El juramento (Diario)
Publicado en Jan 14, 2016
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Se ha puesto cada vez más de moda eso de que las gentes políticas ya no juren nada sino que se limiten a prometer mediante palabras; Así que pensando en ello, me encuentro con lo siguiente de Sergio Domingo: "Las palabras se las lleva el viento ilustra aquellas situaciones en las que se dice mucho pero no se plasma nada en un texto que pueda obrar como documento comprobable de lo acordado. Alude a las promesas de dudosa concreción. Aquí se toma al "viento" como responsable del asunto. Esto se debe a que las palabras expresadas oralmente son lanzadas al aire, motivo por el cual aparece el "viento" como culpable de llevárselas de un modo irrecuperable hacia un destino desconocido. No obstante, como todo es relativo (al menos para mí), no faltan casos comprobables en los que se escribió y nada se cumplió. Y más aún. Cuántas veces se acordó algo de palabra y la honorabilidad de los interlocutores provocó que todo se llevara al pie de la letra". 
 
Concuerdo en todo con Sergio Domingo excepto con eso de que todo es relativo, puesto que para mí (y yo también escribo para mí entre paréntesis si es necesario hacerlo) hay cuestiones que o son absolutas o no son absolutamente nada. Estoy hablando de los juramentos. ¿Por qué será que ya a las gentes políticas les está entrando el gusto de no jurar sino solamente de prometer? Es muy sencillo de descubrir. La promesa no compromete. El juramento compromete. Así que empiezo a hacer memoria y me marcho a mis 21 años de edad. ¿Qué me sucedió en el año de 1970 después de Jesucristo? Que me encontré ante la tesitura de comprometerme a través del juramento o de lavarme las manos con alguna promesa que no me comprometía en absoluto.
 
No he sido nunca, ni lo soy, ni lo seré jamás, un objetor de conciencia porque me parece que es la postura más cómoda de no comprometerte con total seriedad a algo que se necesita para forjarte como un ser humano que sabe jurar y sabe cumplir con lo que jura. Así que cogí el petate que me dieron en el Paseo de María Cristina, de Madrid capital, me puse en la fila de los que íbamos a subir al tren en la antigua Estación de Atocha, también de Madrid capital, y desembarqué en el Centro de Instrucción Militar número 2 (CIR 2) de Alcalá de Henares, en la provincia de Madrid. Y allí estuve yo pasando mis tres meses obligatorios para prepararme llegada la hora de jurar o de no jurar.
 
Jura de la Bandera. Llegó el momento decisivo. ¿Jurar con compromiso absoluto o guardar silencio para no tener más que el compromiso relativo de hacer o no hacer? No tuve ni que pensarlo. Decidí jurar con la voz en alto para comprometerme de manera absoluta porque, en ciertas cuestiones, o eres o dejas de ser. Y yo era un soldado porque había aprendido a ser un soldado. Esa es la raíz verdadera (la del compromiso absoluto que te da personalidad de honesto, honrado y valiente) de por qué ahora soy, y sigo siendo, un soldado cristiano. Aprender ciertas cosas en la vida no sólo no te lleva a la frustración (como dicen muchos de los que se pavonean de ser objetores de conciencia) sino que te forja como un ser humano que sabe cumplir lo que jura.
 
A mis 21 años de edad, sin obligaciones que me empujaran a empuñar las armas y ser un soldado, voluntariamente hice el servicio militar obligatorio (aquel que tanto criticaban los objetores de conciencia para ocultar su miedo a tener que empuñar algún día sus armas para cumplir con el juramente de defender a la patria). Esto es lo que está sucediendo con muchas gentes politicastras (y digo gentes porque no los considero personas y politicastras porque son para ser ignoradas) a la hora de ser o no ser un verdadero español. No hablo de ideologías sino de compromisos. Sobre las ideologías ya he hablado en muchas ocasiones y simplemente paso absolutamente de todas ellas porque, además, me parecen ya muertas (como mucho zombis vivientes) pero el compromiso es algo radicalmente opuesto.
 
¿Qué es el juramento? A algunos se les debería caer la cara de vergüenza ante esta pregunta; pero está super demostrado que tienen mucha cara pero desconocen lo que es la vergüenza. Y con este feliz recuerdo de aquella mañana en que juré la bandera al lado de otros miles de españoles que también lo hicieron en voz alta (allá con sus conciencias y sus remordimientos de quienes no solo guardaron silencio sino que no se atreviero ni tan siquiera dar un beso a la bandera) cierro mi Diario, en el día de hoy, para seguir compometido con esto de ser soldado a favor de las causas justas. Y me parece que Dios, al igual que la Patria, son valores tan absolutos que pasan a ser las referencias de los hombres de verdad; los que saben cumplir sus promesas porque no han tenido miedo de jurar y porque no tenemos intereses a la hora de hacer que nuetras palabras se conviertan en hechos. Que la actualidad les pille a muchos bien confesados. Yo sigo jurando lealtad a los valores absolutos: Dios, Patria y Rey. Por ejemplo.    
  
   
 
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