El deportista que siempre perda (Novela Corta)
Publicado en Mar 20, 2017
Prev
Next
Rufino Foulquié Gomariz llegó tan exhausto a su domicilio que, agotado física y mentalmente, se metió en la cama y comenzó a soñar...
 
El míster Arsenio Abadías Fraile, del Deportivo Ría Azur, les había indicado que no tuviesen ninguna clase de prisa para salir al campo de juego; así que el partido comenzó con un inesperado retraso pese a las advertencias que había dado el presidente de la Federación de la Liga Florida (Carmelo Villar Clemente). Además, el guardameta Gonzalo González Gonzalvo, gran amigo de Rufino Foulquié Gomariz en el equipo, vestía un jersey de color verde limón , igualito en todo, al del rival Leñero; así que el árbitro Castañeda Nieto (hijo de árbitro y nieto de árbitro) ordenó que se cambiara por otro de color violeta o morado sin darse cuenta de que había caído en la trampa. Rufino sonreía a pesar de que tan pronto llovía como salía el sol en aquella "extraña" tarde. Cien mil espectadores abarrotaban el estadio del Río Azur, incluyendo a "la grada de los sastres" (obligados a tener que girar constantemente sus cuellos hacia un lado y hacia otro para no perderse ninguna jugada). Quizás por empatía con todos ellos o por sentirse solidario, Rufino Foulquié Gomariz miraba hacia un lado y hacia otro. ¿Lo hacía por empatía y solidaridad o porque estaba realmente nervioso? En otro estadio también se jugaba el campeonato. Ría Azur sacaba un punto de ventaja (cuando por la victora sólo se ganaban dos puntos) al Barcarola y era suficiente para ser campeones. Comenzó, por fin, el partido y nadie era capaz de controlar el balón cuando se adentraban en el área de los "narcisos" del Paciencia quienes, por minutos, se atrevían a contraatacar terminando por lanzar peligroso disparos que detenía, con gran serenidad, González con su nuevo jersey de color lila. Rufino no conseguía acertar con el gol a pesar de ser un especialista debutante en la Liga Florida e ídolo de las chavalas del Ría Azur. Tenia la gran oportunidad de participar en un equipo que iba a ganar, por primera vez en su ya larga existencia, aquella famosa Liga que para muchos era la mejor del mundo. De equipo "ascensor" (sube y baja continuamente de temporada en temporada) el Ría Azur había pasado a ser el gran favorito y a Rufino se le presentaba la ocasión de ganar un campeonato por única vez en su vida de futbolista profesional. Era su primera vez y la última porque, ya cumplidos los 35 años de edad, había decidio "colgar las botas" en cuanto terminara la temporada. Las noticias que lanzaban al aire los periodistas radiofónicos volaban de espectador en espectador, llegaban hasta el míster Arsenio Abadías Fraile, del Ría Azur, y este se lo hacía conocer a sus jugadores dando enormes gritos. ¡El Barcarola iba perdiendo por 0-1 ante el Chorizos Hebilla! Aquello aumentó la emoción de Rufino Foulquié Gomariz tanto o más que si le hubiese ofrecido un bocadillo de sobrasada totalmente gratis. Pero no conseguía hilvanar ninguna jugada de peligro de cara a meterle un gol a Leñero. Para mayor suspense, Estacón (jugador estrella del Barcarola) logró el empate a 1 en el estadio rival ante los "choriceros". El partido, en el campo del Ría Azur comenzó a entrar en una fase de ritmo estrepitoso entre ataques y contrataques de ambos equipos; hasta que surgió otra nueva noticia que afirmaba que los "choriceros" del Hebilla acababan de marcar otro gol al Barcarola. ¡La Liga Florida estaba en manos del Ría Azur cuando se dio por terminada la primera parte! En el vestuario, el míster Arsenio Abadías Fraile (más conocido por todos los aficionados y periodistas como "El Brujo de las Iglesias" porque de niño había sido un terrible y temible monaguillo) estaba muy enfadado por los fallos continuos de Rufino que, a pesar de ser ya la revelación de aquella temporada, estaba lento, torpe y nervioso. Todo ello le atenazaba su formidable musculatura. Cuando los dos equipos volvieron a la cancha, todos los aficionados blanquizules comenzaron a gritar su canto preferido en honor de Los Sabandeños: "¡¡¡Azur la victoria es del Azur!!!". Para alegrar mucho más a toda la parroquia de espectadores y espectadoras las pocas gotas de lluvia que seguían cayendo habían hecho salir a un precioso arco iris dando al ambiente una poética composición. Una espectadora gritó a pleno pulmón a través de un altavoz que estaba usando:  "¡¡¡Rojo, naranja, amarillo verde, azul, añil y violeta forman el arco iris y que viva la foto finish cuando batamos al guardameta!!!!. Aquello le hizo reír a González pero a Leñero no le hizo ninguna gracia. Rufino recordó a una ex enamorada llamada precisamente Violeta y sonrió brevemente mientras Gonzalo sabía por qué estaba sonriendo ya que Violeta era la hermana del guardamenta de Ría Azur. Los rivales del Paciencia ya estaban dándose por vencidos, incapaces de frenar los ímpetus de los "azures" que estaban funcionando a pleno rendimiento gracias a la inmensa y desinteresada labor de motor del equipo que había tomado ya Rufino. Fue entonces cuando a todos les cayó un "jarro de agua fría" al enterarse de que Estacón habia empatado el partido entre Barcarola y Chorizos Hebilla que ahora arrojaba el resultado de un 2-2 en el Marcador Simultáneo Dardo. Si el partido de Ría Azur terminaba en empate y el partido del Barcarola contra Chorizos Hebilla también terminaba en empate la Liga Florida se la ganaban los "azures" y esto hacía que Rufino Foulquié Gomariz siguiera jugando mejor, Los ataques del Ría Azur eran ya verdaderas trombas, pero Rufino dirigía todo el ritmo con una gran serenidad y concentrándose en cada una de las jugadas de ataque sin dejar de robar balones a los mediocampistas "narcisos" del Paciencia. Sólo había una verdadera complicación todavía sin solucionar y era que Leñero (que había sido durante toda la temporada el suplente de Reparaz y era el primer partido que jugaba en aquella útima jornada del campeonato) lo paraba absolutamente todo; quizás picado en su amor propio por el suceso de la fanática de los graderíos. Los espectadores comenzaron ya a mirar sus relojes y sus cronómetros. Si el partido terminaba en empate y también empataban Barcarola y Chorizos Hebilla no había problema alguno puesto que la Liga era del Ría Azur. Pero si empataban y Barcarola ganaba perdían la Liga Florida porque la diferencia de goles marcados y encajados favorecía a los "azulgranas". El míster Arsenio Abadías Fraile, verdaderamente preocupado por lo que estaba sucediendo y lo mal que se estaban poniendo las cosas ordenó a Rufino, a través de unos gestos y señas que sólo sabían los dos porque muchas veces jugaban al mus haciendo pareja, que aprovechara cualquiera de sus internadas en el área de Leñero y se "tirase a la piscina" para provocar un penalty aunque no lo fuera. "El Brujo de las Iglesias" se las sabía todas porque había sido cocinero antes que fraile ya que había jugado más de una década como delantro del Ría Azur.  ¡Nueva y pésima noticia! Los "barcarolas" se adelantaban con un gol marcado por el moreno "Rosarito", llamado así por los aficionados del fútbol ya que cuando era entrevistado por los reporteros de los canales de televisión tenía voz afeminada y hacía gestos también muy amanerados a pesar de que casi nadie se creyera que era homosexual salvo unos pocos malpensados ya que de todo hay en "las viñas del fútbol". 3-2 ganaban los del Barcarola a los "choriceros" y, pocos minutos después, llegó otra noticia todavía peor que la anterior. Freddy (un inglés que ya estaba de vuelta en todo esto del fútbol) marcaba otro gol y ponía en ventaja al Barcarola por 4-2- Pocos minutos después el asunto se ponía todavía más feo porque el poco agraciado Ladrón de Vara (que era especialista en robar balones a los defensas contrarios) había marcado el 5-2. ¡Ganar o ganar! ¡Todo ya sólo consistía en ganar o ganar! Los aficionados y aficionadas volvieron a rugir cantando aquello de "¡¡¡Azur la victoria es Azur!!! " de manera incansable. Todo era ya una gran tragedia en el estadio de los "azures" hasta que, en el último segundo del partido, ya cumplido el minuto 90 reglamentario, Rufino encontró la ocasión que tanto buscaba Arsenio y, entrando en el área de Leñero, "se tiró a la piscina". El árbitro Castañeda Nieto (hijo de árbitro y nieto de árbitro) mordió el anzuelo. ¡¡¡Penalty!!! ¡¡¡Penalty!!! ¡¡¡Penalty!!! Los del Paciencia ni tan siquiera protestaron porque el asunto era demasiado grave como para llevarles la contraria a todos aquellos encolerizados y entusiasmados hinchas. ¿Quién tendría el honor de lanzar el penalty, marcar gol y pasar a la ya larga historia del Ría Azur como el jugador que les había otorgado el primer título de la Liga Florida a los blanquiazules? ¡Nadie quería cargar con la responsabilidad pero todos miraron a Rufino Foulquié Gomariz! Éste sabía que era su ùnica y última oportunidad de ganar un campeonato a lo largo de su vida futbolística, Tenía ya 35 años de edad y aquel era su último partido como jugador. Él se había "tirado a la piscina" como si fuese "Tarzán de los monos arrojándose a un río de la selva" y ahora tenia que ser quien resolviese la papeleta de la cual todos huían como si aquel penalty fuese "la peste bubónica", Así que, según Arsenio, Rufino era el elegido. Foulquié Gomariz se encontraba ante el momento más importante y excitante de toda su vida. Cogió el balón de las manos del árbitro Castañeda Nieto (hijo de árbitro y nieto de árbitro) y lo posó en el punto fatídico. En su mente sólo había dos opciones: ¿tirar fuerte o tirar colocado? ¿solucionarlo todo dando un chutazo o engañar al portero para hacer que se tirara hacia el lado opuesto al que él colocaría el balón? Consciente de que en sus botas estaba la gloria más histórica, hasta aquella temporada, de la ya larga existencia del Ría Azur, se alejó hasta un total de seis pasos del balón, tomó una pequeña carrerilla mientras notó que sus piernas se le agarrotaban y, por ello, renunció al "pepinazo" y decidió colocar el balón lanzándolo hacia su izquierda y a la derecha de Leñero. Pero se hizo un verdadero líon mental y el disparo fue muchisimo más flojo de lo que él mismo estaba pensando. Leñero, que era más listo e inteligente que Salomón y Aristóteles juntos, adivinó hacia dónde iba el disparo (por esos misterios que rodean siempre a la leyenda de los porteros de fútbol) y supo leer el "telegrama" de Rufino. ¡Se lanzó hacia su derecha y detuvo el disparo! Un nudo ahogó las gargantas de los cien mil espectadores en el estadio del Ría Azur y en el resto de los millones de aficionados que estaban escuchando por las emisoras de radio. La Liga Florida la acababa de perder el Ría Azur dándosela en bandeja al Barcarola. Rufino, como si le hubiesen dado cien mil latigazos en la espalda, se sintió morir.
 
Rufino Foulquié Gomariz llegó tan exhausto a su domicilio que, agotado física y mentalmente, se metió en la cama y comenzó a soñar...
 
Era uno de los últimos corredores de una especie en extinción de la prueba de los 10.000 metros lisos. Uno de las últimos atletas capaces de enfrentarse con éxito a los etíopes, kenianos y hasta algún que otro somalí. Pero Rufino Foulquié Gomariz nunca había logrado mejorar su décimo lugar alcanzado en Sinsiki (la famosa capital de Lalandia). Quizás solamente al suizo Belzas se le podía también considerar como perteneciente a aquella especie en extinción. En medio de una verdadera marea de corredores africanos, Rufino se conjuró a sí mismo para ganarle o ganarles. De acuerdo en que era algo prácticamente imposible; pero él era de los optimistas que pensaban que lo imposible deja de serlo cuando se da "un golpe de fortuna" a favor. Así que, desde el mismo segundo en que comenzó la prueba, se pegó a los talones de Telele, el etíope de moda que tanto maravillaba al mundo entero. Telete tiraba pero Rufino le resistía todos los tirones. La dura realidad es que todos los que iban a sus alrededor eran ya solamente etíopes, kenitas y un somalí. ¿Podría resistir todo aquello el soñador Rufino? ¿Pasaría a la historia ganando su única carrera de los 10.000 metros lisos acabando con aquella insufrible y autoritaria hegemonía africana que a todos los blancos ya los tenían frustrados? Si alguien podría hacerlo era solamente él; porque el suizo Belzas ya se había quedado descolgado al pasar por los 2.000 metros. ¡Faltaban todavía 8.000! ¡Toda una hazaña estaba siendo aquello de ver a Rufino Foulquié Gomariz sin dejar de seguir pegado a los talones del etíope Telele! Se decía, en los mentideros deportivos y los cafés tertulias de bares de barrio o tascas nocturnas, que el etíope no estaba en su mejor momento físico y Rufino tenía pensado salir de dudas cuando tuviera la ocasión de pegarle un "hachazo" antes de llegar a los 5.000 metros. ¡Intentaba olvidar que estaba rodeado por todas partes de africanos y nada más que africanos! ¡Era aquella pesadilla de "la marea negra" que empezaba ya a marear a todo el mundo más de la cuenta! Rufino intentó adelantar a Telele en el kilómetro 4 pero el etíope no se lo permitió sino que, por el contrario, eligió aumentar la velocidad y el ritmo. Rufino comenzó a tener problemas con  su respiración pero estaba tozudamente dispuesto a seguir aguantando aquella velocidad y aquel ritmo que estaba poniendo en práctica el etíope. Se negaba a aceptar que nunca llegaría el día en que un blanco triunfara en una prueba de 10.000 metros lisos batiendo a todos los africanos, Él no era racista porque, además, su mejor amigo era el zairota Zambomba pero estaba "hasta la gorra" (aquella famosa gorra de color bermejo que tan orgullosamente lucía en todas sus carreras y que ya estaba bastante ajada por el tiempo de su uso y los rayos de sol que a veces la habían abrasado) y aprovechó la ocasión tal como lo estaba planeando. Al llegar a los 5.000 metros lanzó un ataque que pilló por sorpresa a todos los africanos que corrían en aquellos 10.000 metros lisos. Rufino Foulquié Gomariz parecía un caballo desbocado. ¡Representaba a los blancos y tenía que dejar de entrar siempre en el décimo luigar de las pruebas que corría! Sinsiki ya sólo era un mal recuerdo. No sentía ninguna clase de complejo de inferioridad (cosa que siempre ocurría con el suizo Belzas) y, por el contrario, seguía aumentando la velocidad. Mirando, de vez en cuando hacia atrás, vio que los africanos seguían con su imperturbable táctica de ir más rápìdos que las gacelas; pero él se sentía todo un guepardo. Batiría a todos aquellos africanos (un grupo de hasta 9 atletas) y ganaría por primera vez en su vida para acabar con aquel maleficio de entrar siempre en el décimo lugar. No era un complejo de superioridad sino que consistía en llevar a cabo una revancha lícita cuando de competir limpiamente se trataba. En el kilómetro 7 ya todos le daban como seguro vencedor mientras él seguía aumetando el ritmo. Los nueve africanos, comandados siempre por Telele, no conseguían reducir su ventaja y les estaba resultando imposible alcanzar la remontada. Cuando pasó por los 8.000 metros, Rufino sintió un estremecimiento propio de la emoción que le embargaba el ánimo y comenzó a delirar sin dejar de correr como un loco. Sabía que su imagen estaba apareciendo en todos los canales televisivos del mundo deportivo y en sus delirios de grandeza sabía que iba a ganar sí o sí. Por primera vez en su vida su nombre y apellidos (Rufino Foulquié Gomariz para ser exactos) aparecería en todos las portadas de los diarios y las revistas que, a nivel mundial, estaban dedicados al deporte. Ya soñaba con el titular: "¡El blanco Rufino se convierte en un felino!". Estaba tan lleno de gloria que le temblaba todo su cuerpo mientras no dejaba de correr y delirar. De repente, sin apenas darse cuenta de lo que estaba pasando por detrás de él, escuchó el trepidar de pisadas a su espalda. ¿Es que Telele y los otro ocho atletas africanos habìan recuperado sus fuerzas y estaban dándole alcance? ¡No era posible pero sí era una realidad! En el kilómtero 9, los 9 africanos (¡vaya mal fario aquello del 9 con el 9 para el desilusionado Rufino!) le rebasaron sin tan  siquiera mirarle a la cara para ver su tremendo gesto de sopresa. Telele iba en cabeza de todos ellos y copaba ya las imágenes de todos los canales televisivos del mundo deportivo. Al final, completamente reventado, entró en la meta con su ya insultante y siempre repetido décimo lugar en todas las carreras de 10.000 metros lisos en las que participaba.
 
Rufino Foulquié Gomariz llegó tan exhausto a su domicilio que, agotado física y mentalmente, se metió en la cama y comenzó a soñar...
 
¡Se acabó! ¡Se terminaron sus desgracias tenísticas! ¡Ya no sería eliminado siempre en las primeras rondas de los torneos en que participaba! ¡Había llegado hasta la finalísima de Blendon City, el más importante torneo sobre hierba del mundo entero! Los dos tenistas se enfrentaban en la pista central. Para todos los aficionados al tenis aquello era inimaginable. El público abarrotaba las gradas para ver aquella batalla sin final de un duelo de titanes: ¡Rufino Foulquié Gomariz contra León Mamut Tigre! Los dos, muy sólidos en sus saques, habían colocado en el marcador en un 6-4 a favor de Rufino; un 3-6 a favor de León; un 7-6 a favor de Rufino y un 6-7 a favor de León. Así que aquel quinto "set" era el definitivo. ¡Ninguno de los dos perdía su saque! ¡Sacaba Rufino y tanto para Rufino! ¡Sacaba León y tanto para León! Rufino Foulquié Gomariz comenzó a recordar la película "Atrapado en el tiempo": Phil, el hombre del tiempo de una cadena de televisión, va un año más a Punxstawnwey, a cubrir la información del festival del Día de la Marmota. En el viaje de regreso, Phil y su equipo se ven sorprendidos por una tormenta que los obliga a regresar a la pequeña ciudad. A la mañana siguiente, al despertarse, comprueba atónito que comienza otra vez el Día de la Marmota. Mientras tanto las horas se iban sucediendo. Nada les parecía real a todos los espectadores. ¿Cómo era posible que todo un siempre perdedor en las primeras rondas, como aquel tal desconocido Rufino Foulquié Gomariz, estaba poniendo al borde de la histeria al mismísimo León Mamut Tigre, el gran campeón y número 1 del tenis mundial? ¡Sacaba Rufino y tanto para Rufino! ¡Sacaba León y tanto para León! Ya era todo un éxito sensacional haber llegado a la finalísima de Blendon City, pero los honores siempre se los lleva el ganador y el segundo desaparece rápidamente de la memoria de todos los aficionados. ¡Así de cruel es el deporte del tenis y Rufino lo sabía! ¡Rufino, que ni tan siquiera estaba situado entre los primeros 500 jugadores en el ranking de la ATP. estaba a punto de matar y rematar a todas las apuestas y daría un vuelco total a la historia de este deporte! Todos los periodistas que cubrían la información del mejor y más importante torneo de tenis del mundo tenían preparados los títulos de sus crónicas: "¡Rufino se come al león!" Y seguían pasando las horas de aquel interminable y agotador partido. ¡Sacaba Rufino y tanto para Rufino! ¡Sacaba León y tanto para León! ¿Era posible que él, más bien escaso de musculatura en sus brazos, y con un cuerpo no especialmente apropiado para un tenista, estaba a punto de liquidar a "raquetazo" limpio a la leyenda mundial del deporte blanco; aquel musculoso, fibroso y super atleta llamado León Mamut Tigre? ¡Pues estaba siendo verdad! Ambos contendientes se preocupaban de asegurarse sus saques para no encontrarse con la desagradable sorpresa de perder. ¡Sacaba Rufino y tanto para Rufino! ¡Sacaba León y tanto para León! Aquello parecía la historia interminable de Michael Ende o una enorme pesadilla que podría haber firmado el mismísimo Alfred Hitchcock pero en versión de suspense deportivo en el que el malo se había convertido en el bueno y el bueno se había convertido en el malo; algo así como un relato kafkiano. Todos los espectadores y espectadoras, sentían ya sus traseros pegados a sus asientos; porque resultaba que ya eran diez horas de partido y ninguno de los dos se daba por vencido. Mas nadie se movía de su sitio por la morbosidad humana de ver en qué terminaba toda aquella tragedia. ¡Parecía como si la eternidad se hubiese apoderado de Blendon City! ¡Duelo de titanes! Rufino comenzó a pensar en Gilgamésh y Endiku. Ninguno de los dos durísimos contendientes corrían riesgos innecesarios, conscientes de que un error podía echar por tierra todo el trabajo realizado durante ya más de diez horas. Ünicamente se tambaleó un par de veces con su saque, el campeonísimo Mamut Tigre que perdió puntos muy vitales con errores sólo producidos por el acoso al que le sometía aquel desconocido Foulquié Gomariz pero los pudo superar con una par de "aces" imposibles de devolver. Pasadas ya las once horas de juego, con el 68-69 a favor de León, Rufino flaqueó en su saque por entretenerse durante un par de segundos en mirar a una imponente morena latinoamericana que le animaba a seguir resistiendo. León no lo dudó ni un instante. Sabía que aquella leve distracción de Rufino le podía servir para tener la oportunidad de borrar de la faz de la Tierra a aquel insolente y entrometido que siempre perdía en todas las primeras rondas de los torneos en que participaba, ¡Y lo consiguió! Después de once horas y cinco minutos de partido llegó el definitivo 68-70 a favor de León Mamut Tigre, el número 1 de la ATP y quizás hasta el número 1 de toda la historia mundial del tenis; algo que muchos afirmaban y sólo unos pocos se negaban a admitirlo. Rufino se desplomó sobe la hierba.
 
Rufino Foulquié Gomariz llegó tan exhausto a su domicilio que, agotado física y mentalmente, se metió en la cama y comenzó a soñar...
 
A pesar de ganarse la vida como pulidor, Rufino Foulquié Gomariz había quedado por tres veces el segundo y cinco veces el tercero en la Vuelta a Rancia, la prueba ciclista más importante del calendario anual de la UCI. Nunca había logrado el triunfo final y no tenía nada que ver, familiarmente, con su compatriota y odioso Rufo Foulquié Tamariz (ganador por cinco veces consecutivas de la Vuelta a Rancia), pero en esta ocasión en que se iba a celebrar la penúltima etapa (llamada "reina" porque en su trazado había hasta cinco puertos de primera categoría y finalizaba, precisamente, en la cima del último de ellos dejando que la última etapa fuese un simple paseo por la ciudad de Parchís) Rufino llevaba el "maillot amarillo" desde la quinta etapa, aunque sacando solamente un segundo de ventaja a su compatriota y odioso Rufo. Rufino era alegre, abierto y hasta muy simpático con las mujeres; mientras que Rufo era serio, cerrado y hasta muy grosero con las representantes del género femenino. A Rufino Foulquié Gomariz le había sentado muy mal que Rufo Foulquié Tamariz hubiese comentado, a través de los medios de comunicación, que Rufino era solamente un simple pulidor sin tener donde caerse muerto y que, en ciclismo siempre sería un segundón y eterno perdedor incapaz de ganar ni tan siquiera una simple etapa. Así que aquello de ganar la Vuelta a Rancia se había convertido ya en una cuestión de honor. Piernas duras, gemelos de acero, piel erosionada por las caídas... pero Rufino Foulquié Gomariz tenía un gran corazón; no sólo por la bondad sino por que era el más apto para resistir el duro deporte del ciclismo. Ahora, aquel segundo de ventaja sobre Rufo, podría convertirse en una gran cantidad de minutos si ganaba aquella etapa "reina" para dejarle sin ninguna opción de triunfar por sexta vez consecutiva a su deslenguado rival. Los medios de comunicación habían informado que no existía ninguna clase de parentesco familiar entre ellos, porque mientras Rufino era de Cedo (ciudad muy famosa por sus helados) Rufo era de Bato (ciudad muy famosa por sus ponches). El duelo que todos estaban ansiosamente esperando era ya una realidad en aquella colosal etapa "reina" con cinco puertos de primera categoría. Había quienes siempre decían que para ser un campeón ciclista había que tener un corazón de hierro y unas piernas de piedra. ¿Qué clase de corazón y de piernas tenían los dos rivales? Los aficionados se habían dividido en dos grupos irreconciliables: unos eran "rufinistas" y los otros eran "rufosos". Sentados al borde de la carretera y agolpándose en las aceras de las calles de los pueblos y las ciudades por donde pasaba "la serpiente multicolor", miles y miles de aficionados veían pasar a Rufino y Rufo, uno al lado del otro, marcándose mutuamente, para despertar el morbo que este deporte suscita entre sus fanáticos y alguna que otra fanática. Jadeantes por el agotador calor, los dos se vigilaban sin que, de momento, nadie más interviniera en aquella batalla tan singular. Rufino se empeñaba en dejar atrás a Rufo pero Rufo se empeñaba en dejar atrás a Rufino. Rufino había subido siete veces al podio final pero nunca como ganador mientras que Rufo había subido solo cinco veces pero todas ellas como triunfador, Las aviesas miradas de Rufo buscaban observar el menor desfallecimiento de Rufino para atacarle sin compasión. Rufino era un compatriota suyo pero le odiaba tanto que, si no ganaba él, prefería que ganase cualquier extranjero antes que Rufino. Y este odio venia desde cuando Rufino se casó con Lina y Rufo tuvo que conformarse con casarse con Quina. Rufo nunca jamás perdonò a Rufino que se hubiera llevado a la mejor. Y es que el pulidor Rufino, aunque fuese un "eterno perdedor", tenía un carisma muy especial que no poseía, para nada, el engreído Rufo con todo lo "ganador" que fuese. Rufino se ajustó la cinta del pulsómetro una vez más y estaba demostrando que no era ningún blandengue a la hora de enfrentarse con aquel odioso compatriota que le había intentado humillar antes de comenzar la etapa. Pero Rufino pensaba en Lina nada más. Por eso los ataques verbales de Rufo no le importaban lo más mínimo. Él era un "perdedor feliz" mientras que su rival era un "ganador desgraciado". ¿Qué sabía aquel tal Rufo Foulquié Tamariz sobre la verdadera personalidad y carisma de Rufino Foulquié Gomariz? Nada en absoluto. Y no iba a ser Rufino el que le sacara de esa ignorancia. Era cierto que Rufo había ganado cinco veces seguidas la Vuelta a Rancia pero él estaba muchas más veces en los puestos de élite del ciclismo mundial aunque no hubiese ganada jamás ni tan siquiera una etapa de cualquier vuelta en que participaba como la "eterna promesa". ¡La regularidad del pulidor Rufino era asombrosa! Y su combatividad también.  Rufino y Rufo iban solamente pensando en como derrotarse el uno al otro. Los demás corrdedores no contaban para nada. ¿Era un acierto llevar a cabo esta estrategia? Los hermanos gemelos Charles y Raoult Saint Carriére, tercero y cuarto, respectivamente, en la clasificación general, estaban a tan solo menos de un minuto de distancia. Exactamente, Cahrles a 58 segundos y Raoult a 59 segundos. Y tampoco había que olvidarse del jovencísimo y siempre sonriente Andrew Galibertson Pires que hábía sido nombrado por todos los especialistas del ciclismo mundial como la gran revelación de aquel año, venía de ganar la Semana Serrana y se encontraba todavía en plena forma. Estaba a tan solo un minuto y treinta segundos de distancia con respecto al líder Rufino. En la mirada huidiza de Rufo Foulquié Tamariz no se podía "leer" nada porque mientras estaba compitiendo era totalmente inexpresivo. Todo lo que tenia de lenguaraz ante los medios de comunicación de masas (insultando y despreciando a todos los ciclistas del pelotón mundial) se volvía sepulcral silencio mientras rodaba deseando ser siempre "el eterno ganador". A sus 33 años de edad, Rufino Foulquié Gomariz quería dejar de ser para siempre "el eterno perdedor" y no pensaba en otra cosa, mientras pedaleaba sin cesar ni un solo segundo, nada más que vencer en aquella Vuelta a Rancia por dos motivos: evitar que Rufo la ganase por sexta vez consecutivo y acabar defintivamente con su desmesurado orgullo y vanidad, En la víspera de aquella etapa y decisiva etapa "reina" el comentario de todos los peridiodistas, analistas y aficionados al ciclismo, se había centrado casi exclsuvamente en hablar de la valentía con al que Rufino estaba llevando a cabo una Vuelta prodigiosa en la que, sin haber ganado ni una sola etapa (como ocurría siempre en las pruebas que participaba) no sólo seguía siendo el "maillot" amarillo de la Vuelta a Rancia sino que luchaba denodadamente por conseguir "el tirunfo de su vida", ¿Seria la voluntad de Rufino la que le llevaría a ser campeón? ¿Había llegado la ocasión de subir, por primera vez, a lo más alto del "cajón" de los ganadores? Hasta entonces, y desde la salida, todo el pelotón permanecía unido sabiendo que una etapa de cinco puertos de primera categoría es tremendamente difícil  y las fuerzas hay que reservarla para cuando llegue el momento más oportuno según el pensamiento de cada ciclista. De esta manera tan agrupada se coronaron los dos primeros puertos de la etapa (el Aspas y el Nuez). Se podría decir que todo era "calma chicha" y que todas se arropaban con los abanicos porque nadie quería que se produjera una "escapada bidón" sorpresiva. Y, sin embargo, esto fue lo que sucedió. Al bajar el puerto de Nuez, Andrew Galibertson Pires lanzó un inesperado ataque y se escapó junto con otros diez corredores más que no tenían ninguna clase de aspiraciones ya que se encomntraban en los últimos lugares de la clasificación general, a más de 2 horas del líder Rufino, pero que se habían puesto de acuerdo para ayudar al jovencísimo y siempre sonriente a alegre Galibertson a que tomara cada vez más ventaja sobre los demás favoritos. Por eso le protegían y le aconsejaban que guardase muchas energías mientras ellos se iban turnando en tirar de la escapada pedaleando con firmeza y seguridad. Galiberton aceptó sonriente pero les dijo que él también ayudaría tomando los relevos que le tocasen tomar. Aquella manera de ser era la que tanto admiraban todos los corredores del pelotón internacional. Nadie del pelotón de los favoritos hizo el menor caso de aquella escapada. Rufino sólo se ocupaba de controlar a Rufo y Rufo sólo se ocupaba de controlar a Rufino. Los hermanos gemelos Charles y Raoult también iban tranquilos porque pensaban que Galibertson había cometido un error de principiante y antes del cuarto puerto se desfondaría totalmente, Nadie se arriegaba a saltar para abortar la fuga. Al subir el cuarto puerto de montaña (el Batidor), Galibertson dio una tremenda serie de poderosas pedaladas y se despegó definitivamente de sus diez compañeros de fuga que ya estaba tan agotados que acababa a renunciar mientras iban siendo atrapados por el primer gran pelotón de "la serpiente multicolor". Ahora ya comenzó el gran primer pelotón a desgajarse en pequeños grupitos mientras algunos corredores iban quedando definitivamente descolgados del todo. El primer grupito que ahora sí se lanzaban al ataque para acabar con la fuga de Gaiberton estaba formado por los cuarro favoritos al tirunfo final: Rufino, Rufo, Charles y Raoult. Pero todavá se iban vigilando estrechamente entre sí mientras Andrew volaba hacia la cima del Batidor. Al comenzar la escalada del quinto y último puerto (el Ventarrón llamado así porque era un lugar donde el viento soplaba a unas velocidades que hacía que todos los ciclistas tuviesen que convertirse en titanes para poder superarlo) el siempre alegre y sonriente Galiberton, ya llevaba una diferencia de 5 minutos y 5 segundos sobre el grupo formado por Charles Saint Carriére, Raoult Saint Carriére, Rufo Foulquié Tamariz y Rufino Foulquié Gomariz. Fueron los dos hermanos gemelos los que se decidieron, ya de manera defintiva, y sin pensarlo por más tiempo, ir a la caza del fugado Andrew Galibertson Pires. Rufo Foulquié Tamariz intentó seguirles pero pronto se dio cuenta de que le estaba siendo imposible situarse a la altura de los dos y decidió que se fueran mientras él friamente racionaba el consumo de sus energías. Pero la verdadera tragedia es lo que estaba sucediendo con Rufino Foulquié Gomariz que se había quedado "clavado" por culpa de una "pájara" monumental. Galibertson ganó la etapa, y con ella el "maillot" amarillo que ya virtualmente le proclamaba vencedor de la Vuelta a Rancia de aquel año, al sacar una diferencia de cinco minutos y diez segundos a los hermanos gemelos Charles y Raoult. Ruo llegó a siete mintuos cuarenta y cinco segundos. ¡Por culpa de su boberbia, orgullo, vanidad y odio contra Rufino, acababa de perder la ocasión histórica de ser el primer ciclista en conseguir seis veces consecutivas el triunfo en la Vuelta a Rancia. Y Rufino, totalmente perdidas ya todas sus esperanzas de poder subir al primer lugar en un podio, estaba sentado en una de las cunetas de la carretera, con la bicicleta como única compañera de su trágica soledad, y las piernas totalmente "rotas". Además, sufría de calambres por todo su cuerpo.
 
Rufino Foulquié Gomariz llegó tan exhausto a su domicilio que, agotado física y mentalmente, se metió en la cama y comenzó a soñar...
 
Desde varias horas antes de la señalada para comenzar la gran final del Campeonato del Mundo de Hockey sobre Patines, entre Eslandia y Porlandia, millares de personas se agolpaban ante las puertas del Pabellón de los Deportes. Todas las localidades estaban ya vendidas y los reventas estaban "haciendo su agosto" vendiendo las que tenían el doble y hasta el triple de lo que habían costado. A la hora de comenzar aquella gran final ya no cabía ni tan siquiera un alfiler. Los pasillos, las escaleras, los huecos entre ls tribunas, la plataforma donde se encontraban los periodistas y hasta los marcadores se hallaban invadidos por una masa humana que, en estas incómodas posiciones, aguantaron sin desmayo alguno hasta que sonaron, en el reloj del Pabellón, las dos de la madrugada. Antes del partido que todos esperaban ver, Burbundia había ganado a Almanía por 2-0 y Talonia se había impuesto a Saza por 4-3. Después de esos dos partidos todos habían aguantado, estoicamente, varias exhibiciones de patinaje artístico hasta que aparecieron, en escena, las selecciones de Eslandia y Porlandia. Juan Manuel Serrat García, capitán eslandés portaba la bandera de Porlandia y Rufino Foulquié Gomariz, capitán polandés, la de Eslandia. Puro "paripé" porque, en realidad, los dos se odiaban "a muerte". En los graderíos se alzaban las grandes banderas nacionales blandidas por los espectadores que, en medio de la tensión general e insoportable, algunos las usaban apra agredirse contra los seguidores rivales. Fue la Policía Regional la que tuvo que imponer la calma a base de dar algún que otro porrazo que hicieron crujir los huesos de las espaldas de más de uno y más de dos. Cuando el gran árbitro internacional, el guapo y galano Ornello Muti Rivera (que más parecía modelo de una colonia de bajo coste que un verdadero árbitro de la elegancia por muy elegante que quisiera ser y que no podía nunca alcanzar), dio la señal del comienzo del partido, la emoción y las aclamaciones del público habían llegado al máximo nivel de intensidad. Los bocinazos eran tan atronadores que nadie entendía ni podía entender lo que comentaban los periodistas ni tan siquiera lo que opinaba el espectador de al lado. Por Eslavia jugaban, como titulares, Cabello, Ospina, Serrat, Masip y Puig. Por Porlavia lo hacían, también como titulares, Mateu, Figurón, Cruzado, Libón y Foulquié. En los primeros minutos los porlandeses, siempre empujados por el incansable ardor y la encomiabla entrega de Rufino Foulquié Gomariz, empezaron a aplicar el método de juego que convertía al equipo en una máquina victoriosa. Rufino, retrasado y protegido siempre por los dos defensas, se lanzaba continaumente al ataque. Estaba dispuesto a golear sin ninguna clase de compasión ni misericordia. Pero los eslandeses, algo nerviosos todavía, oponían una férrea defensa. Con estas tácticas de juego el dominio inicial fue de Rufino y sus muchachos. El capitán porlandés tiró varias veces a puerta de manera venenosa pero Cabello siempre respondía con protentosas paradas. Poco a poso los eslandeses fueron serenándose y Juan Manuel Serrat García comenzó a adelantarse y a superar en media cancha a Rufino Foulquié Gomariz. Estaba en juego el protagonismo estelar de ambos. El encuentro aceleró su ritmo, el guego quedó equilibrado y comenzaron a caer las primeras monedas de céntimos lanzadas por los aficionados de ambos bandos. Hasta que Serrat forzó un penalty y el gol de los espandeses comenzó a hacer mella en el ánimo de Rufino hasta que llegó el descanso. Aquel 1-0 en contra daba, sin embargo, un margen de mucha confianza a los porlandeses que empezaban, sin embargo, a di¡udar de la capacidad de liderazgo de Rufino aunque estaba siendo ejemplar su entrega y esfuerzo desinteresado y las únicas jugadas de peligro contra Eslandia las había protagonizado él solo. Él, que siempre había sido un "oscuro" jugador sin relieve alguno ahora tenía la obligación de capitanear a Porlandia y conducirla a la victora si es que quería seguir formando parte de su Selección Nacional en el futuro. Todavía quedaba la esperanza y su fe era tan grande que sabía que aquella era la oportunidad para conseguir no solo empatar el partido sino para conseguir una goleada contra los favoritos eslandeses. ¡Sin embargo la segunda parte no comenzó como él estaba deseando que comenzara! Eslandia no se entregaba aunque él ya había conseguido anular y borrar del partido a Juan Manuel Serrat García que había perdido la voz cantante y parecía un mudo pardillo ante el imponente dominio que estaba ejerciendo Rufino Fourqué Gomariz, Lo que le desconcertaba a éste no era aquel inmenso e intenso dominio de su equipo sino que no llegaba ninguna ocasión clara de gol y, con ello, ningún gol que sirviera de empate y de comienzo de la goledada que él imaginaba. Todo parecía que iba a terminar en desastre cuando en un rifirafe Serrat y él se liaron da darse golpes mutuamentes con sus sticks. El guapo y galano Ornello Muti Rivera tuvo que itnervenir para separarlos y, debido a ello, se llevó un par de estacazos en las costillas que le dejaron inmovilizado por muchos minutos y tuvo que se sustiruido por el pequeño, y casi raquítico del todo, Michelángelo Imás Portierra; otro que usaba colonia de bajo costo. Después de que Michelángelo obligara a los dos capitanes y líderes de Eslandia y Porlandia a que se diesen la mano y se pidieran disculpas; mientras en el vestuario, un especialista dabas masajes a Ornello y le invitaba a que se fuera a la sauna, el partido se reanudó. Y fue cuando las fiuerzas de Rufino empezaron a flaquear. Esto fue aprovechado por los rápidos y escurridizos eslandeses que, ante la desesperación de Rufino, aprovecharon dos ataques para conseguir el 2-0 y el 3-0.  El resto del partido fue ya un puro choteo con los eslandeses pasándose la bola de uno a otro mientras Rufino ya sacaba la lengua debido a los enormes esfuerzos que hacía por evitar aquel tremendo ridículo. Fue una noche inolvidable, con todo el pùblico en pie entonando el Himno Nacional de Eslandia y con la mano derecha elevada hacia el cielo. Después, mientras se estaba acabando aquella gran final del Campeonat Mundial, por los altavoces del Pabellón de Deportes se escuchó una inesperada arenga: ¡¡¡Dios, Patria y Libertad!!! Michelángelo Imás Portierra hizo sonal el silbato. Fin del partido y Rufino caminaba, totalmene mareado, hacia su vestuario, Se caía. Se levantaba. Se caía. Se levantaba. Se caía.
 
Rufino Foulquié Gomariz llegó tan exhausto a su domicilio que, agotado física y mentalmente, se metió en la cama y comenzó a soñar... 
 
¡Duelo directo en la zona baja de la Nueva Era! Se enfrentan, agónicamente, el Juventud Segura contra la Universidad Mariana. Uno de los dos conjuntos se salva quedándose en la gloria y el otro se hunde en el infiernos de los descendidos. ¡No existe ninguna otra decisión posibel! Rufino Foulquié Gomariz está intentando imponer su identidad personal en el juego, pero con aires nuevos tras la llegada del entrenador Segundo Casi Casi, el que le seguía estrechamente después de haberse enterado que Rufino pasaba noches enteras de juergas tras juergas en los clubs de alterne de la "zona roja" de la ciudad. El partido empezó tenso por parte de ambos equipos. Y se notaba en muchos errores como hacer pasos o fallar canastas que no tocaban ni tan siquiera los aros. ¿Era cierto o sólo una falsa noticia que Rufino había perdido su estado de forma física por culpa de los "tragos" bebidos en los puticlubs o sólo eran rumores totalmente infundados? La verdad es que había perdido la figura de atleta y la barriga empezaba a aparecer acompañada de numerosos "michelines". Tras tres minutos erráticos todo cambió con la entrada de Gerundio Campazas Machón, del cual se decía que muy pronto iba a hacer callar a todos los vocingleros seguidores de la Universidad Mariana, a pesar de la presencia entre los "marianos" de Rufino quien, sin embargo, estaba pletórico de entusiasmo y ya cogía confianza, A los primeros minutos de juego el marcador era de 0-6 a favor de los "marianos" pero los "juveniles" reaccionaron y con la prematura entrada de Nano Demetrio Zorba les entraba el primero de los triples. Aún así, Rufino consiguió recuperar el dominio en la cancha castigando a los "juveniles" de Segura con una gran efectividad en los tiros debido a su picardía para que le hicieran faltas continuamente. De esta manera fue cómo, al final del primer cuarto, los de la Universidad Mariana vencían a los del Juventud Segura por 14-16. ¿Era o no era verdad que Rufino Foulquié Gomariz se pasaba gran parte de su vida con las mujeres de "vida alegre"? En el segundo cuarto se les puso el partido muy cuesta arriba a los "juveniles" que recibían el castigo de un rápido 0-8 en su contra. Rufino, en vena de aciertos, hacía estragos en la defensa del Juventud Segura y las canastas de dobles puntos las acertaba hasta con los ojos cerrados. ¡Si era verdad que por las noches se lo pasaba gozando de los favores de mujeres de mala fama debía ser que lo que estaba sucediendo en la cancha del Juventud era una espece de milagro de alguna Virgen a favor de la Universidad! Un tiempo muerto pidió el entrenador local, Diego Campos de la Sierra, para detener la hemorragia que estaba sucediendo con su equipo y el Juventud Segura por fin consiguió acertar los disparos al aro. Con todo esto y con la cuarta canasta cansecutiva de Antonio Garrote Vil, esta vez los locales conseguían un 10-0, empatando ya el partido y superando a los "marianos" por 34-32 a pesar de los enormes esfuerzos de Rufino cuya barriga estaba empezando a pasarle factura. Al inicio del tercer cuarto los del Juventud Segura seguían con su buena dinámica en el juego de equipo y el dinamismo individualista de Rufino Foulquié Gomariz hizo que, tras dos faltas cometidas de manera absurda y debido a que ya no podía respirar ante el ritmo que imponían los "juveniles", el entrenador Segundo Casi Casi lo sentara en el banquillo para calmarle los nervios y le confesara si era verdad o mentira que vivía por las noches la "dolce vita" hasta altas horas de la madrugada indicándole que esa no era una vida aconsejable para ningún tipo de deportista profesional o aficionado. Rufino le contestó, totalmente molesto y cabreado, que lo que hiciera con su vida, fuera de las canchas de baloncesto, ni le interesaba ni tenía que importarle a nadie más salvo a él mismo o, como mucho, a su querida mamá que era la que, en verdad, sufría por él y le amaba sin duda alguna. Y lo dijo en voz tan alta que lo escuchó una madura dama de las de "armas tomar" que estaba comiendo una naranja que se la lanzó con tan buen tino que acertó a darle a Rufino en toda la cresta de color amarilla que se había dejado como peinado para "estar a la moda"; pero Rufino no era de los que se dejaban la cresta para acojonarse como un gallito sin espolones y la insultó llamándola "bruja oportunista" que todos los que lo escucharon supieron lo que estaba queriendo decir. La dama sacó otras dos naranjas de su bolsa de cuero y las lanzó contra la cresta amarilla del pelo de la cabeza de Rufino. Acertó en las dos ocasiones (porque resulta que era la mejor especialista en tiro con arco que existía en toda la Región) y la dichosa cresta amarilla se vino abajo al perder la fuerza de su gomina. Rufino parecía ahora un "gallito" de esos de los de "venidos a menos" mientras que el partido ya se estaba inclinando completamente a favor del Juventud Segura que puso el marcador en un 63-54 gracias a una excelente y sensacional racha de aciertos de Nano Demetrio Zorba, el extranjero que habían fichado durante el invierno y que procedía del Fanatinaicos de Fanatina, localidad perdida en los atlas geográficos puesto que en ninguno de ellos se encontraba y, aún más, ni tan siquiera pudo encontrar dicha localidad el míster Diego Campos de la Sierra que se dejó llevar por su intuición y fichó una verdadera perla un millón de veces mejor que el empalagoso y edulcorado Gerundio Campazas Machón que a todos los "juveniles" les caía antipático y, además, en todos los partidos en que jugaba se "rompía" a los pocos minutos de juego. Eso fue lo que pasó con Gerundio Campazas Machón y eso era lo que había producido la entrada en juego de aquel sorprendente Nano Demetrio Zorba del desconocido pueblo de Fanatina. Faltaban diez minutos para terminar el partido cuando Rufino Foulquié Gomariz se puso de rodillas ante su entrenador, Segundo Casi Casi, pidiéndole perdón por toda su vida de "bala perdida" en las noches de la ciudad y le rogó que le sacara de nuevo a jugar porque le prometía y le juraba que él solito era capaz de derrotar a todo el Juventud Segura por muy jóvenes que fueran y él estuviera ya entre los un poco "entraditos" en años. Juró y perjuró que harìa el mejor cuarto de su vida y que entraría en el Libro Guinnes de los Récords de tantos apuntados en un cuarto final de baloncesto. Segundo Casi Casi le perdonó, debido a que ya las lágrimas -que quizás sólo eran de cocodrilo- aparecían en los ojos de Rufino. Le mando salir a la cancha para sustituir a Mariano Gargajo Carniero (un moreno de carácter frío y aplatanado que no estaba dando resultado alguno durante toda la temporada salvo que a veces ponía algún "tapón" que otro pero sin efectividad práctica alguna). El ultimatum ya estaba dado. Segundo Casi Casi se lo advirtió seriamente, O conseguía que, con su esfuerzo siempre tan individualista y poco partícipe del juego colectivo, la Universidad Mariana se salvaba del descenso o queda terminantemente dado de baja definitivamente del club y que se ganara las lentejas para él y para su querida mamá jugando al parchís con aquellas mujeres a las cuales había jurado olvidar definitivamente a no ser que sus lágrimas fuesen de cocodrilo. Así que el último cuarto, el que decidía cual de los dos equipos se aseguraba la permanencia en la Liga de la Nueva Era y cuál descendía al pozo de la segunda división, empezó con nervios y pésimas decisiones de los dos árbitros principales (llamados Zipi y Zape por su gran parecido físico aunque no eran ni gemelos, ni hermanos, ni primos ni tan siquiera amigos o conocidos entre sí). El caso es que ni Zipi ni Zape dejaban contentos a ningunos de los dos grupos de seguidores. Esta situación hacía que las fuerzas estuvieran muy igualadas; pero los "juveniles" se dieron cuenta de que los esfuerzos de Rufino le estaban hundiendo definitivamente por su afán de querer ganar el partido él solo y sin la ayuda de ninguno de sus compañeros, Cualquier persona inteligentes se daba cuenta de que Rufino estaba desesperado mientras el marcador hablaba ya de 9 puntos de ventaja para el Juventud Segura, Los "marianos" espertaban que Rufino Foulquié Gomariz consiguiera llevar a cabo el milagro que había prometido como si en lugar de Rufino fuese Juan Bautista y, ante el asombro general, parecía que lo iba a lograr pues iba conseguiendo encestar de manera individualista más que su rival Nano Demetrio Zorba. Ante la desesperación de los "juveniles" los "marianos" habían empatado el partido cuando sólo quedaban 2 segundos para finalizar y tenían posesión de balón; pero Rufino Foulquié Gomariz metió la pata del todo al querer hacer una filigrana ante Nano Demetrio Zorba que se lo quitó limpiamente y el héroe de los "marianos" no tuvo más remedio, pues en carrera le pesaba demasiado la tripa, que derribar al nacido en aquel desconocido pueblo extranjero de Fanatina. Los dos árbitros (Zipi y Zape) estuvieron de acuerdo en señalar la penalización de lo dos tiros libres. Rufino se puso de rodillas, en el circulo central de la pista, mirando al cielo y clamando que el "raro" extranjero fallara los dos tiros para que pudiese llegarse a una prórroga con intención de poder ganar y salvarse de la bajada a los infiernos mientras pensaba en Dante Alighieri, Al parecer Dios había escuchado el principio de su oración porque el primer tiro de Nano dio en el aro y no entró en la canasta. Mas debía ser que, como Rufino estaba tan concentrado en soñar con Dante Alighieri en lugar de pensar en Jesús de Nazaret, Dios dejó de escuchar su segunda petición y el último tiro de Nano entró tan limpiamente en la canasta que no tocó para nada en el aro y dio como vencedores a los del Juventud Segura ante la Universidad Mariana por un marcador total de 86-85. Cuando todos los seguidores"juveniles" estallaron en una verdadera explosión de júbilo y alegría, Rufino -todavía de rodillas en el círculo central de la pista- y sin poder recobrar el aliento, deseaba no haber pertenecido nunca al género humano y sintió un gran dolor en el tórax. Le faltaba el aire y se estaba asfixiando sin remedio alguno.
 
Rufino Foulquié Gomariz llegó tan exhausto a su domicilio que, agotado física y mentalmente, se metió en la cama y comenzó a soñar...
 
El Derby de Mospe era lo que más ansiaba conquistar Rufino Foulquié Gomariz montado en su caballo "Cerros Verdes". Había leído, en el diario deportivo "CARCA", una declaración del multimillonario Khanaga Mimoto, diciendo que el gran favorito para ganar la carrera era su caballo "Tarzán" recien comprado por él a cambio de un buen puñado de billetes de mil dólares, que sería montado por Estimulen, un veterano jinete de los hipódromos mundiales que contaba sus participaciones por victorias. ¡Pero él, Rufino Foulquié Gomariz, estaba totalmente dispuesto a acabar con aquella insoportable leyenda de invencible que rodeaba a la figura de Estimulen y que pensaba que sólo era un puro y simple mito que alguna vez debía desaparecer de la memoria de los hipódromos! ¡"Cerros Verdes" gozaría de plena fama y sería el caballo llamado a derrotar a "Tarzán" ante todos los aficionados y aficionadas que acudieran a ver el Derby de Mospe! Pero "Cerros Verdes" era un total desconocido tanto para todos los aficionados y aficionadas como para todos los periodistas y las periodistas especializadas en las carreras de caballos aunque, por primera vez, uno de ellos llamado Galileo Galey Galery, había tenido el deportivo detalle de apuntar a "Cerros Verdes" como caballo participante y a Rufino Foulquié Gomariz como jinete. Los otros favoritos, además de "Tarzán", eran la yegua "Armada Grande" e "Ídolo". ¿Qué lugar ocupaba "Cerros Verdes" en las apuestas de los aficionados? ¡Ningún lugar! ¡Nadie había apostado ni un solo penique por él! Mas aquello le daba un mejor sabor a la carrera de aquel año ante la presencia de un caballo desconocido y un jinete más desconodico todavía que su caballo. ¡Todo había sido posible gracias a que Rufino Foulquié Gomariz había conseguido ligar (con toda su florida verborrea que nadie entendía ya que nunca decía nada que nadie supiera cuando se hacía entendible que era en el menor número de las ocasiones en que hablaba, ya que metía mucha paja pero muy poco grano en sus charlas "cuerpo a cuerpo") con Naomí Mimoto, la preciosa hija de creencia cristiana evangélica, de Khanaga Mimoto, quien era el famoso multimillonario alcalde de Mospe y a la cual había conocido en un guateque de la alta sociedad de Nicasia. Gracias a la jerigonza de sus charlas -aburridas pero llenas de interés porque parecían decir algo importante aun cuando nunca dijeran nada que tuviera algo de emoción- había logrado que se volviera loca por él -o quizás solamente por su culpa nada más- ya que las inventadas hazañas de Rufino hacía interesantísima el historial de victorias de "Cerros Verdes" aunque salvo un par de ellas de poca monta todas las demás eran inventadas por la calenturienta mente de Foulquié Gomariz. ¡Si la hija del famoso multimillonario y alcalde de Mospe estaba loca o no estaba loca era solamente porque se trataba de una bella damisela e incorregible romanticoide que Rufino había "atrapado" en sus vacías redes, pues no contaba como conquistador de mujeres en la alta sociedad mundial, debido a que se le daba muy bien el oficio de cuentacuentos, gracias a los cuales vivía de manera muy placenteras siendo invitado por las altas jerarquías del mundo entero. Por otro lado, el primer contacto de Rufino con el turf internacional fue a través de una información aparecida en el "Racing Equus Life", una revista mensual dedicada exclusivamente a la hípica y rellenada de numerosas noticías de amorios -verdaderos o falsos daba lo mismo porque su único motivo era entretener- dentro del mundo de los caballos y la alta sociedad que acudía a los palcos de los hipódromos. Por eso, en aquella ocasión, los periodistas se habían interesado por "Cerros Verdes" y de paso, aunque en un plano más secundario, por Rufino Foulquié Gomariz. Así que el día de la prueba todos los que residían en el Hotel Presente de la ciudad de Mospe (entre ellos Rufino gracias a haber podido ligar con la bella Naomí que tanto amaba a "Cerros Verdes" que lo quería comprar como semental si ganaba la carrera) se levantaron con ánimos alegres y juveniles y tanta era su despreocupada felicidad que no les importaban, para nada, el resto del mundo y, antes de desayunar todos juntos, cantaron a viva voz lo de ¡¡¡Se siente, se siente, Khanaga está presente!!! a lo cual el multimillonario alcalde de la ciudad, como agradecimiento por tal gracioso detalle les regaló a cada uno de ellos y de ellas (incluyendo también al desconocido Rufino) una bolsita de gominolas de la marca "Juguetín" porque los miraba como si sólo fueran niños y niñas en estado de gracia. Llegada la hora de la carrera no faltó nadie. Era una prueba, con obstáculos en forma de setos arbústicos, clasificada internacionalmente como Grupo I, para caballos y yeguas que fuesen purasangres y con tres años de edad hípica (excluyendo a caballos castrados) con lo cual "Cerros Verdes", a pesar de algunas dudas que se quedaron sin poderse explicar, cumplió con todos aquellos requisitos. Era una carrera de 2.423 metros de distancia y llena de setos que servían como obstáculos para todos los participantes. Formaba parte de la Triple Corona de la Princesa, llamada de esa manera en memoria de la legendaria Blancanieves -eliminados ya los Siete Enanitos que alguien quiso incluir en el nombre pero que fue rechazado por mayoría absoluta- que era el mayor galardón para un caballo de carreras y para un jockey también de carreras. Rufino se presentó en la línea de salida completamente desmejorado pues le había sentado mal, para su delicado estómago, aquel pantagruélico desayuno, o eso o las gominolas debían hacer ya más de un mes que habían rebasado su fecha de caducidad. Además, no había podido "pegar un ojo" durante toda la noche y anduvo merodeando pos las calles desiertas de Mospe ya que eran las 4,30 de la madrugada cuando salió en busca de alguna cafetería donde poder tomar alguna especie de tisana que le viniera bien a su descompuesto estómago. Lo encontró. Se llamaba Bar Eclipse. Y tras la tisana ya anduvo mucho más calmado durante su largo viaje de vuelta al hotel. No encontró a nadie con quien "pegar la hebra" salvo un par de barrenderos que se limitaron a contestarle con un seco "buenos días tenga usted también y ahora haga el favor de largarse porque estamos trabajando y ganándonos el pan decentemente y no como otros que le echan mucha cara a la vida". No tuvo más remedio que darles la razón y siguió caminando con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón admirando los árboles y las casas residenciales. El caso es que ya estaba allí siguiendo el mismo rito de los demás hasta estar situado, en los puestos de salida, montado sobre "Cerros Verdes".  Toda la carrera se resumía en correr lo suficientemente deprisa pero, a la vez, con la suficiente calma como para no caer en los setos. Comenzó tirando del grupo "Kirke Doglas" y "Córner Tonto". El fran favorito "Tarzán" iba en medio del grupo cuidando muy bien de saltar limpiamente los setos donde ya hubo un par de participantes que se habían caído. "Armada Grande", "Ídolo" y "Vino Deseado" comandaban el grupo perseguidor donde se encontraba también "Cerros Verdes" que estaba respondiendo a las mil maravillas todas las órdenes que le transmitía Rufino Fulquié Gomariz. Ante la sorpresa general de todos los espectadores y espectadoras, que miraban con sus prismáticos hasta el más mínimo detalle, parecía que a "Cerros Verdes" le estaba picando un avispero entero en sus partes traseras porque, de repente, y ante el miedo inmenso de Rufino que no sabia cómo detenerle, comenzó una tan loca y desesperante carrera que rebasó a todos los demás y se colocó en cabeza de carrera, seguido muy de cerca por "Córner Tonto", "Vino Deseado", "Tarzán", "Armada Grande" e "Ídolo". Los demás ya estaban vencidos o habían caido al saltar los setos. Cayó al suelo "Córner Tonto" por querer adelantar por una esquina a "Vino Deseado" pero "Vino Deseado" quedó tan tambaleante por culpa de aquella maniobra de "Córner Tonto" que cayó en el siguiente seto. ¡Sólo faltaban dos obstáculos y la largada de la recta final! Iba muy destacado "Cerros Verdes" que seguía galopando como enloquecido. Saltó el penúltimo seto pero se le había acercado ya el potente "Ídolo" marcado por "Tarzán" y "Armada Grande". Tras ellos venía "Carpanta", montado por José Escoba Salido; un ex fraile que siempre recordaba los llamados por él felices tiempos de "Marcelino, pan y vino" con hambre de hacer historia aunque sólo fuese por haber llegado a la meta. Por un momento "Armada Grande" se puso por delante de "Tarzán" pero le falló el "aguante", ¡ay el famoso "aguante" de las carreras de caballos!, y fue superada por Tarzán mientras a un cuerpo de distancia entró en la meta "Ídolo". ¿Qué había sucedido con aquel misterioso caballo "Cerros Verdes" y su no menos misterioso jinete Rufino Foulquié Gomariz? ¡Había sucedido que, en el último seto a Rufino le falló la decision de ganar o ganar, manejó tan rematadamente mal las riendasde su caballo que "Cerros Verdes" pensó que había rebasado ya el seto pero, por culpa de su propietario y jinete, enredó sus patas traseras en la vegetación del obstáculo. Caballo y jinete cayeron al suelo y mientras "Cerros Verdes" se levantó sin daño alguno, Rufino tuvo la desgracia de que al intentar levantarse se le echó encima "Carpanta" y le aplastó las costillas con sus pezuñas delanteras. El dolor en la espalda era tan intenso que, andando a gatas por no poder ponerse en pie, terminó por dejarse tumbar boca abajo cuando el dolor ya era mucho más que intenso y tan doloroso que sólo pudo gritar.
 
Rufino Foulquié Gomariz llegó tan exhausto a su domicilio que, agotado física y mentalmente, se metió en la cama y comenzó a soñar...
 
Y vino el combate más esperado del año. En el Diamond Palace de Los Arcángeles, Rufino Foulquié Gomariz se presentó con una foja imponente: 18 peleas con 18 victorias y todas ellas por KO, ninguna derrota y ningún combate nulo. Así que el Consejo Mundial no tuvo más remedio que darle la oportunidad (aunque no hubiese obtenido nunca ninguna clase de Campeonato ni tan siquiera de carácter regional o local) para enfrentarle, con el cinturón mundial de los pesos gallos en juego, al campeón indiscutible Pedro Carrrascosa de Alonso. Rufino tenía sólo 23 años de edad y Pedro ya había cumplido los 24. Era la primera vez que Rufino disputaba un combate con una corona mundial en juego. Carrascosa intentaba retener el título de campeón. Las imágenes de la Televisión proporcionaban las escenas previas retransmitiendo los mejores momentos de un púgil llamado Fernando Galiano Gracia que, como detalle gracioso, tenía parentesco algo lejano con el actor de teatro, cine y televisión, Lolo Galiano Delamadrid, muy admirado por las chicas de la época. Carrascosa se encontraba en la cima de su carrera pugilística, nunca había sido derrotado por nadie y como no tenía ninguna cicatriz en su rostro, ni tan siquerida un solo rasguño, Lolo Galiano Delamadrid le animó a probar suerte en cine con el papel de protagonista principal en una película titulada "El gallinero de los gallos de oro". Efectivamente, era el campeón mundial de los pesos gallos y estaba considerado, por muchos aficionados del boxeo, como el mejor pegador de todos los tiempos. Por contra, Rufino estaba considerado como el mejor encajador de todos los tiempos. Así que era una pelea con mucho morbo de por medio. Pedro, con 80 victorias consecutivas, sólo tenía una cicatriz en su brazo derecho, pero no por causa del boxeo sino porque, en cierta ocasión, se cayó al suelo cuando estaba esquiando en la Estación de Invierno de San Mauricio. Asi que Rufino se dio cuenta de que estaba al filo del abismo. Pero él no le tenía miedo a nada ni a nadie. A lo largo de toda su todavía corta carrera boxística había ganado siempre por KO en los últimos asaltos de sus 18 combates debido a que aguantaba tantos puñetazos de toda clase que los enemigos se aburrían de sacudirle más que a una estera y, cuando ya se creían que iban a ganar por una abrumadora suma de puntos, bajaban durante un segundo la guardia y Rufino les arreaba tal tortazo poniendo toda su Fe en el golpe, que los tumbaba rotundamente a la lona. Los más malpensados del mundo del boxeo decían que todos los rivales a los que había vencido solamente eran unos "paquetes" preparados por su apoderado (Pepe Camarote Sarasa) conocido conocido en el mundo de las apuestas legales e ilegales como "Pipo Camarón") para abrirle paso hacia la cima y presentarle como "la mayor revelación de toda la historia del boxeo mundial". Rufino sabía que estaba exagerando un poco pero se dejaba llevar por el marketing de "Pipo Camarón" sabiendo que era lo que más le convenía sin hacer caso ni contestar jamás a los periodistas que le preguntaban si de verdad ganaba con limpieza o sólo porque combatía contra "paquetes" preparados que se tiraban a la lona en el últimos asalto de sus peleas. Ante aquellas preguntas se limitaba a decir lo que había aprendido deñ escritor Oscar Wilde: "Hay solamente una cosa en el mundo peor que hablen de ti, y es que no hablen de ti; así que hablen de ti aunque sea para mal porque es mucho mejor que hablen mal de tí a que no hablen de ti". Y lo decía con su eterna sonrisa entre ingenua e infantil pero siempre franca; porque él era totalmente franco y le encataba ser totalment franco además de que nadie jamás, absolutamente nadie jamás, iba a conseguir que él dejara de ser totalmente franco y sería totalmente franco durante toda su vida y hasta en el día de su muerte, Los chismosos, envidiosos y amargados que hablaban mal de él por ser siempre tan totalmente franco, simplemente no existían porque jamás les hacía ni el más mínimo caso y todo lo malo que dijeran de él le resbalaba por completo. Les hacía menos caso que a una gusarapa que para él era un tema completamente falto de iterés. Él sabía lo que quería y sabía que iba a conquistar lo que quería ser en la vida. Por eso ya estaba estudiando periodismo en la universidad y, ganara o perdiera aquel combate, fuera o no fuera campeón de los gallos, ya estaba dentro de la Historia del Boxeo Mundial y todos los grandes y buenos aficionados al boxeo le recordarían como uno de los mayores genios del deporte en general y del boxeo en particular ganara o no ganara el campeonato. Ya era una leyenda viva y, en realidad, el boxeo sólo era una distracción para él, como otra cualquiera, puesto que lo que buscaba para su propia vida, respetando la vida de los demás pero preocupándose sólo por llegar a alcanzar sus metas, era ser un periodista genial y un escritor genial. Ahora se sentía como un escritor se siente al ver publicado su primer libro. Y era inmensamente feliz. En todos sus 18 combates anteriores había tenido que sufrir lo indecible porque había nacido para ser un sufridor pero no eran "paquetes" que se tiraban en el último asalto a la lona para simular un KO. Lo que le hacía ganar todas las peleas era su eterna sonrisa. Cuando los rivales se cansaban de darle toda clase de puñetazos sin que él diera un paso atrás se iban desmoralizando y, en el último asalto de los combates, creyendo que habían vencido a los puntos, siempre había un segundo en que bajaban la guardia y Rufino les acertaba con una contra dada con tante Fe que les tumbaba y ganaba por KO. ¡Admirable FE! ¡Fantástica Fe! ¡Sorprendente Fe! ¡Increíble Fe! A él no le importaban para nada de nada los necios e ignorantes que le insultaban o se burlaban de él por tener tanta infinita Fe. Ya había leídoy escrito muchísimo en su vida (porque  lectura y la escritura eran dos grandes aficiones para éll) pero jamás había leído, ni leiría jamás de los jamases. "El Capital" de Karl Marx que consideraba un verdadero e infumable tocho. Había escrito y leido mchísimo pero el gran libro de su cabecera era la Santa Biblia cristiana. Eso es lo que hacía que nadie supiese de dónde le venía toda aquella poderosa resistencia para recibir puñetazos contestando con ingenuas pero alegres sonrisas; aquellas ingenuas pero alegres sonrisas que tanto le hacían triunfar en el mundo de las mujeres. Ya en el primer asalto de aquel combate definitivo estaba recibiendo tal cantidad de por parte de Pedro que ninguno de los jueces comprendía por qué contestaba siempre con una sonrisa en lugar de refugiarse en las cuerdas de alguno de los rincones del ring. Él jamás daba un paso atrás. Era un verdadero cristiano y jamás daba un paso atrás desde que se había convertido en cristiano y habia olvidado su mundana vida anterior. Aunque le llovian los golpes por todo su cuerpo él siempre daba pasos hacia delante y por eso el juez Joao Brito y Bolas no se atrevía a suspender la pelea por KO técnico o por superioridad manifiesta ya que Rufino no se refugiaba nunaca en los rincones del ring y no daba nunca un paso atrás sino adelante. Y como ya era sabido por el mundo entero que ganaba por KO en el último asalto era necesrio que la pelea siguiera hasta que cayera al suelo, tiraran la toalla desde su esquina o perdiera a los puntos o, en caso contrario, lograra ganar el Campeonato Mundial por KO en el último instante. En los siguientes asaltos los golpes que le propinaba Pedro Carrascosa de Alonso eran como picotazos de avispa, como zarpazos de jaguar, como coces de burro...  pero ni caía al suelo ni daba un paso atrás. A veces lanzaba unas contras que siempre se perdían en el limbo de los imposibles porque Pedro era un boxeador muy inteligente y las esquivaba todas. Valentía contra valor, Inteligencia frente a astucia. Pedro era valiente pero Rufino era valeroso. Pedro era muy inteligente pero Rufino era muy astuto. Seguían sucediéndose los asaltos en aquel combate pactado a 14 asaltos. Rufino Foulquié Gomariz soportaba, con su encomiable y asombroso espíritu de luchador incansable que jamás se dejaba derrotar, el tremendo castigo que le estaba infligiendo Carrascosa de Alonso. Y lo soportaba con aquella jovial, alegre y hasta simpática sonrisa que tanto enamoraba a las mujeres y tanto desmoralizaba as sus rivales. Rufino escuchaba, atentamente, las órdenes de su entrenador Jesús Gil y Gilabert pero por cada golpe que recibía sonreía ganando el amor de un corazón femenino más y recordando los chistes del humorista "gilacho", Miguel Gila para ser exactos, que había tenido que emigrar de su país por reírse hasta de su propia sombra. Un verdadero bombón de mujer, que se encotraba al lado de la esquina de Rufino Foulquié Gomariz, le dijo desde muy corta distancia: "Eres todo un demonio disfrazado de ángel" a lo cual él le respondió: "Eres toda una ángel con formas de arcángel". Así era y así se portaba Rufino aun cuando estaba recibiendo una tremenda paliza. Y llegó el último asalto. Era el "round" final que todos estaban esperando. Pedro se encontraba ya super cansado de tanto golpear a Rufino sin resultado alguno. Rufino seguía tan fresco como al comenzar el combate. ¡Era la oportunidad propicia para ser campeón mundial! ¡Pedro bajó por un segundo su guardia y Rufino lanzó su golpe mortal pero o bien no lo hizo esta vez con suficente Fe o  Pedro no era como ninguno de los rivales que antes había tenido en frente y le metió un "bolopunch" tan potente en la punta de la barbilla que Rufino Foulquié Gomariz no pudo aguantar. Cayó sobre la lona, completamente KO, y quedó inconsciente mientras sentía un calor infernal.
 
Rufino Foulquié Gomariz llegó tan exhausto a su domicilio que, agotado tanto física como mentalmente, se metió en la cama y comenzó a soñar...
 
Son las cinco de la mañana y hace frío fuera. Lo que le espera a Rufino Foulquié Gomariz. a principios del día, son horas de crujir huesos en un aparcamiento abandonado en las afueras de Kakaza. El establo, donde los luchadores de sumo viven y entrenan, se había instalado temporalmente en Kakaza, de forma que todos ellos pudieran participar en los seis torneos programados. Tras salir de la cama, Rufino se lavó y se vistió para las prácticas, recogiendo su pelo en un resbaladizo moño y liándose el taparrabos, de tres metros de largo, alrededor de su exorbitante cintura. No tomó ninguna clase de desayuno, aunque suspiraba por su acostumbrado café con leche, para ralentizar su metabolismo y aumentar el apetito. Así que comenzó el día con el ruido de los borbotones de su enorme estómago vacío. Se movía como una flota de barcos entre altas olas, haciendo rodar su voluminoso cuerpo por una estrecha escalera que guiaba hacia una especie de marquesina con la cual debía estrellarse para soportar el dolor. Hablando de marquesinas pensó en qué sería de la marquesina que le había enviado una fotografía a todo color, vistiendo sólo un bikini, para demostrarle que era la más fanática de sus seguidoras y deseándole que ganara aquel combate. Rufino se puso a preparar el sagrado anillo circular donde iba a combatir aquel sumo combate de sumo. Tras barrer el suelo de arcilla y señalar bien todo el perímetro del anillo, tapó con cintas rojas y blancas sus viejas heridas de león indomable, se apretó el taparrabos y comenzó a practicar los ejercicios de estiramiento. Sabía que aquel deporte estaba lleno de espiritualidad puesto que derivaba del sintoísmo; pero él era un verdadero cristiano y no quiso llevar a  cabo ninguno de los ritos sintoístas aunque le llamaran hereje por culpa de dicha negativa. También sabía que ahora, después de tantos siglos de historia legendaria, el sumo se había convertido en un negocio muy lucrativo y había luchadores que se dejaban ganar a cambio de recibir grandes sumas de dinero. La celebridad de todos ellos, incluso la de Rufino Foulquié Gomariz, quedaba grabada en madera con poderes emocionales como recuerdo de los mejores. El sumo se había convertido en el opio de las masas orientales y, desde entonces, los luchadores de aquella especialidad deportiva habían sustituido a los viejos dioses. ¡Ese era el gran orgullo de aquellos mastodónticos profesionales! ¿Qué clase de luchador era Rufino en aquel deporte? ¡Aquel día era el Día de Los Recuerdos para el mundillo del sumo! ¡Rufino Foulquié Gomariz recordó a su antigua amiga Olvido Valla Adalid y la volvió a olvidar! Había muchos santones en Kakata que acudían en honor de los combatientes desde que se comenzaron a celebrar peleas de sumo en aquella ciudad. Los moños eran una oda a los peinados de los antiguos samurais. Era el Día de los Recuerdos pero Rufino no estaba pensando en ninguno de ellos sino en la mítica Gozen Tomoe a la cual todos adoraban aunque no hubiese ningún dato histórico de su existencia. ¡Rufino Foulquié Gomariz recordó a Gozen Tomoe y la volvió a olvidar! Los árbitros, vestidos como sacerdotes taoístas, llevaban una especie de garrote en sus manos y no dudaban jamás en emplearlo cuando alguno de los luchadores cometía acciones antideportivas. Aquello era la máxima demostración de machismo en bruto entre las gentes seguidoras del sumo. Y cuando llegó la hora del combate, Rufino subió a la balanza. ¡Pesaba 280 kilos justos y su rival, Kuojon Meah Horin, 275! Rufino sabía muy bien lo que tenía que hacer para no perder: el primer luchador en tocar el suelo con alguna parte de su cuerpo a excepción de las plantas de sus pies quedaba eliminado; el primer luchador en hacer contacto con el exterior del circulo de la lucha (o sea con sus pies u otra parte cualquiera de su cuerpo) quedaba eliminado; cualquier luchador que utilizara una técnica ilegal, como golpear en los ojos, estrangulaciones, tirones de pelo, puñetazos, luxaciones y otras que no cumplieran con el reglamento, quedaba eliminado; y si un luchador perdía el taparrabos durante el combate quedaba eliminado en medio de las carcajadas de todo el público. Aquello le hizo soltar una tremenda risotada. Rufino también sabía que los combates duraban solamente unos segundos nada más y terminaban cuando uno de los luchadores quedaba expulsado fuera del círculo. Aquel memorable día, Rufino Foulquié Gomariz se negó a llevar a cabo el ritual ceremonial objetando que iba en contra de sus creencias religiosas. Después de muchas discusiones violentas entre los que dirigían todo aquel mundillo de intereses creados le fue admitida su renuncia y no se le castigó por ello. El ring estaba formado de arcilla cubierta con arena en gran parte de su superficie y delimitado por una gran soga de arroz extendida por los bordes de la arcilla. En el centro se encontraban dibujadas las líneas que los luchadores no podían sobrepasar antes de comenzar el combate. La superficie total del área de combate, tal como estaban colocadas las sogas de arroz, medía 50 centímetros de altura y el círculo central era de 4,50 metros de diámetro. Como anécdota para los historiadores de los deportes de combate cuerpo a cuerpo era el único de todos ellos en los que la diferencia de peso entre los contendientes podría ser cualquiera porque no había límites. A Rufino le entró un ataque de risa recordando a  Oliver Hardy (el Gordo) y Stan Laurel (el Flaco). Tuvo que dejar de hacerlo cuando fue advertido por los implacables y severos jueces de que si seguía con aquella especie de cachondeo infantil no habría más remedio que despojarle del taparrabos y, a la vista de todos los espectadores, recibir hasta mil vergajazos seguidos en las nalgas. No olvidando la cruel advertencia, sintió cómo le entraba una especie de mareo y la cabeza de daba mil "vueltas"; algo así como si alguien le hubiera apilado sobre ella los 24 tomos completos más los 2 tomos de apéndices de la Enciclopedia Universal Larousse. El combate dio comienzo a la hora en punto y, a los pocos segundos, Rufino ya sangraba por sus brazos y sus piernas debido a los arañazos que le proporcionaba Kuojon Meah Horin ante unos jueces que no sólo no le descalificaban sino que sonreían de manera malvada con esa enigmática y misteriosa manera de sonreír que tienen todos los orientales y que ninguna persona normal puede interpretarla con exactitud. Quizás los locos sí pudieran pero los hombres normales como Rufino no lo conseguían jamás. ¿Aquello se estaba convirtiendo en un castigo por haberse negado a adorar a sus dioses? El combate entró en una fase de total equilibrio pero, para gran disgusto y desmayo de la marquesina que enviaba fotografías a todo color y que se encontraba entre el público asistente, Rufino perdió el equilibrio y salió catapultado fuera del ring éstrellándose contra una silla metálica que algún gracioso había colocado allí por puro despiste. Y debido a que se negó a hacer una reverencia a aquel tramposo vencedor llamado Kuojon Meah Horin, gritando que todo aquello habia sido un tongo completo y una encerrona por negarse a convertirse al sintoísmo, la turba de los allí asistentes, fanáticos y sangrientos seguidores del sumo, entraron en escena, le empujaron violentamente hasta hacerle caer tras chocar con una pared, le agarraron por el moño y le arrastraron sin piedad alguna.
 
Rufino Foulquié Gomariz llegó tan exhausto a su domicilio que, agotado física y mentalmente, se metió en la cama y comenzó a soñar...
 
El Gran Maestro Augustin Taimadov, apodado "Tacañón" por todos los entendedores del ajedrez, era un hombre muy refinado, excelente pianista (y tocador de castañuelas en sus tiempos de ocio), que había abandonado una prometedora carrera en la música clásica para dedicarse a su primer amor (el ajedrez) que le había hecho renunciar a cualquier aventura con las damas. Aunque era bastante veterano, además de ser muy viejo, había jugado muchas veces aquel Torneo Interzonal de Palmatoria y estaba atravesando una especie de "segunda juventud" deportiva, un renacimiento primaveral que le había situado entre los ocho mejores jugadores de ajedrez (dejando a un lado la petanca que era su segunda distracción favorita) a nivel mundial. De todos modos, Rufino Foulquié Gomariz era, con mucho, el favorito en aquella ocasión. Nadie albergaba dudas acerca de ello. Los colegas de Augustin Taimadov, alias "Tacañón", le habían despedido socarronamente con un "¡que gane el peor!". Por más que Augustin estuviese en un gran momento de su vida, Rufino era, oficialmente reconocido, el segundo mejor jugador del planeta y poca gente, o nadie para ser más exactos, creía que el vejestorio Augustin pudiera eliminarlo. Sin embargo, Taimadov (tan taimado como siempre) tenía bien asegurado el apoyo de toda una legión de analistas que le ayudaban a hacer movimientos que él ni tan siquiera era capaz de pensar. Lo único importante para todos los pertenecientes a la Unión Esbéltica Socializada (UES para los entendidos), de la cual Augustin Taimadov "Tacañón" era uno de sus afiliados y uno de los fundadores históricos desde la Primera Asamblea Internacional, era eliminar a aquel tal Rufino Foulquié Gomariz que ni formaba parte de la Unión Esbéltica Socializada ni le importaba para nada no serlo. Así que para todos los analistas de la UES era una obligación, aunque fuese políticamente incorrecta, ayudar a Taimadov para vencer a Foulquié sin que quedase duda alguna y aunque ocultaran al mundo entero la ayuda que le daban a uno de sus socios. El juego de Taimadov era más artístico, pero se estaba entrenando a tope para acostumbrarse a un juego más sesgado y, de esta manera totalmente realista -ocultando todas las trampas para decir que era realista- se rociaba todo su cuerpo con perfumes antes de acudir a las partidas mientras que Rufino se jactaba de fumarse un puro habano completo antes de empezar sus batallas ajedrecistas. En aquella ocasión de Palmatoria, entre el olor a perfume barato y el olor a puro caro, habían creado tal tufo ambiental que hasta una de las aficionadas que iban a presenciar el duelo tuvo que abrir las ventanas del gran salón de par en par para no desmayarse. La primera partida resultó interesante. Rufino sacrificó un peón a cambio de un ataque de resultado incierto que no pudo concretar porque los 12 Grandes Maestros que ayudaban a Augustin lo impidieron a pesar de que éste no lo había visto. Finalmente, Rufino pagó por el riesgo en que se había metido y el excesivamente gesticulador Augustin (que le daba siempre por protestar de todo y hasta de la forma que tenía de sentarse Augustin todo repantigado sobre su silla o con los pies cruzados uno sobre otro) consiguió la primera victoria de aquel abril. Victora y abril. Rufino empezó a recordar a una actriz y cantante con la que había ligado, antaño, en Mérida y sonrió a pesar de la derrota. 1-0 a favor de "Tacañón". La segunda partida fue de larguísima solución y tuvo que ser aplazada hasta en dos ocasiones. Todos los Grandes Maestros que ayudaban a Augustin y todo su poderosísimo apoyo de analistas más o menos voluntarios, por aquello de dejar a la UES en todo lo alto pues era su verdadera patria sentimental, estaban de completo acuerdo en que aquello era un empate claro y le indicaron a Augustin que le ofreciera unas tablas a Rufino (quien no contaba con el apoyo ni de un gato de escayola tan siquiera). Pero Rufino no las aceptó debido a su indomable combatividad y para sorprender a todos los asistentes que estaban contemplando aquel histórico duelo. Después de algunos minutos más todos, los Grandes Maestros y todos los analistas seguían opinando que aquello era un empate todavía más claro que antes. Augustin ofreció de nuevo unas tablas a Rufino pero éste, siemrpe tan campechano, le contestó que "verdes las han segado" y tampoco aceptó lo que era evidente para todos menos para él. Era el principio de un completo rompecabezas con poquísimas piezas sobre el tablero y más que un teórico empate. Por tercera vez Augustin, diciendo lo que le comunicaba todo su equipo de apoyo completo, le ofreció tablas a un Rufino que no contaba con la ayuda de nadie. Pero Rufino siguió sin aceptarlas, recordando que no había aceptado, en su primera juventud, el ofrecimento que le hicieron de casarse con una princesa alana (de clara descendencia de los alanos) para seguir siendo un tipo liberado. Y sonriendo hizo un movimiento garrafal y no pudo evitar que Augustin -avisado de inmediato por todo el equipo de apoyo- coronase un peón. Lo que había parecido unas tablas de manual ajedrecista se tornó en un 2-0 a favor de "Tacañón" o, mejor dicho, a favor de todos los que le estaban ayudando a través de un micrófono oculto en el pabellón auricular de la oreja izquierda de Taimadov (tan taimado como siempre). Las cosas habían empezado a torcerse para Rufino Foulquié Gomariz, quien había tenido que admitir dos derrotas seguidas pero sin perder el optimismo por tal cosa. Ahora recordaba las dos veces que se negó a ser novio de Mercé Reconça Chinarro, compañera del estanco de tabacos donde ambos trabajaban como empleados. Volviendo a Palmatoria, aquello constituía un serio revés para él; pero al menos se consolaba al saber que había planteado cierta resistencia numantina y no había sido una victoria de "Tacañón" sino de aquellos 12 Grandes Maestros de la UES cuyos apellidos recordaba con total claridad: Bobovski, Esmirriaov, Talcualin, Petranca, Espaciov, Karagón, Kasparada, Jalifante, Kráneo, Agamón, Antonin y un tal misterioso y desconocido "Topo" del cual se sabía que era un espía a cargo de la nación que más dinero le ofreciese por sus informaciones más o menos verdaderas pero más veces menos que más como sucede en el mundo de los espías que funcionan tal como Dios manda. Rufino comenzó a darse cuenta de que, pese a toda su preparación alimentaria basada sobre todo en zumos de naranja y tomates al natural más lechuga a granel, los sabios consejos que recibía Augustin por parte de su casi infinito grupo de asesores con los que conectaba a través del aparato que había diseñado, sin duda alguna, el misterioso y desconocido espía y contraespía "Topo" de cual incluso se publicó un reportaje en "El Viejo Topo" (revista aburrida, pesada y plúmbea, y sin ninguna clase de atractivo para los lectores normales) no vencería en aquella partida. Así que siempre que se sentaban ante el tablero, Rufino sabía que ya estaba en clara desventaja porque no tenía tanto dinero como Augustin para comprar a "Topo". Todos los aficionados y aficionadas al ajedrez seguían con interés lo que sucedía aunque no comprendían nada de nada. Rufino seguía jugando con optimismo pero no encontraba salida alguna a aquella trampa "mortal" que tanto le hacía recordar a Mario Cabré aunque jamás lo había conocido en persona en ningún momento de su vida pero del cual le contaba maravillas un tío suyo llamado Esteban. En la tercera partida planteó muy bien la lucha hasta la jugada número 20 en cuyo momento se volvió a separar de lo lógico y comenzó a examinar otras ideas mucho más atrevidas. Llegado a este punto, Rufino tuvo que admitir (dejando ya aparte sus sentimientos y sus emociones) que no contaba con suficiente cantidad de ideas innovadoras como para derrotar a aquella especie de "buitre" que tenía como rival o, mejor dicho, a los doce "buitres" que le estaban ayudando, pero no se atrevía a hacer un movimiento de los muchos que estaba analizando ya de manera tan fría como su rival Augustin. ¿Era "Tacañón" un jugador invencible? ¿Estaba embrujado de alguna manera? La primera respuesta era negativa porque "El Tuerto" -un simple aficionado de barriada- le había dado una buena "zurra" sólo un par de meses antes de Palmatoria, en un torneo de "jugones de café" que se celebraba de vez en cuando. La respuesta segunda era positiva porque a "Tacañón" le había embrujado aquel misterioso y desconocido "Topo" que era la reencarnación viva de Gregorio Rasputín, el brujo hipnotizador que había llevado a Rusia al borde del abismo antes de convertirse en la URSS. La tercera partida estaba muy igualada pero, poco a poco, "los doce hombres sin piedad" (que le traía a la memoria al grande e inolvidable Henry Fonda) le querían atrapar haciendo jugadas absurdas. Pero Rufino era, en muchísimas ocasiones, mil veces más absurdo que todos aquellos Grandes Maestros Internacionales juntos y, llegado un momento culminante de la partida, comenzó a pensar. El reloj seguía corriendo y empezó a tener problemas de tiempo. De acuerdo con la realidad movió ¡después de 72 minutos! ante la crispación del juez de partida Joao Gomes Garcés que estaba deseando irse ya a su casa para poder pasar un buen rato gozando con su esposa pero que estaba viendo que cuando llegara ella ya estaría completamente dormida si el ritmo de la partida seguía siendo este. En los 50 años que llevaba como árbitro de ajedrez nunca había visto tanto gasto de tiempo para un solo movimiento de cualquier pieza y, lógicamente, aquello colapsó sicológicamente a Rufino. Su energía se desvanecía, se volvió apático, perdió todo el sentido lógico que hay que tener para ser una Gran Maestro Internacional del ajedrez y terminó por hacer el peor movimiento de su vida. Por supuesto que perdió también aquella tercera partida. Ya con un 3-0 a favor de "Tacañón" (o mejor dicho de todos sus asesores y analistas) el castigo empezaba a ser cruel. Rufino amenazaba con venirse abajo de un momento a otro; su confianza se estaba desvaneciendo y ante la imposibilidad de mejores ideas, empezó a dejar de sonreír; lo cual fue mucho peor para él porque al querer ser tan lógico como los de la UES traicionó a su verdadera personaldiad y ya no dio "pie con bola". Se había acabado la magia y la fantasía de todas aquellas partidas. El público asistente comenzó a aburrirse y se escucharon mas de unos cuantos ronquidos. En la cuarta partida Augustin, que no sabía cómo plantearla, recibió los avisos y los consejos de que Rufino estaba ya aburrido y que jugase sin complicarse para nada. Aquella cuarta partida sólo duró 12 minutos nada más pero los ronquidos seguían escuchándose y ahora iban en aumento. Rufino se sentía "como el doctor Watson contemplando los recursos de Sherlock Holmes" y el aburrimiento le produjo sonambulismo. En la quinta partida movía las piezas como si se tratara de un "baile de San Vito" mientras Augustin respondía con una especie de danza macabra ejecutada con frialdad robótica y sin entusiasmo alguno para los espectadores tanto en directo como los que estaban siguiendo el reto por las pantallas de los televisores. Muchos los apagaron ya para distraerse con algo tan diferente como un partido de fútbol o un documental sobre la vida de las salamandras. Rufino intentó abrir más el juego para alejar de Augustin los cálculos que estaba llevando a cabo y que le dictaban los 12 Grandes Maestros Internacionales de la Unión Esbéltica Socializada (la famosa UES conocida en todos los ambientes de los gimnasios y las saunas del mundo entero) pero comprobó que, una vez más, le respondían cerrándole cualquier alternativa imaginada y se tuvo que contentar, ante aquel "rival de computadora" con sonreírle a la sensacional camarera que le estaba ofreciendo café para que no se durmiera y, de paso le contó un chiste tan tonto, que la camarera empezó a carcajearse y la bandeja cayó sobre la cabeza de Augustin mientras el líquido del café le empapó toda la corbata de "fantasía" con la que había acudido al duelo. Por reírse tanto, Rufino perdio una torre y tuvo que rendirse mientras no dejaba de reír. 5-0 en contra era, para Rufino Foulquié Gomariz, demasiada desventaja aunque lo aceptara con una amplia sonrisa y contando chistes tontos sin parar. Aquello no le hacía ni puñetera gracia a Augustin Taimadov (el famoso "Tacañón" siempre tan serio y severo como el recordado Juan Tamariz del "un, dos, tres") mas el asunto no era para tomárselo a guasa y estaba dispuesto a seguir luchando para conseguir ganar al menos un punto o, también al menos, alcanzar unas tablas. La sexta partida mostró a un Rufino claramente desconcertado porque Augustin cometía tal clase de errores y barbaridades (una vez ausentes los 12 Grandes Maestros Internacionales que ya se habían ido a dormir al hotel reservado para los invitados especiales) que él no se lo esperaba. Y perdió por cometer incluso más errores y barbaridades que "Tacañón". Aquel 6-0 hizo sonar todas las alarmas de los seguidores y admiradores de Rufino Foulquié Gomariz (incluídas las fanáticas seguidoras de su juego mágico y lleno de fantasías) y las autoridades de su país empezaron a tratarle con gran dureza, intentaron quitarle el título de Gran Maestro Internacional del ajedrez, dejaron de admirarle y obsequiarle regalos lujosos como hacían cuando le comparaban con los más grandes genios de todos los deportes igual que si fuese Alfredo Stéfano Distéfano Lahule, y le humillaron desde el primer momento en que llegó a aeropuerto desde Palmatoria para pasar a interrogarle como si fuera un delincuente o un individuo sospechoso o solamente un cualquiera nada más. Pero, sobre todo, la cosa se le complicó del todo cuando, al registrar su equipaje tras un viaje de vacaciones a las Islas Clamores (que resultaron todo un clamor para sus sentidos), le encontraron un ejemplar del famoso libro "Y entonces nací yo" del gran humorista Miguel Gila y, por tal inocente motivo, le prohibieron salir del país, se le expulsó de por vida del equipo de ajedrez de su amada patria y se le vigiló estrechamente para ver con qué clase de mujeres ligaba. Esto último era el único consuelo para Rufino Foulquié Gomariz que llegó a hacer unas declaraciones geniales para la prensa mundial. Dijo "al menos me quedan las damas". Por culpa de ello fue represaliado con un exilio en el Gran Nevero de Riberia. Sintió cómo se moría congelándose poco a poco, hora tras hora, minuto tras minuto, segundo tras segundo.
 
Rufino Foulquié Gomariz llegó tan exhausto a su domicilio que, agotado física y mentalmente, se metió en la cama y comenzó a soñar...
 
FIN
 
 
Página 1 / 1
Foto del autor Jos Orero De Julin
Textos Publicados: 7132
Miembro desde: Jun 29, 2009
0 Comentarios 308 Lecturas Favorito 0 veces
Descripción

Novela Corta.

Palabras Clave: Literatura Prosa Novela Ficcin Narrativa.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



Comentarios (0)add comment
menos espacio | mas espacio

Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.

busy