El túnel,  de Ernesto Sábato, editorial Booket Datos bibliográficos Sábato, E. (2004). El túnel (4ta ed.). Ciudad de México, México: Editorial Booket.
 
El Túnel, de Ernesto Sábato, un físico, novelista y ensayista argentino, es una novela revolucionaria publicada por primera vez en 1948 por la Editorial Seix Barral S. A., que actualmente nos entrega Editorial Planeta Mexicana bajo el sello de Ed. Booket con 159 páginas de emoción. Sábato se caracteriza por una increíble capacidad analítica y su interés por el hombre moderno en todos sentidos; El túnel es una demostración de su entrega que nos permite acercarnos a la mente de un homicida.
La sinopsis del libro debe ser el único error en la edición, porque describe una narración de tonos de novela negra, o bien, un trillado cuento policiaco con un análisis sentimental de un crimen con aspiraciones a emular los delirios de Rodión Romanóvich Raskolnikov. Sin embargo Sábato es mucho más hábil de lo que sugería la carátula anterior de El Túnel, y aunque tampoco lo compararía con algo de Dostoiévski –y me fascinó un comentario sobre la literatura rusa que se cuela en la obra-, la miro como una de las mejores novelas que he leído, sobre todo para la literatura contemporánea de renombre. 
Como ya conocía del autor (porque alguna vez leí otra cosa suya), hay que destacar el detallado y entretenido estudio de la psicología del criminal. Ya en la sola estructura es posible distinguir una obra maestra pertinente a su época, especialmente en algunas características como la organización cronológica, el lenguaje comprensible pero elegante y el tamaño de la confesión de Juan Pablo Castel, el que pinta la sangre en el pecho de María Iribarne.
Pues sí, la historia consiste básicamente en el descubrimiento de un asesino en el cuerpo de un pintor, que divaga largamente sobre situaciones que puede dotar de lógica, reflexiones que se dicen metafísicas y yo creo que son sutilmente existencialistas, en fin, lo constante es la retórica. El caso es que la perfecta sincronía entre la toma de decisiones precipitadas, eventos desafortunados y razonamientos inductivos con la personalidad –también definida fabulosamente (no es ironía)- del protagonista, le dan a la historia un valor extremadamente superior al que tendría por sí sola, insuficiente hasta para una traslación al cine –excepto si es argentino, que tiene largas escenas de sujetos estáticos reflexionando sobre la continuidad de la vida-.  Y es precisamente su paralelismo entre lo literario y lo fílmico lo que a mí me encanta.
Siempre he perseguido obras con verdadero contenido y originalidad, sin argüir por ello, en ningún momento, sobre la calidad de las novelas y El Túnel cumple con los requisitos para estar entre mis preferidas: es interpretativa antes que explicativa –incita a reflexionar- y narrativa no obstante, además de que se da un momento para aliviar el estrés compartido con el asesino a través de sus “imparcialidades”; como cuando uno se burla de sí mismo tras tropezar sobre la acera, así encuentro el discreto humor de Sábato.
Otra de las peculiaridades que se pueden disfrutar al hojear estas páginas, es el sentimiento que comparte el personaje principal con el lector. No se me escapa la conexión que inexorablemente se arma entre ambos cuando, en un completo desatino, el hombre dice insensateces y reparte insultos, pero parecen tan bien fundamentados que los consideramos correctos y secretamente, inconscientemente, de hecho, nos convertimos en cómplices de un delito atroz contra la vida. Dicho fenómeno, tan singular y planificado, es un motivo más para experimentar durante unas cuantas horas la lectura de El túnel.
He aquí, pues, una novela para el humano reflexivo tanto como para el cazador de cuentos, con alta calidad narrativa y creativa que, en mi opinión, se debe leer siempre con ojo crítico, porque nadie quiere que la gente vaya por allí deshaciéndose de las personas que no les caen bien.
P.D. Atención a la inconclusa filosofía de Amor de Castel, allí está la respuesta.
Daniel Vega Tavares