Una década feliz (Diario)
Publicado en Jun 23, 2016
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Cuando cumplí los 10 años de edad ya había vivido suficientes experiencias como para sentirme un niño feliz. Aquella década maravillosa (1949-1959) fue de inolvidables alegrías mientras seguía siendo positivo ante los estudios (ya comenzaba yo con mi Primer Curso de Bachillerato bajo la atenta pupila de Don Florencio Lucas Rojo que se encontraba maravillado con lo que yo producía como futuro comunicador social) en el inolvidable Colegio Lope de Rueda de Madrid. Era un estudiante de Enseñanza Libre, pero cuando iba a jugarme el todo por el todo al Instituto Ramiro de Maeztu siempre salía como vencedor. Ninguna clase de miedo me aterrorizaba sino que, por el contrario, cuando acudía a los exámenes lo hacía canturreando canciones de moda en aquel entonces, como la inolvidable "Salud, dinero y amor". Decía así.
 
"Tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor. El que tenga esas tres cosas que le dé gracias a Dios. Pues con ellas uno vive libre de preocupación, por eso quiero que aprendan el refrán de esta canción. El que tenga un amor, que lo cuide, que lo cuide. La salud y la platita, que no la tire, que no la tire. Hay que guardar, eso conviene, que aquel que guarda siempre tiene. El que tenga un amor, que lo cuide, que lo cuide. La salud y la platita, que no la tire, que no la tire. Un gran amor he tenido y tanto en él me confié. Nunca pensé que un descuido
pudo hacérmelo perder. Con la salud y el dinero lo mismo me sucedió, por eso pido que canten
el refrán de esta canción. El que tenga un amor, que lo cuide, que lo cuide. La salud y la platita, que no la tire, que no la tire. Hay que guardar, eso conviene, que aquel que guarda siempre tiene. El que tenga un amor, que lo cuide, que lo cuide. La salud y la platita, que no la tire, que no la tire".
 
Yo sonreía al tararearla mientras pasaba la vida jugando con los sueños. Soñar. Mi gran pasión, mientras jugaba con los conocimientos de los libros y la creatividad de las chapas, era imaginarme sueños que se convertían en realidades. Por eso, cuando caminaba por las calles madrileñas de Retiro-Mediodía, metía las manos en mis dos bolsillos del pantalón e iba jugando al fútbol con todo lo que pillaba a mi paso; de manera especial con los tapones de las botellas de sidra champán "El Gaitero" (famosa en el mundo entero) hasta que cogíamos las pelotas de goma y entonces me convertía en un mágico malabarista aprendiendo la técnica del dominio que practicaba con total asiduidad hasta dominarlas por completo.
 
Recuerdo que, en aquel entonces, nos tocó examinarnos de varias asignaturas en un día 13 y martes. Mis compañeros iban en el tranvía con un canguelo de los de aquí te espero (uno llegó hasta a vomitar el desayuno) pero yo ya era un consumado líder y les animé durante todo el viaje haciéndoles saber y comprender que eso de la mala suerte del 13 y martes solamente era una superstición y que a las supersticiones se las derrotaba simplemente pasando de todas ellas. Yo no sé lo que ocurrió con todos mis compañeros pero yo, para demostrar que era cierto lo que decía, aprobé todas las asignaturas de aquel día y, al volver a casa, ya no cogí el tranvía sino que bajé por toda la calle madrileña de Serrano canturreando, siempre con las manos dentro de los bolsillos de mi pantalón, la canción titulada "Un telegrama". Decía así.
 
"Antes de que tus labios me confirmaran que me querías ya lo sabía, ya lo sabía, porque con la mirada tú me pusiste un telegrama que me decía, que me decía: Destino: tu corazón. Domicilio: cerca del cielo. Remitente: mis ojos son. Y texto: te quiero, te quiero. Antes de que tus labios me confirmaran que me querías ya lo sabía, ya lo sabía, porque con la mirada tú me pusiste un telegrama que lo decía, que lo decía. Ya lo sabía, ya lo sabía, porque con la mirada tú me pusiste un telegrama que me decía, que me decía: Remitente: mis ojos son. Y texto: te quiero, te quiero. Antes de que tus labios me confirmaran que me querías, ya lo sabía, ya lo sabía, porque con la mirada tú me pusiste un telegrama que lo decía, que lo decía. Ay, ay, ay, ay, ya lo sé, ya lo sé y también y también te querré y también te querré".
 
Así que enrtre las páginas de los libros de texto yo guardé un pétalo de rosa (porque era costumbre hacerlo en aquellos tiempos) y, de esta manera, siempre que estudiaba la Conquista de América pensaba en mi Princesa y soñaba con Ella. Cosas reales que sucedían a finales de aquella década feliz donde lo más maravilloso de todo era ser un mágico solitario; excepto cuando había que demostrar el liderato jugando al fútbol en el patio de arena y piedras (para fortalecer el espíritu interior) o en los descampados a ambos lados de la calle Doctor Esquerdo para salir triunfador en las batallas diarias. Y así transcurrió todo aquel año de 1959. Tres. Era el tres (recuerden lo de 1956) el número exacto de toda aquella magia celestial. Siempre que digo algo lo digo por algo.
  
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Foto del autor José Orero De Julián
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Descripción

Páginas de Diario personal.

Palabras Clave: Diario Memoria Recuerdos.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



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