Millones de años, las mismas gotas de lluvia de millones de gotas que proceden del mar, de los lagos, de los ríos y en ocasiones de la humedad de mis ojos cuando pienso en ti. Es el mismo agua que ahora limpia, barre, escurre, brilla a la más árida o fértil tierra o al asfalto que las luces de las farolas o los coches hacen en este justo momento brillar.
Nubes pasajeras, como todo, como los pensamientos, menos por la emoción que ahora siento y quiero compartir, sí contigo, ah, y si no estás, estará escrito y quizá alguien, con el tiempo, posiblemente tú, al leerla te invada la emoción de querer descubrir; Poco hay que descubrir, o sí, en una tarde de final de otoño, ver toda la vida que hay en una sola vida a través de mirar y querer ver, ver, sentir las miles de hojas bailando, moviéndose por el viento en los grandes árboles que mis ojos divisan desde aquí, cientos de hojas de alguna palmera con una cierta lentitud acompañan también a las hojas y ramas del árbol que está bajo mis pies, miles de hojas verdes, todos tonos verdes diferentes, verdes que si quererlo o quizá sí, siempre, siempre me llevan a ti.
Corre el agua, no! Simplemente baila, agua que corre formando mándalas de colores oro, plata y rubí, millones de años, millones de gotas de lluvia siguen cayendo del cielo cada vez que tomo consciencia que estoy lejos de ti. Agua! Ve allí, sin prisa pero llega, por que cuando tú estás allí, mi corazón está dentro de ti.