Hay que ser tonto o idiota o las dos cosas a la vez para pensar y decir que yo era del SIM. Yo era mucho más inteligente que todo eso. Hablo del CIR número 2 de Alcalá de Henares. CIR significaba Centro de Instrucción para Reclutas y SIM significaba Servicio de Inteligencia Militar. Ubiquemos el año. Mi "quinta" era la del invierno del 1970 después de Jesucristo. Y que conste, para los que se las daban de "espabilados", que no fui del SIM porque no me dio la real gana de serlo.
 
Una noche, el teniente Sánchez Jeta me sacó de la formación. Así fue la conversación que mantuvimos el teniente y yo.
 
- ¿Tú eres hijo de militar?
- Sí, mi teniente. Yo soy hijo de militar.
- ¿Tú eres hijo del teniente Orero?
- Sí, mi teniente. Yo soy hijo del teniente Orero.
- ¿Podrías hacer un buen servicio a la patria?
- Depende del servicio, mi teniente.
- ¿Quieres ayudarnos formando parte del SIM?
- No, mi teniente. Puedo ser solamente un observador pero jamás voy a chivarme de nadie ni voy a traicionar a mis compañeros de milicia.
- Se nota que eres muy noble.
- Gracias, mi teniente. Estoy intentando serlo, pero no voy a ser jamás del SIM.
- Puedes volver a la formación y que esta conversación quede en secreto.
- No se preocupe, mi teniente, porque no pienso decírselo a nadie.
- Confío en ti.
- Confíe en mí, mi teniente.
 
Y volví a la formación como si no hubiese sucedido nada. Aquella conversación no se la conté ni tan siquiera a Carlos y Luis que eran mis amigos en aquel entonces.
 
Pero en la Compañía 44, a la que yo pertenecía, había demasiados "espabilados" que de repente se convirtieron en "bocones" comenzando a decir que yo era uno de los del SIM, sin darse ni cuenta de que los del SIM estaban introducidos entre ellos mismos. Ante tales murmuraciones no dije nada sino que seguí tumbado en la litera de arriba como si no hubiese escuchado nada. Solamente hubo un compañero que debía saber toda la verdad porque, sin yo pedírselo, desde su litera habló bien en alto.
 
- ¡Pepe no es del SIM porque Pepe es un tío cojonudo!
 
Uno de los "bocones" era "Manolo", pero a mí "Manolo" y la novia de "Manolo" me importaban menos que dos "canutos" porque yo jamás le he dado a los "canutos" para estar en forma. Lo mío era, y sigue siendo, naturaleza pura. Y nunca me he metido "mierda" dentro de mi cuerpo. Otro "bocón", para no perderlo de vista, fue "El Rubio" al que le daban ataques histéricos de lo neurótico que se ponía cuando perdía al futbolín y que, en una de aquellas tardes, estuvo a punto de abrirse las venas. Y el tercer "bocón" era "Villalba" que bastante tenía ya con sus enormes orejones y además con sabañones en ellos.
 
Pues bien. Todo aquel grupo de "amigos" eran una panda de "cenutrios" que no se daban ni cuenta de que yo jamás hablaba con ellos de política, ni de ideologías, ni de sindicalismos, ni de nada que les pusiera en peligro a la hora de designar sus destinos; pero como eran tan "cortos" de entendimiento se fueron de la lengua, más de la cuenta, ante los verdaderos infiltrados del SIM y los tres fueron a fregar perolas, barrer el polvo de las habitaciones, limpiar letrinas, hacer más instrucción que el mismísimo "Cardona", etcétera y etcétera.

Para contar toda la verdad, resulta que el Día del Patrón de los Ingenieros estaba yo representando a mi querido general Gordejuela y me encontré con "El Rubio".
 
- Pepe, necesito hablar contigo.
- Perdona "Rubio", pero ahora cuéntale tus penas a alguno que sea más neurótico que tú porque yo me voy a casa como todos los días.
 
Y así terminó aquella historia real del SIM al que yo nunca pertenecí.
 
Nota Aclaratoria.- El hecho de que yo me cambiara continuamente de literas no tenía nada que ver con el SIM. La primera vez fue porque el compañero que dormía en la litera de al lado roncaba más que un elefante constipado. La segunda vez fue porque alguien lloraba demasiado llamando a su mamá. Y la tercera vez fue solamente porque me dio la real gana.
 
Segunda Nota Aclaratoria.- ¡Qué "troncos"! ¡Dios mío, qué "troncos"!