EL BRUJO DE LOS BUENOS HBITOS
Publicado en Sep 24, 2009
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    No es ninguna osadía, ni mucho menos algo cómico o trascendental, eso de andar hablando sobre dobles vidas de algún religioso. Claro está, y súper lógico, que estos algunas veces se equivocan. Son humanos; comen, se bañan, les gusta ir con un diario al baño, y todas las costumbres que pueda tener cualquier persona. Solo que ellos, se diferencian porque a veces llevan un atuendo largo, que adquirieron luego de hacer sus votos, ese atuendo, en algunos casos, se llama hábito.
    Pero, ¿por qué esa osada falta de respeto hacia estas personas que decidieron optar por tales modos? Ya sé que debajo de toda esa estrafalaria ornamentación textil se encuentra alguien como vos o como yo, alguien que tiene carne y huesos, alguien que también se comerán los gusanos, alguien que, de una u otra forma, gozó de una juventud, y por qué no, también goza de la libertad de dudar alguna vez sobre sus hábitos.
   Pero este caso que me contó Colacho, un brujo colombiano, amigo de Euge (protagonista de esta historia), fue de los más extraños que escuché, y, sin faltarle el respeto a nadie, voy a contarles su relato.
    Fueron a su casa, donde ejerce la sabiduría; previo a esto, Euge le habló para que preparara su famosa pócima. Sería "bien pagado", dijo. Motivo por el que arregló todo para la ocasión: puso flores he inciensos, un hermoso y cómodo sofá en el centro de la pieza, debajo colocó una gran alfombra roja. Se aseguró que en la heladera hubiera hielo suficiente, ya que el efecto del potaje dura quizás un día entero, excepto que se beban tragos muy fríos luego de la sesión.
   Como a veces tenía algún percance con el Subsu, debía probarlo todo el tiempo hasta que dé el punto justo. Es que lleva una alta dosis del alucinógeno veneno de la serpiente coral, y, un exceso de éste, podría llevar del éxtasis extremo al infarto.
   Llegaron. Él ya estaba algo loco, pero como un buen profesional, debía mostrar su mejor cara (aunque luego se tuviera que dar duchas frías). Les hizo pasar. Se presentaron: "Decíme Hanis", le dijo esa persona. Para vos yo soy "el vudú Colacho" respondió tomándole las manos. Charlaron un poco sobre su país, como para romper el hielo; hasta que Euge interrumpió diciendo que empezaran de una ves por todas con la sesión.
   El vudú le pasó un dedal de linaje a Hanis, bebió desesperadamente sin preguntar qué era (actitud que le pareció muy extraña, porque siempre huelen antes de beber, me dijo). Le señaló en el sofá y se recostó. Esto fue lo que contó cuando empezó el transe, mas bien, antes de que pasara todo lo que pasó, que de hecho, le significó extraño también, incluso hasta cuando se fue, porque nunca más volvió a saber de Hanis.
    Dijo que hacen seis años que está allí adentro, le confesó que el lugar es como su espíritu: no todo es lo que se ve, no todo parece.
   Allá afuera, comentó que día a día todo se ve igual también: una monja, un cura, uno que otro laico, un seminarista, un obispo, una novicia, otro laico, y así.
   Aquello que contó desde lo más profundo, le inquietaba sobre manera, confesó que es el motivo que demoraba sus hábitos, dijo que le quitaba el sueño la lucha interna. Esa lucha no estaba sólo en su adentro, también la veía allá afuera.
   Hasta el momento, el Subsu no parecía tomar su verdadero efecto. Pero no pasaron cinco minutos y comenzó a desabrochar su pantalón.
   Euge bebió también, solo que se recostó en la alfombra, y se retorcía poniendo la mano entre sus piernas, mientras, Hanis seguía hablando:
   Deliraba sobre su infancia, que todo el tiempo adulaban su belleza. Le decían que tendría hermosos hijos. Los maldecía por esto y desaprobaba la hipótesis llorando. Es que no comprendían que su llamado estaba, hasta ese momento, algo confuso entre lo espiritual o andar meciendo chicos.
  Dijo que poco a poco fue comprendiendo que el fin de que ellos le sofocaran con su belleza no era malo, motivo por el que empezó a sonreírle a tales hipótesis sobre su futuro. El problema es que jamás le convencieron sobre su belleza, odiaba tener cara de hombre.
   En el transcurso del relato ya estaba sin zapatos ni pantalones, se desabrochaba la camisa.
  Colacho le observaba su bellísimo rostro, Más aún, no comprendía muy bien todavía el por qué de su visita, ni el pedido de Euge sobre el linaje. Pero solo se dispuso a seguir escuchando:
   Siguió reclamando que le crecen bigotes, y que sus parientes tampoco están del todo convencidos sobre sus hábitos. "Cinco hijos voy a tener" solía decirles. Cualquier cosa era válida para conformarlos de algún modo, contrario a lo que deseaba por supuesto. Aceptó que improvisaba tan mal todos esos argumentos, que de eso sí había logrado un verdadero hábito: la mentira pésima.
   Hoy en día, sabe que sus verdades suenan a mentira, y sus mentiras también. Teme de su convencimiento.
  Todos esos años ahí adentro le crearon una suerte de éxtasis entre su verdad y lo que todavía siguen diciéndole sus parientes y amigos. De a momentos parece no quererlos.
   Poco a poco, el brujo empezó a entender el motivo de su visita...
   Euge ya estaba sin ropa, se chupaba los dedos, daba vueltas sobre la alfombra, entonces, Colacho comenzó a hacer uso también del estado de estos dos, mas aun, su situación era la misma, motivo por el que empezó a tener los calores propios del Subsu. Hanis seguía hablando, pero esta vez, ya completamente sin ropa, buscaba algo con su mano.
    Dijo que allí le enseñaron a amar al prójimo como a sí mismo, aunque en realidad, no renegaba de no amarse, pero odiaba su belleza, solo su belleza. Odiaba las mañanas, porque cuando se lavaba la cara tenía que soportar el peso de su verdadera imagen en el espejo. Veía crecer pelos en su cara. Entonces, acariciaba suavemente aquel rostro, como para acostumbrarse de una vez por todas a él, quería quererlo. Lo miraba de costado, abría grandes los ojos para ver su verde ligero. Mientras, peinaba delicadamente su cabellera mostaza. Aclaró que de a momentos se veía sensual. Sucedía algo en su cuerpo, y terminaba besándose en el vidrio hasta llenar de saliva la boca de su nueva e instantánea cara (digo instantánea, porque dijo que esa sensación de aceptar su belleza natural dura sólo un momento; su yo frente a frente dura tan sólo unos minutos al día). Por eso odiaba las mañanas, porque mientras salía del baño, paso a paso iba avergonzándose de aquella belleza que obliga a ciertas personas a detener su marcha para mirarla.
   El brujo volvió a confundir el por qué del pedido de Euge para aquel potaje. Lo que estaba claro, es que los tres ya estaban completamente desnudos. Colacho levantó a Euge de la alfombra, que deliraba locuras, y se acostó sobre Hanis, que ya se había desvanecido sobre el sofá. Entonces le gritó al oído   ¡¿qué es lo que necesitas saber?! Hanis le dijo "No te salgas, debo decidir en este momento sobre mis hábitos, debo sentir en carne propia lo que siente una mujer al ser penetrada"... Entonces, comprendió el fin, y comenzó a concluir su trabajo.
   Euge los acariciaba de pies a cabeza, le pidió a Colacho que continuara por su cuerpo, Colacho, completamente extasiado, obedeció. Luego, Hanis reclamó con los ojos casi blancos "dame de nuevo la oportunidad", y el brujo, obedeciendo el pedido de su paga, cumplió.
   Hanis, con un grito logró descubrir el fin de sus hábitos.
   El brujo nunca supo bien el final de esta historia, pero lo que pudo asegurarme, es que cuando despertaron, no sin antes beber los tragos helados, descubrieron que el balde de Hanis estaba lleno, y sobre la alfombra había una foto de una iglesia, que al reverso rezaba:
"no todo es lo que se ve, no todo parece... Ya descubrí donde están mis verdaderos hábitos. Hasta siempre".
                             Hanis
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Descripción

CUALQUIER HBITO QUE TE MANTENGA EN TUS CABALES, MIENTRAS TE GUSTE, ES UN BUEN HBITO...

Palabras Clave: BRUJO HBITOS LUKANO PALA TIERRA LITERATURA

Categoría: Cuentos & Historias

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