LA MAESTRA Y SUS ALUMNOS
Publicado en Jun 06, 2016
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Con recuerdos de mi mala pronunciación, de un amor platónico y las travesuras con mis amigos en la escuela, complementadas con  anécdotas de maestros (blog: Maestros en Servicio), me inspiré para escribir este cuento:

Cuando Italia goleó a México cuatro a uno en el Mundial del setenta ocho, salí llorando del cuarto donde la tele del barrio estaba. Con ocho años, le eché la culpa a Nacho Calderón porque el “pinche putero en la puteria” no pudo parar la pelota. En vez de que me consolaran, todos soltaron la carcajada por mi pronunciación. Por la falta de un método profesional en las escuelas para la corrección del lenguaje, día con día; todos, desde mis abuelos hasta mis amigos se burlaban de mi gracioso lenguaje que para una maestra, no fue nada gracioso, cuando no quise que un amigo “vinieda a jugal a mi cacha” a los soldaditos, sino estando en el recreo, la maestra Amparito me jaló la oreja, cuando me escuchó decir a mi amigo que nos fuéramos a la “belga”. Asustado, volteé, escuchando el grito de mi amada: “chamaco mal hablado, ¿qué es lo que acabas de decir?” Yo consternado, le contesté: “voy il con Memo a la belga, a echa cocha que tene aga”. Al otro día, antes de salir al recreo, recibí una caricia en la mejilla de la que me había felicitado, porque fui el único que supo la capital de Estados Unidos: “Wastiton”.
Después de esa caricia, mirando al cielo suspirando, yo le dije un secreto a mi mejor amigo que tenía nombre de mujer: “Crello que me toy enamolando de la maestla”. Me gustaba todo de ella, desde sus rayitas, arriba de sus ojos, que cambiaban de color todos los días hasta las dos bolas -así les decía Lupe a las que se les movían cuando ella brincaba- también a las que Lucita nombró “pompotas” cuando se agachó para recoger el borrador que se le había caído. Ya de joven, en el tiempo que llegan los sueños sexuales, yo, varias veces tuve pesadillas, pues nunca alcance a recargar en sus bellos senos mi cabecita porque solamente uno de mis oídos alcanzaban a escucharle los rugidos del hambre, que, en la realidad, fueron la causa de que me llamara la atención de nuevo en otro recreo cuando me escuchó decirle a Lupe que “quelia un coca”. Ella muy seria me dijo que en vez de una Coca, me iba a comprar un jugo. Como yo no podría pronunciar torta, no me quedó otra que decirle: “Maestla yo quielo una coca, echa cocha que che come achí…am, am, am. Fue así, que me entendió la que un día, no se pudo aguantar la risa, junto con nosotros, mientras estábamos aprendiendo palabras de las frutas que se cultivan en el estado y ella nos preguntó qué era un Zapote. Lolita; quien, por lo general, nunca alzaba la mano para contestar, esa mañana, muy orgullosa, porque creía conocer la respuesta, contestó: “Un sapote muy grande”.
Así entre risas de nuestras ocurrencias, también íbamos con ella muy tristes a contarle cerca de sus oídos, que un amigo nos había dicho una grosería muy fea: “Te odio”; sentimiento que Lupe; mi rival de amores, nunca sintió por parte de ella, a pesar de que la espantó ese día que él acarició con los deditos las pantorrillas de nuestro futuro amor. Ella con sus mejillas coloradas se subió a la mesa porque creía que se le había subido una araña. Desde su escondite vio al travieso estudiante que en primer año de primaria, también se subía a la mesa. Ahí se agarraba como pulpo sobre alguno de los lados de la superficie madera, y no había alma que hiciera bajar hasta que no contaran hasta tres al que se quedó estupefacto por el grito ensordecedor que dio la que nos daba permiso a “il cagal”. Y otra vez la corrección, a causa de mi mala pronunciación: “Carlitos, se dice ir al baño”. Y otra vez mi mala pronunciación: “Ta bien, maestla, pelo yo quielo il al baño a cagal”, escuchó la que preguntaba siempre a dónde habíamos ido cuando regresábamos al salón. Por eso Lupe me decía que a la maestra se le iba el avión y las niñas pensaban que era tonta. Pero, su novio, o sea yo –sin que ella lo supiera- siempre la defendía. Una vez le dijo a Lucita que le comentara a su mamá que ya no le hiciera la tarea, entonces yo me paré gritando: “ che los dije, la maestla tene cala de mencha, pero esch bien lista”. Ese día, cuando me dio las gracias por haberla defendido, me sentí como un orgulloso guajolote, sin mover los brazos y sin decir gordo, gordo, gordo como les decían algunos niños a “El Ciérrale”: apodo que tenían en esa época todo los estudiantes que se parecían al niño gordito del comercial que decía “ciérrale” a la llave para ahorrar agua.
En otra clase de biología nos preguntó, cuánto y cómo se llamaban los sentidos fisiológicos del ser humano, la que nosotros creíamos que se levantaba tarde cuando traía esos pantalones de cuadros, que parecían pijamas. Cuando ella, se disponía a ponernos a todos una estrellita en la frente, vio que Lolita –sí, esa que nunca alzaba la mano- le estaba haciendo señales, pues ella suponía que, aún faltaba un sentido. La maestra, guardando, las estrellitas en la cajita, preguntó por el sexto sentido de Lolita quien contesto que era: “El sentido del Humor”. Ese día, ella no soltó la carcajada, junto con nosotros, como con la respuesta del Zapote, sino que le puso a Lolita tres estrellitas en la frente. Con esta acción, la maestra, una vez más, no hizo tragarnos nuestras burlas, como cuando Luisita y ella impusieron en la escuela durante una semana una nueva moda ese lunes que nuestra amiguita llegó con una chancla color de rosa y otra negra y antes nuestras carcajadas la maestra se solarizó, poniéndose un zapato sin tacón y de otro color a los que tenía puesto, con la pobreza de los padres de su alumna que cuando bajó de la montaña, ni el Himno Nacional se sabía.. Esa semana, nosotros, los chamacos, no echamos el mejor taco de ojo, que hubiéramos visto en ese tiempo, por el contoneo de las “pompotas” de los pasitos -uno sin tacón y otro con tacón- de mi “quelida maestla” que me volvió muy triste cuando nos dijo que se iba a casar en esos tiempos de poemas con dedicatoria a las madres. Lolita fue –aunque nunca hablaba como Luisita- la que nos representó, comenzando con un madre querida, madre amolada, corrigiendo el adjetivo de inmediato, que no dio tiempo a que las “adoradas” se rieran, pues siguió, recitando como si no se hubiera equivocada como cuando la maestra nos preguntó de dónde venía la leche y, el menso de la ‘Tripa escurrida – así le decía su papá a Lupe- contestó: “Pues del refri, maestrita bonita”, aunque en esa clase para mí la maestra no estaba hermosa, sino andaba arrecha. Se había alaciado sus chinitos, pues ese fin de semana se iba a casar. Estaba tan enojado que cuando preguntó cuál era el nombre de nuestro continente, nuestro país y de nuestro estado, yo me le levanté para decirle que con que lo supiera ella era suficiente. Naturalmente con mi mala pronunciación. Es más, ese día no le puse atención y me la pasé molestando a Lupe, a Lucita y a Lolita, por eso Lucita mi gritó muy enojada que ya no la molestara y me pusiera a trabajar de lo contrario mi mamá diría: “endiga maestra pues que hizo toda esa mañana”. En realidad, Lucita quiso defender a la traicionera, pero se le chispoteó –como nos dijo ella en el recreo- lo que opinaba su mamá de otra maestra que no les dejaba ninguna tarea a su hermana, caso contrario de la “traicionera” que nos encargó una revistas para recortar. El lunes siguiente, la maestra un poco despeinada, con los ojos rojos y consternada –no se había ido de luna de miel- levantando una revista nos preguntó sobre su procedencia. Una y dos y tres veces preguntó, hasta que Lupillo levantó la mano. Luego, de que la maestra le preguntara de dónde la había sacado; Lupe, nervioso, contestó: Usted nos pidió una revista vieja y pues, yo traje una de las que tiene mi papá en el baño, la cual se quedó guardada con todo y su nombre de Playboy en el cajón de la que ya no pude decirle que la amaba, pues ya tenía marido.
A pesar de que me sentía traicionado, yo seguí enamorado en la de los chinos, cochinos. Así le decíamos a los rulos de la “maestla bonita” que nos indicó, dibujáramos la silueta del Padre de la Patria. Cuando la maestra observó todos los dibujos, le preguntó a Lucita por qué le había dibujado una nariz en forma de óvalo con dos puntitos. Lucita –ya decía elote, en vez de eloti- le contestó: “Usted nos dijo que el Padre Miguel Hidalgo era un gran cerdote”. Y así entre confusiones de palabras, seguimos aprendiendo y contestando sin vergüenza durante todo el año escolar, preguntas de mi amada como en esa mañana que contesté con muy buena pronunciación que el aparato reproductor masculino es el pene. Sin embargo con la siguiente pregunta me puso a reflexionar. No sabiendo la repuesta, con lógica infantil, comencé a decir: “pues si los niños tenemos pene, las niñas tienen pena”. En realidad le hubiera dado pena al de la famosa frase de que “el respeto al derecho ajeno, es la paz” en un examen con una pregunta abierta que decía: “Benito Juárez nació en…” y Lolita escribió: “Cueradito” con un dibujo de una cruz al lado. Es que la mamá de Lolita le fue pasando su fe a su hija que un día me pidió que le abriera el Toper de su almuerzo y yo le decía “Por….” Y ella me contestaba porque tengo hambre, y yo le insistía “Por…” Finalmente, ella sin saber mi intención de que me dijera !Por favor! como yo le pedía todo a mi mamá, contestó: “Por la Señal de la Santa Cruz”, que hizo la maestra en esa ocasión que estábamos nombrando los animales de la localidad y la montañés de Lucita, todavía creía que los burros tenían cinco patas. Es que ese comentario lo había escuchado de su mamá que también le envió una gelatina a la maestra, según la chismosa de Lucita, pues ya estaba cagada por las moscas. Yo la vi “con mi propios ojos”, que la tiró a la basura sin que Lucita se diera cuenta en ese día que la maestra trajo muchos libros y yo descubriera mi profesión. Luego de que cada uno de nosotros escogiera un texto de su preferencia, antes de que nos sentáramos en un círculo para leerlo, la maestra le preguntó a Lupe cuál había elegido. El contestó el libro que daba toques, o sea, el de electricidad. Ahora, él es ingeniero electricista, Lucita trabajadora social, Lolita siguió los pasos de la que nunca le declaré mi amor y sigo, como arquitecto, soñando sus bolas, sus pompotas, sus rayitas de varios colores arriba de los ojos, sus rulitos y, sobre todo, su nombre con todo y profesión: “ La maestla Ampalito”.
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Foto del autor Carlos Campos Serna
Textos Publicados: 361
Miembro desde: Apr 11, 2009
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Descripción

Sucesos en la escuela

Palabras Clave: Escuela Maestras alumnos

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos


Creditos: Ancdotas de Maestros En Servicio

Derechos de Autor: Por: Carlos Campos Serna...Maestros en Servicio


Comentarios (1)add comment
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Enrique Dintrans A:

Hola Carlos:
El relato, costumbrista muestra una Escuela llena de anécdotas y sentimientos guardadas en el alma del niño que fue y que conserva esa admiración y enamoramiento por su maestra. A ratos es tan intenso el relato, con anécdotas que se llaman unas a otras, que me parece oír el familiar ruido de voces en las escuelas.

Saludos.
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June 09, 2016
 

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