Amor muerto
Publicado en Sep 17, 2009
Ese día se había levantado con dolor de cabeza, sentía una severa opresión en su cerebro, - aquel que la había hecho decidir el destino en el que hoy, su vida se convertiría- pensó. Tambaleándose, temblando por el frío de la gris habitación, caminó hasta el armario donde guardaba su vestido negro. Se lo puso con pesadumbre y angustia, para luego dirigirse su final y se dirigió hacía al baño, poniéndose delante del espejo para observar su inerte y cansado rostro por última vez. Estuvo así quizá un lapso de tiempo muy corto, para el que ella, pareció una eternidad. Rompió a llorar al recordar a las personas que le habían hecho llegar a esto, quizá hoy estuvieran felices, pero mañana sentirían la culpa y el remordimiento por haber hecho tan infeliz a alguien. Con toda su furia propinó un golpe hacia delante, hacia aquel reflejo carente de vida, dejando el espejo roto, y su mano, llena de sangre. Sólo un segundo, sólo un momento necesitó para poner aquella arma en su cabeza. Disparó, apretando el gatillo, dejando así, su vida en él. - Preocupado y apresurado caminaba por la desolada calle aquel turbio día, sin poder evitar dejar de pensar en ese último mensaje que ella le había envidado, despidiéndose. Al llegar al departamento, sintió como un escalofrío se apoderaba de su espalda, diciéndole que algo no andaba bien. Como si lo hubiera sabido desde el momento en entrar allí, se dirigió hacia el baño, preparado para lo peor. Y ahí la vio, allí estaba ella. Yacía sin vida en el piso, bañada en su propia sangre. Desesperado, si tiró al piso agarrando el cuerpo con todas sus fuerzas, abrazándola por última vez. Se había ido. - Vestido de negro, caminaba por aquel trecho poblado de pinos y lápidas, con rosas en la mano. Se dirigió al lugar de su descanso, su eterno lecho ahora, dejando caer con desdén las rosas, -quizás con más ira que con tristeza- y con ellas, su alma también. Por un momento, creyó ver, junto a él, una forma angelical, observándolo aquellos ojos que él tan bien conocía. Pero al contemplar de nuevo, sólo vio como el viento mecía levemente los árboles, haciendo de aquella necrópolis, tal vez, el lugar más tranquilo del mundo. Si dio cuenta que estaba soñando despierto reviviendo momentos que nunca volverían, que ya había oscurecido y que debía volver a ningún lugar, para luego, agonizar en silencio su más preciada pérdida, y que, ahora siempre estaría sólo. ---x Devothcka.
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TraJjJjJjJedia
muy dolorosa...
Hay problemas de narración,
pero eso se puede arreglar con el tiempo...
Tienes el "don", ¡púlelo!
Saludos cordiales.
Gabriel F. Degraaff