió agregarle azúcar al preparado de cacao, ese nuevo producto causó furor, primero en España y luego en toda Europa. En esos tiempos, mientras la Iglesia se debatía sobre si esa bebida rompía o no el ayuno pascual, el pueblo discutía acerca de cuál era la mejor forma de tomarlo: espeso o claro. Para algunos, el chocolate se debía beber muy cargado de cacao, por lo que preferían el chocolate espeso, o sea, "a la española"; para otros, el gusto se inclinaba por la forma "a la francesa", esto es, más claro y diluido en leche. Los ganadores, finalmente, fueron los que se inclinaron por el chocolate cargado, por lo que la expresión "las cosas claras y el chocolate espeso" se popularizó en el sentido de llamar a las cosas por su nombre. Entre nosotros, circulaba por los años 50 ya citados   la variante "las cuentas claras y el chocolate espeso", usada en relación con las deudas (sobre todo de dinero) que suelen mantener las personas. 
 
Así que, apoyándome en aquel anuncio de chocolates de las revistas mexicanas de mi madre, yo pensé en crear una canción que demostrase una gran verdad de mi vida. Esta canción la he compuesto hoy. Dice así y no le quito ni una coma ni me arrepiento de cantarla: "¡Adiós amigos compañeros de mi infancia, tiempo pasado, otra distancia, hoy me encuentro por fin ya realizado, y olvidé ya tanta desgracia!". Como soy, y he sido siempre, un chico de la calle, ni me importa ni me importó jamás "el látigo de la indiferencia" porque a mí la indiferencia de los demás me la sudaba en aquel entonces y me la sigue sudando hoy en día. Siempre he considerado a la frase "te castigo con el látigo de mi indiferencia" propia de pijos y he conocido, a lo largo y ancho de mi vida, pijos que son millonarios, pijos que no son millonarios y millonarios que no son pijos pues de todo hay en la viña del Señor como decía mi abuela materna Rufina.
 
Dos Notas Adjuntas.- Ni hubo ninguna desgracia ni fueron, para nada, mis amigos sino todo lo contrario en ambas cuestiones. Abur y que estén viviendo lo más felices que puedan. 
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Foto del autor José Orero De Julián
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Descripción

Páginas de Diario personal

Palabras Clave: Diario Memoria Recuerdos.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



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