Comentario de "Estados de nimo" (por: "Diesel")
Publicado en Dec 01, 2015
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Comentario de "Estados de ánimo" (por: "Diesel"). 
 
Estados de ánimo: Unas veces me siento / como pobre colina, / y otras como montaña / de cumbres repetidas, / unas veces me siento / como un acantilado, / y en otras como un cielo / azul pero lejano, / a veces uno es / manantial entre las rocas, / y otras veces un árbol / con las últimas hojas, / pero hoy me siento apenas / como laguna insomne, / con un embarcadero / ya sin embarcaciones, / una laguna verde / inmóvil y paciente / conforme con sus algas / sus musgos y sus peces, / sereno en mi confianza / confiando en que una tarde, / te acerques y te mires... / te mires al mararme. (Mario Benedetti)
 
Comentario: Mario Benedetti apunta en una sola dirección. A pesar de los cambiantes estados de ánimo, el poeta redunda en un solo mensaje: somos únicos pero somos sociables. Si de verdad hemos aprendido a convivir con los demás, eso de justificar nuestro abandono argumentando que nos encontramos en un estado de ánimo bajo es solamente una tapadera para evitar que los demás descubran que no pensamos en ellos. Unas veces por estar en lo más alto de nuestra autoestima y otras veces porque estamos en lo más bajo de nuestro interés. Esas excusas sólo sirven para no hacer lo que pide el poeta al final del poema: "confiando en que una tarde, te acerques a mí y te mires... te mires al mirarme". Acercarse a la mirada del otro es, siempre, una forma de ver cómo eres en realidad.
 
El poeta siente a veces la sensación de estar "como pobre colina" y en otras ocasiones "como montaña de cumbres repetidas", pero nos hace meditar en las circunstancias y cómo, a pesar de ellas, debemos saber vivir mirando a los demás para poder entender a los demás y, de paso, entendernos ya si ambigüedad alguna. A veces somos "manantial entre rocas" y a veces somos "embarcadero ya sin embarcaciones". Dos caras opuestas en nuestra realización personal: la cumbre del éxito y la soledad del fracaso.
 
Pero Benedetti no nos habla en el sentido de la individualidad sino en el aspecto de la colectividad humana que debe presidir nuestras sensaciones vitales. Podemos ser acantilados en pleno rigor; podemos ser la serenidad de un cielo azul; o manantial refrescante; o la dureza de la roca, el crecimiento continuo del árbol y hasta esa clase de insomnio que nos produce, a veces, el cansancio que no nos permite relajar el espíritu ("laguna insomne") y que puede llegar a hacer que nos sintamos solos y pensando que ya no hay verdadera vida en nuestra personalidad. Podemos sentir muchísimos estados de ánimo diferentes. Eso es humano. Pero nunca debemos claudicar. 
 
Estados de ánimo. ¿Es verdad que los estados de ánimo nos producen angustia, apatía, cansancio, impotencia para citarnos con las miradas de los demás? Benedetti se explica con total claridad: a veces somos como manantial entre rocas y entonces nos motivamos con la violencia; otras veces, sin embargo, comos el embarcadero ya sin embarcaciones y nos quedamos sin deseos, vacíos, vacuos, sin apenas tener ganas de seguir viviendo. ¿Cuál es la verdadera respuesta? El equilibrio. La verdadera respuesta es el equilibrio tal como expresa el poeta cuando dice "sereno en mi confianza"; siempre confiando en que alguna tarde (cuando empezamos a sentir que la madurez nos va encaminando hacia el descenso de la cumbre) alguien se acerque y mire nuestra mirada para que pueda saber quién es él al contrastarse con nuestra esencia espiritual.
 
Hagamos una lectura del mundo que Benedetti nos presenta en "Estados de ánimo". ¿Nos vemos reflejados en su poema o nos sentimos ajenos por completo? Algunos ni tan siquiera se lo han llegado a plantear. Estados de ánimo. Ese es, precisamente, el problema. Siempre tenemos la constante disculpa, preparada de antemano, para no tener que comprometernos para hacer compañía al compañero, al amigo, a esa persona que decimos amar tanto, al solitario, al abandonado, al marginado, a todo ese mundo de personas que necesitan que les miremos de frente para poder comprenderlo. ¿Estamos preparados para mirar a los ojos de alguien ajeno a nosotros mismos para ver qué vemos? Relacionarse con los demás. ¿Somos capaces de relacionarnos con los demás sea cual sea el estado de ánimo en que nos encontramos? ¿Somos, en verdad, una familia humana? Muchos prefieren cerrar los ojos o, lo que es todavía peor por lo que tiene de hipocresía, mirar para otro lado. Hasta que, de repente y sin aviso previo, por esas cosas del destino de nuestras vidas, somos nosotros los que necesitamos que los demás miren nuestras miradas. El asunto se complica más cuando la excusa es alegar que nuestro estado de ánimo nos lo impide aun sabiendo que se está convirtiendo en una excusa crónica, además de hipócrita y falsa. Una justificación de lo que no se puede justificar jamás. Porque o somos de verdad solidarios o no somos tan hombres como vamos diciendo a los demás. 
 
El poeta interioriza el problema. Hace suya la cuestión y se sitúa en primera persona. Se ve a sí mismo y entonces nos dice que a veces se siente eufórico y a veces se siente ausente. Estados de ánimo. Siempre es la misma cantinela. Un día nos alejamos tanto de los demás que nos encerramos en un mundo donde sólo existimos nosotros. Los demás son inexistentes. Hipocresía. ¿Está hablando el poeta de hipocresía en nuestra manera de manifestarnos ante los demás? No exactamente. Lo que está diciendo Mario Benedetti es que nos pongamos en la piel de los demás; así que mirar a la mirada ajena nos conduce a vernos tal como somos en la realidad. ¿Somos como nos vemos al mirar la mirada de los seres humanos ajenos a nuestra propia condición externa? ¿Somos capaces de mirar a los demás sin prejuicios, sin rechazos y sin indiferencias?
 
Ya sabemos todos que los hombres y las mujeres somos seres únicos e irrepetibles. Cada hombre y cada mujer es un mundo individual y distinto a los demás mundos humanos pero, a su vez, somos elementos esenciales de algo que llamamos sociedad y entonces llega el verdadero problema. ¡Qué fácil es alegar que estamos atravesando por algún estado de ánimo bajo para no mirar a los ojos que nos están pidiendo que los miremos! ¡Cuánta euforia prepotente cuando no miramos a los demás por sentirnos superiores y mostrando dejadez e indiferencia cuando se trata de mirarlos!
 
Escuchamos, por todas partes del mundo, la mentira de que existe la libertad. No es cierto. Lo he dicho ya un millón de veces y seguiré diciéndolo un millón de veces más. Eso de que existe la libertad es una falacia, una total mentira que nos contamos para sentirnos bien, para darnos el gusto de creer que es cierto y que hacemos lo que queremos (lo cual también es totalmente falso). Lo que sí existe es la posibilidad de sentirnos y vernos liberados. Y para sentir esa liberación es necesario mirar a los demás sin ninguna clase de complejos, superando nuestros estados de ánimo. Para conseguirlo es necesario lo que Benedetti expresa en su poema porque de esa manera nos sentimos hombres y mujeres de verdad, por la verdad y para la verdad. ¿Somos, en verdad, una familia humana? Mientras no seamos capaces de mirarnos en los ojos de los otros seres humanos que buscan y anhelan ser mirados, no podemos decir que formamos una familia humana. Lamentablemente, hoy en día, son muy pocos los hombres capaces de acercarse, en alguna tarde, a alguien extraño para mirarle a los ojos y comprobar quiénes somos en verdad. Quizás es que, a lo peor, hemos empezado a ser habitantes de otro planeta. Indiferencia. La indiferencia es lo que se lleva porque se ha puesto de moda para sentirnos más cómodos y sin tener que cargar en nuestra conciencia la cobardía insolidaria que estamos haciendo día tras día. Esa es la cuestión (como dijo William Shakespeare) o, mejor dicho, ese es el problema (como digo yo).
 
Todo el presente poema está lleno de meditaciones trascendentales. Es un conjunto en el que se enfrentan los estados de ánimo fríos con los estados de ánimo calientes. Aparecen los sentidos físicos y los sufrimientos psicológicos a través de la Naturaleza: colina, montañas, cumbre, acantilado, cielo, manantial, rocas, árbol, hojas, laguna, algas, peces. Benedetti nos guía hasta esa clase de meditación a través de elementos pertenecientes a la Naturaleza que nos circunda y es a partir de dicha Naturaleza cómo nos conduce a descubrir nuestra composición humana. No hay ni ambages ni ambigüedades ni duda alguna. No hay equívocos ni equivocaciones de la Naturaleza. La Naturaleza es pura y está expresada con la pura naturalidad de quien se considera un verdadero hombre.
 
Empatía. El verdadero punto central de "Estados de ánimo" es la búsqueda humanizada de la empatía hacia los demás. En este sentido, el autor uruguayo va exponiendo una trayectoria que va desde los altos estados de ánimos a los bajos; como si su existencia fuese un vaivén de sentimientos profundos pero, sobre todo, internos a su propia condición humana. Reconocimiento de sí mismo para realizarse como persona. A veces se encuentra reposando en la colina para, de repente, ir subiendo hasta llegar a lo más alto de su autoestima (a esa montaña de cumbres repetidas) y después va alternando figuras simbólicas como esquema literario de dichos estados de ánimo. Todo ello para expresar su cambiante condición. Como un impetuoso acantilado en el joven que quiere llegar a lo más alto, a ser alguien muy importante en la sociedad, de manera rápida y atropellando todo lo que se le ponga por delante sea cosa, animal o persona (es el acantilado desbordante) pero también nos muestra el equilibrio emocional al semejarse con un cielo azul sereno aunque todavía lejano pero al que espera llegar. Ahora bien, lo ve tan lejos que se plantea si es posible alcanzarlo o es necesario abandonar dicha causa. ¿No es eso lo que todos los seres humanos buscamos de alguna u otra manera? Cuando tenemos una causa y sentimos de verdad en nuestro interior que esa causa nos llena del todo, nos introducimos en un estado efervescente, como es eso de "conquistar las cumbres". Pero siempre sucede que, después, por haber creído que esa causa sería lo único importante de nuestras vidas, llega la realidad cercenadora de nuestros sueños y, de repente, nos sentimos como el árbol que va perdiendo hojas. Y nos entra el insomnio que nos produce la sensación del vértigo vital decadente. De pronto ya no existe la causa tal como la habíamos idealizado. De repente nos quedamos en soledad (embarcadero sin embarcaciones), como inmóviles e incapaces de seguir más allá, esperando que alguien se nos acerque para mirarnos y poder ver en nuestra decepción eso que a él también le decepciona. ¡Qué difícil resulta algo tan sencillo como un mirar a otra persona distinta y ajena a nosotros mismos para ver quién es, qué hace en la vida, para qué está existiendo! Este matiz es fácil de comprender pero difícil de explicar. ¿O no es así? Puede ser que no sea así. Puede ser que un poeta tenga la sensibilidad tan desarrollada que nunca se ve desamparado porque sigue confiando en la empatía humana.
 
La versatilidad y fecundidad literarias del uruguayo Mario Benedetti es de tan gran envergadura que podemos decir que no sólo es un hombre de Letras, sino un testigo de la vida y un partícipe de la solidaridad humana. El poeta nos enseña que la mayor dificultad que tenemos para solventar el problema de la sociabilidad radica, principalmente, en nosotros mismos. ¿Quién de nosotros no ha pasado por esas sucesivas etapas del encumbramiento y el desplome hasta conseguir, por fin, alcanzar el equilibiro de la serenidad? Benedetti reacciona a pesar de la distancia ya recorrida desde sus inicios vigorosos y esa decadencia que siente cuando ve llegar el momento de observar la distancia. Pero confía. Benedetti confía y nos hace confiar.
 
Crítico contra los modelos asumidos por el quemeimportismo (del que tanto hablaba el pensador ecuatoriano Benjamín Carrión); Mario Benedetti nos acerca al sentimiento sereno que produce esa honda confianza final. José Miguel Oviedo ha dicho: "Es un escritor de gran oficio, con una piadosa comprensión de sus personajes y un dominio de sus recursos artísticos". ¿Quiénes son los personajes de "Estados de ánimo"? Ellos y ellas, vosotros y vosotras, nosotros y nosotras y también él y ella, tú y yo. Todos somos personajes explícitos de "Estados de ánimo"; este poema que canta a la vida desde el optimismo creativo que se refleja en la esperanza final para hacernos meditar a la hora de la gran verdad; esa gran verdad que es la de tener el suficiente calor como para mirar a quiénes necesitan que les miremos. Somos terriblemente cambiantes pero hay motivos que son perdurables, continuos e inmutables, a lo largo de toda la Historia de la Humanidad. Debemos ser nosotros mismos quienes seamos capaces de entender esa verdad no por lo que nos cuentan sino por lo que vemos, por lo que sentimos, por lo que vivimos, por lo que experimentamos y, en definitiva, por lo que sabemos.
 
La experiencia vital de Benedetti le hizo pasar por ser taquígrafo, cajero, vendedor, contable, funcionario, traductor... y por eso irrumpe, con "Estados de ánimo", en ese discurso positivo de las escenas experimentales que vivió como obligada evolución personal. Visión aguda e inteligente. Denuncia de la pasividad antes las necesidades ajena. Conflictos íntimos entre su ser y su no ser. Coordenadas verosímiles. Psicología aplicada al conflicto interior que nos introduce en los cambios (unas veces horizontales y otras veces verticales) de nuestra sensibilidad incluída en el mundo de los humanos. La compleja sensación de verse al mirarse en los ojos de otro ser ajeno que representa, en definitiva, el verdadero escenario donde se desarrollan nuestras existencias.
 
En "Estados de ánimo" se plantea y palpita la necesidad palpable de romper con esa falsa creencia, a lo largo de la historia humana, de que nuestras partes emocionales son muy poco importantes o solamente una adicción innecesaria. Pero la verdad, la verdad más verdadera, es lo que dice Santiago Galeano cuando afirma, tras leer "Estados de ánimo", que "nuestro subconsciente está determinado por la experiencia de la emoción", así que nuestros estados de ánimo son, sobre todo y ante todo, productos de nuestras emociones. Y eso es lo que reivindica Mario Benedetti con total decisión y enfocando el asunto en su verdadera dimensión humana. O sentimos emociones o solamente somos animales nada más.
 
Todo el conjunto de nuestras emociones (como se ve planteado en el poema) forma una globalidad que llamamos estados de ánimo. Oscilamos, como se ve en los versos de Benedetti, desde el estado más eufórico hasta el estado más deprimido pasando por las etapas intermedias. ¿Dónde está la verdad de todos nosotros? Existen múltiples estímulos exteriores (que Benedetti equipara comparándolo con cosas de la Naturaleza en un lenguaje simbólico), que conforman y confirman lo que tenemos de sensibilidad, en primer lugar hacia nosotros mismos (nuestro interior anímico inexpresado) y después hacia el exterior (nuestro interior anímico expresado). Inconscientemente, al estar experimentando unas emociones (ya sea partiendo de un "manantial entre rocas", de "un árbol con las últimas hojas", de "una laguna insomne" o incluso de "un embarcadero sin embarcaciones" por citar sólo algunos ejemplos que propone Benedetti), estamos sintiendo lo que somos y eso nos guía a inspirarnos de manera profunda en la labor de pertenecernos a los demás. En este poema se hace evidente esta tesitura temperamental.
 
"Estados de ánimo" comprende 3 estrofas; las dos primeras son cuartetos y la última se compone de 16 versos; predominan los versos de 7 sílabas en un conjunto que podemos llamar de rima asonante pero escrito en verso blanco. El uso de las sinalefas y otros recursos poéticos como las diéresis, consigue hacer posible que visualicemos lo que el poeta está describiendo con matices definitorios. A medida que vamos leyéndolo nos vamos trasladando con la mente hacia la Naturaleza y él ha escogido a la Naturaleza para despertar nuestras sensibilidades más primigenias. Así logra despertar nuestro interior: saliendo de la colina a la montaña, desbocándose como un acantilado entre rocas, serenándose bajo un cielo azul, sintiendo el frescor del manantial para suavizar la dureza de la vida (esas rocas que ha incluido Benedetti en medio de la escena), viendo cómo las hojas del calendario van cayendo como las hojas del árbol, creyendo que somos lagunas mientras el insomnio nos desvela el espíritu; llegando al límite de ser embarcadero ya sin embarcaciones y, al final, después de quedarnos inmóviles y pacientes, observando algas, musgos y hasta peces (estos últimos son la única excepción que hace Benedetti con los seres vivos en su poema quizás porque los peces significan que estamos siempre sumergidos en nuestro propio yo), confiando que alguien nos mire, en algún atardecer, para que al mirarnos a los ojos nos puedan comprender porque se ven ellos mismos reflejados tal como son.
 
El yo poético siempre está presente en todos y cada uno de los versos del poema. Ese yo presente que, lejos de ser egolatría, busca ser empático con el lector o la lectora. Percibimos los cambios continuos que ha sufrido Benedetti a lo largo de su existencia como ser humano. El yo poético está queriendo expresarse con autodominio de sí mismo. A veces no nos damos cuenta de que ese yo que todos tenemos es la expresión de nuestra forma de ser y de nuestra manera de actuar... hasta que llega un día en que lo humano surge repentinamente y, al mirar al poeta, nos damos cuenta de que el mismo yo nuestro es el mismo yo suyo porque es la expresión de nuestra propias acciones. ¿Metamorfosis kafkiana tal vez? Nada de eso ni nada parecido a eso aunque algunas líneas de pensamiento paralelo podrían vislumbrarse comparando a Kafka con Benedetti y salvando las diferencias de sus diferentes mundos. Yo no lo llamaría metamorfosis sino simbiosis de personalidad.
 
Lo cotidiano es una coordenada de lo trascendente. Esa cotidianidad es la que podemos observar al analizar profundamente "Estados de ánimo". Porque es una constante contra la que lucha el propio Benedetti mientras intenta dominarla partiendo desde el deseo de vivir observando los ánimos opuestos entre sí pero que, engarzados en un solo conjunto poético, nos abren la mirada para llegar a la conclusión final de que es precisamente en lo cotidiano donde se descubren nuestras posibles grandezas.
 
Admiración por lo que vemos a nuestro alrededor y asombro por lo que sentimos en nuestro interior al ver lo que nos conjuga como seres sensibles. Conjugación de escenas. Benedetti nos ha compuesto el escenario preciso para que sepamos interpretar (con el mínimo esfuerzo posible) lo que en realidad está buscando: que miremos su mirada para poderle entender. Existe una especie de veladas contraposiciones a lo largo del poema; pero es que, precisamente, tiene mucho de crítica ante situaciones cotidianas de nuestra forma de vivir y ver el mundo desde nuestras vivencias. Desde la palabra "colina" (humildad de quien sabe que es poco con respecto al mundo) hasta el "acantilado" (acento árido, estéril e indeseable pero presente); mas haciéndonos refrescar nuestras trascendencias anímicas con la "laguna" placentera. Sentirse como personas en las que la calidad del símbolo que nos propone el poeta es vivir, sencillamente vivir, simplemente vivir, continuar viviendo, seguir sintiendo la vida, salir adelante a pesar de las adversídades. Llenos de plenitud bajo un cielo azul que, aunque esté lejos y seamos conscientes de que está lejos, siempre es un presente, en ejemplo de lo que hay que alcanzar mientras continuamos realizando las utopías que no son imposibles de alcanzar.
 
Y he aquí la metáfora: "A veces me siento manantial entre rocas y otras veces un árbol con las últimas hojas". Coincido con Santiago Galeno cuando dice: "Es claro que un manantial entre rocas es algo único, difícil de encontrar, algo sensillamente especial. Un árbol con las últimas hojas puede ser no tan único, pero indiscutiblemente raro de ver". ¿Son en realidad únicos el manantial y el árbol a los que se refiere Mario Benedetti? Sí. Yo opino que cada uno es único en el mundo pero... ¿qué es lo que hace que seamos únicos en el mundo? La respuesta está dentro de cada uno de nosotros cuando sabemos que formamos parte de un conjunto humano que tiene su capital dentro de nuestro corazón y son sus pueblos nuestras arterias. Razón suficiente como para estar del lado de quienes amamos la vida y no deseamos la muerte. Benedetti es todo una "manantial" a la hora de llegar desde el sifgnificante hasta el significado de todas las imágenes que nos plantea.  
 
En cuanto a los estados de ánimo que se descubren leyendo el poema podemos hacer dos grupos: los positivos (montaña, manantial, confianza y cielo) y los negativos (colina, lejano, acantilado, últimas hojas e insomnio). Detengámonos un momento para poderlos analizar con la debida mesura, equilibiro y convicción, qué nos quiere decir Benedetti. Para darle un sentido optimista a nuestras vidas, demos la vuelta al orden ya establecido y empecemos por lo negativo para llegar a lo positivo.
 
La colina viene a ser ese estado de ánimo en que no nos encontramos en plenitud porque nos hemos quedado a medio camino entre ser sensibles y valientes hasta llegar a la cumbre o dejarlo todo y desistir del empeño (lo cual viene a simbolizar una penosa pérdida de tiempo que a muchos les convierte en continuos indecisos sin llegar a realizarse jamás); lo lejano viene a señalar que nos sentimos impotentes para llegar a la plenitud de nuestro ánimo interior, que vemos demasiado lejana la meta y preferimos quedarnos tal como somos, o como estamos, renunciando al esfuerzo; el acantilado es la dificultad que vemos y que, en el mejor de los casos, no existe si no creemos nosotros que existe porque evitamos su presencia ya que siempre resulta una traba, una barrera, una raya imaginaria que no somos capaces de rebasar porque pensamos que es insalvable; las últimas hojas vienen a representar nuestras últimas oportunidades para poder alcanzar nuestra realización personal creyendo, falsamente por supuesto, que somos demasiado mayores para conseguirlo; y lo insomne es esa dejadez profunda, ese no querer despertar ya más para no seguir insistiendo en la búsqueda de nuestros sueños, ese caer en la inercia y dejar de luchar por nuestro destino.
 
Pero el grupo de los símbolos positivos están aquí presentes para decirnos que sí, que a pesar de cualquier circunstancia que los otros quieren presentarnos como imposibles para nuestras capacidades físicas y/o psicológicas, somos capaces de conseguirlo. La montaña es ese logro esencial y valiente desde donde, una vez que estamos en su cumbre, observamos el mundo con una perspectiva mucho más lúcida y lucida de lo que otros creen que somos incapaces de lograr, y vemos al mundo mucho más pequeño de lo que nos parecía en un principio; el manantial viene a recordarnos que, si queremos y lo deseamos, somos siempre agua limpia y fresca donde otros pueden beber convirtiéndonos en líderes de lo sensible, de lo que en verdad es paz, serenidad y confianza en nuestro futuro; la confianza que acabo de citar no es una vana esperanza sino una confirmación de que la esperanza no es lo último que se pierde sino lo primero que se conquista y, una vez conquistada, jamás la vamos a perder porque sabemos cómo y de qué manera positiva la podemos manejar; y el cielo es ese logro final cuando hemos aprendido que sí, que hay mucho mundo por sentir dentro de nuetro interior y que es posible extereorizarlo con determinación, con valentía y con fe; porque es emotivo y emocionante vivir bajo su protección durante cualquier tiempo del año y durante cualquier período de nuestra edades (porque no tenemos años sino edades y eso es muy importante a la hora de saber vivir) ya que está presente desde el principio de nuestras vidas hasta el principio de nuestras existencias.
 
¿Qué son, en definitiva, los estados de ánimo de los que nos habla Mario Benedetti? En primer lugar, sabemos que son disposiciones emocionales transitorias; una forma de estar dentro de nuestro mundo psíquico. Son la equivalencia de nuestro yo cuando lo comparamos con el yo de los demás. Una especie de oscilaciones continuas de nuestras almas a lo largo del tiempo, que va alternando los períodos de las alegrías con los períodos de las tristezas y, por eso mismo, nos hace seres humanos llenos de sensibilidad y de energías positivas para seguir siendo siempre caminantes hacia el futuro. Son fases que van desde la euforia hasta la depresión pero que nos dejan elegir cuál de ellas queremos vivir. Calma y energía versus calma y cansancio. Tensión y energía versus tensión y cansancio. O somos expresivos o somos introvertidos. Podemos elegir. Proposición definitiva: ser pasajeros del mundo, observando el mundo, para sentir cómo debe ser el mundo. Por eso canta el poeta que llevamos dentro.   
 
 
 
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