Serie El Acompaante. Algunos das con Meier
Publicado en May 16, 2017
Prev
Next
Setiembre 2016.
 “Algunos días con Meier”
En su casa algún día de agosto.
Me observa desde su cama grande, estilo francés de los años 40, ojos vivos, inquisidores, afable expresión y al hablar, notorio acento extranjero. A su frente un gran televisor encendido pero sin audio.
Mientras sus manos suben sabana y acolchado hasta el pecho como para protegerse del extraño que tiene enfrente.
-Mucho gusto!... pero sepa que son mis hijos que han decidido esto… yo me puedo arreglar solo…
Mi atento silencio le anima a contar más.
.Hijas, hijo, yernos… solo  bondades puedo contar de todos ellos… me rodean, me cuidan, están aquí de continuo…-
-Pues, Don Meier, es una suerte… no todas las personas pueden decir algo así…-
Silencio, me mira fijamente a los ojos, mas silencio, me estudia sin agresividad... sin causar molestia alguna. La catarata de colores cambiantes de la pantalla muda no lo distrae de su objetivo.
-Porque no se sienta?-
- Si, gracias… me pondré aquí, de frente a usted.-
-Pero así no vera la televisión.-
-Prefiero la conversación a la televisión.-
Silencio largo pero no incomodo, nos observamos mutuamente.
-Usted tiene hijos?-
-Si, tres varones y una niña.-
-Que coincidencia… yo al revés.-
Alisa pulcramente el borde de la sabana  bajo su cuello, mira furtivamente hacia el espacio vacío de la gran cama de la cual el ocupa solo el espacio izquierdo.
-Ella se fue hace un año… toda una vida… -
Su mirada está perdida entre en espacio vacío y los recuerdos… se que ahora no es a mí a quien habla. Su voz suave desgrana pensamientos y recuerdos.
-Toda una vida juntos… etapas difíciles y buenas…  juntos aun en los peores momentos… gran mujer… esposa y madre.-
Vuelve la mirada hacia mí, me ve, sonríe.
-Sus hijos están aquí?-
-Tres de ellos si… uno en Argentina.-
Un fugaz gesto de dolor me pone en guardia.
-Algo le duele!, verdad?... donde?.-
Sonríe, triste, mientras se masajea el vientre.
-Aquí un poco pero… pero son los recuerdos donde duele más…-
Silencio, en la tv alguien gesticula histéricamente, nuestras miradas evitan encontrarse por largos segundos, por fin, un profundo suspiro pone fin al silencio.
-Dos de mis hijas viven en Israel… una aquí y mi hijo menor también… es el que usted conoció.-
-En Israel… en Tel Aviv?-
-No, en Haifa… zona poco segura y…-
El silencio retorna. El masaje continúa. Enarca las cejas recordando y sonríe satisfecho.
-Los tres yernos son excepcionales… muy buenos… muy buenos… y el que esta acá, me acompaña siempre… siempre…-
-Son el resultado de  la buena elección de sus hijas.-
Su mirada me estudia en silencio, sus manos continúan masajeando su dolor.
-Qué hora es?-
- las 23:30… desea dormir?... apago el televisor?-
Sus ojos van desde el televisor a mí en varias oportunidades hasta que…
-No quiero ver televisión pero no tengo sueño… no puedo dormir.-
Atendiendo al mensaje implícito me animo a proponer.
-Si le parece bien apagamos el televisor y conversamos.-
La leve sonrisa que despliegan sus finos labios coronados por un delicado y cuidado bigote da la pauta de que he acertado. Toma el control y apaga el aparato.
Aun así son varias las veces que abre la boca tomando aire e impulso y se arrepiente antes de que surja el dialogo. Con rumbo inesperado por cierto.
-Sabe usted que este año Rosh Ashana festeja 5777 años?-
-No, no lo sabía… soy un gentil y…-
Quede cortado pues no me sentía preparado como para este tema.
Silencio, mirada fija en la mía… por fin se decide con una sonrisa.
-Lo sé, pero igual… bienvenido a mi casa.-
A su pequeña reverencia de cabeza correspondo con una similar.
-Muchas gracias… usted lee la Tora?.-
Sonrisa, levanta la mirada al techo… sus manos dejan el arreglo metódico de la sabana y se vuelven de palmas hacia arria… ahora sé que no me habla a mí.
-No todo lo que debiera… no todo lo que debiera… pero el Señor siempre ha estado a mi lado…-
Su voz se va apagando pero llego a distinguir las últimas palabras apenas musitadas.
-Como ahora… verdad?-
Ambos nos tomamos unos largos segundos de silencio. Sus manos retoman el masaje, sus gestos me dicen que le duele. Me siento impotente.
-Como me dijo su nombre?-
-Soy tal...-
Gesto de extrañeza. Sonrisa sincera. Aceptación.
-Como el Arcángel?...  qué casualidad?... justo ahora…-
-Sí, exacto… usted ha leído la Biblia?-
-Sí, algo y usted la Tora?-
-Solo algunos pasajes traducidos… no hablo idish.-
Largo, muy largo silencio acompañado de mirada evaluadora que quiere ver más allá. Me cruza un pensamiento de duda en mi respuesta. El masaje continúa más acelerado ahora.
-Dirá, hebreo, que es el idioma de los jóvenes… el Idish ya no se habla como antes.-
Un gesto de dolor crispa su placido rostro. Tengo que tomar la iniciativa pienso.
-Puedo hacer algo?... hay calmantes para tomar?... agua?-
Negativa silenciosa, labios prietos como alejando el momento… dos o tres comienzos reprimidos y al fin, el relato sale entrecortado con pensamientos.
-Naci en Polonia… sabe?... 1924.-
Asiento en silencio alentando su impulso. Duda. Masajea su vientre.
-Es una larga historia… usted cree que…?-
Sonrió asintiendo. Animándole al relato.
-Me interesa… sin dudas… o prefiere descansar?-
Sonríe ante la sutil propuesta de renunciar al relato sin ofenderme. Aunque tiene reloj me pregunta.
-qué hora es?-
-Las 12 y cuarto…-
Con la mirada perdida en los cuadros colgados en la pared del frente y después de un hondo suspiro comienza su relato.
-Naci en Polonia y…-
Los recuerdos nos llevaron por el norte de Europa… por 1930 y algo… un largo y duro periplo por varios países, con situaciones muy desgraciadas, con sentimientos de culpa que en esos momentos serian como rocas… y muy filosas, además. Y el tiempo pasó más rápido que lo esperado.
-..y aquí estamos!... qué hora es?-
-Las 5 y 30… tiene sueño?-
-Sí, ahora estoy muy cansado… avíseme cuando se vaya.-
-Queda mi relevo no se preocupe que solo no…-
-Tenemos que despedirnos… ahora que estamos de acuerdo en que la vida es un regalo frágil, verdad?-
El comentario se me prendió al pecho apretando como una garra pero quiero creer que mis facciones no lo dijeron.
-Sí, le aviso… duerma tranquilo.-
Y por suerte, cerró los ojos porque los míos… se inundaron.
Más tarde, si, lo desperté y nos despedimos hasta la noche siguiente.
Otra noche en su habitación.
Mientras acomoda las sabanas pulcramente y alzar la vista.
-Esa que se fue es mi hija, la que está en Uruguay… y el, mi yerno… no se puede pedir mejor yerno… bueno, los tres son… pero este es… esta siempre… siempre.-
Queda en silencio. Me mira a los ojos, asiente y sonríe pero navega con velas desplegadas por sus recuerdos… soy el muelle más cercano, nada más. Pasan varios minutos de silencio mutuo. La televisión muestra imágenes terribles de guerras lejanas por suerte sin audio.
-Le dije que mis nietos también me visitan?-
-Sí, me comento y… -
No me interrumpe, pues en realidad, continua luego de una pregunta que era retorica nada más.
-Todos me rodean… se preocupan por mi… si supieran cuanto los quiero… son mi familia… como los quiero.-
Su mirada se pierde en alguno de los cuadros del frente de la cama, ahora en silencio navega por sus memorias.
-Me duele!-
Dicho con la misma seguridad y calma con que desgrana sus relatos. Me acerco. Apoyo mi mano en su cabeza. No me rechaza si me mira asombrado. Suda. Esta frio.
-Un calmante?... ya es la hora además.-
-No… me hacen doler mas…No, y pasara…qué hora es?-
-La 1 de la mañana… Quiere dormir?.-
Suave sacude la negativa. El ritmo del masaje aumenta. Enarca las cejas. Sus ojos buscan recuerdos de un lado a otro.
-Le conté de mi hijo menor?-
-Sí, hablamos de él y de sus nietos…-
-Está muy preocupado… lo noto muy preocupado… el no sabe pero yo lo veo…-
Mira fijo al vacio. Su pregunta no es para mí.
-Que le digo?... lo quiero mucho… que no se preocupe tanto!-
Está buscando fuerza o inspiración quizás en medio de su silencio. La noche transcurre lenta esta vez. Los dolores han aumentado. El amanecer grisáceo que entra por la ventana parece portador de malos augurios. Aun lucido nos despedimos, con manos entrelazadas, en silencio.
El queda con sus dolores, yo me voy encorvado bajo el peso de la carga.
En la sala del hospital.
Los ojos semiabiertos, opacos, mirando al vacio… ratificaron la premonición que relampagueo en mi cabeza al cruzar la puerta… la mariposa semioculta para la morfina me dio la certeza.
Y así, dio comienzo una larga larguísima noche, de minutos largos e pesadas incertidumbres. Una vez, ya solos, en penumbras, con voz queda pero firme le conté cosas triviales del día.
-Que una huelga… que hay muchos autos en la calle… que los jóvenes arman mucho barullo… que los negocios no iban bien… que unos vecinos del Hipódromo… -
El Ruido de su respiración entrecortada y dificultosa marcaba el ritmo del monologo hasta que… hasta que con un quejido de dolor, sin dudas, me estiro una mano. Una mano con el clavo ardiente del suero, hinchada por el edema, fría, pesada… así que hice lo único que cabía hacer… lo tome de la mano.
-Son las 23:30… conversamos un rato más?-
El débil apretón de sus dedos fue un si… me sorprendió… Me sobresalto…y mientras su lenta respiración marcaba el compas… hable…aunque quise creer que  hablábamos.
Le conté de las visitas que había recibido… de la calle y las personas… y sobre el tiempo de las despedidas. Me interrumpió la enfermera que entro silente.
-Se queja?-
-No, no.-
-Me avisa para la morfina.-
-Son las 3 de la mañana… seguimos?-
Un débil apretón… no me soltaba la mano… la respiración más lenta pero igual de dificultosa. Le acomodo el oxigeno. Los ojos claros desvaídos semiabiertos creo que ya no me ven.
-Te has despedido?-
Apretón de dedos corto.
-De todos?... presentes y ausentes?... te has despedido, verdad?-
Profundo suspiro, apretón intercalados entre respiraciones.
-Que sepas que has cumplido con largueza… y con generosidad… lo sabes verdad?-
Los dedos se cerraron sobre mi mano con fuerza como para no quedar a la deriva. Sus involuntarios quejidos llaman a la morfina.
Se fue la enfermera… quedamos solos otra vez… las palabras no me salen…me ahogo… no puedo… no puedo… me enfrento a mis miedos ancestrales…el baño es mi refugio. Al regresar su respiración es más lenta aun. Le tomo la mano.
-son las 5: 30.-
El quejido no fue de dolor. Sus parpados se entreabren solo un poco. Su mano esta helada y rígidos los dedos. Domino el ahogo para que la voz me salga firme.
-No puedo ir contigo… te acompaño hasta el pie de la escalera… solo hasta el…-
Algunos estertores y la respiración lenta acompañan al apretón ya débil de sus dedos.
Me ahogo. Me duele el pecho… me duele… me duele…
No estuve cuando partió… pero seguro que ya no me necesitaba… quiero creer que lo vinieron a recibir…
con la misma afabilidad con que él me recibió a mí.
30 de agosto del 2016.
 
 
Página 1 / 1
Foto del autor Miguel Angel
Textos Publicados: 4
Miembro desde: May 16, 2017
0 Comentarios 148 Lecturas Favorito 0 veces
Descripción

Serie El Acompaante son relatos sobre la tarea en hospitales y sanatorios.

Palabras Clave: Hospital ingresos paciente

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



Comentarios (0)add comment
menos espacio | mas espacio

Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.

busy